Despierto con el olor a café y la lluvia de fondo. Al parecer, no dejó de llover en toda la noche y en el día pasará igual. Abro los ojos y lo primero que siento es el dolor del rostro, el del labio y por alguna razón de todo mi cuerpo. Karl se encuentra aún a mi lado, y tan solo siente mis movimientos, él se acomoda para quedar más cerca de mí y quita el cabello de mi frente. 

⎯  Buenos días ⎯  me murmura, y me da un beso sobre la frente. 

Sonrío, la verdad es que jamás me habían despertado así y no sé si es la pastilla que me dio para relajarme que hace que todos mis sentidos estén así, pasivos, calmados, en pocas palabras, solo quiero quedarme así. Volteo a verle cómo puedo y él acaricia mi rostro ⎯  el idiota que te hizo esto debería pagar. 

⎯  ¿Tan mal me veo? ⎯  pregunto, al sentir el labio como una bola. 

Karl sonríe y sin que yo me lo espere, me da un beso sobre los labios tan ligero que no me lastima la herida de ayer. Se separa de mí y ahora soy yo quién se hace adelante para besarle. Le doy un beso más profundo, hasta donde puede el dolor de mis labios y me alejo para ver los ojos azules de Karl. 

⎯  Solo déjate llevar, ¿quieres? ⎯  le pido, mientras siento sus manos acariciándome. 

Karl sonríe, y luego me da un beso sobre la frente, baja hacia mi nariz y se prende de nuevo a mis labios para seguir besándome ya con mucha más confianza. 

Nos quedamos así unos segundos, hasta que una de sus manos se cuela por debajo de la camiseta y se aloja sobre mi abdomen. Puedo sentir lo caliente de su palma, como sus manos largas y grandes me acarician de una manera que jamás había sentido y, mezclado con sus besos, siento que mi cuerpo se enciende de maneras que jamás había sentido. 

⎯  Alegra ⎯  murmura mi nombre excitado. 

Entre beso y beso me levanto para quedar justo encima de él, y descubrir mi torso. No suelo tener nunca sexo por las mañanas, es más, me levanto y sin decir nada más me visto, tomo mis cosas y me salgo de ahí. Sin embargo, con Karl me apetece, quiero sentirle a todas horas, y ya no lo puedo negar. 

La lluvia comienza a caer cada vez más, afuera está pasando una tormenta y aquí, tenemos nuestra tormenta propia, con nuestros propios truenos que son nuestros gemidos y con esos rayos que parten nuestro cuerpo en forma de placer. 

Hago que Karl entre en mí, y mi cuerpo de inmediato siente el placer infinito.  De pronto se me olvida el dolor, él se vuelve mi refugio y sus caricias, la única medicina que necesito. Aún no puedo creer que él y yo nos acoplemos tan bien en esto del sexo y, por qué no, en otras cosas también. 

Los gemidos de Karl inundan el lugar en conjunto con los míos, nuestras pieles se sienten erizadas, llenas de deseo y pasión. Nuestras manos acarician las partes de nuestros cuerpos que tanto deseamos. Nuestros labios comunican lo que en ese momento ambos sentimos. 

Sigo moviendo mis caderas encima de las suyas, provocándolo, haciéndonos sentir placer. Mis movimientos cada vez son más rápidos y concisos y, cuando menos lo espero, él me avisa que terminará y me pide que pare. 

⎯  Solo hazlo ⎯ le invito, y de pronto veo una de las imágenes más excitantes de mi vida. Como el cuerpo de Karl se tensa, aprieta mis caderas con sus manos, y arquea su espalda para luego gemir de una forma que hasta a mí me excita y me hace terminar junto con él. 

Llevo mis manos hacia mis pechos y los aprieto tratando de sobrellevar todo ese placer que acabo de sentir. Cierro los ojos un instante para disfrutar lo que acabo de sentir, para luego percibir las manos de Karl sobre las mías, invitándome a que vuelva a recostarme sobre la cómoda cama. 

Tan solo toco el colchón, sus labios en seguida me besan y las cosquillas que aún guardo en ellos hace que todo se sienta bien, mucho mejor. Después nos miramos a los ojos, no hay palabras, ni frases, solo un momento que acabamos de compartir y que a los dos nos dio placer. 

Cierro los ojos al sentir sus labios sobre mi frente, y luego sobre mi nariz, yo sonrío ⎯ ¿te puedo confesar algo? ⎯ le comento, y él asiente con la cabeza, dándome su aprobación. ⎯ Es la primera vez que dejo que alguien haga eso ⎯  y me quedo en silencio averiguando si él relaciona lo que dije con lo que acaba de pasar. 

Karl, de inmediato, sonríe y sé que ha comprendido todo.⎯ No sé qué decir. 

⎯ A veces no hay nada que decir. Mi abuelo decía que “a buen entendedor pocas palabras”, supongo que así es entre tú y yo, pocas palabras para entendernos. 

Él besa mi frente y sé que ha entendido mi mensaje ⎯ creo que son muchas confesiones por esta mañana, ¿qué te parece si desayunamos algo? ⎯ me pregunta, y yo asiento con la cabeza. ⎯ Te haré el mejor Pan Francés que has probado, pero primero, ¿una ducha? ⎯ me pregunta y yo asiento con la cabeza. 

Karl me toma entre sus brazos y me carga haciéndome reír, para después ingresar los dos al baño y perdernos en el agua caliente. 

*** 

Una hora después

⎯ Definitivamente este es el mejor Pan Francés que he probado ⎯ le halago. 

⎯ Lo sé, recetas antiguas de la familia Johansson ⎯ presume, para volver a comer un poco más. ⎯ Mi abuela solía hacerlo todos los domingos y nos enseñó cómo. 

⎯ Hmmm, al parecer nuestros abuelos tenían obsesión con pasar recetas familiares, en mi caso son los wafles ⎯ le confieso. 

Ambos comemos sobre la mesa de madera mientras escuchamos el caos vial que hay abajo. Ha terminado de llover y ahora las repercusiones de una tormenta están dando fruto. Karl ya se encuentra listo para ir a trabajar y yo, con la misma ropa de anoche, solo que limpia y seca. 

⎯ ¿Pondrás una demanda por lo que pasó? ⎯ me pregunta. 

⎯ ¿A quién?, ¿a encapuchados 1 y 2?, no, no creo que proceda, aunque le preguntaré a Moríns si se puede hacer algo. 

⎯ Pobre Moríns… ⎯ me dice, para luego reír. 

⎯ No puede quejarse, gracias a mí sus honorarios son bastante buenos ⎯ le respondo, y me uno a su risa. De pronto recuerdo la cámara de mi madre y la tristeza vuelve a mí. ⎯  No sé cómo le diré a mi madre lo de su cámara, pero, tengo que hacerlo, un secreto así no se guarda. 

Karl acaricia mi mejilla.⎯  Hay cosas que duelen decir, pero, si no lo hacemos, se pueden convertir en una carga pesada que no podremos soportar después. Así que es mejor hacerlo antes de que sea demasiado tarde, ¿no crees? 

⎯ Tienes razón, además, llegaré así a mi casa y las preguntas surgirán ⎯ admito. 

Karl se pone de pie, retira los platos de la mesa y los pone sobre el lavadero, yo tomo mis cosas y reviso que todo esté dentro. Veo cómo él se mete a la habitación y yo observo el resto de la habitación. Las cajas como siempre llaman mi atención haciendo contraste con las figuras de barro que hay sobre los estantes. 

De pronto, hay algo nuevo y me acerco para observarlo. Ahí, en una de las pocas fotos que tiene Karl expuestas, lo veo a él de pequeño al lado de un telescopio mientras sonriente muestra un suéter tejido a mano con un astronauta plasmado. 

⎯ Venga Alegra, vámonos, que debo dejarte en el metro ⎯ me interrumpe su voz. 

⎯ ¿Te gustan las estrellas? ⎯ le respondo, y él me pone rostro de no entender nada. ⎯ Bueno, te gusta ver las estrellas y los planetas y eso. 

⎯ Sí, si me gusta, ¿por qué? ⎯ pregunta. 

Paso saliva y me dirijo hacia él.⎯ Bueno, no soy toda una experta, ¿verdad?, pero sé que dentro de dos noches habrá una lluvia de estrellas y mi tío Manuel tiene un telescopio y bueno crees… 

Karl sonríe, y de nuevo ahí están las pocas palabras para explicar algo que yo no puedo decir, por alguna estúpida razón. 

⎯ Por qué no ⎯ responde. 

⎯ Vale, entonces… ya está ⎯ le digo, para luego tomar mi bolsa y mi abrigo e ir hacia la puerta. ⎯ Solo que no significa que… 

⎯ Lo sé… ¿Ahora podemos irnos?, tengo una consulta dentro de una hora ⎯ me pide y me abre la puerta para dejarme salir del piso. 

Eso es lo que me gusta de Karl, que no necesito mucho para que él me entienda, supongo que por eso sigo regresando a él. 

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *