El sonido del movimiento de la calle me despertó de inmediato y me hizo levantarme de golpe. Me siento completamente mareada, ya que tengo un jetlag como nunca lo había sentido; y no está de más. Viajé de Madrid a la Ciudad de México, de ahí, hasta el aeropuerto de Oaxaca y después seis horas en auto, así que simplemente estoy agotada.
Volteo a ver a mi alrededor y reconozco donde me encuentro, en el pequeño hostal donde me han dado la última habitación, una al lado de la de Karl.
Busco mi móvil y me percato que tengo 1% de batería, pero logro ver que no tengo nada de señal y que son las once de la mañana, me he perdido el amanecer.
⎯ Mierda ⎯ murmuro, para volver a recostarme sobre el colchón y cubrirme hasta el rostro con la gruesa cobija, color morado con un tigre impreso.
Muchos pensarán que tal vez tomé esta decisión ebria, o con copas de más, pero no fue así, estaba tan cuerda como lo estoy ahora, y si estoy aquí es porque lo quise; tal vez quería distanciarme de todo lo que estaba pasando en Madrid, ojalá se me hubiese ocurrido Cancún.
Sé que tengo una misión aquí, un trabajo que debo llevar a Madrid, pero también, sé que vine aquí por una razón y supongo que necesito averiguarla.
⎯ ¿Alegra? ⎯ escucho la voz de Karl, al otro lado de la puerta. ⎯ ¿Ya despertaste?
⎯ Sí ⎯ respondo.
⎯ Te espero en la salida. Ponte una buena chaqueta, está haciendo frío.
⎯ Lo haré ⎯ respondo.
Me pongo de pie de inmediato, y al tocar el suelo con los pies descalzos vuelvo a subirme a la cama. En verdad hace frío en este lugar y temo que no traje la ropa adecuada para estar aquí.
Como puedo me doy una ducha bajo el agua caliente, me pongo lo más abrigado que tengo y salgo de la habitación. Después bajo las escaleras y al llegar a la calle me encuentro a un pueblo bastante vívido, con música, personas vendiendo, caballos y vacas.
Sonrío, al ver que el lugar tiene más movimiento de la última vez que vine aquí. De verdad estoy impactada de todo lo que ha crecido este lugar y no puedo esperar a tomar fotos.
Así que saco mi cámara de la bolsa a punto hacia el frente y en mi lente puedo ver a Karl sentado en un pequeño local, tomando un café y viendo hacia el paisaje; presiono el botón, y la foto se toma.
⎯ Esta la llamaré el doctor y el café ⎯ bromeo.
Cuando subo la mirada, noto que él me está viendo desde lejos y, con su mano, me invita a que vaya hacia allá. Camino, hasta llegar con él.
⎯ Buenos días, ¿café de olla? ⎯ me pregunta, y me muestra el tarro con el café caliente.
⎯ Me encantaría.
Karl se voltea y le pide a doña Cuca, la mujer que yace frente a un comal, y unas enormes ollas.
⎯ El menú de hoy es huevo revuelto a la mexicana, con frijoles negros ⎯ me explica.
⎯ ¿Ya te sabes el menú? ⎯ inquiero entre risas.
⎯ Doña Cuca cocina para el personal de la clínica, ella nos manda el menú y ya sabemos que vamos a comer, hoy este es el desayuno y de comida.
⎯ El favorito del doctor, chiles rellenos de queso con arroz rojo ⎯ interrumpe doña Cuca.
⎯ Así es… ⎯ contesta coqueto.
Momentos después, una chica de cabello negro se acerca a nosotros y nos pone dos enormes platos con un tortillero lleno de tortillas a mano.
⎯ Provecho ⎯ dice tímida, viendo a Karl.
⎯ Gracias ⎯ contesta, y luego saca una tortilla y la trata de enfriar, ya que se encuentra demasiado caliente.
⎯ ¿Tienes salsa? ⎯ le pido a la chica que vino, y ella asiente.
⎯ ¡Vaya!, sacando tu lado mexicano ⎯ me dice él, entre sonrisas.
⎯ No lo tengo que sacar, lo vivo todos los días. Mi madre es mi México, así que la salsa en la comida es algo de mi día a día ⎯ respondo, para luego hacerme un taco de huevo con frijoles. Le pongo la salsa, que se nota está picosa, y le doy una mordida que me revive. ⎯ Hmm, exquisito.
Karl sonríe, y luego él le pone salsa a su taco y lo muerde, momentos después tose.
⎯ ¡Esto está bravo! ⎯ expresa, tratando de reponerse.
⎯ No es para novatos ⎯ bromeo, y luego como otro pedazo.
Por un momento puedo ver a Karl completamente rojo, tratando de no toser más. Yo me río, y le pido un poco de leche a la chica para que él la tome. Cuando se repone respira.
⎯ No entiendo cómo es que comen esto.
⎯ Porque a los mexicanos nos gusta sentir el picor del chile para sentirnos vivos, para darle más sabor a la vida.
⎯ Mi corazón late como loco ⎯ comenta.
⎯ De eso se trata, de que sientas los latidos, el picor del chile te da una sensación de que estás enamorado ⎯ explico y él sonríe.
⎯ ¿Enamorado? ⎯ inquiere.
⎯ Sí, mi hermana Sila dice que tiene los mismos síntomas.
⎯ Pensé que a Alegra Canarias no tenía conocimiento del amor ⎯ me responde.
Me río ⎯ ¿qué te hizo pensar eso?
⎯ Bueno, es obvio…
Tomo un sorbo de café.⎯ No, claro que sé del amor.
⎯ Pero, no te gusta enamorarte.
⎯ Esta yendo a terrenos peligrosos, doctor Johansson.
⎯ Me gustan esos terrenos, dime, ¿por qué Alegra Canarias le tiene miedo al amor? ⎯ insiste.
Suspiro.⎯ No le tengo miedo al amor, le tengo miedo a las consecuencias de enamorarse ⎯ respondo, y él abre los ojos. ⎯ Como me gusta la salsa, pero las consecuencias después, no son agradables.
La mirada intensa de Karl siempre me pone nerviosa, sin embargo, con el tiempo he aprendido a verle sin sonrojarme.
⎯ ¿Qué consecuencias?
⎯ Todo lo que hay con el simple hecho de enamorarte. De pronto te ves atrapada en una relación donde posiblemente dejes de hacer lo que quieras. Tienes que empezar a pedir permiso y no puedas continuar con tus sueños…
⎯ ¡Guau!, nunca pensé que fuera eso. Creí, que al ser parte de una familia con historias de amor tan bonitas, tú tengas ese sentimiento.
⎯ Las historias de mis tíos, prima y hermana salieron bien… es todo. Simplemente, siento que el amor no es para mí.
Karl sonríe y luego toma un sorbo de café.⎯ ¿Ya lo has probado?
⎯ ¿Qué?
⎯ ¿Enamorarte?, ¿cómo sabes que no es para ti?
Encojo los hombros.⎯ Simplemente lo sé.
⎯ ¿Cómo sé que no me gusta la salsa si jamás la he probado? ⎯ pregunta.
⎯ ¿Cómo? ⎯ digo, entre risas.
⎯ Hace unos momentos yo no sabía que me gustaba la salsa, hasta que la probé.
⎯ Y luego sufriste las consecuencias, ¿no? ⎯ comento.
⎯ Así es… ⎯ luego Karl, toma una cucharada de la salsa y la pone sobre la tortilla ⎯, pero después de sufrirlas, me di cuenta de que me gusta la salsa, y la volvería a probar una y otra vez.
Niego con la cabeza, sé que mi metáfora encajó, y que mi punto se ha entendido.
⎯ ¿Sabes?, yo creo otra cosa ⎯ me comenta.
⎯ ¿Qué cosa?
⎯ Que no sabes qué hacer con el amor cuando te llega. Tú siempre tienes una respuesta para todo, una actitud para todo, una solución, pero para el amor no. Te volverías loca al tenerlo en tus manos o frente a ti, así que lo mejor que haces es evadirlo. Temes que te guste, y lo peor, es que temes encontrar al amor correcto, el que derrumbe tus barreras y haga que todos tus argumentos se vengan abajo. Por eso es que lo evitas, o al menos eso tratas.
⎯ ¡Guau!, ¡qué profundo! ⎯ expreso, en tono de burla. ⎯ Y todo por una salsa.
⎯ Tú sacaste la comparación, yo solo te respondí… atente a las consecuencias ⎯ comenta, coqueto.⎯ No le temas al picor, Alegra Canarias, tal vez te guste tanto que quieras probarlo una y otra vez. O, tal vez ya te gusta solo que finges que no.
Sus ojos azules se clavan en los míos y siento en mis labios unas cosquillas que no sé si vienen de la salsa, o de otra cosa.
⎯ Si tú lo dices ⎯ contesto.
Karl se pone de pie, y se muerde los labios.⎯ Nadie viaja tan lejos para fingir que no le gusta la salsa.
⎯ Vine a trabajar… ⎯ contesto, defendiéndome y no sé por qué.
⎯ Yo jamás dije que no… y estoy seguro de que harás un excelente trabajo. Te dejo, ingobernable, nos vemos por aquí. Disfruta la salsa ⎯ y me cierra un ojo. ⎯ Tal vez algún día encuentres una salsa que te guste.
Karl se aleja, y mientras lo hace, lo observo. No sé cómo le hace para siempre sacarme de mis casillas, o tal vez tiene razón, me gusta que me saque de ahí… tal vez, si saliera un poco más, empezaría a disfrutar las consecuencias… o tal vez, ya las disfruto, por eso estoy aquí.
Que no ve que viajó a otro continente solo por la salsa jaja si eso no es amor… no sé que será