¿Cómo terminé aquí?, no lo sé. Simplemente, me dejé llevar como la mayoría de las veces en mi vida y debo confesar de que no me arrepiento, ya que he tenido muchas aventuras gracias a esto. 

Sin embargo, jamás pensé tomar esta aventura, y cuando digo jamás, es porque lo que pasó fue algo fuera de lo normal, al grado que hasta yo misma me sorprendí. 

***

*horas después*

De nuevo nos encontramos en el bar de Cho, con la música a todo volumen y una Laura feliz bailando como loca con Pablo, que al parecer no le desagrada en absoluto. 

Yo bailo con mi trago en la mano, mientras mi hermano David baila conmigo. Esta vez mi hermana Lila no ha venido, al parecer está muy ocupada en otros asuntos. Se me hace raro que no me quiera decir. 

Así, me divierto y tengo porque, mis proyectos fueron aprobados, al parecer tengo futuro en esto y por fin voy a descansar; las necesito. 

⎯ No entiendo por qué bailas conmigo ⎯ me dice mi hermano, acercándose a mi oído. 

⎯ ¿Qué no puedo? ⎯ pregunto. 

⎯ Claro que puedes, pero, ¿por qué bailar conmigo cuando te están viendo? ⎯ me pregunta, y me voltea para ver a un chico sobre la barra. 

Lo observo. Es bastante algo, de buen cuerpo, cabello oscuro y barba tupida pero bien arreglada. Me sonríe, le sonrío. 

⎯ Pues, no está nada mal. 

Mi hermano se ríe.⎯ Mira, ¿qué te parece si tú vas con él y yo con la morena que me está sonriendo desde hace mucho tiempo? 

Mi hermano sonríe y una chica de tez morena y pelo rizado le contesta. 

⎯ Ve.

⎯ ¿Segura? 

⎯ Ve… yo iré con el otro, digo, bailar le hace bien a todos. 

Mi hermano se acerca a mí y me secretea.⎯ No me esperes. 

⎯ ¿Cuándo lo he hecho? ⎯ respondo, para luego sonreír. 

Mi hermano se aleja y minutos después saca a bailar a la morena que se mueve como unos movimientos que hipnotizan. 

Mi papá dice que yo soy la que heredé la sangre picaflor, pero, yo estoy segura de que todos sus hijos sacaron un toque de eso, incluso Lila, aunque sea la más tranquila. 

Camino hacia el chico que, de inmediato, me sonríe y toma un sorbo de la bebida en sus manos. 

⎯ Pensé que no me harías caso ⎯ me habla, con una voz algo grave. 

⎯ Pues, ya ves… 

⎯ Soy Gregorio San Martín ⎯ dice su nombre, pero no me interesa para nada. 

⎯ Hola, Gregorio. 

⎯ ¿No me dirás tu nombre? ⎯ me pregunta. 

Niego con la cabeza.⎯ No suelo dar mi nombre en la primera impresión. 

⎯ ¡Ah!, te gusta el misterio ⎯ contesta ⎯, bueno, tal vez pueda saber cómo eres por la bebida que escoges. 

⎯ Hmmm ⎯ respondo. 

El chico me ve a los ojos y por lo que veo quiere beber y no de una copa, sino de mis labios. 

⎯ ¿Qué dices? 

⎯ Vamos ⎯ respondo, haciéndole sonreír. 

Volteo a ver a mi hermano y a Laura y creo que están a salvo. Así que sigo al chico hacia la calle y unos pasos después veo un auto deportivo. La alarma suena y sé que es mi modo de irme. 

⎯ ¿Vamos? ⎯ me pregunta. 

Y yo asiento, supongo que merezco divertirme. 

*** 

Llegamos al piso, uno tan grande que me recuerda al de mis abuelos aquí en Madrid, ese que vendieron hace tiempo atrás, lleno de balcones y flores. La diferencia es que este es más moderno y más, masculino. 

Lo primero que me impresiona es un retrato de un auto último modelo que abarca toda una pared, no hay plantas, ni cajas, y todo se ve demasiado brillante y blanco. 

Cada vez que me voy con alguien, jamás me fijo donde vive, no me importa, solo lo que pueda pasar en la habitación, pero ahora, no puedo evitar observarlo todo. 

⎯ Bienvenida ⎯ comenta, mientras me sonríe. 

⎯ Hmmm ⎯ contesto. 

Entonces él se acerca y comienza a acariciar mis brazos. Yo desvío la mirada y suspiro. 

⎯ ¿Vamos a la habitación?, o, ¿prefieres en el sofá? ⎯ me pregunta, para luego besar mi cuello. 

Comienzo a sentirme incómoda, pero dejo aún que me bese, aunque no siento mucho. 

⎯ ¿Te… Te puedo pedir un favor? ⎯ pregunto, y él se separa, me ve a los ojos y asiente. ⎯ ¿Me puedes besar? 

⎯ Por su puesto ⎯ contesta. 

⎯ Eso es lo que vengo deseando desde que te vi ⎯ me murmura, para luego atacar mis labios. 

Siento la presión de su boca con la mía, ese olor a alcohol que me hace tratar de zafarme, pero sus brazos me aprietan contra su cuerpo. Todo es tan raro, tan extraño, tan incómodo. 

Gregorio se hace para atrás y luego trata de cargarme y yo lo evito. 

⎯ ¡Ey campeón!, ¿qué te parece si me dejas hacer una llamada antes de la acción? 

⎯ ¿Llamada? ⎯ me pregunta. 

⎯ Sí, no quiero que mi tonto hermano nos moleste cuando vea que me fui sin avisarle, ¿vale? 

⎯ Vale.

⎯ Pero, tú si quieres, puedes esperarme en tu habitación. Puedes calentar las cobijas con tu cuerpo y luego lo hacemos juntos. 

Gregorio se quita la camisa y deja al descubierto su pecho. ⎯ Te espero, no tardes. 

⎯ No ⎯ prometo, mientras saco mi móvil. 

Veo cómo Gregorio se mete a su habitación y yo salgo del piso con cuidado para en seguida abrir las escaleras de emergencia y comenzar a bajar corriendo como loca. 

No quiero estar aquí, no me interesa. No tengo idea de por qué vine, pero sé que aún estoy a tiempo de librarme; al menos no tengo que saltar por la ventana. 

Cuando llego al lobby, salgo a grandes zancadas del edificio y presiono llamar de inmediato, no es donde debo estar. 

***

*Veinticuatro horas después*

El frío es diferente al de ayer, no es seco, es húmedo y ahora siento que el abrigo y la chamarra que me puse no son suficientes. Tal vez el estar en la parte de atrás de la pick-up es lo que hace que me congele. 

Una canción acompaña mi camino, una tan pegajosa que siento que la soñaré. 

“Ya no sé disimular, llamo y no te puedo hablar, tu recuerdo no se va, no se va… quédate otra vez, quédate después de las doce…” 

Incluso es la novena vez que la escucho al grado de que la voy cantando junto con el cantante. 

Voy viendo lo que se puede del paisaje, está a punto de anochecer y yo solo espero no viajar de nuevo por aquí. Mientras tanto, vengo recordando la conversación que tuve con Moríns hace horas atrás. 

⎯ ¿Estás segura de que quieres eso? ⎯ me preguntó. Supongo que pensó, estaba ebria, cuando le llamé a las tres de la mañana. 

⎯ Dijiste que necesitabas a alguien, ¿no? 

⎯ Sí, pero… 

⎯ Venga, necesitas las fotos para la promoción, ¿no? ⎯ insistí. 

Moríns suspiró. ⎯ Vale, pero el avión sale a las seis de la mañana. 

⎯ Estaré ahí… ⎯ respondí. 

Y ahora me encuentro recorriendo el camino a San Gabriel, con una pesada mochila que apenas pude hacer, una cámara perfectamente protegida, mis mejores lentes, y ropa cómoda. 

Llevo más de veinticuatro horas sin dormir, y solo espero llegar con bien antes de morir congelada. 

⎯ Llegamos, señorita, Canarias ⎯ me avisa el hombre de la pick-up. 

Empiezo a ver los postes de luz, a un San Gabriel tan cambiado que no puedo creer que estoy aquí. 

⎯ ¿Dónde la llevo? ⎯ me pregunta. 

⎯ Pues… ¿A la clínica? ⎯ pregunto, porque no estoy segura. 

⎯ La dejo ahí, porque tengo que llevar los paquetes que nos enviaron. 

 ⎯ Vale. 

La camioneta entra a otro lugar con más gente, y me alegro de haber llegado aún con luz de la tarde, aunque casi y no lo logro. 

El vehículo se detiene, la canción se repite y yo de un salto me bajo de la parte de atrás. Volteo a ver a mi alrededor, San Gabriel ya no es lo que era antes, ahora tiene calles pavimentadas, un poco más de vida, y electricidad, nada que ver con el que yo vi hace años. 

El hombre carga la mochila ⎯ ¿le ayudo? 

⎯ No, no, yo puedo ⎯ aseguro. 

⎯ Bueno, pues, es patrón Moríns, me dijo que si se quiere regresar me diga pa’ que la lleve de regreso a Oaxaca. 

⎯ Bien, gracias ⎯ respondo. 

Varios se acercan a ayudar para recoger los paquetes, y yo me hago un lado tratando de ubicarme. Nada quedó de las pequeñas casas, ahora, hay una plaza con decoración navideña y al parecer habrá una fiesta pronto. 

La luz de la clínica está encendida, veo cómo entran los paquetes, y con la mirada lo busco, no lo encuentro. 

⎯ No sé si un abrigo Pierre Lambordi sea indicado para esta pasarela ⎯ escucho una voz conocida y al voltear lo veo con esa sonrisa que me desquicia que me hace sonreír a mí de inmediato.⎯ Supongo que no te perdiste, Alegra Canarias. 

⎯ No, no me perdí ⎯ respondo, para luego ir hacia él y abrazarlo, mientras la melodía suena. 

«Quédate otra vez, quédate toda la noche, quédate más de las doce…»

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