ALEGRA
Este era el último día que Karl y yo pasaríamos juntos. Ya habíamos pasado el sábado y ahora, pasaríamos el domingo juntos, pero de una forma muy especial; en esa cita que fue tan rara que no sé cómo describirla.
Así es, hace meses, antes de que yo fuera a decirle que no lo amaba, Karl planeó una cita que al final terminó con una llamada del hospital urgente y muchas preguntas sin respuesta. Necesito arreglar eso, porque era la primera vez que tendría una cita de verdad y quería que fuera con Karl, por lo que hoy volveremos a repetirla.
Entonces, fui a mi casa para prepararme, vestirme con ropa diferente y más elegante y para contarle a Lila todo lo que había pasado. Después, esperé impaciente a que él llegase por mí y, por primera vez, lo vi llegar en su auto a la puerta de mi casa.
Era evidente que mi madre se emocionaría, y antes de que saliera me dijo un “te lo dije” que me hizo sonreír. Supongo que ella siempre tuvo razón, que siempre supo que Karl y yo terminaríamos juntos.
⎯ Te ves hermosa ⎯ me dice, mientras me abre la puerta y me ayuda a subir.
⎯ Tú te ves, guapísimo ⎯ contesto.
⎯ Lo aburrido me sienta bien ⎯ admite y yo me río.
Momentos después, él se sube, cierra la puerta y me ve al rostro ⎯ ¿Lista?
⎯ Listísima ⎯ contesto.
⎯ Como oficialmente sigo en mis días libres, no debe haber llamadas que nos interrumpan.
⎯ Me encanta la idea ⎯ contesto.
⎯ Bien, entonces, ¿nos vamos? ⎯ me sugiere, para después arrancar el auto.
***
Karl maneja por la ciudad, que, en especial, hoy se encuentra muy bonita y despejada. Los edificios ya se encuentran encendidos, al igual que las calles. Mientras maneja, toma mi mano izquierda y la besa de vez en cuándo. Yo me sonrojo, aunque él no lo nota, yo lo siento, y me gusta. Estas sensaciones nuevas que él provoca ya no me hacen entrar en pánico, si no me hacen sentir bien.
Un tiempo después, llegamos al lugar designado, diferente al anterior, que fue un restaurante bastante bonito. Esta vez es un parque, o más bien un mirador donde se ve toda la ciudad iluminada.
⎯ ¿A caso quieres otra multa? ⎯ pregunto, entre risas ⎯, iré llamando a Moríns.
⎯ No ⎯ me responde, para luego besar mi mano ⎯, esta vez no tuve tanto tiempo para preparar todo, así que tuve que improvisar.
⎯ ¿Improvisar qué? ⎯ pregunto, y en seguida, él estira la mano y saca una canasta de pícnic.
⎯ Nuestra cita ⎯ responde y me guiñé un ojo ⎯ ¿lista?
⎯ Lista ⎯ respondo.
Él sale del auto y luego me abre la puerta para ayudarme a salir. Karl es todo un caballero, y me estoy acostumbrando a sus modales. Supongo que si algún día ya no lo hace, me quejaré.
⎯ Venga, tenemos que caminar un poco ⎯ me advierte.
Tomando mi mano, me lleva por un camino hacia el parque que se encuentra iluminado por las farolas. Pareciera que estuviéramos solos, pero, hay parejas que se encuentran paseando o sentados en las bancas del lugar. Nosotros nos metemos un poco más, hasta llegar al mirador, donde hay una banca reservada para los dos.
⎯ ¿En serio reservaste una banca del parque? ⎯ pregunto, entre risas.
⎯ Tengo un amigo que conoce a otro que sabe cómo hacerlo ⎯ presume.
Ambos nos sentamos sobre la banca, del mismo lado, viendo hacia el panorama, y juro que la noche de hoy es preciosa.
Karl, abre la canasta y lo primero que saca es una botella de vino y luego una tabla de quesos.
⎯ Amo el queso y el vino, ¿cómo lo supiste? ⎯ pregunto.
⎯ Intuición ⎯ responde, y ambos sonreímos.
Karl abre la botella y después de dejar orear la botella, me sirve un vaso con vino y me lo da.
⎯ Perdón, no tengo copas.
⎯ No importa, es perfecto ⎯ respondo.
Los ojos le brillan y creo que los míos también. Él se sirve un poco de vino y cuando está listo, levanta el vaso.
⎯ ¿Brindamos?
⎯ Sí, ¿por qué quieres brindar? ⎯ pregunto.
Karl se acerca a mí y besa mis labios.⎯ Por el aburrido y la ingobernable, que son la prueba de que los polos opuestos, se atraen.
⎯ Ya te dije que no eres aburrido ⎯ le recalco, para luego besar sus labios.
Él me devuelve el beso, uno tierno, pero seguro, haciendo que este brindis sea más bien un pacto de amor.
Después, ambos tomamos un sorbo, para cerrar el brindis como es debido. Karl, baja su mano y toca el dije de perla que me regaló la cita pasada.
⎯ Entonces sí te gustó.
⎯ Me encantó, lo usaré todos los días el resto de mi vida ⎯ le contesto.
Karl se muerde los labios.⎯ Me alegra que te guste, porque lo guardé por muchos años, exclusivamente para ti.
Tomo su mano y la acaricio y después lo hago con su rostro.⎯ Ahora, me dijiste que tenías algo para mí y luego llegó la llamada…
⎯ Y ahora que lo traigo, creo que es cursi ⎯ me recalca.
⎯ Venga… ¿Qué es? ⎯ insisto.
⎯ Un poema
⎯ ¿Cómo?
⎯ No soy muy talentoso, pero tomé una clase de poesía hace años atrás y bueno, no sé si sea talentoso pero…
⎯ Leémelo ⎯ le digo, emocionada.
⎯ Es cursi ⎯ me aclara ⎯ no creo qué te guste.
⎯ Ya te dije, busco lo cursi en mi vida ⎯ contesto.
⎯ ¿Segura?
⎯ Vale, soy toda oídos.
⎯ OK, pero, no me juzgues, no soy Sabines…
⎯ Vamos ⎯ insisto y me acerco a él.
Karl, saca un papel del bolsillo de su abrigo y lo abre, me ve a los ojos y yo le sonrío para animarle. Karl comienza a leer.
Alegra,
Tú eres ingobernable como un huracán y yo soy aburrido como un día gris, pero juntos bailamos al son del reggaetón feliz, sin importar lo que piense el resto del plan.
La medicina y el reggaetón van de la mano porque contigo siento que todo es posible, y aunque en ocasiones parezca imposible, tú eres mi sol en medio del más oscuro pantano.
Yo aburrido y tu rebelde, qué combinación
y, sin embargo, aquí estamos, bailando en el mismo lugar,
porque juntos somos más fuertes, mi amor sin igual,
y no hay nada ni nadie que nos pueda separar.
Así que sigamos bailando al son del reggaetón con tu ingobernabilidad como nuestro poder, y que nada nos detenga ni nos haga retroceder, porque juntos somos invencibles, mi amor y mi adicción.
Karl, termina de leer el poema y yo no dejo de sonreír. Si, no es Sabines, pero el poema es tan nosotros que es perfecto. De inmediato lo beso sobre los labios y me dejo llevar por todo lo que siento.
⎯ ¿Te gustó? ⎯ murmura.
⎯ Me encantó, mi Karl poeta ⎯ le contesto.
Él sonríe ⎯ solo te escribo poemas a ti, no pienses que lo hago siempre.
⎯ Mejor ⎯ respondo, y le sonrío. Así, viéndole a los ojos me atrevo a decirle ⎯ Karl, ¿puedes preguntarme eso que no te respondí la última vez?
Sus ojos azules brillan al escuchar mi petición. ⎯ ¿Segura?
⎯ Sí, pregúntame, ya tengo una respuesta.
⎯ ¿No saldrás corriendo?
Lo tomo de ambas manos ⎯ No, me quedaré aquí y te contestaré. Después, tomaremos vino, comeremos queso y seremos felices.
Karl suspira, y acariciando mi mejilla me pregunta.⎯ Alegra, sé que puede ser anticuando y aburrido, pero, así soy yo, así que quisiera preguntarte si, ¿quieres ser mi novia?
Él espera ansioso, y yo asiento con la cabeza. ⎯ Sí, Karl, me encantaría ser tu novia.
⎯ ¿Segurísima?, porque todavía puedo…
Entonces soy yo quién lo calla con un beso.⎯ Te amo, y ya es momento de que pongamos los nombres y las letras en “esto” que tenemos.
⎯ Y, ¿cómo lo llamarías?
⎯ “Esto” que siempre fue “amor”, ahora es una relación. Quiero estar a tu lado, ser tu novia, que me muestres todo lo que conlleva… Te amo ⎯ repito, y entre más lo digo, más me gusta.
⎯ ¡Al fin! ⎯ exclama Karl, para besarme, haciéndome reír.
Y así, bajo las estrellas, en esa bonita cita improvisada, yo, Alegra Canarias, he decido cambiar un “Esto” por una relación, porque como dice el poema de Karl, él y yo bailamos juntos y lo hacemos muy bien…