Sabina y Cho no se habían separado, a pesar de los temores del joven, y estaban muy lejos de que eso sucediera, ya que después de la situación estaban más unidos que nunca. Ambos, aunque no se lo habían dicho en palabras, ya se amaban y estaban comenzando una larga aventura a la que no se le veía un fin próximo. 

Ellos estaban felices, se sentían así; sin embargo, todavía había algunas cosas que definir, unos puntos que aclarar y sobre todo, adaptación de los que se encontraban a su alrededor. Jaz, ya estaba más que acostumbrado a ver a su hija y a Cho como pareja en la cafetería, los escuchaba platicar, convivir, reír e incluso uno que otro gesto tierno que lo hacía sonreír. Estaba feliz de que su hija hubiese encontrado un buen hombre, que la respetara y apoyara, agradeciendo eso a Robert y a Julie, quiénes la habían educado muy bien. 

Sin embargo, Robert, aún no encontraba esa familiaridad, esa adaptación y, a pesar de que veía a Cho todos los días y los jueves cuidaba a sus hijos pequeños, no lograba comprender lo que le pasaba. Por lo que decidió hablar con su hija antes de que su relación se hiciera más seria, algo que no quería que sucediera, ya que ellos eran muy unidos.  

Así que, después de cenar, ayudó a su mujer a duchar y acostar a los niños y, mientras María Julia revisaba unos pendientes en el despacho, se sentó en la sala a esperar a su hija que, momentos después, entró por la puerta quitándose el abrigo y las botas. Después, caminó hacia la sala y al verle le sonrío. 

⎯Hola pa ⎯ dijo con ternura. 

⎯Mi Sirena, ven para acá, quiero abrazarte ⎯ respondió Robert. 

Sabina caminó hacia su padre, y se sentó al lado de él, inmediatamente los brazos de su padre la rodearon y le dio un beso en la frente, ese que siempre le daba con ternura. ⎯Tengo frío. 

⎯Estás helada, ¿a caso el abrigo no te protege ya?, no quiero que te enfermes antes de tu competencia de clasificación, este es el momento. 

⎯Nuestro momento ⎯ corrigió ella, viendo hacia Poncho Dog que se encontraba recostado al lado de la chimenea.

Robert suspiró profundo y luego habló ⎯ Sabi, sé que es tarde pero, me gustaría hablar contigo sobre lo que pasó. 

Sabina se levantó asustada y vio a su papá a los ojos ⎯te juro que no pasó nada. 

⎯¿Cómo? ⎯ preguntó Robert. 

⎯Solo lo estaba besando y ya, no fuimos más lejos, te lo prometo ⎯ insistió Sabina. 

Robert levantó una ceja, y la vio interesado ⎯What do you mean with “no fuimos más lejos?” ⎯ inquirió. 

What are you talking about? ⎯ respondió su hija en ese perfecto inglés. 

⎯De lo que pasó en casa de los Cho, What are you talking about, Sabi? ⎯ preguntó al final su padre, haciendo que ella se pusiera completamente roja. 

⎯De nada ⎯ negó de inmediato, para luego pasar saliva ⎯¿qué quieres saber de casa de los Cho? 

Robert, quería llegar más lejos de lo que su hija le había dicho pero, supo que eso era algo privado y que posiblemente no quería enterarse, por ahora, del tema. 

⎯Bueno, me dijo tu madre que tuviste un problema con los Cho, que te sentiste incómoda y que prácticamente saliste huyendo de ahí. 

Sabina frunció el ceño. No le había dicho eso a su padre porque justo en ese instante él había viajado a Ibiza a ver algunas cosas del Conglomerado, así que no sabía parte de la verdad ⎯ Bueno, no sé la verdad qué pasó pero, siento que los Cho no me quisieron para nada. 

⎯¿Por qué lo dices? ⎯ insistió Robert. 

Su hija se mordió el labio, señal de que estaba pensando, y luego le dijo ⎯ pero prometes que no harás nada. 

⎯Cuando me dices eso… 

⎯Porfa, pa, please ⎯ rogó Sabina. 

Very well, dime. 

⎯Pues, desde que llegué sentí que todo estaba tenso, al grado de que la caja de chocolates se cayó y se abrió; algunos mancharon el suelo de madera. Luego, me presentó a su padre, que se enojó porque le digo al Tío Manu, tío Manu. 

Hmmmm ⎯ hizo Robert, pensativo. 

⎯Luego fuimos a la mesa, me comenzaron a bombardear con preguntas personales, sobre mi madre, sobre ti, mi carrera a escoger e insinuaron que había llegado a ser la nadadora que soy porque mi madre es presidenta del Conglomerado. 

⎯¡Dios! ⎯ expresó Robert. 

⎯Lo sé. No tuve de otra más que contestar algo… grosera, para ponerlos en su lugar.

⎯Mi Bina, sabes que…

⎯No grosera agresiva ⎯ le corrigió ella. ⎯ En fin, me puse de pie, llamé al chofer y preferí venir para acá. Cho estaba apenadísimo, pensó que lo iba a dejar. 

Robert acarició la mejilla de su hija y le sonrío ⎯lo quieres, ¿verdad? 

Sabina asintió ⎯mucho, de verdad siento que me quiere. Además, me apoya y aunque sé que a ti no te agrada tanto, jamás lo tratarías así. Sé que te da miedo que me hiera. 

Robert negó con la cabeza. ⎯No me lo tomes a mal, hija, le quiero y bastante. Solo un hombre enamorado viene cada jueves a cuidar a esos two little rascals ⎯ habló entre risas ⎯ si te soy honesto, lo que me da miedo es que te alejes de mí y yo pase a segundo plano. 

Sabina entrecerró los ojos ya que no entendía lo que su padre le decía ⎯means what? 

⎯Pues, no sé. Soy un viejo tonto y te veo crecer tan rápido que siento que no te alcanzaré mas, y un día dejarás de contarme las cosas y se me romperá el corazón. 

La Sirena, al escuchar las palabras de su padre, no hizo más que abrazarlo con fuerza y darle un beso sobre la mejilla ⎯Bromeas, ¿verdad gringo? ⎯ le dijo con cariño ⎯ si te tengo en mente todo el tiempo, eres mi papá, mi consejero principal, el hombre más sabio y genial del universo. Que tenga algo con Cho y lo quiera, no te quita ningún mérito. Sin embargo, lo que si me dolería mucho es que no aceptes al chico que quiero. Me rompería el corazón que me hicieras escoger entre él o tú. 

Robert negó con la cabeza ⎯Jamás, jamás tendrás que escoger porque tu familia no discrimina ni se porta mal. Tu felicidad es primero y yo todos los días trabajo para que crezcan felices tú y tus hermanos ⎯ él acarició la mejilla de su hija ⎯ quiero a Cho, te juro que lo quiero, ¿quieres que haga algo para demostrártelo?, ¿una salida de hombres?, o, ¿tal vez que te lo diga cuando estés con él? 

Sabina negó con la cabeza ⎯ te creo, no es necesario eso, o, tal vez una pequeña cosa. 

⎯Dime y lo haré ⎯ aseguró Robert. 

⎯¿Crees que puedas hablar con mi patrocinio de trajes de baño para que lo patrocinen a él?, necesita eso para poder ir a los juegos si califica. 

⎯Hecho.

⎯Y, eso de decírselo también estaría cool

⎯Bien, lo haré. 

⎯Y…

⎯Sabina, lo quiero, pero no lo adoro ⎯ bromeó su papá, haciendo a su hija reír. 

Sabina le dio un beso sobre la mejilla ⎯ te amo pa, jamás dudes de eso, te amo infinitamente y pronto se hará nuestro sueño realidad, uno que empezó cuando era pequeña y, tú, solo tú, estarás a mi lado. 

Robert le sonrío a su hija y en sus ojos se reflejó la tierna niña de tres años que le había adoptado como padre desde el principio y con la que aprendía los sonidos de los animales de la granja. Ahora, ella era toda una mujer y la mejor de las mejores, tenía un bello futuro por delante y, estaba enamorada, si esto seguía así pronto caminaría al altar al lado de ella. 

Duele verterte crecer, pensó, pero es un placer poder estar a tu lado y disfrutarlo. 

⎯Ve a descansar amor ⎯ habló al fin con el nudo en la garganta ⎯ mañana debes salir temprano. 

Sabina besó su mejilla y se puso de pie; sin embargo antes de irse le dijo ⎯Y, con respecto a lo que te dije…

⎯Confío en ti ⎯ finalizó Robert tomando el libro que leía ⎯ confío en ti.

Sabina, simplemente sonrío para después irse a su habitación… 

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