*Al día siguiente* 

Confieso que pasé un día de mierda hoy en el trabajo porque la tal María no hizo más que obstaculizar todo lo que yo tenía propuesto. Resulta ser, que una de las tareas que Gio nos puso es hacer un proyecto juntos para una marca de zapatos bastante famosa y conocida. Así que, gracias a los constantes “no” de la nueva, pasamos todo el día encerradas en la sala de juntas, hasta que Gio encontró un equilibrio y nos dijo que todo estaba correcto, al parecer tenemos luz verde, y ella el permiso para hacerme la vida imposible. 

De verdad, traté de recordar todo lo que me dijo Karl ayer por la noche. Incluso, después de la cena, una lasaña que estuvo para morirse, me llevó a mi casa y me volvió a recordar lo de mi talento y todo eso. Hoy, llegué bastante empoderada y decidida para demostrarlos, pero, al parecer, los pechos de María pueden más que todas mis credenciales, ¡qué coraje!. 

⎯ ¿Ya te vas Alegra? ⎯ escucho la voz de Laura, una de las tantas chicas que aún no ha cambiado de bando. 

⎯ Sí, estoy rendida ⎯ le respondo, viendo que he llegado tarde para la cena en mi casa, y ahora tendré que comer directo del refrigerador. 

Laura sonríe, toma sus cosas y me espera en la puerta de la sala de juntas. ⎯ ¿Difícil no? ⎯ me pregunta. 

⎯ Algo. 

⎯ No te preocupes, aquí entre nos, creo que tus propuestas son mejores. Solo que Gio acaba de pasar por un divorcio y le tira a todo lo que se mueve ⎯ justifica, haciéndome reír. Ambas salimos de la oficina y cuando entramos al lobby ella sonríe.⎯ Al parecer tu día mejorará. 

⎯¿Disculpa? ⎯ pregunto. 

Entonces, al ver hacia afuera, noto la figura de Karl de pie, con los brazos cruzados y al parecer vestido de manera informal. 

⎯ ¿Qué demonios? ⎯ murmuro, y confieso que esbozo una ligera sonrisa. 

Laura y yo salimos del edificio, y Karl se acerca a mí. ⎯ Te dejo, nos vemos mañana. 

⎯ Hasta mañana ⎯ contesto, para luego verla partir. 

La figura de Karl y esa sonrisa que me desquicia se posan frente a mí y sin más me entrega un caso de color azul.⎯ ¿OK? ⎯ pregunto sin tener idea de lo que está pasando. 

⎯ ¿Qué dices si hoy hacemos algo diferente? ⎯ me propone ⎯, algo que sé te puedo enseñar y te va a gustar. 

⎯ ¡Guau!, ¿tan rudo que necesitaré un casco?, pobre de tu vecino ⎯ le comento. 

Karl se ríe en alto, tanto que los peatones voltean a vernos.⎯ No, no… aquí montarás otra cosa que no sea a mí ⎯ responde, y se hace un lado, en ese momento, para mostrarme una bicicleta. 

⎯ ¡Oh, no!, no, no, no ⎯ niego. 

⎯ Venga, es como andar en una moto. 

⎯ No, no… Lo siento, pero Alegra Canarias no hace estas cosas. 

⎯ Venga ⎯ me murmura.⎯ Hagamos esto interesante, si yo puedo enseñarte a andar en bicicleta, hoy yo decido cuál será nuestro próximo encuentro, si tú no aprendes, tú lo decides. 

⎯ ¿Por más loco que sea? ⎯ pregunto, y Karl esboza una ligera sonrisa. 

⎯¡Guau!, ¿ya lo tienes pensado? ⎯ pregunta, pero yo solo le guiño un ojo sin decir nada. Karl toma la bicicleta ⎯ venga, vamos a un lugar más amplio ⎯ me invita, y yo le sigo. 

***

Momentos después, nos encontramos en un parque que prácticamente está solo. Como el verano está a punto de terminar ya casi no hay gente caminando por la noche y refrescándose con el aire. Sin embargo, esto es mejor para mí, ya que no quiero que alguien que conozca pase y me vea con casco y lo que parece son rodilleras y coderas. 

⎯ Ya recordé porque odio andar en bicicleta ⎯ le reclamo, mientras Karl me acomoda el caso.⎯ Esto es tan antimoda. 

⎯ Lo siento, la prometo que la próxima vez te compró algo de la marca Chanel ⎯ me responde. 

⎯ Y luego, aplasta mis rizos, ¿sabes lo que me cuesta darles el volumen que quiero? ⎯ sigo reprochando. 

Karl me toma del rostro y me ve a los ojos.⎯ Es por tu seguridad. ¿Te duele esto? ⎯ pregunta, y me da unos golpes sobre el casco. 

⎯ No. 

⎯ Bien, entonces estás lista ⎯ sonríe ⎯ te ves tan, tierna. 

⎯ Me veo ridícula ⎯ le respondo. 

⎯ Bueno, al menos ya sabes otra forma de cómo se pueden usar las rodilleras ⎯ me comenta, para luego reír. 

Yo le doy un golpe sobre el pecho ⎯ grosero ⎯ respondo y él guarda silencio.⎯ Nada que una almohada no ayude ⎯ agrego y él levanta la ceja, aprobando mi comentario. 

Con cuidado, me subo a la bicicleta y siento la inestabilidad total, supongo que hice bien con traer un overol largo y zapatillas, en lugar de los tacones que suelo ponerme. Me voy de lado y Karl me toma. 

⎯ Dios, esto es imposible. 

⎯ Venga Alegra, si tu hermana puede que literal perdió la habilidad hace mucho, tú puedes. 

⎯ ¿Insinúas que mi hermana perdió un tornillo? ⎯ pregunto y él suspira. 

⎯ No tanto así… ⎯ se justifica y yo me río. 

⎯ Eso explica tener cuatro hijos ⎯ le contesto y Karl se ríe conmigo. 

⎯ Bueno, sube, venga ⎯ me pide, y vuelvo a intentarlo. Logro sentarme sobre el asiento y tener el equilibrio. 

⎯ No me sueltes ⎯ le exijo, mientras me cojo con fuerza del volante. 

⎯ Relájate. 

⎯ No me sueltes ⎯ le pido, mientras veo cómo empieza a caminar y la bicicleta se mueve. 

⎯ Relájate ⎯ me pide. 

Mis pies empiezan a pedalear al mismo ritmo al que caminamos, y mis manos se aferran al volante como pueden. 

⎯ Karl, espera, Karl… ⎯ le ruego, al notar, que comienza a dejarme libre. 

⎯ Tú puedes, venga… 

⎯ No, Karl, no puedo, Karl, Karl… ¡Karl! ⎯ grito, cuando él me deja sola y yo me hago cargo de todo. 

⎯ ¡Ves!, ¡te sale natural! ⎯ me grita, mientras yo trato de maniobrar para no estrellarme. ⎯ ¡Dale! 

Entonces, como por arte de magia, siento que puedo hacerlo, que soy la que lleva las riendas de este viaje y comienzo a disfrutarlo. 

⎯ ¡Lo estoy haciendo! ⎯ grito, mientras lo domino. 

⎯ ¡Te dije que podías! ⎯ escucho. 

⎯ ¡Lo estoy haciendo!, ¡mira!, ¡mira! ⎯ hablo emocionada, y volteo a verlo. 

⎯¡Ojos al frente! ⎯ me grita. 

⎯ Puedo hacerlo, puedo hacerlo, ¡puedo hacerlo! ⎯ grito, para después sentir como la bicicleta se des balancea y me percato que estoy bajando por las escaleras. 

⎯ ¡Alegra! 

⎯ ¡Ka, Ka, Ka, Karl! ⎯ hablo, mientras voy pasando escalón por escalón y trato de no caerme. 

Logro pasar todos los escalones, pero freno con los frenos de adelante y la bicicleta me avienta hacia un montón de hojas secas que acaban de barrer. 

⎯¡Alegra! ⎯ escucho la voz de Karl a lo lejos, mientras mi cuerpo se hunde en las hojas.⎯¡Alegra!, ¡Alegra! ⎯ y él se acerca al montón de hojas. Yo estoy volteada hacia abajo, tratando de aguantarme la risa por lo que acaba de pasar, pero Karl en realidad está preocupado y no deja de moverme. ⎯¡Alegra!, ¡Alegra! ⎯ me dice, para luego voltearme y verme muerta de risa. 

⎯ Ja, ja, ja, ja ⎯ expreso, mientras siento hojas hasta dentro de mi ropa interior. 

⎯ Pensé que te había pasado algo, no es gracioso ⎯ me reclama, mientras me levanta y me sienta sobre el montón.⎯ ¿Te lastimaste?, ¡Ay, mujer!, te dije que los ojos al frente. Pensé que te habías roto un hueso o algo así.⎯ Yo sigo riendo.⎯ No es gracioso. 

⎯ Venga Karl, es broma. No me pasó nada, estoy bien, el caso me ayudó bastante. 

⎯ Es que te vi bajando por las escaleras y luego saliste disparada y… ⎯ y noto en realidad lo preocupado que esta, tanto que me enternece. 

Me quito el caso, y lo dejo al lado. Los ojos de Karl se posan en mí, y comienza a quitarme las hojas que se han pegado en mi cabello. Con ternura, acaricia mi rostro y me sonríe. ⎯ Estoy bien ⎯ murmuro. 

⎯ Lo menos que deseo es que algo te pase ⎯ contesta. Nos quedamos viendo por un instante y siento la huella de su dedo pulgar limpiando algo ⎯ tienes tierra por todos lados ⎯ murmura, para después ver cómo su rostro se acerca al mío para rozar mis labios. 

Sin poderlo evitar, como si tuviésemos un imán y él fuera el polo puesto, me acerco a él para darle un beso sobre esos carnosos y lindos labios que tiene. Sin embargo, en el momento que nos juntamos él se hace para atrás, como si algo le hubiese mordido. 

⎯ ¿Qué? ⎯ pregunto. 

⎯¿Qué es eso? ⎯ pregunta, para después hacerse para atrás, buscando algo en las hojas. 

⎯ ¿Qué es qué? ⎯ inquiero. 

⎯ Eso, no lo sentiste. 

⎯ Aún no ⎯ respondo, coqueta. 

⎯ No en serio, ¿hay ratones aquí? ⎯ me pregunta. 

⎯ Pues… no sé… ⎯ respondo asustada y luego lo veo a los ojos ⎯ ¡no me digas que hay ratones!, ¡odio los ratones! 

⎯ ¿Lo sentiste? ⎯ me vuelve a preguntar, y ahora él se pone de pie. 

⎯ No, no… ⎯, pero en ese momento siento cómo me pasa algo por el cabello y pego un grito tan fuerte que creo se escuchó hasta el otro lado del parque.⎯ ¡Hay ratones!, ¡odio los ratones!, creo que lo traigo en el cabello, ¡en el cabello! ⎯ le grito, para luego ponerme de pie y tratar de quitarlo. 

⎯ No, está en mi pantalón ⎯ me asegura Karl. 

⎯¡QUÉ! 

⎯ Te juro que está en mi pantalón, te lo juro ⎯ me dice, para comenzar a desabrocharse el cinturón. 

⎯ ¡No espera, Karl! ⎯ le pido, pero es demasiado tarde, sus pantalones han caído. 

⎯ ¡Sácamelo!, ¡sácamelo! ⎯ me grita, y yo sin pensarlo dos veces meto la mano en su bóxer y tomo el pequeño ratón para luego aventarlo lejos de aquí. 

Minutos después, nos pusieron las esposas… 

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