Pasar el día en San Gabriel ha sido bastante más divertido de lo que imaginé. Pensé que al estar aislada de todo me volvería loca, pero, como dije antes, el lugar está muy cambiado, demasiado para ser verdad.
Después de que Karl se fue, decidí caminar hacia la casa donde la familia de Sila vive, o vivía, ya que estaba completamente abandonada porque todos habían emprendido su camino a Estados Unidos. Cuando la vi, no pude dejar de sonreír. Mis padres habían tomado la decisión correcta, y ahora mi hermana era una destacada pediatra, tenía cuatro hijos y un esposo que la ama, eso sí que es tener suerte.
Al terminar, caminé de regreso y tomé cientos de todos de los paisajes. Ahora entiendo por qué mi madre se enamoró de este sitio, cuando es tan hermoso y pacífico. Sin embargo, en mi mente hay mucho que pensar y juro que ya no sé qué hacer para quitarme las palabras de Karl, él siempre logra alterarme de cierta manera y no sé por qué, es como si tuviera ese don de sacarme de mis casillas, llevarme al cielo y después azotarme contra la tierra. Es como si un remolino sucediera en todo mi cuerpo, algo que me es difícil de controlar.
Sin embargo, aquí estoy, y admito, ahora que estoy sola, que tenerlo cerca me hace bien, no lo sé, pero, me siento tan cómoda que no me importa caer en esta zona de confort.
Entonces, cuando el sol se estaba metiendo, decidí regresar al centro, cuando llegué, me fui directo al hostal, tomé un baño caliente y me envolví en las cobijas para descansar. El jetlag aún está en mí, y mañana temprano tengo que ir a la clínica a tomar las primeras fotografías, para después aprovechar cuando vayan a Oaxaca y enviárselas a Moríns.
Apago las luces, me acuesto, y trato de dormir, pero, hay demasiado silencio. Al parecer San Gabriel es un lugar que duerme temprano y así se despierta, no es como Madrid que a estas horas la gente apenas va tomando el ritmo.
Me mueve de un lado a otro de la cama y me es imposible dormir, así que me siento y me quedo viendo hacia la pared.
⎯ ¿Qué demonios te pasa? ⎯ me pregunto, como si no supiera. Sin embargo, sé lo que me pasa y sé dónde está la solución, solo que me cuesta admitirlo.
Me pongo de pie, me calzo los tenis, tomo una de mis chaquetas más gruesas y salgo de mi habitación. Camino por el corredor y cuando llego a la de él, toco con la esperanza de que esté presente.
⎯ ¿Diga? ⎯ responde, y yo sonrío.
⎯ ¿Puedo tener una consulta personal? ⎯ pregunto.
Karl, abre la puerta y veo que se encuentra completamente vestido, no en pijama, así que creo que está a punto de salir.
⎯ ¿Te sientes mal? ⎯ inquiere, para luego tocar mi frente con el dorso de su mano.
⎯ No…
⎯ ¿Entonces? ⎯ insiste.
⎯ Tengo frío ⎯ le digo, y él sonríe.
Karl saca la cabeza un poco para ver el pasillo y cuando se da cuenta de que no hay nadie, me toma de la cintura y me jala hacia adentro. Yo me río.
⎯ Shhhhh ⎯ responde ⎯, se supone que nadie puede compartir habitación.
⎯ ¡Guau!, como un convento ⎯ bromeo y él sonríe. Lo veo de pies a cabeza y le pregunto ⎯ ¿te irás?
Él niega ⎯ duermo así por si hay alguna emergencia, así no tengo que levantarme y vestirme. Pero estaba leyendo.
Volteo a ver a su cama, y veo un montón de hojas; seguro es uno de los documentos de los que lee mi papá.
⎯ Lecturas aburridas, tan tú ⎯ le digo.
⎯ Para que veas que no importa donde esté, siempre sigo siendo yo ⎯ admite.
Nos vemos a los ojos bajo la luz tenue de la habitación. El destello de sus ojos azules me conquista de nuevo, y unas ganas de besarle llegan a mí; soy ingobernable, porque con él, no me puedo gobernar.
⎯ No puedes dormir aquí, Alegra ⎯ me comenta.
⎯ Por favor… tengo frío en mi habitación, ¿qué te cuesta?, te juro que no haremos nada ⎯ prometo.
Karl esboza una sonrisa tímida, y luego abre las cobijas de la cama para que yo entré. Lo hago con gusto, sintiendo la temperatura y acomodándome. Él apaga la luz, se recuesta a mi lado y cuando estamos juntos en la cama, nos cubre con la cobija. Me acerco a su cuerpo, y él alza su brazo para que me acomode sobre su pecho.
Por un momento nos quedamos así, en el silencio y la oscuridad. Mi cuerpo comienza a calentarse y relajarse, mientras siento cómo una de sus manos acaricia mi cabeza haciéndome cariños.
⎯ Te extrañé ⎯ confieso, y él voltea su rostro hacia el mío.
⎯ Estaba en la clínica ⎯ responde, como si fuese algo obvio.
Me alzo un poco y logro rozar mis labios con los de él ⎯ yo no hablo de este día ⎯ confieso.
Karl, y sus hermosos destellos azules me dan vida de nuevo, y de inmediato nuestros labios se junta para comenzar a besarnos. El beso es tierno, pero lleno de mucho deseo, de esos que te pueden llevar a terminar desnudo.
Él se separa de mí y besa mi nariz.⎯ Dime la verdad, esto se quedará entre nosotros ⎯ me comenta ⎯, ¿qué haces aquí? ⎯ pregunta.
Con el pecho agitado, los labios cosquillando y mi cuerpo caliente, contesto ⎯ ya te dije, vine a trabajar.
Él niega ⎯ ¿qué haces aquí? ⎯ insiste. Los labios de Karl besan mi frente, luego bajan hacia mi nariz y finalmente rozan mis labios haciéndome delirar. ⎯ Dime la verdad, por primera vez, dímela.
Suspiro, me pierdo en su mirada por completo, y deseosa de besarle, admito. ⎯ Te extrañaba, necesitaba verte, me urgía besarte ⎯ y después de decirlo, me muerdo los labios como si hubiese cometido una falta.
Karl acaricia mi rostro y pasa su dedo pulgar por mis labios que se sienten calientes.⎯ ¿Ves cómo nadie viaja tan lejos solo para nada? ⎯ comenta.
⎯ Karl…
⎯ Shhh ⎯ expresa, para luego darme sonreír ⎯ tus secretos y confesiones están a salvo conmigo, Alegra Canarias, nadie lo sabrá.
⎯ Sin embargo, ahora tú lo sabes… ⎯ admito, y el miedo por haber dicho lo que dije, llega a mí.
Él acaricia mi cabello sin dejarme de ver a los ojos.⎯ Yo también te extrañaba, y me alegra que estés aquí. Sean los motivos que te hayan traído hasta acá, solo puedo decirte que son correspondidos.
Sonrío.⎯ ¿Todos? ⎯ pregunto en un murmullo.
⎯ Todos… y se quedarán guardados entre tú y yo, nadie más los sabrá.
⎯ ¿Seguro?
⎯ Seguro.
Entonces, le beso de nuevo, y Karl se ata a mis labios sin dudarlo un poco. Ambos comenzamos a besarnos, de una forma tan rica, tan deseable que hace que todo el frío de la habitación desaparezca. Él se separa de mí y sonríe.
⎯ Prométeme que te dejarás llevar… ⎯ me pide.
⎯ Te lo prometo ⎯ respondo, sin más. Porque bueno, estoy aquí, él está conmigo, y en pocas palabras, sé lo que estoy haciendo, aunque me cueste admitirlo. Me gusta, me gusta mucho Karl, y creo que estoy cruzando los límites de mis propias reglas. Creo que estoy cediendo poco a poco y no voy a negar que me gusta.
⎯ ¡Ay, Alegra Canarias! ⎯ expresa bajito ⎯ eres necia, pero, así me gustan… ⎯ admite.
Para volver a besarnos, hasta quedarnos dormidos…
Será que el beso que le dió al otro tendrá consecuencias… Un johanssen celoso, desilucionado puede mandar todo al carajo al ver que Alegra “es la misma” de siempre