Contaba las horas para salir del trabajo y contarle esto a alguien. Evidentemente, la primera persona que se me ocurrió fue a mi hermana gemela, Lila, pero después de llamarla tres veces y que las tres no me respondiera se me hizo evidente que estaba demasiado ocupada para mí. Después llamé a Sila y me dijo que sí, que podríamos platicar, solo que tenía que ir al parque con ella y sus hijos, ya que los llevaría a andar en bicicleta, le respondí que sí.
Sin embargo, al llegar, me encontré con la sorpresa que ella no estaba sola, sino con Karl y con una escena bastante inusual, Sila subida en una bicicleta, con casco y todo el equipo y él enseñándole a andar como si fuera una niña de seis años.
⎯ ¡Tía Alegra! ⎯ escucho la voz de Fátima, quién viene hacia mí pedaleando lo más rápido que puede.
⎯ ¡Hola hermosa! ⎯ respondo, lo mejor que puedo, ya que en este momento solo quiero golpear cosas del coraje.
⎯ ¿Vienes a andar en bicicleta? ⎯ me pregunta.
⎯ No, vengo a hablar con tu madre, pero al parecer está ocupada ⎯ contesto, al verla tratado de coordinar todo.
⎯ Karl le está enseñando, es una sorpresa para mi papá ⎯ habla mi sobrina que, para sus casi seis años, es toda una parlanchina.
⎯ ¡Vaya!
⎯ Sí, quiere que los fines de semana andemos en bicicleta con él, pero mi mamá no puede… ¿Qué nunca le enseñaron? ⎯ me pregunta, y yo sonrío.
⎯ Ahora lo están haciendo ⎯ le comento, ya que Sila no nos tiene permitido decirles a sus hijos lo que les pasó.
Tanto Karl como Sila se acercan a mí y esa sonrisa que me desquicia de él ahora me desquicia más. Mi hermana me sonríe ⎯ ¿crees que puedas guardar mi secreto? ⎯ me pide.
⎯ ¿Desde cuándo no puedes andar en bicicleta?, si aprendiste prácticamente sola.
⎯ Desde lo que me pasó en el hospital. Karl y yo nos escapamos al parque para que me enseñe de nuevo y así sea una sorpresa para Moríns.
⎯ ¡Guau! ⎯ exclamo, ya que no me espera eso de Sila, la verdad, desde su accidente siempre fue de lo más fría y ahora, es todo lo romántica que te puedes imaginar.
⎯ Bueno, pues entonces hablamos otro día ⎯ le digo.
⎯ No, no… ya terminamos ⎯ contesta Karl.
⎯ Tía Alegra, ¿tú sabes andar en bici? ⎯ pregunta Fátima.
Me quedo en silencio y niego con la cabeza.⎯ No, nunca aprendí.
⎯ ¿Cómo dices? ⎯ pregunta Karl, de inmediato.
⎯ Nunca aprendió ⎯ responde Sila, mientras se quita el casco ⎯, mi padre nos enseñó a todos, pero ella jamás supo cómo. Decía que iba con su estilo.
⎯ Era mejor patinando en ruedas ⎯ me defiendo.
⎯ ¡Vaya!, esas si son noticias.
⎯ Oye, tío Karl ⎯ llama la atención mi sobrina ⎯ ¿tú te casarás con mi tía Alegra?
⎯ ¡Fátima, por Dios! ⎯ dice mi hermana.
⎯ No, no me casaré con ella ⎯ responde Karl, amable ⎯, porque ahora sabiendo que tu tía no sabe andar en bicicleta, no puedo casarme con alguien así, sobre todo yo que vengo de un lugar donde la bicicleta es un gran medio de transporte ⎯ responde, y yo simplemente enfurezco, ya que no estoy de humor.
⎯ Pues al menos en eso estamos de acuerdo, que porque yo jamás me casaría con un hombre como tú, ¡jamás escuchas! ⎯ le reprocho, y sin decir más me alejo de ahí.
Ni siquiera me despido de mi hermana, ni de mis sobrinos, simplemente camino a pasos agigantados hacia otra dirección que no sea Karl, ni nadie que me haga enfurecer. Sin embargo, me paro en seco y me doy cuenta de que estoy actuando como mi padre, me dijo, solía hacerlo y que eso está mal.
Así, me doy la vuelta y en seguida me estrello con alguien, que inmediatamente sé que es Karl.⎯ ¡Dios!
⎯ ¡Ey!, lo siento… no era mi intención asustarte.
⎯ No me asustas ⎯ respondo, mientras respiro profundo.
⎯ ¿Todo bien?, lo de atrás era una broma, ¿eh?, me casaría contigo aunque no supieses andar en bicicleta ⎯ responde simpático.
⎯ ¡Ay, basta Karl!, no estoy para bromas ⎯ le digo, tratando de zafarme, pero él me toma del brazo.
⎯ También eso es broma. Bueno, una disculpa, al parecer no estás de humor. Solo quería disculparme por lo que dije y ya, ¿vale?
⎯ Vale ⎯ respondo, y me zafo de su brazo para regresar en donde mi hermana y mis sobrinos. Camino unos pasos y como si me hubiesen pellizcado volteo para volver a verle ⎯ ¿alguna vez han puesto en duda tu talento? ⎯ le pregunto.
Karl asiente ⎯ millones de veces. ¿Sabes lo que es tener 26 años y decirle a una señora de 56 que operarás a su esposo a corazón abierto y prefiera que llegue otro cirujano más especializado? ⎯ me pregunta.
⎯ Y, ¿qué hiciste? ⎯ inquiero, ya que ahora veo que hablar esto con Sila no tiene mucho sentido. Ella siempre ha sido perfecta.
⎯ Pues… demostrándolo ⎯ responde, como si fuese fácil. Karl se acerca a mí y con esa sonrisa que me desquicia me dice ⎯ vamos, te invito a cenar.
⎯ No tengo hambre…
⎯ O al menos acompáñame a verme cenar ⎯ reformula.
Me quedo viendo a Sila, que está muy feliz con sus hijos y me percato que lo mejor es hablar con ella después, cuando mi cerebro esté más tranquilo y sepa qué hacer.
⎯ Vale…
⎯ Perfecto, pero, primero, voy a despedirme de mi estudiante ⎯ contesta, para luego gueñir un ojo.
Veo cómo se aleja, habla con Sila y mi hermana pasa de un rostro de preocupación a uno de aceptación. Desde lejos me dice adiós y yo le prometo que le llamaré tan solo me desocupe. Karl regresa a mí y me da el paso para comenzar a caminar.
***
Cuando nos estacionamos en frente de su edificio, mi rostro fue de pocos amigos y mi mirada atrajo su atención ⎯ ¿Qué? ⎯ me pregunta.
⎯ Dijiste que ibas a cenar.
⎯ Sí, voy a cenar, pero en mi casa ⎯ responde simpático.⎯ Si ya no quieres allá está el metro para que te vayas.
⎯ ¡Uy!, ¿dónde está el Karl educado?
⎯ El Karl educado sale cuando la Alegra educada está presente ⎯ comenta, y sí, lo admito, he sido grosera con él.
⎯ Lo siento, es que ahora no estoy de humor para algo más.
⎯ No todo es sexo, Alegra. Que pasemos tiempo juntos no quiere decir que sea solo para eso y tampoco es una cita ⎯ aclara.⎯ Venga, vamos a cenar que te haré una lasaña vegetariana que te mueres.
Karl se sale del auto y luego va hacia mi puerta y la abre ⎯ ¿Cocinas? ⎯ es mi primera pregunta.
⎯ Así es… tengo que comer, tengo que cocinar ⎯ explica sencillamente, para después continuar hacia el edificio.
Momentos después, ya nos encontrábamos dentro de su piso y él sacando verduras frescas de la nevera y todo lo que necesita para hornear la lasaña. Yo, me siento sobre uno de los bancos de la barra, y observo todo lo que hace. Verlo así, tan relajado, con las mangas de la camisa remangadas y mostrando esas manos tan fuertes y delicadas a la vez, me hacen fantasear un poco con la idea de ir a la habitación y pedirle que me toquen.
⎯ ¿Me escuchas? ⎯ me interrumpe su voz, y yo despierto.
⎯ ¿Dime?
⎯ Que si quieres vino o agua ⎯ contesta.
⎯ Vino, vino está bien.
⎯ Vale… ⎯ responde, para luego ir hacia una pequeña despensa y sacarlo de ahí.
He venido tantas veces al piso de Karl, pero jamás me había fijado en los detalles que hay en él. Como, por ejemplo, las miles de plantas que tiene en la ventana, que es sumamente pulcro y sobre todo, que hay otra habitación al otro lado del piso.
⎯ Una copa para usted, y otra copa para mí ⎯ comenta, y luego la alza ⎯ brindemos.
⎯ ¿Por qué deberíamos de brindar? ⎯ contesto, aún malhumorada.
⎯ Porque por fin hay algo que no es perfecto en ti…
⎯ ¿Lo dices porque soy enojona?
⎯ No, porque no sabes andar en bicicleta.
⎯ Pffff… ⎯ replico y luego sonrío porque me hace gracia.⎯ ¿Entonces que sea enojona no te molesta?
⎯ No, me molesta que seas cerrada…
⎯ No soy cerrada…
⎯ No hablo de mente, sino de expresión. ¿Sabes que eso molesta a tu hermana?
⎯ ¿A Sila?, ¿le molesta que sea cerrada?, ¡Venga!, si esa mujer era la más cerrada de todos ⎯ le contesto ⎯ además, Sila es perfecta, no tiene nada que decirme.
⎯ Ya no lo es. Creo que debes empezar a ver a tu hermana mayor de otra forma. Trata de acercarse a ti y ya no la dejas.
⎯ ¿Me invitaste para terapia?, porque créeme, no tengo humor ⎯ respondo, tomando un poco de vino.
Karl suspira ⎯ Ves, como eres así…
⎯ ¿Así cómo? ⎯ vuelvo a preguntar.
⎯ Así, como eres…
⎯ ¿Cómo soy?
⎯ Cerrada…
⎯ ¡Dios!, no sé cómo logras sacarme de quicio. Sabes, eres el único que me hace sentir así.
⎯ ¿Así cómo? ⎯ insiste.
⎯ Así, así… tan… ¡arrrrg! ⎯ expreso, y de un sorbo me tomo el vino, para luego alejarme de ahí, necesito patear algo, o no sé, hacer algo para sacar esto que siento. Karl se acerca a mí y de la nada trae una pelota enorme, que al aparecer es de yoga y me la da ⎯ ¿qué quieres?
⎯ Aviéntala con fuerza a la pared.
⎯ ¿Qué?
En eso Karl la toma, y la avienta contra la pared, esta rebota y luego la atrapa. ⎯ Trata, es relajante.
Así, tomo la enorme pelota y la aviento hacia la pared con fuerza y luego la atrapo, en verdad se siente bien.
⎯ Hazlo de nuevo ⎯ me pide, y yo lo vuelvo a hacer, y al atraparla con fuerza digo. ⎯ ¿sabes lo que me hicieron hoy?, por haber mentido sobre mi apellido, me pusieron a una tal María que competirá conmigo por mi puesto ⎯ explico, mientras lanzo una y otra vez la pelota.
⎯ ¿De verdad?, pensé que era tuyo.
⎯ ¡Lo era!, o eso pensaba, pero ahora Gio me dice que no es así y tengo que demostrar mi talento para ver si me quedo con el puesto. ¿Qué no lo he demostrado lo suficiente?, ¿eh?, ¿eh? ⎯ expreso, mientras lanzo la pelota con más fuerza.
⎯ Alegra…
⎯ Además, llega con una minifalda pasada de moda, y un top donde muestra su abdomen supermarcado, y con esa vocecita que dice “eres muy talentosa, espero que te alcance para quedarte aquí”, ¡ella va a necesitar suerte!, ¿qué piensa?, que solo porque se pasee así podrá ganar, ¿eh?, ¿eh?
⎯ Alegra ⎯ escucho mi nombre de nuevo.
⎯ ¡Qué! ⎯ contesto, para luego sentir el golpe de la pelota de yoga en mi cara y caer volando sobre el suelo.
Karl enseguida va hacia mí y me ayuda a levantarme ⎯ ¿estás bien?, estás tan enojada que no mides tu fuerza.
⎯ Sí, sí, estoy bien. Supongo que este golpe es el karma por ser grosera contigo.
⎯ No, yo no creo en el karma, solo en acción y reacción, causa y consecuencia.
⎯ Como sea… creo que ya pagué algo ⎯ respondo agitada.
Karl me sonríe y acaricia mi mejilla ⎯ ¿te sientes mejor?, podemos ir al gimnasio con ring de box si quieres.
⎯ No, ya estoy bien… ⎯ respondo, para luego verle a los ojos ⎯ ¿cómo lo logras?
⎯ ¿Qué?
⎯ Sacarme de quicio y luego tranquilizarme.
⎯ No lo sé. Todo me sale muy natural contigo. Supongo que nos entendemos.
⎯ Pffff ⎯ expreso y él se ríe.
Karl pone un mechón de cabello detrás de mi oreja y luego me dice.⎯ Eres talentosa, no necesitas demostrárselo a nadie porque ya lo eres, solo te lo tienes que creer tú. Siempre habrá personas que te critiquen o te digan que no sabes cómo hacerlo, pero al final, tu trabajo habla por ti. Si tú confías en ti, ¿qué más necesitas?
⎯ Y si me corren…
⎯ Se lo pierden. Además, todos sabemos que eres talentosa, tu familia, tus amigos… yo, ¿qué más necesitas? O qué, ¿dejarás que una mujer con minifalda y vocecita te diga qué hacer… no, ¡jamás!, tú eres Alegra Canarias, la ingobernable, talentosa y aunque no sabes andar en bicicleta, sabes tomar unas fotos de puta madre… ¿No es así?
⎯ Lo es ⎯ contesto.
⎯ ¿Entonces?, hazlo…
Así, como si estuviera traída por un imán, lo abrazo con fuerza y hundo mi cabeza sobre su pecho. Karl me toma entre sus brazos y me envuelve, haciéndome sentir mejor y más segura. Nos quedamos un momento así, sin decir nada, solo disfrutando este momento. De pronto, subo mi rostro y veo el suyo, y sin dudarlo le doy un beso sobre los labios.
Karl me acerca aún más a él, y me besa con una ternura que jamás había sentido. Mis manos juegan en su espalda, y puedo sentir cómo las suyas juegan con mi cabello. Lo admitiré, Karl besa delicioso, de una forma que puede hacerte fantasear y a la vez derretirte. Lo odio.
Me alejo de él aún con los ojos cerrados y cuando los abro lo veo sonriendo. ⎯ Esto no significa nada ⎯ le contesto.
⎯ No, ya le dije a Fátima, jamás estaría con una mujer que no supiera andar en bicicleta ⎯ contesta, para luego darse la vuelta e ir hacia la cocina.
⎯ Al parecer mi único defecto es lo que no me da madera para ser tu esposa ⎯ respondo, y sonrío, para luego ir a la cocina y esperar por el festín.