El tiempo en San Gabriel pasa muy rápido, o a lo mejor, yo me la estoy pasando tan bien que así lo siento. Después del incidente con Karl, no he parado de reír sola, y es un alivio que este lugar tenga lugares tan solitarios donde no parezco una loca. 

Llevo tan solo unos días aquí y ahora entiendo por qué a mi madre le gusta venir. No solo es la gente, son los paisajes. Si uno se sienta en el lugar correcto, juro que puede ver hasta el océano, y las noches estrelladas son hermosas, hay tanta oscuridad que las luces de la calle no cubren su brillo. 

Puedo jurar que es la primera vez que me siento en paz total. Me he olvidado de las promesas idiotas de Gio, de las fiestas que terminan en azul policía, y de la música alta. Ahora solo son gallos, grillos y la risa de Karl, cuando por la noche platicamos de las tonterías que en algún punto hice y que él le gusta escuchar. 

Sin embargo, hoy todo el lugar está de fiesta, y desde temprano solo escucho la música, veo pasar a las personas con cazuelas llenas de arroz y mole, y a todos alistándose para los quince años de Amada, que al parecer, no puso restricciones para su fiesta. 

Yo soy su fotógrafa, y desde temprano le he tomado fotos de ella arreglándose en su casa, del vestido, los familiares y sobre todo de ella y su padre, lo único que le queda en este mundo. Hoy entendí por qué mi madre ama tanto tomar retratos, el lente puede captar cosas que la mirada no, como esos cuando el padre la ve sin que ella se dé cuenta, o cuando la persona se ha dado cuenta de que ya no es una niña y ahora está entrando a otra etapa. Esos gestos, señales, todo eso que le da la esencia a una persona y que solo en una foto puede quedar. 

Así, mientras le tomo fotos a sus amigas, todas vestidas de unos hermosos vestidos   típicos y coloridos, sonrío al ver que la moda no solo son pasarelas, sino también trajes preciosos que deberían ser promovidos, y llevados a las grandes pasarelas. 

⎯ ¡Una sonrisa, todas! ⎯ les pido, mientras la banda está a todo volumen y ellas van caminando hacia el lugar de la fiesta después de la misa. 

Amada y sus amigas sonríen, y después de tomar la foto, se ríen para seguir bailando al ritmo de la banda y caminar hacia la gran carpa donde será el evento. 

⎯ ¿También tomará fotos de la fiesta?, ¿verdad? ⎯ me pregunta su padre. 

⎯ Claro, paquete completo ⎯ respondo, con una sonrisa. 

⎯ Muchas gracias… ⎯ me agradece, para luego ir con su hija. 

Me quedo de pie y con la mirada busco a Karl. Se supone que está invitado, pero, desde la mañana, no sé nada de él y ya van a ser las cuatro de la tarde. Se supone que iba a venir conmigo como mi pareja; supongo que ya se ha arrepentido o a lo mejor algo se atravesó. 

Así, entro a la fiesta, comienzo a tomar fotos de los invitados, de la comida, los discursos y el baile, y cuando menos me doy cuenta ya ha oscurecido y él no llega, supongo que ya no lo hará. 

⎯ ¡Pronto empezará el vals de padre e hija! ⎯ se escucha en la bocina, y todos se acercan a la pista, incluyéndome. 

Preparo mi cámara para poder tomar las fotos, y cuando a melodía de un vals popular comienza a sonar. Amada se acerca a su padre y ambos comienzan a bailar mientras todos los demás esperan su turno. Me enfoco en el momento, en las miradas, las manos y los gestos, y fotografío los momentos tiernos. 

⎯ Se solicita que el padrino de la quinceañera en la pista ⎯ se escucha en las bocinas.⎯ También, se solicita a la señorita Alegra Canarias ⎯ dicen mi nombre y en ese momento bajo la cámara y veo que acercándose en la pista viene Karl hacia mí, con esa sonrisa que me desquicia. 

⎯ ¿Qué? ⎯ pregunto, y cuando él estira la mano, siento cómo unas personas me empujan para que vaya hacia él. 

Entro a la pista y lo tomo de la mano.⎯ ¿Dónde estabas? ⎯ le pregunto. 

Él saca una rosa blanca, y me la pone sobre el cabello.⎯ Lo siento, tuve que ir a la ciudad a una situación y regresamos tarde, pero, aquí estoy. 

⎯ Pensé que me habías dejado plantada ⎯ murmuro. 

Él acaricia mi rostro.⎯ Jamás. 

Ambos comenzamos a bailar y de pronto noto que Karl es un experto en este tipo de bailes, al grado que me impresiona. 

⎯¿Sabes bailar vals? ⎯ comento, sorprendida. 

⎯ Así es… tú no lo haces tan mal, ¿eh? 

⎯ ¿Cómo? ⎯ pregunto, en verdad, sin poderlo creer. 

⎯ Mi abuela, ella amaba el baile de salón y le enseñó a todos sus nietos a bailar. Siempre decía que en cualquier momento podríamos necesitarlo, así que supongo que hoy aplica. 

Karl me da una vuelta y luego vuelve a tomarme de la cintura y seguimos bailando.⎯ Yo no tuve fiesta de quince años.

⎯ ¿No quisiste? ⎯ pregunta. 

⎯ No, y ahora que lo veo fue tonto. Me hubiese gustado bailar como Amada y su padre, nunca he bailado con él. 

⎯ Tal vez puedas hacerlo en tu boda. 

⎯ No, no quiero casarme ⎯ contesto. 

⎯ Bueno, no se necesita un evento específico para bailar, puedes hacerlo en la sala de tu casa, en otro momento. 

⎯ Eso sí. 

Karl me ve a los ojos y ese azul me hace sonreír. ⎯ Me alegra que hayas venido, me sentía un poco… 

⎯ ¿Aburrida? 

Asiento con la cabeza.⎯ Aburridísima. 

⎯ Mira como son las cosas ⎯ me dice, para luego reír. 

La canción de vals cambia y una canción de Bumbury, “Aunque no sea conmigo” y nosotros seguimos bailando. La pista se llena, todos bailan al ritmo de la canción, y nosotros quedamos en medio de todo. 

Sentir las manos de Karl sobre mi cintura, su cercanía, su aliento cerca del mío y que estemos a punto de besarnos, lo hace todo tan romántico. 

⎯ Puedes tomarte el tiempo necesario, que por mi parte yo estaré esperando, el día que te decidas a volver, y ser feliz como antes fuimos ⎯ me canta Karl al oído, mientras yo me muevo junto con él. 

⎯ Me gusta mucho esa canción ⎯  le respondo. 

⎯ A mí también… fue de las primeras que me aprendí ⎯ me confiesa. 

Seguimos bailando pegados, sintiendo todo y conectando. La voz de Karl en mi oído hace que la piel se erice y yo canto junto con él. 

⎯ Quiero que seas feliz, aunque no sea conmigo ⎯ cantamos al unísono. 

Al terminar la canción ambos nos vemos a los ojos y él me da un beso sobre la frente, como suele hacerlo, para después acariciar mi rostro. 

⎯ Y tú que pensabas que no teníamos nada en común… Señorita, solo bailo reggaetón. 

Me muerdo los labios.⎯ Está bien, te doy esta, solo porque tenemos una canción en común. 

⎯ Nuestra canción ⎯ murmura él. 

Jamás había tenido una canción con nadie y mucho menos con un hombre, pero, supongo, que algún día iba a llegar el momento. 

⎯ Solo no le digas a nadie ⎯ le pido, y él sonríe. 

⎯ Ya hay muchas cosas que no le digo a nadie, Alegra, yo solo estoy esperando a que tú me digas lo que me tienes que decir y espero que cuando lo hagas, no te quedes corta de palabras. 

⎯ Pensé que no las necesitábamos ⎯ me defiendo, con un nudo en la garganta. 

⎯ No lo necesitamos, pero, decirlas no hace daño… Un día saldrán de tu boca y yo estaré ahí para escucharlas. Por lo mientras, bailemos, que también así se comunican muchas cosas. 

Me recargo sobre su pecho y él me abraza y me da un beso sobre el cabello. No sé por qué necesita palabras, cuando mis acciones y mi cuerpo lo dice todo, y solo en mis pensamientos me permito decir, que no solo me gusta Karl Johansson, sino que siento algo más que amistad por él, no sé… tal vez sea amor.

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