Al día siguiente

Vamos más al sur, y por lo que tengo entendido iremos hacia Cancún, donde pasaremos otros días y luego de ahí volaremos a Madrid. Debo admitir que después de la plática de ayer, hoy me levanté un poco rara, pero no le dije nada a Karl, ya que quiero seguir disfrutando del viaje. 

Aún sigo sin entender lo que sucedió, y si puedo ser honesta no quisiera profundizar en el tema, porque temo que me encontraré con situaciones que no me gustarán o tal vez sea lo contrario. 

Así que ahora nos encontramos en camino a hacia nuestro próximo destino, en una camioneta vieja, pero bonita y con la radio local que solo me hace recordar a mis abuelos, padres y la vida que llevaba aquí antes de irme a Madrid. 

Karl va concentrado, manejando, mientras yo con la cámara en mano voy revisando las fotos que tomé en nuestro destino pasado, y voy tomando más del paisaje. 

De pronto, veo que él da una vuelta saliéndose del camino principal, y se mete a una vereda un poco más solitaria. ⎯ ¿Qué pasa? ⎯ pregunto, mientras volteo a verlo con una sonrisa. 

⎯ Te llevaré a un lugar que te gustará, podrás tomar bonitas fotos y así descansaremos un momento. Estamos a unas cuántas horas de Cancún, así que no habrá problema. 

⎯ ¿Seguro? ⎯ pregunto, en realidad emocionada. 

⎯ Seguro ⎯ responde, para luego ver el camino. 

Así, nos abrimos paso en el camino, y cuando menos lo espero llegamos a una playa algo escondida, donde puedo ver unos bonitos acantilados, el precioso mar transparente que caracteriza la zona y unos lugares buenísimos para tomar fotos increíbles. 

⎯ ¿Te parece si comemos aquí? ⎯ me comenta. 

⎯ Perfecto. 

Ambos nos bajamos de la camioneta y en seguida siento el sol sobre mi piel, la arena blanca en mis pies y una sensación de libertad increíble. Karl saca las cosas de la comida.⎯ Si quieres ir a explorar, aprovecha el sol para tomar las fotos ⎯ me alienta. 

⎯ ¿Seguro?, puedo ayudarte. 

⎯ Ve, creo que debes aprovechar el lugar ⎯ y me sonríe. 

Así, tomo mi cámara, mi bolsa, una toalla y camino hacia otro lado donde puedo ver esta preciosa playa virgen. La primera foto que tomo es una de Karl quitándose la camisa y al verla me río bajito. Si él supiese cuántas fotos le tomo al día diría que soy una voyerista. 

Después me concentro en el paisaje, tomo unas cuántas fotos hasta que veo a lo lejos los acantilados. Uno que no tiene tanta altura me llama la atención y de pronto, el espíritu de aventura me llega. Tal vez si pudiese sacar la foto perfecta desde ahí, estaría genial. 

Así, busco entre mis cosas la cámara que puedo meter al agua, envuelvo la otra en la toalla, y me animo a caminar para buscar una vereda que me lleve justo a ese lugar. No pasa mucho tiempo cuando encuentro el camino, y sin más, comienzo a trepar. 

Voy concentrada, sintiendo el viento en mi rostro, el sudor en mi frente y el corazón latiéndome como loco. Estoy a punto de rendirme cuando veo que me faltan unos pasos para llegar. Al hacerlo, siento un poco la altura y el vértigo de estar hasta arriba. Pero, de pronto, veo el paisaje desde ahí y sonrío. Es tan hermoso que sé que no tengo una cámara que le haga justicia a lo que observo. 

Así, tomo la cámara y comienzo a sacar las fotos, enfoco a la playa y veo que Karl está muy concentrado en sus tareas, que no se ha percatado de que estoy arriba, tomo una que otra foto, luego a todo el paisaje y luego el cielo. Lo que más me gusta fotografiar. 

⎯ ¡Alegra! ⎯ escucho la voz de Karl desde lejos y al verlo que me hace señales trato de adivinar. 

⎯ ¡Qué! ⎯ grito. 

⎯ ¡Bájate de ahí! ⎯ me pide. 

Volteo a ver la vereda para regresar y me percato que es imposible bajar. Así que, volteo a ver hacia el acantilado y calculo que es igual al de Ibiza, el que está cerca de la casa de mis abuelos. 

⎯ ¡Bájate de ahí! ⎯ me grita. 

⎯ ¡Vale! ⎯ contesto, y sin pensarlo dos veces, salto hacia el mar. 

El vacío hace que mi estómago se comprima, que mis pies se muevan y en mis oídos el grito de Karl me asusta más que animarme. Después caigo hacia el agua clara y abro los ojos para ver la luz pasando a través de ésta. Siento una libertad debajo del agua que no se compara con nada, muevo mis brazos hacia arriba para salir de ahí y justo cuando estoy por llegar, siento la mano de Karl jalándome hacia afuera. Cuando ambos salimos, comienzo a reír, pero él no lo hace. 

⎯ ¿Estás bien? ⎯ me pregunta, bastante alarmado. 

⎯ Sí, estuvo divertido. 

⎯ ¿Divertido? ⎯ pregunta enojado, y ahora sé que hice algo mal. 

⎯ Karl… 

⎯ ¿Divertido dices? ⎯ vuelve a preguntar, y yo borro mi sonrisa de inmediato. 

Karl se da la vuelta y comienza a nadar hacia la orilla, yo lo sigo nadando contra la corriente hasta que los dos llegamos y tocamos la arena. 

⎯ Karl. 

⎯ ¡Qué demonios crees que haces!, ¿eh? ⎯ me grita, y juro que jamás lo había visto así. 

⎯ Pues me dijiste que me bajara y… 

⎯ ¡Pudiste haber muerto!, ¡qué no te das cuenta! ⎯ me interrumpe, y veo cómo toma su playera y se limpia el rostro.⎯ Pudo haber piedras abajo, golpearte la cabeza y ahogado. Pude haber pasado horas buscándote en el mar, ¡qué no ves que solo somos tú y yo aquí!, ¿a quién hubiese recurrido?, ¡dime!, pude haberte perdido. 

⎯ Pero no pasó nada ⎯ trato de tranquilizar las cosas. 

⎯ ¿Y si algo hubiese pasado?, ¿qué les diría a tus padres, a tus hermanos?, ¡qué crees que me hubiese pasado a mí! Me hubiese vuelto loco Alegra, ¡loco por haberte perdido! ⎯ respira ⎯ amo tu libertad, tus impulsos y sabes que no hay nadie más que se lleve bien con eso y lo aplauda, pero, a veces, debes pensar en el peligro, en las consecuencias… ¿No te preocupaste por mí cuando lo hiciste?, ¿no te pusiste a pensar en lo que yo sentiría si te hubiese muerto?, ¿qué haría yo sin ti? 

Me quedo en silencio ante las palabras de Karl y tiene toda la razón. Jamás pensé en lo que él sentiría, en lo que pasaría si hubiese salido mal, y en eso me percato que soy la persona más individualista del mundo. 

⎯ Lo…, lo siento ⎯ hablo. Él se acerca a mí, y comienza a revisarme, lo hace como siempre, con cariño, pero poniendo su distancia.⎯ Estoy bien, no me pasó nada ⎯ agrego. Karl me da un beso sobre la frente mientras me abraza rápido y luego se aleja. 

⎯ Vámonos, tenemos que llegar al hotel ⎯ habla, para comenzar a guardar las cosas. Yo me regreso por mi cámara, la que dejé envuelta sobre la arena y al voltear lo observo desde ahí. Me siento terriblemente mal con él, y hoy comprendí algo que mi mamá me repetía constantemente cuando era pequeña: “Controla tus impulsos, porque tú no sabes lo que la otra persona siente. Puede que al ceder, lo lastimes sin querer y no quieres que un impulso te cueste algo que no quieras perder”, y yo, yo no quiero perder a Karl.

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