Salí corriendo de mi casa como si alguien me persiguiera. Fui hacia las casas donde se quedan los choferes de la familia para encontrarme que para algunos era su tarde libre y otros estaban en servicio.
⎯ ¡Mierda! ⎯ expreso ⎯, ¿a quién se le ocurre que todos los choferes se vayan el mismo día? ⎯ y sé que es un pensamiento muy vano de mi parte, pero en este momento no puedo pensar con claridad.
⎯ ¿Ni siquiera está Hugo? ⎯ pregunto.
⎯ No, se fue con su tía Julie a Ibiza, ya sabe que es su mano derecha ⎯ me explica.
⎯ Sí, está bien ⎯ contesto, algo rendida ⎯ gracias ⎯ le digo a Camila, la esposa de Fabio, el chofer de mi tío Manuel.
⎯ De nada, señorita Alegra.
Veo cómo ella cierra la puerta, dejándome sin mucho que decir. Al parecer, tendré que tomar otra ruta y por aquí no pasan tantos taxis como quisiera
Así, vuelvo a la casa y veo a mis sobrinos jugando con Jo, quién es su niñera oficial, junto con una de sus amigas que forma parta de su mini empresa de cuidadoras, y me aseguro de que estén bien. Ya que se supone que la adulta a cargo soy yo.
Después subo hasta la habitación de David y toco fuerte.
⎯ ¡Mande! ⎯ me grita.
⎯ ¡Abre! ⎯ le pido.
⎯ Ale, me estoy cambiando ⎯ responde.
⎯ Lo sé, solo abre un poquito ⎯ le ruego.
Momentos después, mi hermano abre un poco y solo veo su rostro y los rizos largos completamente empapados.
⎯ ¿Qué?
⎯ Necesito que me lleves ⎯ le digo, sin dudar.
⎯ ¿Al bar de Cho?
⎯ No, al piso de Karl.
David levanta la ceja, una expresión igualita a la de mi padre. ⎯ ¿De Karl?
⎯ ¡Venga!, eres el único que sabe manejar, tu auto está aquí.
⎯ Pero, ¿y Daniel?, tengo planes, ¿sabes?, una cita.
⎯ Sí, sí… solo es llevarme a la ciudad, de ahí me muevo.
David suspira. ⎯ Vale, pero solo es al edificio de Karl.
⎯ Sí, sí… ándale, apúrale.
⎯ Me falta mi tratamiento de rizos ⎯ responde.
⎯ Venga, es urgente.
⎯ ¡Dios! ⎯ expresa para luego cerrar la puerta.
Me quedo en el pasillo, caminando como si fuera un león enjaulado y cuando estoy por tocarle de nuevo, él abre la puerta.
⎯ Me debes una, y por el amor de Dios, aprende a manejar ⎯ contesta, arreglándose el cuello de la camisa.
⎯ En Nueva York no se maneja ⎯ me justifico.
⎯ ¡Ay, Alegra, no mames! ⎯ responde, y ambos bajamos las escaleras.
Daniel entra por la puerta del jardín, viene igual, sumamente arreglado, y al vernos duda.
⎯ ¿Qué pasa aquí? ⎯ pregunta.
⎯ Una pequeña parada técnica, y después, nos iremos al bar ⎯ le aclara, para luego abrir la puerta.
Así, los tres nos subimos al auto de David, una camioneta Ford que antes era de mi padre y que le regaló hace tiempo atrás.
⎯ Venga, vamos ⎯ le pido.
⎯ ¡Qué prisas ahora! ⎯ contesta mi hermano, para arrancar y salir de ahí.
***
Gracias al tráfico del viernes, llegar al piso de Karl fue en realidad una tortura. No solo tardamos 1 hora y media, sino que llegamos ya a oscuras y pensando que no lo lograríamos. Lo único que nos salvó fue la música que veníamos escuchando.
⎯ ¿Segura que aquí te quedas? ⎯ me pregunta David.
⎯ Sí, vayan a divertirse, ¡adiós! ⎯ les digo, para luego bajarme del auto y corre hacia el edificio.
El frío está bastante fuerte, y me alegro de traer el abrigo y las botas bien puestas. Así, paso el recibidor y tomo el elevador hacia el nivel donde se encuentra su piso. Esta vez no dudo, voy hacia su puerta y toco con fuerza.
⎯ ¡Karl, soy yo Alegra! ⎯ grito, mientras vuelvo a tocar ⎯ ¡Karl!, ¡Karl!
⎯ ¡Nadie te abrirá! ⎯ responde una voz un poco seca y al voltear veo que sale un señor con bastón y un gesto de molestia.
⎯ ¿Cómo?
⎯ ¡Se fueron!, esos ruidosos, ¡al fin!, me tenían cansado de tanto golpe en la pared ⎯ me dice.
¿Golpe en la pared?, pienso y no quiero hacerme más ideas.
⎯ ¿Sabe a dónde? ⎯ Pregunto.
⎯ ¡Qué sabré yo!, lo bueno es que se largó, me dejarán en paz, muy en paz ⎯ me reclama, para luego cerrar la puerta y dejarme con más dudas en el corredor.
Entonces, Karl no está, se fue, pero, ¿a dónde?, y ¿desde cuándo?
⎯ ¿Buscas a Johansson? ⎯ escucho la voz de una mujer.
Volteo y veo que tiene un bebé en brazos. ⎯ Sí.
⎯ Él y la doctora salieron muy temprano. Escuché algo sobre una despedida de soltero, la verdad, no sé muy bien.
⎯ ¿Sabes a dónde? ⎯ inquiero de nuevo.
⎯ No, pero dijeron que regresaban el lunes, es todo ⎯ finaliza, para luego cerrar la puerta.
⎯ ¡Ay, no! ⎯ murmuro, mientras camino hacia el elevador. Al parecer Karl y Calypso se fueron a su despedida de solteros de un fin de semana y eso para mí se ve mal, muy mal.
¿Será que mi sueño era una premonición de lo que me espera y no una señal?, ¿qué es lo que debo hacer?
Así, vuelvo a bajar al recibidor y noto que David y Daniel siguen esperando. Tan solo me ven, se bajan del auto y caminan hacia mí.
⎯ ¿Y? ⎯ pregunta Daniel, con una sonrisa.
⎯ Karl se fue a su despedida de soltero.
⎯ ¿Qué? ⎯ preguntan ambos al unísono.
⎯ No sé dónde solo sé que se fueron, así que supongo que si esto va viento en popa es porque es serio.
Mi hermano David me abraza.⎯ ¡Ay Ale!, no sé qué decirte.
⎯ Pues no me digas nada y ya… ⎯ respondo, bastante triste.
Mi primo Daniel también me abraza, y de pronto, ese nombre me viene a la mente ⎯ ¡Moríns!
⎯ ¿Él qué? ⎯ pregunta David.
⎯ Siempre habla con Karl, a lo mejor sabe dónde se fue…
⎯ ¿Para qué? ⎯ insiste mi hermano, y mi sonrisa me delata ⎯ Oh, no, no, no, no… ⎯ me advierte.
⎯ No hay peor lucha que la que no se hace, ¿no? ⎯ le pregunto, mientras saco el móvil.
⎯ No, definitivamente no, Alegra, eso es un muy mal plan.
⎯ Pues para mí es el único plan… así que quieras o no se hará ⎯ comento, y le marco a Moríns de inmediato. ⎯ ¿Cuñado?, ¿dónde estás?, necesito hablar contigo.