Era verdad. La situación de la rata en el centro de lavado le había ayudado a Cho a invitar a salir a Sabina, pero, también era verdad que era uno de los primeros secretos que él guardaría de los Carter Ruíz de Con; uno de tantos. Aun así, sabía que pronto Sabina lo descubriría y él, estaría ahí para fingir que no sabía y escuchar la situación. 

Lo importante de todo era que Robert le había dado a Sabina permiso de ir a bailar y, para ella, era todo un acontecimiento nuevo en su vida, uno que presumió a su prima Sila de inmediato y que hablaron largo y tendido mediante mensajes de texto. Sabina, jamás había ido a un club, jamás se había vestido para salir y mucho menos regresado tan tarde a casa sin que fuera alguna fiesta familiar. 

Así que, para ese día le pidió a su madre le comprara un vestido un poco más moderno, uno de lentejuelas doradas, por arriba de la rodilla, y que pudiese combinar con la chamarra de mezclilla que siempre usaba. Su madre, también la maquilló ligeramente para resaltar su belleza y Sabina se arregló el cabello rubio y largo para que fallera sobre sus hombros. 

Cuando Cho fue a recogerla, no la reconoció, simplemente se quedó sonriendo como un idiota y no supo que decir más que un “¡Guau!” Que la sonrojó. Por otro lado Robert, al ver a su hija así, tan madura y tan crecida supo que no faltaba mucho para que Sabina fuera aún más independiente y que, su bebé, esa niña que conoció a través de un monitor, ya no estaba; Sabina había crecido. 

Entonces, después de las 10 mil reglas de Robert, Sabina y Cho salieron de la casa para dirigirse a la primera parte del cumpleaños, una cena divertida que consistió en pizza y bebidas en un pequeño camión de fast food para después irse al club. 

⎯¿Ya habías venido antes? ⎯ le preguntó Sabina, mientras Cho le tomaba de la mano. Ambos caminaban por la acera. 

⎯Una vez, con Camilo ⎯ le dijo con una sonrisa ⎯ me gustó pero, fue aburrido. 

⎯¿Por qué? ⎯ preguntó ella de nuevo. 

⎯Me encontré a mi ex y fue toda una experiencia, pero no quieres saber ⎯ le pidió Cho y ella se río. 

⎯Quiero saber… dime. 

⎯No, venga, es mi cumpleaños… no pasaré todo este tiempo hablando de mi ex. 

⎯Vale, pero, ¿después me contarás? ⎯ insistió ella. Cho no entendía mucho el porqué de la petición, supuso que Sabina tenía curiosidad de como había pasado sus otras relaciones. 

⎯En un lustro, te prometo que te contaré ⎯ le dijo, para luego besarla. 

Ambos se acercaron a la puerta y de inmediato el chico de la entrada los dejó pasar. Al parecer Cho, tenía todo arreglado para que no hubiese complicaciones al respecto. Tan solo pasaron la seguridad, la música invadió todo el lugar y, cuando las puertas se abrieron, se pudo ver a cientos de personas bailando al ritmo de un pegajoso Latin House que animaba a todos. 

Cho, tan solo puso un pie en el lugar, comenzó a bailar moviendo sus hombros y sus caderas. Con sus manos iba jalando a Sabina hacia la pista mientras ella reía a carcajadas, no sabía si por ver a su novio tan animado y diferente o porque le daba pena comenzar a bailar junto a él. 

⎯¡Vamos, Sirena! Muéstrame ese sabor latino que tienes ⎯ exclamó en voz alta, jalando a Sabina hacia el centro de la pista. 

Ella empezó a bailar tímida, viendo alrededor las luces que cambiaban de color y al resto de la gente que se movía sin importarle lo que pasaba. Cho la tomó de nuevo de la mano y le dio una vuelta para luego acercarla a él. La tomó de la cintura y con un ritmo increíble la comenzó a mover. 

⎯¡No sabía que bailabas tan bien! ⎯ habló Sabina. 

⎯Algo se me tenía que pegar de estas tierras, ¿no? ⎯ bromeó él, para luego gritar cuando la música cambió de ritmo. 

Sabina, al ver el entusiasmo de su novio, comenzó a moverse sin miedo y cuando menos se dio cuenta, ya se encontraba bailando junto con él, con el cuerpo muerto de calor y sintiendo el cuerpo de su novio pegado al suyo. Cho, aprovechaba cada vez que la acercaba para darle un tierno beso sobre los labios, y decirle al oído que la amaba, haciendo qué Sabina se sintiera en las nubes. 

El vestido de lentejuelas doradas brillaba junto con las luces del lugar, se sentía feliz, libre, disfrutando del momento con su novio, de esta nueva etapa que había llegado a su vida. Hoy Sabina no era la deportista destacada, ni la hermana mayor, ni la hija casi perfecta, era una joven de 17 años, disfrutando de su edad y de su guapo novio que todos los días la impresionaba más. 

Ambos bailaron por horas, tantas que Sabina olvidó a que hora debían regresar y las mil y tantas reglas de su padre. De pronto, Cho se acercó a ella y le dijo al oído ⎯¿nos vamos Sirena?, tengo sed y no creo que aquí nos dejen tomar solo sprite. Además, quiero estar a solas contigo ⎯ le confesó. 

⎯¡Vamos! ⎯ expresó Sabina y así como habían entrado al club, salieron a altas horas de la noche hacia la calle. 

La fila que había para entrar se había desaparecido y ahora, solo estaban ellos, la ciudad y las estrellas tintineando arriba de ellos en el cielo. Era una bonita noche de primavera, el frío aún era un poco intenso pero, el calor de su cuerpos no les permitía sentirlo. 

⎯¿Te gustó? ⎯ le preguntó Cho a Sabina, mientras caminaban al lado contrario donde estaba su auto. 

⎯Me encantó, deberíamos hacerlo más seguido… es más, deberíamos hacerlo en Ibiza. 

⎯¿Ibiza? ⎯ preguntó Cho, entre risas. 

⎯¡Sí!, el verano iremos a Ibiza a casa de mis abuelos, ya que vienen para acá. Podrías ir con nosotros e ir a los clubs de allá, mi tío Canarias siempre dice que son legendarios. 

⎯Ese tío Canarias… me agrada. 

⎯A mí igual… fue mi primer tío fuera de la familia y siempre ha sido el más divertido ⎯ confesó Sabina. 

Ambos siguieron caminando de la mano hasta que vieron un pequeño local con varias personas pidiendo hamburguesas y se acercaron. Sabina no tenía mucha hambre, así que solo pidió un sprite y unas patatas bravas que compartió con su novio. Se sentaron en una de las mesas desocupadas y Cho lo hizo a su lado para abrazarla y darle un beso sobre los labios. 

⎯Este es mi mejor cumpleaños ⎯ le murmuró al oído. 

⎯¿De verdad? ⎯ preguntó Sabina, con el rostro rojizo. 

⎯Sí, porque estás conmigo ⎯ Cho acarició su mejilla ⎯ no sabes cuánto me gustas Sabina, cuánto te amo; jamás había amado a alguien como te amo a ti. 

Sabina se mordió los labios al escuchar las tiernas palabras de su novio para luego besarlo ligeramente, sintiendo un poco la sal que quedaba en sus labios. Luego se separó y le sonrío. 

⎯¿Qué rico?, ¿me das otro? ⎯ le pidió Cho, como siempre; ella sin dudarlo se lo dio. 

Estaban en pleno beso, disfrutando de los labios del otro, cuando se escucharon voces que hicieron que ambos se separaran y voltearan hacia la calle. Unos cinco hombres se había acercado y empezaron a asaltar el lugar. 

Cho se cubrió a Sabina con la espalda y ella se refugió recargándose. Cho sacó su cartera y sin decirles nada se las dio. 

⎯¡Dame el móvil! ⎯ le exigió y él se lo dio por igual ⎯¡Venga!, dame la bolsa de tu novia. 

⎯No traigo bolsa, ⎯ negó de inmediato Sabina. 

Uno de los chicos le apuntó con un cuchillo al rostro ⎯ no me vengas con idioteces, ¡dame la bolsa!

⎯¡Que no trae! ⎯ gritó Cho desesperado. 

Los hombres lo vieron y uno que se creía el más bravo lo tomo de la camisa y lo levantó ⎯ ¿te crees muy valiente, no? ⎯ y sin que Cho pudiese hacer algo, le dio un golpe sobre el abdomen sacándole el aire. 

⎯¡Cho! ⎯ Gritó Sabina asustada. 

⎯¡Ya no eres tan valiente no! ⎯ le gritó ⎯¡quítenle a ella la bolsa, o tal vez le quitaremos algo más!

Dos de ellos tomaron a Sabina y ella empezó a moverse ⎯¡No!, ¡suéltenme! ⎯ gritó. 

⎯¡Déjala! ⎯ gritó Cho levantándose y dejó ir su cuerpo contra el hombre que le había pegado haciendo que caiga sobre la mesa y la rompa por completo. 

Cho se levantó y luego fue hacia donde se encontraba Sabina, y le pegó un golpe a uno de los hombres, lo hizo con tanta fuerza que el otro la soltó y se cayó. Ella aprovechó para darle una patada en la entrepierna al que la tenía del brazo y luego, tomó la mano de Cho. 

⎯¡Vamos!⎯ le gritó y entre los dos comenzaron a correr rumbo a la dirección del auto. 

Uno de ellos se puso de pie, y comenzó a perseguirlos pero, ellos dos, como atletas que eran, tuvieron mucho más condición que el hombre y pronto lograron dejarlo atrás. Cho abrió el auto y se aseguró de que Sabina entrara primero, luego él, lo hizo después y arrancó sin ni siquiera percatarse de su estado. 

⎯Cho, detente⎯ le pidió Sabina, quien venía preocupada. Pero él seguía manejando sin ni siquiera mirar atrás.⎯ Ni siquiera sabes dónde vas, Cho, Cho… ¡Cho!⎯ le gritó Sabina llamando su atención y él frenó justo al lado de un parque. 

Él volteó a verla y la abrazó con fuerza⎯ lo siento, no soy bueno para pelear… ⎯ le pidió disculpas. 

⎯No pasa nada, ¿estás bien? 

⎯Tú estás bien… ¿te lastimaron? ⎯ insistió y Sabina negó con la cabeza⎯ afortunadamente no me quitaron las llaves del auto.

Sabina prendió la luz del auto y al ver el resto de Cho se quedo impactada, el hombre le había logrado lastimar el labio y al parecer un ojo. 

⎯Vamos a un hospital, no puedes quedarte así. 

⎯No, no… estoy bien⎯ comentó él, aunque se notaba que no era verdad.⎯ Te llevo a tu casa y de ahí me voy a la mía. 

⎯No, no puedes llegar así a casa y no te puedo dejar regresar solo, ¿qué tal si pasa algo y…?, vamos a la mía. Podremos entrar sin problema y te ayudaré con el ojo y revisamos si tienes otra herida… ¿si?

⎯Pero Sabina…

⎯Insisto. Si te regresas solo así a tu casa estaré muy preocupada y, ¿no me quieres preocupar?, ¿verdad?⎯ habló ella con tono de ternura y Cho negó con la cabeza⎯ vamos, anda… hazlo por mí. 

Cho asintió con la cabeza y arrancó el auto. Así no quería terminar su cumpleaños pero al menos, él y Sabina estaban bien y a pesar de las heridas, habían logrado escapar. Ahora a enfrentar a Robert y a Julie y peor… a sus padres. Sin embargo hoy, no tenía ganas de dar explicaciones. 

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