La fiesta de los Chocitos fue todo un éxito. Fue tan divertida que creo que todos disfrutamos como niños al grado que terminamos exhaustos de tanto reír, correr y sobre todo comer.

Llegamos rendidos a nuestras casas, aunque después nos reunimos en casa de mi tía Julie para abrir los regalos. Al final fue otra fiesta familiar muy de nosotros, de esas que nos encantan. 

A pesar de que Cho le envió un mensaje a Karl para que llegara a la fiesta, no se presentó. No dijo por qué, solo que tenía cosas que arreglar en su día libre, así que no se presentó. 

Mejor para mí. Después de mi llegada con él al lugar, mi familia se puso un poco pesada conmigo, diciéndome cosas como: “Karl es tu hombre ideal” o, “no te hagas que si te gusta”. Esas frases que al final acaban por hartarte. 

Aun así, y como ya es costumbre, lo que me dijo mi hermano David me mantuvo reflexionando un rato y no solo sobre Karl, sino sobre muchas otras cosas. De pronto, me di cuenta de que de los cuatro Canarias yo era la más desorientada y ya no sabía si estaba bien o estaba mal. 

Así que fuese como fuese, debía conservar mi trabajo por más tortuoso que fuera y demostrar que no era alguien sin remedio, que solo le gustara salir y andar en fiestas; era momento de cambiar. Entonces terminé haciendo algo muy Canarias, echándome la mayor cantidad de trabajo posible para demostrar mi valía. 

Cuando se lo dije a Gio, ni él me creía, pero lo convencí de que era en serio y me dio tres proyectos a la vez para gestionar hasta el fin del mes. Siempre recordándome que faltaba poco para el veredicto final, de esta estúpida competencia que me puso a hacer con María. 

Acepté los tres proyectos, lo que me centró en el trabajo, me hizo olvidarme del robo de la cámara, de mi tiempo libre y sobre todo de Karl, aunque según lo que me contó Sila no había ido al hospital en días, lo que me preocupó, ya que no suele alejarse mucho, excepto que se haya mudado sin decirme donde. 

¿Debería en cierto modo preocuparme, enojarme?, o simplemente dejar que estoy fluya y concentrarme en lo mío. 

*** viernes por la noche *** 

Después de una semana de terror y de mucho cansancio, salgo de la agencia con un el cuerpo adolorido, pero orgullosa de lo que hice. A pesar de las constantes críticas de María y de uno que otro desplante de mis compañeros, logré por completo sacar los esquemas y ahora, tengo una semana para cumplirlos. 

Así, salgo del edificio cargando mi mochila, ya no bolsa, y viendo mi móvil para tomar algún Uber que me lleve a mi casa, ya que por ningún motivo dejo que el chofer venga por mí, no quiero darle más pretextos a María y que los use para algo. 

⎯ Bien, en 10 minutos llega ⎯ digo en voz baja, mientras veo al pequeño carrito seguir la ruta. 

Me siento cerca de una jardinera y espero paciente. Abro el WhatsApp para ver los múltiples mensajes que tengo de la familia y que no pude leer a lo largo de la jornada. Al parecer, este viernes no nos juntaremos para la cena de Chela y Pizzas, se pasará para el sábado, ya que mis tíos y padres irán a la galería para darle el Bo.Vo a la exposición de mi madre que ya está cerca. 

⎯ Entonces el antojo de pizzas y chelas se fue ⎯ murmuro, y de pronto me doy cuenta de las ganas que tenía de relajarme así. 

Al parecer, ninguno de mis primos o hermanos tiene planes de juntarse, así que supongo que llegaré a mi casa a dormir. 

Cierro los grupos, el carrito está a cinco minutos, así que me pongo de pie para cercarme a la esquina y que me sea más fácil subirme. 

Sin querer, abro la galería de fotos y la primera que sale es una de Karl que le tomé mientras se ponía la camisa frente al espejo el día de la fiesta de los Chocitos. 

⎯¿Te habrás ido sin decirme? ⎯ murmuro, para seguir viendo las fotos que tengo en la carpeta denominada “Karl”. 

El carro llega, abro la puerta y me subo. No necesito decirle mi destino porque el GPS ya lo sabe, aunque para ser sincera, ya no es a donde quisiera ir. 

Bajo del elevador con dos cajas de pizza y un six de cervezas. Con trabajos quepo por la ranura de ambas puertas, y camino tambaleante por el corredor.  

Cuando llego frente a la puerta, toco con la punta del pie, lo suficientemente fuerte para que me escuchen. Espero paciente a que me abran, y me empiezo a preocupar cuando pasan cinco minutos y no escucho respuesta. 

⎯ ¿En serio te fuiste? ⎯ inquiero. 

La puerta se abre y la imagen de un Karl bastante apagado y enfermo se muestra frente a mí. 

⎯ ¿Alegra? ⎯ me pregunta. 

⎯ Karl… ¿Qué tienes? ⎯ le digo de inmediato, al verlo con la nariz completamente roja y un gesto de pocos amigos. 

Él ve las pizzas y la cerveza y niega.⎯ Lo siento, ahora no puedo Alegra, no creo dar el ancho. 

Me quedo en silencio, la verdad es que no venía a buscar sexo con él, solo a compartir la pizza y la cerveza y pasar un buen rato, pero, al parecer, mi reputación me precede. 

⎯ ¿Estás resfriado? 

⎯ Muy resfriado, el cambio de clima no me cayó bien. 

Nos quedamos un momento viéndonos y ya no sé si deba pasar o quedarme. 

⎯ No sé si debas, te puedes contagiar ⎯ me comenta. 

Recuerdo la vez que llegué con el golpe en la cabeza y como él me abrió la puerta sin titubear, así que doy un paso hacia delante y entro al piso. 

⎯ Pues, en algún punto pasaría ⎯ digo de pretexto ⎯, ¿ya comiste? 

Karl niega con la cabeza.⎯ Me la he pasado todo el día dormido, así que no. 

⎯ Bueno, pues… ⎯ y le enseño la pizza, aunque dudo que sea el remedio que él necesita. 

⎯ ¿Podemos comerla en la cama?, no tengo humor de estar sentado ⎯ me pide, y yo asiento. 

⎯ Venga, vamos… hoy me toca cuidarte ⎯ comento y él esboza una pequeña mueca. 

Después de hacer unos arreglos, voy hacia la habitación de Karl, donde veo varias tazas de té sobre el buró, unos ungüentos y un humidificador que se encuentra encendido y da una esencia a eucalipto. 

Karl se acuesta sobre la cama y respira ⎯ ¡Dios!, odio la gripe ⎯ pronuncia con una voz gangosa. 

⎯ Trabajar en un hospital trae muchos virus ⎯ contesto, para abrir la caja y mostrarle una deliciosa pizza margarita.⎯ Pero nada que un pedazo de pizza no arregle. 

Karl voltea a verme y sonríe.⎯ Gracias. 

⎯ De nada, ahora, comamos que no he probado bocado en todo el día. 

Así, volvemos a guardar en silencio, mientras comemos la pizza y disfrutamos del ambiente a nuestro alrededor. El vecino que nos odia o envidia tiene a todo volumen un disco de boleros y podemos escuchar con claridad la canción. 

⎯ Amo es canción ⎯ le confieso, cuando empiezan los acordes de “historia de un amor” ⎯, mi abuelo Tristán los bailaba con mi abuela. 

Karl no me dice nada, pero puede ver como canto la canción en voz baja, ya que la letra me la sé de memoria. 

⎯ Es muy bonita ⎯ al fin dice. 

Karl toma otro pedazo de pizza.⎯ Bueno, al menos tienes hambre. 

⎯ Esta pizza es deliciosa. 

⎯ Lo es ⎯ respondo. 

De pronto, se hace un momento extraño, de esos que Karl y yo tenemos, donde él me ve, yo lo veo y simplemente nos comunicamos así. 

⎯ ¿Dónde estabas? ⎯ pregunto. 

⎯ Aquí. 

⎯ No, digo, desde hace una semana que no sé de ti y mi hermana comentó que no fuiste en toda la semana ⎯ insisto.⎯ Bueno, no es que esté al pendiente de ti y lo que haces pero… 

⎯ ¿Pero pensaste que me había mudado sin decirte? ⎯ me pregunta, y sus ojos azules, acompañados de esa sonrisa que me desquicia, se clavan en mí. 

⎯ Bueno, si fuese así. 

Karl niega con la cabeza.⎯ Nunca me iría sin decirte que lo hago, si eso te preocupa. 

⎯ No me preocupa, solo que por educación… 

⎯ ¡Ah! ⎯ expresa ⎯, la educación. 

⎯ Lo importante es que eres muy educado y que ahora sé qué me dirías. 

⎯ Me extraña que hayas pensado eso cuando soy Karl el aburrido. Es evidente que me iría de esa manera. 

Sonrío. 

Karl deja el pedazo de pizza y se limpia con una servilleta ⎯ No me vas a preguntar. 

⎯ ¿Qué?

⎯ Mi ausencia ⎯ insiste. 

⎯ Pues…, ya que lo veo así, se supone que yo debía llamarte y no tienes que reportarte y… 

⎯ Viajé a Holanda, tuve un acontecimiento familiar importante ⎯ me interrumpe, puesto que de nuevo empiezo a hablar como tonta. 

⎯ ¡Vaya! 

⎯ Así es. Fue algo que ya estaba planeado y viajé. Regresé el martes, pero ya me sentía mal, así que pedí algunos días. Pero no te preocupes, Alegra Canarias, para el lunes ya estaré como nuevo. 

⎯ Me alegro ⎯ respondo. 

La siguiente canción pasa, y de pronto la canción de “Escándalo” comienza a cenar. 

Porque tu amor es mi espina, por las cuatro esquinas hablan de los dos. Que es un escándalo, dicen, y hasta me maldicen por darte mi amor. No hagas caso de la gente, sigue la corriente, y quiéreme más. Con eso tengo bastante, vamos a delante si ver que dirán… 

Reza la canción, mientras nuestras miradas se encuentran fijas, como si en ese instante estuviéramos bailando juntos, cerca, en aquella habitación. 

⎯ ¿A qué viniste en verdad? ⎯ me pregunta. 

⎯ A comer Pizza y Chelas. 

⎯ No, dime a qué viniste ⎯ insiste, y con esa mirada y con el tono de esa voz no puedo más que ceder. 

⎯ Vine a ver si estabas. 

⎯ ¿Por qué? 

⎯ Pues… porque pensé que te habías ido sin avisar y me dio un poco de rabia. 

⎯ ¿Rabia? 

⎯ De que no te despidieras. Además, digo, somos amigos y también me hubiese dolido bastante que te fueses de Madrid y no me mandaras ni un mensaje. 

⎯ Alegra… ⎯ murmura mi nombre y me sonríe. ⎯ ¿Pensaste que te haría lo mismo que me hiciste a mí hace años atrás? 

⎯ Bueno, me lo merecería, ¿qué no? 

Karl niega con la cabeza. Luego, quita las cajas de pizza que tenemos sobre la cama, y me jala hacia él. Nuestros cuerpos se juntan y de nuevo me refugio en sus brazos. 

⎯ No soy así, soy un hombre diferente. Sí me dolió que lo hicieras, pero, para ese entonces, no teníamos “esto”. Jamás me iría sin despedirme, te lo juro. Ni te dejaría por mensaje o todas esas cosas que dices. 

⎯ ¿Seguro? ⎯ pregunto, y no sé por qué. 

⎯ Segurísimo. 

La canción de “Escándalo” se repite, y la suave melodía y el calor hace que empecemos a relajarnos.

Si yo pudiera algún día, remontarme a las estrellas, conmigo te llevaría a donde nadie nos viera. No hagas caso de la gente, sigue la corriente y quiéreme más… 

Karl apaga la luz de la habitación, y los dos nos quedamos en medio de la habitación alumbrada por la luz de las calles. 

⎯ Pero, ¿no tienes planes de irte?, ¿Cierto? ⎯ se me escapa. 

Karl me da un beso sobre la frente y acaricia mi cabello.⎯ Aún no tengo planes, pero te los haré saber con anticipación para que tú hagas los tuyos, te lo prometo. 

⎯ Entonces, ¿si te irás? ⎯ insisto, y admito que me siento algo triste. 

⎯ Posiblemente… tal vez no mañana, pero sí dentro de un año. O tal vez me quede, todo depende. 

⎯ ¿De qué? 

⎯ De lo que el destino me depare ⎯ contesta. 

Sonrío, esa respuesta es muy de mi familia, lo único malo es que no creo en el destino. 

⎯ Bueno, pues… entonces estaré lista para cualquier cosa. 

⎯ Me parece perfecto. 

⎯ Al menos ya no tienes que empacar ⎯ murmuro. 

⎯ No. 

⎯ Y eso te dejará más tiempo de que nos despidamos, ¿cierto? ⎯ sigo insistiendo, aunque mis ojos están a punto de cerrarse. 

El calor de su cuerpo, la tranquilidad de la habitación, el ambiente, todo de nuevo me envuelve. 

⎯  Lo tendré ⎯ Karl se voltea y me ve a los ojos ⎯, pero no te preocupes, Alegra Canarias ⎯ dice mientras acaricia mi mejilla ⎯, no será pronto, te lo prometo. ⎯ Ahora, ¿crees que podamos dormir? 

Me acomodo sobre su pecho y asiento con la cabeza ⎯ solo me quedaré un ratito, ¿sí? 

⎯ El tiempo que desees ⎯ responde, para luego acomodarse. 

Escucho su respiración tranquila, siento el aroma a eucalipto, nos envuelve, y sobre todo el calor de su cuerpo. Comienzo a caer en una fase de descanso que como siempre me hace hablar. 

⎯ Karl… 

⎯ Hmmm ⎯ contesta, ya dormido. 

⎯ Trata de no irte, ¿quieres?, no me dejes ⎯ digo entre sueños. 

⎯ Como tú desees… Todo lo que desees ⎯ responde, y ambos nos quedamos dormidos, para abrir los ojos a las ocho de la mañana. 

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