Después de una rápida ducha, ahora sí en serio rápida, Karl y yo llegamos a una fonda cerca de las cabañas donde nos encontrábamos. No estaba completamente lleno, pero tenía ambiente, al parecer, por las noches se convertía en bar, y para la hora que llegamos era justo el cambio donde aparecían los que buscaban divertirse. 

Karl y yo nos sentamos en una mesa para dos, cerca de uno de una de las tantas paredes llenas de fotografías, placas de autos y jarrones decorativos. Lo primero que nos dan al acomodarnos es una cerveza, cortesía de la casa. 

⎯ Al parecer hay música en vivo ⎯ le comento y él le da un sorbo a la cerveza. ⎯ Supongo que este también es el bar que me prometiste. 

⎯ Así es ⎯ accede, para luego echarse un puñado de cacahuates. 

⎯ ¿Qué va a querer güero? ⎯ le pregunta una chica que parece atiende todas las mesas. 

⎯ Enchiladas verdes, por favor ⎯ contesta Karl. 

⎯ Y, ¿usted? ⎯ me dice a mí. 

Busco rápido con los ojos algún platillo de la carta y me decido.⎯ Quesadillas con guacamole. 

⎯ Bueno, tenemos promoción en tequila nacional, ¿quieren uno? ⎯ me pregunta. 

⎯ Traiga una promo, gracias. 

La chica se ausenta y quedamos de nuevo Karl y yo solos. ⎯ ¿Tequila? 

⎯ Venga, no nos caerá mal. Con este calor ni lo vamos a sentir ⎯ le animo. 

Karl, que por cierto ya tiene un tono broceado en la piel, trae una polo de manga corta de color blanco que combina con mi vestido de tirantes del mismo tono. Tanto mi cabello como el suyo están completamente desarreglados y esponjados. 

⎯ Aquí están sus promos ⎯ nos interrumpe la chica, y pone una botella y dos caballitos en forma de jarrito. 

⎯ ¿Es una botella?, ¿la promoción? ⎯ pregunta, asombrado. 

⎯ Lo es… ⎯ respondo ⎯ venga, una no es ninguna… ⎯ le animo. ⎯ Así destapo la botella y le sirvo el caballito, para después tomar un poco de limón y sal. Tomo mi caballito y le pido que él también lo haga. La canción de “La ventanita” suena de fondo y veo que el ambiente comienza a poner animado. 

⎯ ¿Por qué brindamos? ⎯ pregunta. 

⎯ Nah, esta vez diremos esto, pero tienes que seguirme la corriente, ¿qué dices? 

⎯ Vale. 

Tomo el limón con sal y digo ⎯ Este pa’ que sepa ⎯ y sin dar cuartel me tomo el caballito de un sorbo. Termino y lo veo ⎯ vamos. 

⎯ Pa’ que sepa ⎯ me imita. 

Cuando baja el caballito le sirvo más y también otro para mí ⎯ este otro pa’ que raspe  ⎯ comento. Y ambos tomamos el shot de tequila de inmediato. Tan solo Karl baja su caballito, le sirvo más.⎯ Y este pa’ que afloje ⎯ finalmente termino y ambos tomamos. 

Puedo ver en el rostro de Karl que el tequila ha raspado y me río.⎯ ¡Guau!, esa no me la sabía. 

⎯ Pues aquí aprendes, güero ⎯ le bromeo. 

La mesera llega con nuestra comida, y yo le pido una promoción de cervezas. Una cubeta llena de hielo con cinco cervezas. 

Karl toma el tenedor y comienza a comer, puedo ver que en realidad está disfrutando las enchiladas verdes y que al parecer le han dado con la sazón. Me río. 

⎯ ¿Qué pasa? ⎯ me pregunta. 

⎯ Nada, que jamás pensé que te vería comer enchiladas. Pensé que tu comida favorita era no sé… ¿Bacalao? 

Karl se ríe.⎯ Adoro todo lo que supone sobre mí, es una buena señal. 

⎯ ¿De qué? 

⎯ De que sientes curiosidad por mí… ⎯ contesta, para luego volver a comer. 

Ambos atacamos la comida como si no hubiésemos comido en días, y poco a poco, junto con la cerveza, nos vamos terminando la comida hasta que el plato queda limpio. 

⎯ ¿Le gustó güero? ⎯ pregunta la chica, mientras retira los platos y las calaveras de cerveza. 

⎯ Bastante. 

Otro mesero llega y nos pone otra promo.⎯ Cortesía de la casa ⎯ nos avisa, para luego irse. 

Karl ve las cervezas, la botella de tequila apenas con unos mililitros abajo y supongo que empieza a sospechar que esto no se quedará aquí. Tomo la botella y le pregunto.⎯ ¿Cuál quieres?, ¿el que sepa, el que raspe o el que afloje? 

⎯ Del que sabe ⎯ contesta, y le sirvo, Karl y él, siguiendo el juego se toma el tequila. Luego me quita la botella.⎯ ¿Tú? 

⎯ Del que raspe ⎯ respondo, y me lo tomo. 

⎯ Esto no sé cómo vaya a terminar ⎯ me comenta, tomando más cerveza. 

⎯ Como termine ⎯ respondo y nos reímos. 

Al fondo podemos escuchar la canción de “La bikina” cantada por Luis Miguel, y sonrío al acordarme de mi abuela. 

⎯ Ya me vas a decir ⎯ comenta. 

⎯ ¿Decir qué? ⎯ pregunto, para tomar más cerveza, ya que el calor está fuerte. 

⎯ ¿Cuál es tu otro talento? 

⎯ ¡Ah eso! No sé, lo he estado pensando y no sé si tenga otro. 

⎯ Venga… Debes saber algo más que tomar fotos. 

Me quedo en silencio. Ya traigo cuatro tequilas encima, tres cervezas y me siento relajada por el ambiente, así que me acuerdo y sonrío.⎯ Bueno, no sé si sea válido, pero, soy una experta en origami. 

Karl sonríe, ⎯ ¿es en serio? 

⎯ Sí. 

⎯ ¿Cómo sucedió eso? ⎯ me dice y yo río. 

⎯ Bueno, mi papá me enseñó. Cuando él estaba conquistando a mi mamá, ella le dijo que una de las condiciones para salir con él era que supiese hacer origami. Dice mi mamá que ella pensó que no lo lograría y que así se lo quitaría de encima, pero, lo logró. 

⎯ Sí que la amaba ⎯ agrega Karl. 

⎯ Claro que lo hace. En fin, ahora lo toma como una forma de relajarse. Les hace a los niños del hospital figuras y se las regala. Yo aprendí porque de pequeña pasaba más tiempo con él que mis otros dos hermanos. Era muy inquieta, así que los maestros se rendían conmigo y le decían a mi papá que jamás lograría concentrarme. Decían que tenían que medicarme y él se negó. Así que, después de las múltiples clases que tenía de pequeña, se sentaba pacientemente conmigo y me enseñaba origami. ⎯ Así, tomo uno de los folletos de promoción que hay al lado y comienzo a doblarlo.⎯ Me decía, escoge una figura, solo una, y hazla. Si te sale mal, no importa, la vuelves a hacer, hasta que llegue la figura perfecta y sepas que has dominado una. 

Siento los ojos de Karl sobre mí, mientras doblo el papel cada vez en piezas más pequeñas. ⎯ Y, ¿qué pasó? 

⎯ Bueno, con el tiempo, logré hacer mi primera figura ⎯ y se la muestro ⎯ un corazón  ⎯ Karl sonríe y lo toma ⎯ después dominé las aves, las ranas, entre otras cosas. 

⎯ Entonces, ¿te gustó el origami? 

⎯ No tanto, lo que me gustaba era pasar tiempo con mi papá. Él viajaba mucho y a veces no lo veía por semanas. Ese momento era nuestro y solo nuestro. No había una Sila sabelotodo, ni una Lila artística, ni un David talentoso. Era solo Alegra y papá, y yo… no me sentía tan perdida. No es que haya querido competir con mis hermanos por el cariño o amor de mis padres, porque nos amaban a todos igual, pero, siempre me sentí un poco descarrilada, como si no tuviese remedio ⎯ y Karl al escuchar mi tono de voz, toma el tequila y me sirve uno. 

⎯ Pa’ que raspe ⎯ comenta, y ambos tomamos el tequila. 

Cuando se me pasa momento amargo, suspiro.⎯ En fin, mi papá se tomó la paciencia de demostrarme que podía lograr las cosas y, pues, el origami fue mi escape. Después fue la moda y el reggaetón, pero, hacer origami con mi papá en la mesa de la cocina, es el mejor de mis recuerdos. La fotografía que nadie puede ver, pero que yo recuerdo con solo cerrar los ojos. 

⎯ Creo que también podrías vivir del origami ⎯ me comenta, y yo me río; supongo que para alivianar la melancolía.⎯ Todos querrán comprar tus figuras. 

⎯ ¿Crees?

⎯ Sí, si abres una tienda de figuras de origami, yo te compraría, o, ¿qué te parece?, hacer la figura de origami más grande del mundo. 

Ambos nos reímos, y lo hago con tanta fuerza que me limpio las lágrimas, no sé si del recuerdo o de la felicidad. 

Karl se queda en silencio y luego toma otro sorbo de cerveza. ⎯ Tú me dijiste hace tiempo atrás que había otras cosas que te pesaban más que el competir con tus hermanos. 

⎯ Así es ⎯ me responde. 

⎯ ¿Me puedes decir cuál?

⎯ No sé si sea el lugar… 

⎯ Vamos Karl… 

Él suspira, toma la botella de tequila y se sirve un caballito que se toma de un sorbo. Veo que se prepara, me toma las manos y me ve a los ojos.⎯ Pero promete que no le dirás a nadie, ¿quieres? 

⎯ ¿A quién le diré? ⎯ contesto, tal y como él me dijo hace momentos en el mar. 

Karl asiente.⎯ Bueno, es algo que no me gusta mucho recordar, pero, que tiene suma importancia en mi vida, mi carrera, mis decisiones ⎯ comienza.⎯ Tuve una hija. 

Yo abro los ojos, asombrada, y ahora siento que necesito otra botella de tequila para poder entender lo que me está diciendo. 

⎯ ¿Una hija?

Karl dice que si con la cabeza, para luego suspirar.⎯ Su nombre era Mathilde. Fue el resultado de una noche de fiesta entre su madre Hanna y yo. Acababa de salir del internado, me perfilaba para empezar el propedéutico de medicina, y ahí la conocí. Teníamos dieciocho años, toda una vida y carrera por delante y, bueno, una serie de decisiones nos llevó a ser padres. Yo, no estaba enamorado de Hanna y ella también se desencantó conmigo, sobre todo cuando sus padres le obligaron a tener a la bebé. Yo prometí que me haría cargo de la niña, y que ella no se preocuparía por nada, estaba dispuesto a tomar mi papel de padre, aunque no amara a su madre. Gracias al cielo, mis padres fueron justos conmigo y pude seguir estudiando mientras ella nacía ⎯ toma cerveza.⎯ Así, el día llegó y la pequeña Mathilde nació. Recuerdo que nevaba horrible, y hacía frío afuera. Cuando la cargue entre mis brazos, me enamoré de ella, no sé cómo explicarte, es un amor tan puro, tan grande, tan… espontáneo. Sin embargo, mi hija no vivió mucho. Tenía un fallo cardiaco inoperable que la hizo perecer días después. Murió en brazos de Hanna, mientras yo por dentro decía, si supiera que hacer, si pudiera darle mi corazón, se lo daría. 

Mientras Karl cuenta la historia, puedo sentir cómo las lágrimas corren por mis mejillas. Él se ve tan fuerte, tan serio, pero supongo que ya lloró lo suficiente como para hacerlo ahora. 

⎯ Ahí decidí que me dedicaría a la cardiología, iba a salvar todos los corazones que pudiese en honor a mi hija. Por eso… 

⎯ Por eso estabas en el hospital cuando nació Fátima, ¿cierto? 

Karl asiente.⎯ Bueno, fue una coincidencia, yo estaba ahí por Amada, ¿la joven de los quince años? Ella también estaba enferma y yo arreglé todo para que la operaran en Madrid. Cuando fue lo de tu hermana, yo estaba a punto de irme para Argentina y me quedé, le salvé la vida a Fátima, y tu padre no me quiso dejar ir. Así que ahora, ya sabes, lo que más me pesa… Ni siquiera tengo una foto de ella ⎯ suspira ⎯ Hanna fue más inteligente, ella, se salió de la facultad y se dedicó a otra cosa. Jamás la volví a ver, después del entierro, no quiso hablar conmigo por el resto de su vida, y la entiendo. 

Tomo la mano de Karl ⎯ ¿Si sabes que no fue tu culpa?, ¿verdad? 

Asiente con la cabeza.⎯ Lo sé, pero, aun así, duele en el alma. Luego veo a Fátima y me pongo a pensar en Mathilde, ¿cómo sería?, ¿qué edad tendría?, ¿si se parecería a mí o a su madre? ⎯ Entonces, tomo la botella de tequila, sirvo dos caballitos y los alzo.⎯ ¿Ahora para qué es?⎯ pregunta. 

⎯ Por Mathilde⎯ brindo ⎯ porque estoy segura de que sabe que su padre ahora salva corazones en su honor. 

Karl sonríe, y toma el líquido de un sorbo. Después, nos quedamos en silencio sobrellevando todo. Porque como siempre no necesitamos palabras para entendernos, solo miradas.

One Response

  1. Mathilde, wao, no me lo esperaba.
    Karl tiene unos buenos padres.
    El destino es lomque se ve escrito entre ellos, que llegará a Madrid y que Davidsito no lo dejara ir… era porque debía unirse a otro camino, al de la ingobernable Canarias.

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