Sabina y Cho habían empezado su relación de una forma bastante intensa, teniendo su primera discusión a tan solo unas semanas de haberse hecho novios. Sin embargo, lo habían arreglado “a velocidad Sirena”, permitiendo que las cosas no pasaran a mayores y volviendo a la etapa de “la luna de miel”, donde todo era amor y romance. 

Así ellos regresaron a la normalidad. Sabina, después de salir de la gripe, una que después le dio a Cho y a sus padres, provocó que, por una semana, su casa pareciese una cepa bacteriana que no fue tan fácil de eliminar. ¿Cómo era que dos pequeños hubiesen hecho tanto desastre?, nunca lo sabrían, solo que no sería ni la primera ni la última vez que Jon y Jo harían de su hogar una fuente de virus. 

Entonces, la Navidad se acercaba y, con ella, el viaje de Sabina a Puerto Vallarta, México, donde pasaría las fiestas con su familia, regresando hasta mediados de enero, lo que la alejaría de Cho por casi un mes. Era la primera vez que se iría de vacaciones dejando a un novio en España, por lo que esa experiencia de la separación sería algo nuevo que aún no sabía cómo lo viviría. Eso sí, ni siquiera había llegado la fecha de partida y Sabina, deseaba no separarse de Cho, ¿a caso así se sentía el amor? 

Mientras tanto, ambos podían seguir disfrutando de los días que le faltaban y por eso Cho le tenía planeado a Sabina unos días juntos e inolvidables, que le ayudaran a sentirse menos triste por la ausencia del otro. Adrián, había recordado que entre la pelea y cuidar a los mellizos, no habían tenido una primera cita juntos, por lo que decidió que el momento ideal de tener una era antes de su viaje, y como siempre, lo planeó todo; a Cho le gustaba planear. 

Así, después de pedirle permiso a Robert y a Julie, Cho pasó por Sabina el jueves por la tarde, a su casa donde, vestida de unos vaqueros azules, con un suéter de cuello alto de color blanco y un abrigo rojo, ella se apreció ante él con una sonrisa, y sus dos hermanos mellizos atrás, tristes por no poder ir con ellos. 

⎯¿Por qué no podemos ir Chou? ⎯ preguntó Jo un poco triste. 

Adrián, quién había bajado del auto para ir a saludarlos, vestido de unos vaqueros negros, suéter azul marino y abrigo gris, cargó a Jo entre sus brazos y le dio un beso ⎯ tu hermana y yo necesitamos un tiempo solitos, ¿vale?, pero te prometo, no, te juro que el próximo jueves salimos todos al lugar que tu quieras. 

⎯¿Al parque Del Retiro? ⎯ preguntó ella de inmediato. 

⎯Donde desees.

⎯Y, y… ¿podemos comprar jotchocolá? ⎯ interrumpió Jon, que venía tomando de la mano de su padre. 

⎯Todo el chocolate que quieras ⎯ contestó, para luego ver a Robert de reojo que levantaba la ceja ⎯ bueno, moderadamente todo ⎯ arregló, haciendo al niño sonreír. 

⎯Vamos, mis amores ⎯ les llamó Robert ⎯ es momento de ver una película, ¿qué les parece Aladdin?

⎯¡Si! ⎯ gritaron los dos, y Jo estiró los brazos para que su padre la cargarse.

Cho, amaba cuidar a Jo y Jon pero, si volvía a ver Aladino otra vez, se aventaría a la piscina para ya no escuchar las canciones, aunque él ya las cantaba más seguido de lo que deseaba. Cuando Robert entró y Sabina y se quedó sola con él, la tomó de la cintura con ternura y le dio un beso leve sobre los labios. 

⎯Cho, ya te dije que aquí no ⎯ le pidió, ya que no quería que su papá los viese. 

⎯Solo fue uno pequeñito, no pasa nada… ⎯ contestó, y le dio uno beso sobre la frente ⎯ ¿nos vamos? ⎯ le preguntó, para luego abrirle la puerta ⎯ después de usted, mi Sirena. 

Sabina entró al auto y luego él lo hizo por la otra puerta ⎯Y, ¿dónde iremos? ⎯ preguntó Sabina. 

⎯Es una sorpresa, espero que te guste ⎯ le respondió, para luego arrancar el auto y salir directo hacia la cita. 

[…] 

Sabina ya había ido muchas veces a la feria de navidad, esa que ponían en un gran parque y que, por las noches tenía un desfile de luces que su padre le había llevado a ver. Sin embargo, el entrar con Cho de la mano y ver todos los juegos mecánicos, la comida y las luces, su emoción fue otra y, de pronto, el ambiente tuvo un toque a romance que antes no había percibido. 

⎯Espero te guste el lugar, me encantan las ferias, son mis lugares favoritos ⎯ le dijo él, mientras entraban al lugar. 

Inesperadamente, Sabina, le jaló de la mano para que sus cuerpos se acercaran y, poniéndose de puntillas, le dio un beso sobre los labios; uno tierno pero intenso. Cho, se dejó llevar por el momento, y juntando su cuerpo con el suyo, le siguió el beso. Los labios de ambos se coordinaron de inmediato, las manos encontraron el lugar indicado, y las leves caricias y castas empezaron. Sabina y Cho, se dejaron llevar bajo ese cielo estrellado, escuchando las risas y la música proveniente de la feria y sintiendo ese frío del invierno. 

⎯¿Qué rico?, ¿me das otro? ⎯ preguntó Cho, cuándo Sabina se separó por un momento para tomar aire. 

Ella lo besó, esta vez fue breve, aunque si fuera por ella podría pasar toda la tarde besándole. Los cuerpos, ya habían tomado temperatura y, de pronto, los abrigos eran inútiles. Cho la vio a los ojos y ella le sonrió ⎯tenía ganas de besarte así ⎯ confesó Sabina. 

⎯¿Así cómo? ⎯ inquirió Cho, ⎯ si tu siempre me besas rico. 

⎯Basta ⎯ expresó Sabina, y el color rojo subió por sus mejillas ⎯ así, sin tener que cuidarme de las miradas de todos. Es algo incómodo cuando eres la primera en tener novio y todos están pendientes. 

⎯Si quieres, podemos besarnos a escondidas, podemos ponernos creativos ⎯sugirió Cho, coqueto. 

⎯Mejor vamos a la feria, tengo muchas ganas de tomar un chocolate caliente⎯ desvió la plática Sabina, antes de que las ideas de Cho le dieran ideas a ella también. 

Cho la tomó de la mano, y ambos comenzaron a caminar entre la gente, pasando por los distintos locales de comida y juegos, hasta que llegaron a donde vendían el chocolate y café. Ambos, se compraron un vaso para cada uno y, decidieron compartir una crepa de Nutella, aprovechando que para ambos era un “día de comida libre”, en su dieta; una que seguían al pie de la letra.  

Después, siguieron caminando, entre besos, abrazos, y risas, recorrieron todo el lugar dejándose llevar por el espíritu navideño. Los villancicos sonaban al fondo. Noche de paz se repetía una y otra vez, mientras que Santa Claus se encontraba recibiendo a los niños que hacían una enorme fila para tomarse la foto y pedirle regalos. 

Entonces, Adrián la llevó a la Noria que estaba al fondo del lugar ⎯ ven, subamos ⎯ le pidió. Cuando se acercaron Cho habló en secreto con el encargado y después de darle algo en las manos, regresó para llevar hacia la cabina. 

⎯¿Qué le dijiste? ⎯ preguntó Sabina curiosa. 

⎯Nada ⎯ la besa ⎯ tu confía en mí, ¿subimos? 

Ella, lo vio directo a los ojos y le esbozo una sonrisa mientras entrecerraba su mirada porque quería tratar de averiguar qué es lo que había hecho. Sabina se sentó en la cabina y momentos después, Cho lo hizo a su lado. Cuando la barra de protección bajo, los subieron en media vuela a toda velocidad haciendo que ella lo abrazara. 

⎯¡Dios!, ¡hace frío! ⎯ le comentó ella ⎯ mientras Cho trataba de calentarla con los brazos. 

Cuando el movimiento se detuvo. Ambos quedaron en un lugar donde se podía ver toda la ciudad iluminada, además de los árboles vestidos de luces centelleantes, arriba de ellos, una luna grande, llena, brillante, con un aro luminoso alrededor de ella, indicando el frío qué estaba haciendo. 

⎯Parece que hoy nevará ⎯ pronunció Cho. 

Sabina lo vio a los ojos y le sonrío ⎯ Eres el hombre más guapo que he visto en mi vida ⎯ le confesó. 

Cho sonrío ⎯¿De verdad? 

⎯Sí. Desde la primera vez que te vi lo supe. Aún sigo sin creer que te hayas fijado en mi ⎯ le contestó.

Él tomó su barbilla, le sonrío y luego le dio un beso sobre los labios, tan ligero pero que a ambos los hizo sonrojar⎯ ¿Qué más?⎯ preguntó. 

⎯¿Qué mas de qué?

⎯¿Qué más te gusta de mi?⎯ le incitó Cho. Sabina se sonrojó un poco más, provocando que se mordiera los labios y desviara un poco su mirada⎯ venga, estamos solos, nadie nos puede escuchar aquí. 

Sabina suspiró ⎯ pues, me gusta tu sonrisa, es linda, tus ojos brillantes cuando me miras, y si puedo ser muy honesta tus brazos… me matan tus brazos. Amo tu personalidad, tu seguridad, tu ternura… por alguna razón todo tú me haces sentir segura. 

Cho se río un poco alto, lo hizo para sacar los nervios que sentía. Era la primera vez que Sabina y él platicaban así, ya que siempre estaban acompañados. Él le sonrío⎯mis brazos están para abrazarte, amor⎯ le respondió. 

⎯Me gusta más que me digas mujer⎯comentó Sabina, luego preguntó ⎯¿qué es lo que te gusta de mi?

Cho se mordió el labio⎯ ¿de verdad quieres saber? 

⎯Sí, yo te dije lo que me gusta de ti. 

Él miro hacia el horizonte para regresar de inmediato su mirada ⎯ me gusta lo independiente que eres, tu garra y pasión para hacer las cosas. Me gusta tu constancia, tu ternura y tu gran corazón. Me vuelve loco tu mirada, tu suave piel, ese andar que me da fantasías y cuando me besas, porque lo hace sincera, tierna, como si quisiera cuidarme, pero después con una ganas que… ⎯ se sonroja ⎯ con muchas ganas⎯ recitó, para después recibir un beso de Cho. 

Cuando se separaron ella estaba completamente sonrojada, había cosas que Cho le comentó que ella no sabía que provocaba y, ahora, le daban curiosidad.⎯¿En serio te gusta todo eso? 

⎯Todo, y más, mujer⎯ respondió, para acariciar su cabello y volverse a hundir en un beso que, a la luz de las estrellas se hacía mágico. Sabina, ya no tenía frío, a pesar de que estaban casi hasta arriba, donde podía sentir el aire que venía del norte. Su cuerpo, estaba inexplicablemente calente y por alguna razón le gustaba la sensación que Cho le provocaba cuando pasaba su mano por su cuello. 

Un destello se vio iluminando el cielo, y  al fondo un ruido. Un ¡oh!, se escuchó a coro debajo de ellos. Sabina y Cho se separaron y voltearon al horizonte para ver lo preciosos fuegos artificiales. 

⎯¡Sorpresa!⎯ le murmuró él⎯ asientos en primera fila para el mejor espectáculo de la feria. 

Sabina sonrío ⎯ Entonces, ¿así es una primera cita?⎯ le dijo. 

Cho, la tomó de la barbilla y le dio un beso ⎯no, mujer, así son mis citas para ti, irrepetibles y memorables. 

⎯Presumido⎯ contestó Sabina, para volverle a besar. En eso, mientras Sabina probaba los labios de su novio sin temor, ni pena, sintió como un copo caía sobre sus mejilla y se decía con el calor de su cuerpo. Ella se separó y con una sonrisa le dijo⎯está nevando. 

Él alzó la vista y sintió como otro copo de nieve caía sobre su rostro ⎯está nevando⎯murmuró. 

⎯Amor eterno ⎯ le dijo Sabina bajito. 

Sus pupilas se cruzaron provocando en Cho esa sonrisa tan bonita ⎯ Amor eterno, mujer ⎯ le dijo. 

⎯Bésame⎯ se atrevió a decir Sabina,⎯ bésame como si me fueses a extrañar. 

Y así, sin decir más, Cho ató sus labios a los de Sabina, dándole un beso que le cortó la respiración. Todo esto, a la luz de los fuegos artificiales, mientras los copos de nieve les auguraban un amor que duraría toda la vida. 

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