Después del suceso del auto, la relación de Cho y Sabina cambió un poco, ya que cho decidió que, por ahora, lo mejor era poner distancia entre ellos por si algo pasaba con su padre. La verdad es que Robert sí se había molestado por lo que había sucedido, pero, como buen padre, jamás le había prohibido a Sabina verlo porque él consideraba que su hija era lo suficientemente madura para poder lidiar con la situación. 

Sin embargo, fue la misma Sabina que, aprovechando la situación, decidió fingir que su padre estaba furioso para así poder pensar un poco más lo que estaba sucediendo y ver cómo lidiaría con lo que estaba sintiendo porque eran demasiadas sensaciones las que estaban involucradas. 

Así que los días en la cafetería pasaron más rápidos y raros de lo normal. Uno porque, gracias a la presencia de Cho en el local, había atraído a nuevas e inesperadas visitantes femeninas, por lo que el trabajo aumentó y tuvieron que darle el puesto de mesero, al igual que Sabina y dos, porque “eso” entre los dos, era demasiado evidente que trataban de sobrellevarlo a su manera pero con poco éxito. 

Tal vez Cho no lo quería admitir, pero, Sabina le podía más de la cuenta y era algo que jamás había experimentado en sus otras relaciones. Cuando andaba con María, jamás confesó abiertamente que ella le gustaba y tardo mucho tiempo en conocer a sus padres porque no estaba interesado. Ahora, con la Sirena, quería saber todo, absolutamente todo, pero ella era la que no estaba interesada o, al menos, eso es lo que él pensaba. 

—¿Crees que haya perdido a Sabina? — le preguntó a Jaz, mientras ellos cerraban el restaurante y ella no se encontraba ahí. 

—La pregunta es, ¿alguna vez la tuviste? 

Cho se quedó en silencio percatándose de que había usado la palabra incorrecta. Jaz tenía razón, hasta ahora Sabina no había sido suya, mucho menos si en algún momento de su vida lo sería, simplemente le daba miedo perder ese vinculo que había formado por una tontería. 

—Mira Cho, no es porque yo sea el padre de Sabina pero, te estas equivocando con ella. Mi hija, no es como cualquier chica de su edad, ella tiene otras prioridades, otras situaciones de vida que la hacen así. Parte es mi culpa.

—¿Su culpa? — preguntó Cho, mientras terminaba de barrer delante de la barra.

—Así es. Ahora nos ves muy bien, pero la historia de Sabina y yo empezó de verdad mal. No solo por el hecho de que cuando me enteré que llegaba la abandoné a su madre y a ella, si no que después traté de aprovecharme del apellido de su familia para mi beneficio— Jaz, cierra los ojos y niega con la cabeza— incluso, hasta llegué a arrojarla porque se metió en una pelea. 

—Dios— murmuró Cho. 

—Lo sé, fui una horrible persona, hasta que el accidente que tuve me cambió la vida, afortunadamente para bien. Así, busqué a Sabina, diez años después de que me desaparecí de su vida y eso Cho, eso la marcó para toda la vida. 

—¿Cómo? 

Él sonríe— desgraciadamente y por fortuna. Sabina tiene dos puntos de comparación de un hombre, me tiene a mí y a su padre, Robert. Ella sabe lo que es que un hombre bueno la ame y lo que un hombre malo la hiera. Por eso es que le es difícil sobrellevar ciertos sentimientos, trata de ver si eres un Jaz o si eres un Robert. 

—¿Qué?— preguntó el chico entre sonrisas—¿quiere ver cuál de sus padres soy? 

—No cuál de nosotros eres. Aunque se dice que las mujeres reflejan a sus propios padres en sus novios, no quiere decir que Sabina te quiera de papá. Lo que quiero explicar es que está observándote, analizándote, y viendo si serás un Robert que la quiera y la tome en serio o un Jaz, que la abandone y la hiera, como yo lo hice. 

Adrián escuchó atento lo que Jaz le estaba diciendo y poco a poco entendió lo que quería decir. Sabina, quería saber si era material para enamoramiento profundo, o solo un hombre que tomar a juego. 

—Jaz, algún consejo para acercarme a ella y hacerle saber que no soy un…—e iba a decir su nombre pero le pareció una gran falta de respeto. 

—Un yo, un Jaz— admitió, él mismo. Eduardo respiró y sonrió— deja de utilizar tus trucos de seducción de ligador e interésate en lo que a ella le gusta, averigua sus gustos, su música y libros favoritos. No sé si te contó pero, sus padres se conocieron porque Robert se interesó por hablar español y ahí se hizo el vínculo. Encuentra tú uno… 

—Gracias por su consejo. 

—Gracias por pedírmelo, es raro que alguien me pida consejos a mí— habló, con melancolía. 

—Puedo preguntarle algo, tal vez sea doloroso. 

—Lo que gustes— contestó Jaz, sacando las últimas monedas de la caja registradora. 

—¿No le duele qué Sabina no le diga papá?

Jaz sonrío y negó con la cabeza — no, claro que no. Robert es su padre y yo me conformo con que puedo estar cerca de ella y verla crecer e interactuar con mis hijos. Aunque no te miento, sería un honor poder estar en su boda, espero llegar a esa edad para verla. 

Cho, le dio una palmada sobre el hombro y le sonrió —seguro que llega, señor Jaz. Le prometo que yo siempre le pediré consejos además, es el primer papá de Sabina que tengo de aliado— y con esto, ambos se rieron. 

A pesar de todo lo que Jaz pensaba sobre él, sobre lo que significaba para Sabina, le había dado un buen consejo que él tenía que poner en marcha, debía encontrar más cosas en común con ella, no solo encerrarla en la alacena y echarle miradas indiscretas. Si quería a la Sirena, debía hacer un esfuerzo más grande y él estaba dispuesto a hacerlo. 

[…] 

Así, al siguiente día, Cho llegó a la cafetería con todos los ánimos del mundo para, por fin, poder hablar con Sabina y tratar de averiguar al menos cuál era su música favorita o película. Él había pasado toda la noche buscando entre test de romance y páginas de internet lo que le podía ayudar a hacer una conexión. Pasadas las tres de la mañana encontró un artículo llamado “diez cosas que debes hacer para conquistarla” y decidió que debía ponerlas a prueba; la número uno era “descubre su gusto musical”. 

Sin embargo, Sabina no llegó a trabajar. Cho pensó que tal vez llegaría tarde en algún punto, pero conforme pasaron las horas se hizo a la idea de que no vendría. Después, Pili y Jaz le dijeron que no había llegado por un tema personal por lo qué, él pensó, que posiblemente su padre Robert ya no lo había dejado regresar, lo que fue un golpe duro, para él. 

La cafetería era el lugar donde Sabina y él podía convivir en el día, o más bien, el único lugar donde podían hacerlo, ya que Cho no sabía nada más. Aquí, estaba su vínculo, su espacio, el inicio de su historia pero, si su padre le prohibía venir debido a que él estaba aquí, Jaz, perdería el ver a su hija, Pilar platicar con su hermana y él no podía ser parte de dichas desgracias. Así que el joven, decidió enfrentar al destino y pedirle al padre de Sabina que no le prohibiera nada, que él se iría y se quitaría del rumbo y así, ella pudiera seguir con su vida. 

Por lo que, tomando valor y pidiéndole la dirección a Pilar de su casa. Él, fue hacía allá con un discurso preparado y las respuestas indicadas a las preguntas que podía darle su papá; pero todo se le olvidó y se fue a la basura cuando ella abrió la puerta. 

―¿Qué haces aquí, Cho?, ¿Fue Pili cierto?― Preguntó Sabina. 

Él sonrío ― Pues, pensé que te pasaba algo ― le dijo. 

―¿Cómo qué?― insistió la chica. 

Cho suspiró ― bueno, es que sé que los jueves no vas a trabajar pero hoy es viernes y tampoco fuiste y pensé que posiblemente estabas enferma o algo. 

Ella esbozó una ligera sonrisa, «¿en verdad Cho se preocupó por mí?,» se preguntó, sin podérselo creer. 

―Pues, no me pasa nada. Solo hoy no pude ir a trabajar, así que gracias por preocuparte y adiós― contestó finalmente, Sabina. 

―Espera, espera― la interrumpió Cho, cuando trató de cerrar la puerta― ¿es todo? 

―¿Todo? 

―Sí, digo… ¿ni un vaso con agua?― pidió el chico tratando de quedarse lo más que pudiese ahí. 

Al escuchar eso Sabina se río bajito, Cho en verdad podía llegar a ser insistente, pero tierno.―Cho, en verdad gracias, pero no tengo tiempo para… 

―¡Bina!― se escuchó la voz de una niña y momentos después apareció la pequeña Jo, que venía corriendo limpiándose la pintura de las. Manos en el overol ―¿me ayudas a hacer el rosa? ― preguntó, cuando reconoció a Cho y no pudo dejar de sonreír ―¡Chou! 

―¡Guau!, al parecer soy conocido ― expresó entre sonrisas. 

No era que fuera conocido, sino que Sabina no se había percatado de cuántas veces en el día repetía el nombre del joven en su casa y su hermana se lo había aprendido, además de que lo recordaba del accidente de auto. 

―¡Ven vamos, Chou!― le dijo su hermana y lo tomó de la mano para que pasara a la casa. 

―Ves, tu hermana sí es educada ― le dijo, guiñándole el ojo. 

―Come!, Come! Chou― le pidió mientras entraban. 

Sabina cerró la puerta y los siguió detrás ― Jo, amor, ¿recuerdas lo que dijimos sobre hablar con extraños? 

―Pero no soy un extraño, soy Chou― respondió, pícaro y volvió a sonreírle. 

―Sí, Chou― afirmó su hermana como si estuviera del lado del muchacho y ambos salieron al jardín. 

Tan solo el mellizo de Jo, Jon, vio que el joven venía hacia ellos, no pudo evitar gritar ―¡Chou!― mientras se puso de pie y se limpiaba la pintura sobre la ropa. 

―¡Guau!, soy popular ― habló feliz Adrián, porque en verdad se sentía así. 

Todos atravesaron el jardín para llegar hasta donde estaba el mellizo Jon que, enseguida, lo tomó de la mano para acompañarlo. Cuando llegaron al lugar, cerca del muro de la casa del tío Sabina, él se quedó asombrado ante la pista de obstáculos improvisada que había. 

―¿Qué es esto? ― me preguntó, maravillado. 

―Ninja Warrior ― le comentó, Sabina ― Jon y Jo son fans del programa y hoy haremos nuestra primera edición Carter Style, con banderas y medallas― dijo orgullosa. 

Cho sonrió de inmediato y le vio a los ojos ― en verdad eres maravillosa― le dijo, y esas palabras en verdad le salieron del corazón, uno que se encontraba completamente enternecido por la situación. 

Ella se sonrojó un momento y sonrío ― no, simplemente me las ingenio para mantener a mis hermanos entretenidos― respondió ― bueno, ahora que sabes, ya te puedes ir. 

―Pero, ¿por qué?, tu hermana me invitó a pasar y esto se ve genial. Además, puedo ayudarte a cuidarlos. 

―Gracias, pero Poncho Dog me está ayudando―señaló Sabina a Poncho, un perro viejo que yacía dormido en su cama― así que todo está bien. 

Sabina, no era de las personas que dejaba que desconocidos entraran así de pronto a su vida familiar, por lo que tomó a Cho de la mano y comenzó a jalarlo para regresar a la casa ―¡no espera!― le pidió ― soy bueno con los niños, en verdad… 

―¡Si Bina! ― intercedió Jo, que como siempre se metía en las conversaciones― Chou es de mi team. 

―¡Ves!, soy de su team… ¡Team Jo!― aprovechó el chico la ocasión para ver si la convencía― soy su entrenador. 

―What! Y, ¿qué pasó conmigo? ― le preguntó Sabina a Jo, sintiendo la traición. 

―Puedes ser Team Jon― sugirió. 

―¡Si!― expresó su hermano Jon y la abrazó. 

Sabina vio a Cho a los ojos y no podía creer lo que estaba pasando, ¿en verdad quería quedarse con ella a cuidar a sus hermanos?, ¿por qué? Entre la insistencia de sus hermanos y la ternura de Cho, Sabina tomó la decisión ― Vale, pero termina la competencia, la premiación y te vas. 

Cho esbozó una sonrisa triunfal y no podía evitarlo, hoy había ganado. No solo porque no debía enfrentarse al cuestionamiento de su padre, por ahora, sino que olvidó por completo el artículo de “diez cosas que debes hacer para conquistarla” y lo entendió que no necesitaba diez, sino una sola, demostrarle a Sabina que era un hombre bueno. 

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