⎯ Con cuidado, con cuidado ⎯ le pido a Karl, mientras acerca un algodón a mi labio. Cierro los ojos al sentir el ardor por un momento y luego como su mano toma mi rostro para mantenerlo estable. 

⎯ Tendré que cocerlo ⎯ me murmura cerca del rostro ⎯ ¿autorizas ese procedimiento? ⎯ me pide. 

Asiento con la cabeza, para luego abrir los ojos y encontrarme con su mirada azul que de inmediato me hace desviar la mía. Él deja de limpiarme y luego revisa otras cosas del botiquín. Siento mi mejilla caliente e inflamada y sé que me he llevado un buen golpe.⎯ No sé quién fue el salvaje que te hizo esto, pero, si me lo encuentro, no tendrá cuartel. 

⎯ Ni te esfuerces, no le pude ver el rostro ⎯ le contesto ⎯ si lo que más me dio coraje es que me cogió desprevenida, sino, él también se llevaría uno que otro recuerdo. 

Karl sonríe, luego veo como saca la aguja quirúrgica, como las que tiene mi papá, y la prepara. Volteo hacia la venta para distraerme un rato y escucho el sonido de la lluvia que acaba de empezar. 

⎯  ¿Les llamaste a tus padres?, ¿les dijiste que estás aquí? ⎯ me interrumpe su voz. 

⎯ Sí, le llamé a mi madre… Quería decirle lo de la cámara, pero, no me atreví ⎯ y tan solo de recordarlo me dan ganas de llorar, así que unas cuantas lágrimas se escapan y recorren mis mejillas. 

Karl, jala el banquillo donde estoy sentada y me acerca a su cuerpo para que estemos más cerca. Luego me echa anestesia local y espera a que me haga efecto. Su mirada me recorre por completo y baja hasta la blusa que la tengo llena de sangre por el golpe. 

⎯ ¿Era muy importante la cámara? 

⎯ Sí ⎯ contesto como puedo ⎯ mi abuelo Tristán se la regaló a mi mamá, fue su primera cámara en el mundo y me confío a mí, ahora la perdí… Solamente comprobará lo que me dice. 

⎯ ¿Qué? 

⎯ Que no sé cuidar las cosas… ⎯ confieso, y no sé si es el momento, pero tengo unas ganas infinitas de llorar. 

⎯ ¿Qué no cuidas tus cosas? 

⎯ Mi madre dice que no tengo apego a nada, que no soy constante, que todo me vale madres y que no cuido lo valioso, pero no es así. Juro que la cuidé como nada en este mundo, así como cuido todo lo que me importa, pero la mala suerte siempre está de mi lado. Tal vez sea mi nombre. 

⎯ ¿Tu nombre? ⎯ me pregunta simpático, mientras se prepara para cocerme. 

⎯ Sí, Alegra, como mi abuela ⎯ contesto. 

Karl alza la ceja, en señal de sorpresa ⎯  ¿Tu abuela Fátima se llama Alegra también?, eso no lo vi en los registros cuando hice su último electrocardiograma. 

⎯ No… ¡Auch! ⎯ me quejo, al sentir como toca mi labio. 

⎯ Lo siento, no te muevas, por favor ⎯ me pide. 

Puedo ver la concentración de Karl, como sus largas y fuertes manos manejan sin temor la aguja y cose esa parte tan delicada de mi rostro. ⎯ No te preocupes, no te quedará cicatriz ⎯ me promete. 

Cierro los ojos y me aferro del banquillo hasta que, pongo mis manos sobre sus piernas y me aferro al pantalón del pijama. Aun así, Karl no se mueve, y sigue con su labor sin interrupciones. Finalmente, cuando termina me sonríe y besa sobre la frente. 

⎯ Como nueva, señorita Canarias ⎯ comenta. 

⎯ Gracias ⎯ murmuro, aun con el labio dormido. 

Karl se pone de pie y camina hacia la cocina ⎯ ¿Desde cuándo le tienes miedo a las agujas? ⎯ infiere y yo me quedo en silencio. 

⎯ No le tengo… 

⎯ La forma en como apretaste mi pantalón y tu lenguaje corporal lo dice todo, ¿es un miedo desde pequeña? ⎯ insiste. 

Asiento con la cabeza, odio cuando mis miedos tontos salen a relucir.⎯  Desde siempre, pero mi papá encontraba la técnica para ponerme las vacunas o inyectarme cuando me enfermaba. Era divertido averiguar qué técnica usaría esta vez, nunca las repetía ⎯ le cuento.⎯ ¿Sabes?, es la primera vez que un doctor diferente logra poner una aguja en frente mío y que yo no me desmaye. 

⎯  ¿Eso es bueno, verdad? ⎯ me pregunta. 

⎯ Lo es ⎯ contesto. 

Karl se acerca a mí y me da una bolsa que sacó del congelador ⎯ Ten, para tu mejilla, no queremos que mañana amanezca peor ⎯ me comenta. 

Un relámpago cae al fondo haciendo que las luces del piso se vayan, nos quedamos simplemente con la del faro de la calle. Karl se acerca al banco donde estaba sentado anteriormente y comienza a guardar sus cosas. 

⎯ Justo a tiempo, odio cocer con velas. 

⎯ ¿Dónde has cocido con velas? ⎯ inquiero. 

⎯ No, no… primero tú dime eso de tu nombre, vamos una pregunta a la vez ⎯ me pide. ⎯ Te encanta cambiar de tema para que me olvide de lo que estamos hablando, ya te conozco. 

Suspiro.⎯ Está bien… jugaré tu juego ⎯ contesto. 

⎯ Al parecer, ya te sientes mejor, ¿no? 

Sonrío.⎯ Tengo dos abuelas paternas, Fátima es la madrastra de mi papá, lo adoptó cuando era bebé, Alegra, es la madre biológica de mi padre. 

⎯ ¡Vaya! 

⎯ Una vez escuché a mi papá hablar con mi abuela Fátima sobre ella y él mencionó que decía que su nombre traía mala suerte, y desde ahí me quedé con esa sensación de que es así. 

⎯ ¿En serio?, ¿no te explicaron después? 

⎯  No, escuché detrás de las puertas, un hábito que se me debió quitar después de eso. Ahora, con todo esto que me pasa, siento que puede ser verdad, tal vez si atrae la mala suerte. 

Karl sonríe, lo puedo ver por la luz que entra por la ventana.⎯ Tal vez malentendiste las cosas. 

⎯ No lo sé. Solo sé que desde que llegué a Madrid me ha pasado de todo. La mano, el asalto, María, ir presa a la cárcel… ⎯ le relato. 

⎯ Pues al parecer yo soy tu mala suerte ⎯ señala, para después reír ⎯ dos de esas cuatro cosas han sido conmigo. 

Ahora yo soy quién sonrío, no quiero pensar que en realidad Karl es quién trae mi mala suerte. 

⎯ Tal vez, deberíamos de ir al Mercado de Sonora a hacernos una limpia. 

⎯ No sé que es eso, pero creo que lo necesito ⎯ contesta simpático. 

Karl hace que baje la bolsa fría y acaricia mi rostro con ternura. Por unos segundos me quedo admirándolo, es tan guapo, tan lindo, tan amable, y yo soy un total desastre. 

⎯ No fue tu culpa lo de la cámara, es más, me atrevo a pensar que eso fue más planeado que nada. 

⎯ ¿Crees? 

⎯ Alegra, traes un móvil de alta gama en una bolsa fina, con una cartera que seguro trae unos cuántos euros, pero, ¿te roban una cámara vieja? 

⎯ ¡Oye! ⎯ le reclamo. 

⎯ No dije que no fuera valiosa, lo es, pero solo para ti y tu madre, eso lo veo muy orquestado. Creo que te esperaban para quitártela y bueno, así sucedió. 

⎯ Seguro fue esa María… ¡No sabes cómo la odio!, solo me hace la vida cachitos. 

⎯  Y, ¿por qué sigues ahí? ⎯ me pregunta, tan cerca del rostro que siento en cualquier momento me dará un beso. 

 Suspiro.⎯ Porque, tengo qué. 

⎯ ¿Tienes qué?, ¿estás amenazada o algo? 

⎯ No, solo… ⎯ y ya no sé qué responderle. 

La verdad es que sigo en ese trabajo porque no hay reto que no pueda dejar, además de que debo comprobarles a mis padres que no soy tan desapegada y que tengo constancia. Que soy una mujer convincente y no una niña mimada. 

⎯ Aún no consigo lo que quiero, y no me voy hasta no hacerlo ⎯ contesto. 

Karl sonríe y me da un beso sobre la frente ⎯ no confundas la necedad con fortaleza. Comodidad, Alegra, no siempre quiere decir que sea algo malo. 

⎯ Hablas por ti, ¿no?, hijo de embajador. 

Sonríe.⎯ Sí, hablo por mí ⎯ admite, para después sonreír. 

⎯ A ti, ¿no te pesa ser hijo de un embajador? 

Karl niega.⎯ No, hay otras cosas que me pesan, pero eso lo compartiremos en otra sesión de preguntas y respuestas ⎯ entonces, el cardiólogo de renombre me carga entre sus brazos haciéndome reír. 

Camina como puede hacia la cama y me recuesta sobre ella con cuidado. Después me cubre con la sábana y él se recuesta del otro lado. Yo, instintivamente, me acerco a él y quedo recargada sobre su pecho. Sus brazos me abrazan con delicadeza y su calor hace que mi cuerpo se sienta cómoda a pesar de traer como pijama una de sus playeras. 

Nos quedamos ambos así, escuchando la lluvia, viendo los relámpagos reflejados sobre el techo y sin decir ni una palabra. Después él voltea, me da un beso sobre la frente y me murmura. 

⎯ Alegra significa alegría y esta no trae mala suerte. Estoy seguro de que tu padre te dio este nombre por un significado más bonito que mala suerte. Tal vez, porque fuiste una alegría para su vida. Si fuera un nombre malo, no te lo hubiese dado. 

⎯ ¿Crees?

⎯ Estoy seguro. Yo creo que es un nombre que va con tu personalidad… movida, segura, intuitiva, medio loca, pero, ¿quién podría gobernarte? 

Me río bajito ⎯ No espero que me gobiernen, solo espero que me quieran así como soy, ¿crees que pido mucho? 

⎯ No… 

Así, entre los brazos de Karl, poco a poco llega el sueño y los párpados comienzan a pesarme. El arrullo de la lluvia con los latidos de su corazón son la perfecta combinación para que yo pueda conciliar el sueño a pesar de lo que sucedió al final del día. 

⎯ Si de algo sirve ⎯ me murmura ⎯ a mí me gustas, tal como eres… Mi vida es más alegre desde que estás en ella. 

Me siento muy cansada y aquí sale mi principal defecto, el único que solo mis hermanos saben y que he logrado guardar bien: el hablar de más. 

⎯ Tú no eres mi mala suerte Karl, al contrario, ⎯ y me acomodo sobre su pecho ⎯ eres mi constancia. 

⎯ Me basta ⎯ responde y siento cómo besa mi mano.⎯ Descansa. 

⎯ No me dejes ⎯  es lo último que hablo, para después caer completamente dormida. 

Constancia, eso es lo que es Karl… y no me duele admitirlo.

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