-Enero-
El año empezaba algo agitado tanto para Sabina como para Cho. En unos meses, era la clasificación para los juegos olímpicos, por lo que tenían que entrenar con todas su fuerzas para poder ganarse un lugar. También, venían las juntas con los patrocinadores, el inicio de semestre para los dos y, para Sabina, una etapa nueva desconocida para ella: conocer a sus suegros.
Así es, cuando la joven llegó de Puerto Vallarta, lo primero que supo fue que sus suegros la querían conocer, por lo que Cho, estaba a punto de hacer la presentación oficial de Sabina a la familia y ambos morían de nervios.
La verdad, es que Sabina siempre pensó que conocería a sus suegros de manera casual, en una fiesta o posiblemente un día normal, sin planes o sin reservaciones. Sin embargo, ahora era de todo formal, con una invitación para cenar, un menú especial y, por si fuera poco, con una serie de preguntas que le harían, por más que Cho quisiera evitarlo.
⎯Conocer a los padres de tu novio es algo que se debe de hacer en algún punto ⎯ le explicó María Julia, mientras trenzaba el cabello de Sabina antes de dormir.
La joven, que se encontraba sentada sobre la cama, observaba la foto que tenía de su familia colgada sobre la pared, ese retrato que su Tía Luz les había hecho hace tiempo atrás. Luego, volteó hacia el espejo y, en el reflejo, vio a su madre sentada ligeramente atrás de ella, moviendo su cabello y jugándolo con sus dedos.
⎯¿Qué pasó cuando conociste a los padres de Jaz? ⎯ le preguntó.
María Julia miró a su hija a través del espejo y sonrío levemente ⎯ bueno, a los padres de Jaz ya los conocía. Recuerda que tu abuelo y su papá se conocían, así que no hubo necesidad de presentación.
⎯Eso no me ayuda mamá ⎯ habló Sabina.
⎯Lo sé, pero me preguntaste específicamente de Jaz, amor. Pero, si me hubieses preguntado de lo qué pasó cuando conocí a tus abuelos, es otra cosa.
⎯¿Qué pasó? ⎯ Preguntó Sabina, interesada.
María Julia rió al acordarse del suceso.⎯ Volví el estómago.
⎯¡Qué⎯ expresó la joven sorprendida ⎯¿cómo pasó eso?
⎯Pues, yo le eché la culpa a la comida pero, en realidad, estaba muy nerviosa. Lo peor es que fue en los zapatos de alguien desconocido y juro que quería que la tierra me tragara por completo. Tus abuelos fueron muy lindos en no correrme de ahí.
Sabina comenzó a reír bajito, solo de pensar en el mal rato que había pasado su mamá, le dio risa.
⎯Tu padre, Robert, volvió el estómago en los zapatos de tu abuelo Tristán.
⎯Lo sé, no sé si reírme o pensar que estoy destinada a hacer lo mismo.⎯Comentó Sabina.
Su madre, quién ya había terminado de trenzar su cabello, la abrazó por detrás y le dio un beso sobre el cuello ⎯ no pasará nada. Verás que todo sale bien. Confía en que eres una buena mujer, trabajadora, inteligente y muy capaz. Verás como mañana darás por hecho de que todo esto que sentías, no tenía sentido⎯ la tranquilizó su madre.
Sabina sonrió, ella tenía razón. Hasta ahora no había nada malo entre Cho y ella, además de que no había quejas al respecto. Lo único que tenía que hacer era tranquilizarse y pensar, que las cosas saldrían naturales.
⎯Tómalo como esos momentos antes de echarte el clavado hacia la piscina. Siempre me dices que son nervios bonitos, de esos que saben que, nada mas te arrojes al agua, saldrá algo bueno.
⎯Sí, tienes razón, mamá. Gracias por tranquilizarme.
María Julia se puso de pie, vió a su hija a los ojos y le sonrió.⎯Siempre, mi amor. No te preocupes, confía en tu misma, como tu padre y yo confiamos en ti⎯ le consoló, para después salir de ahí
***
•Al día siguiente•
Luciendo un bonito suéter azul marino, con estrellas de hilo dorado, hecho por la misma Sabina, unos vaqueros de color negro, sin agujeros y el cabello castaño claro recogido en un moño alto. Sabina llegó junto con Cho al edificio donde vivía, cargando un gran ramo de flores para regalar, junto con unos chocolates, sus favoritos.
⎯¿Estás segura que a tu mamá le gusta el chocolate?⎯Reconfirmó Sabina.
Cho, antes de entrar al edificio, le dio un beso sobre los labios, uno muy rápido y le contestó.⎯Te van a adorar, ya verás.
⎯Eso no contesta lo de los chocolate⎯ le reclamó.
⎯Mujer⎯ le habló Adrián, sujetándola de los hombros para que pudieran verse de frente⎯ no tengas miedo, aún así y si te tranquiliza, pase lo que pase, yo te quiero, y nada cambiará lo que siento por ti⎯ le aclaró.
Sabina sonrío y por un momento dejó los nervios atrás, le tomó la mano y ambos subieron el elevador que los llevaría al piso. Sin embargo, tan solo Cho abrió la puerta, y sintió el olor a comida, los nervios regresaron de golpe haciendo que Sabina tirara la caja de metal con los chocolates.
⎯¿Qué pasa?⎯ se escucho la voz de la mamá de Cho, a lo lejos.
⎯Nada madre⎯ respondió Cho.
Sabina se agachó de inmediato junto con él y, ambos comenzaron a guardar algunos de los chocolates que se cayeron por el suelo. La caja, con un diseño en repujado de un corazón mexicano, estaba un poco aboyada pero, a la vista parecía perfecta.
La madre de Cho, una señora alta, delgada, de ojos rasgados y cabello negro corto, se acercó a ellos y los observó, cruzando los brazos a la altura del pecho.
¿La madre de Cho también es de ascendencia Coreana?, pensó la chica, ya que había pensando que su madre tenía otro aspecto.
⎯¿Qué sucede?⎯ insistió.
Ambos se pusieron de pie, de inmediato, tapando de nuevo la caja con al menos, tres chocolates menos, unos que Cho traía en sus manos.⎯ Bu…buenas noches⎯ saludó Sabina tímida.
⎯Buenas noches, Sabina, ¿cierto?⎯ preguntó la madre de Adrián.
⎯Sí, soy Sabina Carter Ruíz de Con ⎯ se presentó.
⎯Sabi, ella es mi madre, Isabel Barbet⎯ le dijo.
⎯Hana Isabel Barbet⎯ corrigió a su hijo, como si hubiese pasado algo por algo.
⎯Un gusto en conocerla. Le traje unas flores y unos chocolates artesanales mexicanos, los favoritos de mi madre, creo que le gustarán.
Cállate Sabina, estás hablando de más, su mente volvió a decirle.
Sabina le entregó la caja y la madre de Cho, la tomó con ambas manos⎯ tiene tres chocolates menos, se cayeron⎯ se disculpó.
⎯Ya veo, el piso estaba recién trapeado, pero, pasen…⎯ los invitó un poco fría.
Sabina dio el paso pero Cho, le tomó el brazo para que prestara atención y se quitara los zapatos y se pusiera unas sandalias que estaban destinadas para ella. Sabina, se quitó las botas de inmediato y las dejó junto con los otros zapatos para, después, ponerse las sandalias y caminar junto con él hacia dentro del piso.
El lugar donde vivía Cho era bastante diferente a su casa. Había a su alrededor paredes blancas, con uno o dos cuadros colgados, una sala sencilla al igual que el comedor, un pequeño balcón con vista hacia un parque y plantas, muchas plantas que le hicieron recordar a casa de su abuela. Arriba de una cajonera, se encontraba una foto familiar donde los cuatro miembros de su familia veían con aspecto serio.
⎯¡Hyo!⎯ expresó la madre de Cho, en seguida⎯¡ya llegaron!
Sabina volteó al pasillo del piso y vio salir de una de las puertas a un hombre extremadamente parecido a Cho pero, de más edad. El señor Hyo, traía un aspecto bastante serio, vestido aún de traje y perfectamente bien peinado. Al ver a Sabina, subió una de sus cejas y la vió de los pies a la cabeza, como si la estuviese analizando, poniendo a Sabina incómoda.
⎯Padre, ella es Sabina Carter Ruíz de Con, mi novia⎯ la presentó Cho.
⎯¿Ruíz de Con?, ¿a caso Manuel Ruíz de Con es pariente tuyo?⎯ se interesó Hyo de inmediato.
A Cho se le hizo bastante grosero que su padre ni siquiera le dijese un “hola”. Sabina asintió con la cabeza.
⎯Sí, Manuel es mi tío⎯ habló con seguridad.
⎯¿Manuel?, ¿así le llamas? ⎯ preguntó y Sabina volteó a ver Cho tratando de averiguar si había dicho algo malo.
⎯Pues sí, a veces le digo Tito, o a veces Manu, o tío Manu…⎯ aclaró Sabina⎯ todos en realidad le decimos así.
⎯Vaya…⎯ expresó Hyo.⎯ En fin, conocí a tu tío en una de las reuniones de la fundación. Uno de mis colegas trabaja ahí con ustedes y me invitó al desayuno, excelente orador, buen hombre.
⎯Sí, el tío Manu es genial⎯ respondió Sabina una vez más con familiaridad, y a propósito, lo que hizo a Cho sonreír.
Al parecer, los inicios de Sabina en casa de su novio no habían sido los indicados, ya que después de decir la última frase Hyo, salió hacia la cocina dejándolos completamente solos en el pasillo. Cho, aprovechó para abrazar a Sabina y darle un beso sobre la frente.
⎯Creo que me odian⎯ dijo en un murmullo Sabina.
Cho negó con la cabeza ⎯ claro que no, apenas son las primeras introducciones, verás que dentro de unas horas los tendrás comiendo de tu mano; no hay nadie que no caiga ante los encantos de la Sirena⎯ recitó.
Sabina pasó saliva y asintió con la cabeza. No estaba segura si lo que decía Cho era verdad, pero, quería creerlo. Sin embargo, tenía el enorme presentimiento de que los Cho Barbet no estaban muy felices y sobre todo, de que sus encantos, en verdad, atraparan a los que ahora eran sus suegros.
Solo espero no volver el estómago en los zapatos de nadie, pensó Sabina, mientras Adrián la abrazaba con fuerza.