Después de que Sabina y Cho clasificaron para los Juegos Olímpicos, toda su vida cambió. De pronto, habían pasado de ser dos deportistas comunes y corrientes – bueno Sabina no tanto- a ser conocidos y reconocidos, y comenzar a tener todo tipo de ofertas y apariciones en la televisión, la radio y sobre todo en el periódico, lo que hizo que su vida diera un giro de 90º grados y los elevara a un estatus un poco más conocido. 

Cho, después de una entrevista con el comité olímpico completo, donde él apareció en primer plano, subió sus seguidores en redes sociales llevándolo a tener un millón de suscriptores, siendo la mayor parte de ellos mujeres, algo que a Sabina no se le hizo nada raro y simplemente se divertía leyendo los mensajes que en cada foto le dejaban. 

También, los patrocinios hacia ambos no se hicieron esperar y de pronto Sabina tenía que decir que usaba cierto tipo de protector solar y que Cho tomaba cierta tipo de vitaminas y proteínas para mantenerse en forma, aunque en realidad no era cierto, pero el patrocinio y el dinero no le empezaban a caer mal, ya que en sus planes estaba independizarse de sus padres y alejarse de ese ambiente tóxico que le estaba haciendo mal. 

Así que el deportista, comenzó a hacer todo tipo de patrocinios, desde comida, hasta ropa, incluyendo el que la madre de Sabina le había conseguido, promocionar y modelar los trajes de baño nuevos que la marca estaba por lanzar, aunque Cho ni siquiera tuviera que ver con ese deporte.

⎯¿En serio quieres tomarte las fotos aquí? ⎯ preguntó Sabina, al ver que su novio entraba con una bolsa llena de lo que eran los trajes. 

⎯Así es… ⎯ respondió él con una sonrisa ⎯ tú tienes piscina, un bonito jardín y buenas ideas para que esto luzca. 

⎯Y, ¿quién te tomará las fotos? ⎯ inquirió Sabina para luego darse cuenta que sería ella, por lo que se sonrojó ⎯ Okey… 

⎯No pasa nada, mujer, mira, solo me los pongo, nos tomamos una que otra foto y ya… no tardaremos ni cinco minutos ⎯ le aseguró. 

⎯Okey, está bien… ⎯ respondió su novia. 

Inmediatamente se escucharon los pasos de Jon y Jo corriendo hacia la sala y, al entrar, Cho sonrío al ver que traían un overol similar, solo que el de Jo traía un dinosaurio y el Jon un perrito. 

⎯¡Hola Chou! ⎯ gritaron los dos, para después correr hacia sus brazos. 

⎯Hola los pequeños… ¿cómo están? ⎯ les saludó. 

⎯¡Truco!, ¡truco! ⎯ le pidieron ambos, así que Cho soltó la bolsa cargó a cada uno en ambas manos y así sentados en su palma los cargó hasta sus hombros. 

⎯¡Más alto! ⎯ gritó Jo.

Y Cho los subió hasta pasando su cabeza haciendo que los niños se quedaran quietos como él les había indicado. 

⎯¡Ay Dios! ⎯ se escuchó la voz de María Julia, que acababa de entrar a la habitación, acomodándose un ligero abrigo ⎯ ten mucho cuidado Cho. 

Don’t worry, mamá, ya lo hemos hecho muchas veces ⎯ responde Jon. 

María Julia suspiró ⎯ Cho… 

⎯Y se acabó el truco… ⎯ les dijo él, y los baja con cuidado para que toquen la alfombra y luego festejen emocionados. 

⎯Bien, los dejo. Pueden pedir pizza, y tu padre llegará pronto, así que no pasarán mucho tiempo con los críos. Muchas gracias por ayudarme ⎯ les agradeció como siempre y luego le dio un beso a Sabina sobre la frente ⎯ te amo, mi amor… ⎯ se puso de rodillas a la altura de Jon y Jo ⎯ despídanse de mamá con un abrazo fuerte. 

Los niños fueron hacia ella y le abrazaron con todo el amor que tenían y con ese olor a bebé que aun tenían. ⎯ love you…⎯ le dijeron los dos. 

⎯Love you… ⎯ repitió María Julia, para luego ponerse de pie, tomar sus cosas y salir de ahí. 

Los cuatro se quedaron en la sala y de pronto, Jo metió la mano a la enorme bolsa que traía Cho y sacó uno de los trajes de baño ⎯¿qué es esto? 

Sabina volteo a verlos y al notar lo pequeño que era abrió los ojos sorprendida ⎯¿es en serio que vas a ponerte esto? 

⎯Sí, porqué no… ⎯ respondió él sin pena ⎯ estaba pensando que podríamos usar la piscina, el jardín y posiblemente otras partes… ¿qué dices Sirena?, me darás asesoría de modelaje de trajes de baño. 

⎯Bueno, pues… supongo que, si. 

⎯Perfecto. 

⎯¡Yo quiero ayudar! ⎯ gritó Jo emocionada, mientras tomaba la mano de Cho. 

⎯Vale, tú serás asistente de fotografía y Jon, asistente de… toalla. 

Los dos niños se emocionaron y en cuanto Cho se metió al baño del jardín a cambiarse, Sabina abrió la piscina, ya que estaba protegida, para después esperar a que saliera Cho. Los mellizos, para fortuna de Sabina, no estaban interesados en meterse a la piscina, por lo que no hubo labor de convencimiento de que no lo hicieran. 

⎯Listo, primer traje ⎯ dijo Cho, haciendo que Sabina volteara y enrojeciera sin poder evitarlo. 

Cho, traía puesto un traje de baño negro, tipo bikini con un estampado de sandías, el cuál no dejaba mucho a la imaginación. Sabina se quedó de una sola pieza, sabía que su novio era guapo, tenía buen cuerpo pero…jamás lo había visto así. 

⎯¿Te gusta? ⎯ preguntó él. 

⎯Esteeeee, Jo, ¿qué te parece si vas a la sala y vigilas. Cuando papá llegue me avisas, ¿vale? 

⎯¡Vale! ⎯ gritó Jo, mientras corría a la sala seguido por su hermano Jon que también quería vigilar. 

Sabina volteó a todos lados para ver si su tía Ainhoa no estaba por ahí y luego volteó a ver a Cho ⎯pues, ¿qué es lo que quieres hacer? ⎯ le dijo Sabina y Cho, en seguida se echó un clavado a la piscina para luego nadar por debajo del agua y salir justo en la orilla donde se encontraba ella. 

⎯¿Y si me tomas una foto desde allá? ⎯ le pidió, y Sabina un poco nerviosa con el celular le tomó la foto mientras Cho posaba. 

Sin que ella se diera cuenta, Sabina no dejaba de sonreír, la verdad es que estaba orgullosa de tener un novio tan guapo pero no se había percatado de lo sexy que era. De pronto, ella lo estaba viendo casi desnudo, mostrando cada músculo bien formado de su pecho y sobre todo de sus piernas, esas fuertes, musculosas y firmes piernas que no se había fijando tanto en las como ahora. 

⎯¿Listo? ⎯ preguntó. 

⎯Sí, sí está bien… ⎯ comentó nerviosa para luego enseñarle las fotos a Cho que sonrío de inmediato. 

⎯Mmmmm, mi Sirena tiene talento para esto ⎯ le dijo para después robarle un rápido beso en los labios, haciéndola sonreír. 

⎯¿Te pondrás el siguiente? ⎯ preguntó Sabina y Cho se río. 

⎯Parece que a la Sirena le gusta que le modele en traje de baño… de haber sabido, lo hubiese hecho antes. 

⎯Basta, lo digo porque no quiero que mi padre nos vea… vamos, ve y ponte el siguiente ⎯ le ordenó.

⎯Como diga, directora de fotografía⎯ le dijo Cho coqueto, para salir de la piscina y entrar de nuevo al que ahora era su camerino. 

Minutos después, Cho salió del baño con un traje casi igual que el anterior pero esta vez de color rojo que provocó que ella abriera la boca y se le cayera la mandíbula. 

⎯¿Qué te parece?, lo siento un poco raro del tiro…⎯ le dijo Cho. 

⎯¿Del qué?⎯ preguntó Sabina, aún embobada. 

⎯De aquí⎯ y Cho le mostró haciendo que ella se sonrojara más⎯¿no crees? 

⎯Pues yo, lo veo, bien…⎯ contestó ella⎯ mejor tomemos la foto para ya pasar a otro traje, ¿vale?⎯ le pidió. 

Las siguientes fotos de Cho fueron en distintas partes de la piscina, incluyendo la regadera de afuera, donde Sabina le tomó cada foto que pudo, y donde él modelo todo tipo de trajes de baño. 

Sin embargo, el ganador fue un traje de baño blanco que, cuando Sabina lo vio, casi se va para atrás, sobre todo cuando él salió del baño de su habitación y se vio frente al espejo. 

⎯¿Te gusta?, el blanco en trajes de baño no es lo mío⎯ confesó él como si nada, mientras ella no sabía en qué estado se encontraba. Era entre curiosidad, excitación y sobre todo un poco de vergüenza. Sabina Jamás pensó que algo así le pasaría a ella. 

⎯Pues, no sé…jamás he vestido un bañador blanco⎯ confesó,⎯pero tengo una idea de donde lo puedes lucir. 

⎯¿Ah si?⎯ preguntó Cho. 

⎯Sí, en el baño de mis papás, tiene un fondo obscuro y posiblemente el traje luzca más… ¿vamos?

⎯Vale…⎯ respondió su novio, para después abrir la puerta de la habitación y ser detenido por Sabina. 

⎯Ponte una bata⎯ le pidió, y le dio la suya de color blanco. 

⎯¿Quién me puede ver?⎯ inquirió. 

⎯Mi hermana y mi hermano… y no creo que sea algo bueno. 

⎯Y, ¿es bueno para ti?⎯ inquirió él coqueto, mientras se acercaba a la puerta y la acorralaba contra ella. 

Sabina se puso tan nerviosa que el cuerpo comenzó a temblarle. No podría creer que Cho le despertara tantas sensaciones que no podía calmar. Él, aún con el cuerpo húmedo de las múltiples veces que se había puesto a nadar y mojado debajo de la regadera, se acercó a Sabina y le dio un beso sobre los labios que le quitó la respiración. 

Él tomando su rostro, y acariciándolo con la huella de sus dedos, la besaba moviendo la boca desesperadamente mientras ella evitaba tocar a Cho del pecho desnudo aunque, momentos después, cedió ante la situación. 

Los dos se besaban con unas ganas de llegar a más, de comerse, de disfrutarse, de comenzar a explorar con las manos más allá de lo que se habían permitido tocar. Cho, no aguantaba más de tener a alguien como Sabina al lado y ella empezaba a arrepentirse de la decisión tomada y asegurada a su padre. 

Entonces, las manos de Sabina comenzaron a bajar hacia la cintura de Cho y él se atrevió a movérselas para que tocara su perfecto y bien formado trasero entallado en ese traje de baño. Él se acercó más a ella, y, aunque no la tocaba, el movimiento de sus besos y el solo estar así comenzaba a calentarlos. 

De pronto ella sintió un golpe en la nuca tan fuerte que provocó que empujara el rostro de Cho y le lastimara el labio con la frente. ⎯¡BINA!, ya llegó papá⎯ escuchó la voz de su hermana. 

⎯Sí, ya llegó papá⎯ escuchó la voz de su padre detrás de ella y de pronto Cho salió corriendo al baño y cerró la puerta. 

⎯¡Bina!, ya está aquí y vamos a pedir pizza… 

⎯Sabina Carter Ruíz de Con, abre la puerta⎯ escuchó la voz de su padre en tono serio. 

Ella, aún sobándose la nuca abrió la puerta y vio a su hermana con una sonrisa⎯look bina!⎯ le dijo y señaló a su padre, quién traía un rostro serio. 

⎯¿Qué haces?⎯ inquirió. 

⎯Nada… 

⎯¿Nada me suena a algo?⎯ preguntó, para luego ver hacia el baño⎯Cho. 

⎯Sí⎯ contestó el chico. 

⎯Sal por favor… 

⎯Pa…⎯ murmuró Sabina⎯ no es lo que parece. 

⎯Últimamente nada es lo que parece⎯ dijo Robert, y al ver a Cho abrió los ojos de par en par⎯what the hell?

The hell!⎯ repitió Jo divertida. 

⎯Le juro que todo tiene una explicación lógica que no tiene nada que ver con el ámbito que usted piensa…⎯ comentó Cho serio. 

⎯Sí, él se está tomando fotos con los trajes de baño que le enviaron sus patrocinadores…⎯ defendió Sabina y en seguida le enseñó las fotos que hicieron a Robert cambiar de rostro a uno más alerta. 

⎯Esos no son trajes de baño, es prácticamente ropa interior… 

⎯La ropa interior del agua, papá⎯ justificó Jo, haciendo a Sabina y a Cho sonreír. 

⎯Sabina Carter… ⎯ comentó Robert. 

⎯Papá, te juro, te juro que no es lo que piensas… 

⎯Y, ¿ese labio roto?⎯ continuó cuestionando y Cho, de los nervios no se había percatado de que lo tenía. 

⎯Yo le pegué a Cho⎯ justificó Jo, haciendo que los tres voltearan a verla⎯ sin querer, ¿me perdonas? 

⎯Sí, y por eso Cho y yo entramos para curarle el labio y pues… ya. 

Robert no podía creer nada de lo que estaba pasando pero, tenía que confiar en su hija y supuso que si Sabina le decía que no pasaba nada, era porque no pasaba nada. 

⎯Pediré la pizza, Cho, no bajes así…Sabina, ayúdame a alistar a tus hermanos para la comida, ¿quieres? 

⎯Sí, pa… por supuesto⎯ aseguró ella, para luego voltear a ver a Cho y sonreírle. 

⎯Jo, la magnifica Jo…⎯ comentó él haciéndoles reír. Sin embargo, no sabían si lo hacían por lo que había pasado, o por los nervios latentes que aún había entre los dos. 

Cho y Sabina cada día cruzaban los límites que se habían puesto y, no faltaría mucho para que un día se dejaran llevar por lo que sentían.

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