Cho y Sabina llegaron a su casa y entraron haciendo el menor ruido posible. Eran las tres y media de la mañana, cuando lograron ingresar a su habitación, prendieron las luces y Sabina se percató del rostro de su novio. El ojo comenzaba a ponérsele morado, y el labio estaba inflamado. 

⎯Traeré el botiquín que está en la cocina y algo para tu ojo ⎯ le murmuró ella, para luego salir de puntillas de su habitación. 

Su novio se quedó sentado sobre la cama un momento, sintiéndose terrible por cómo había terminado la noche. Incluso, el plan de Cho era ver el amanecer juntos, llevarla a uno de los tantos miradores de Madrid y pasar ahí el resto de la noche. Sin embargo, ahora se encontraba sentado con un dolor de músculos peor que cuando entrenaba. 

Entonces, Sabina regresó de la cocina, cerró la puerta con cuidado y luego se acercó a él para darle una bolsa de zanahorias congeladas y poner el botiquín a su lado. ⎯ Póntelo en el ojo ⎯ le pidió, y Cho obedeció enseguida. 

⎯ ¡Qué mierda de final! ⎯ murmuró él, mientras Sabina le revisaba el labio. 

⎯ Lo importante es que estamos bien, ¿no? Hubiese sido terrible que terminara de otra manera. 

Cho sonrió. Sabina se quitó la chamarra y con ese vestido de lentejuelas dorado se acercó a él para limpiarle el labio de la sangre que ya traía seca. ⎯ Olvidé decirte que hoy te ves hermosa, las lentejuelas te van bien. 

⎯ Gracias, tú te ves guapo. 

⎯ Quieres decir… veía guapo, porque creo que ya no ⎯ le comentó Cho, mientras mostraba su camisa blanca con sangre. 

⎯ ¿Te duele el abdomen? ⎯ le preguntó Sabina, al recordar que le habían pegado ahí. 

⎯ No, he tenido peores golpes ⎯ alegó, para luego desabrocharse la camisa y ver que justo en el abdomen tenía un morado bastante grade. 

⎯¡Uy! ⎯ murmuró Sabina ⎯ te pondré sábila con árnica. 

⎯ ¿Cómo?

Sabina fue hacia el baño y de la plantita de sábila que tenía le cortó un pedazo y lo trajo hacia él. Cho la vio un poco sorprendido, ya que no conocía nada de lo que Sabina estaba por hacerle. Ella sonrió ⎯ tranquilo, es un remedio casero cien por ciento garantizado, luego te pondré el árnica y mañana amanecerá mejor. 

Su novio terminó por quitarse la camisa y la dejó a un lado ⎯ ¿de dónde sacas estas cosas? ⎯ inquirió. 

⎯ Mi abuela, Mena. Ella usa Sábila y árnica para todo. Yo solía subirme a los árboles de pequeña y cuando me caía ella me curaba con esto, no tengo ni un raspón en las piernas gracias a ella ⎯ explicó con alegría, Sabina, mientras comenzó a untar la sábila sobre el abdomen de Cho que cerraba los ojos por el dolor ⎯ dijiste que no te dolía. 

⎯ Mentí ⎯ contestó Cho de inmediato. 

⎯ Te puedo poner en el ojo, también ⎯ le contestó ella, para luego acercarse a Cho y untarle árnica sobre el ojo casi negro. 

Cho la tomó de la cintura, ya que Sabina estaba justo entre sus piernas y la acercó a él para que quedaran cerquita. Sabina se sonrojó, pero no dijo nada, siguió untando el ungüento hasta que quedó completamente protegido. 

⎯ ¡Listo!, no te pongo esto en los labios porque sabe horrible ⎯ le advirtió ella, y Cho sonrío. 

Ambos se quedaron cerquita, con las manos de Cho sobre su cadera y sus rostros cerca. Sabina, sonrío, y luego le dio un beso a Cho sobre los labios que hizo que él se alejara al sentir el dolor. 

⎯ ¡Ouch! ⎯ murmuró. 

⎯ Lo siento… 

⎯ No pasa nada, solo, hazlo con más tiento ⎯ le pidió, para después acercarse él y rozar levemente los labios de su novia. 

Inmediatamente, ambos cayeron en un beso tierno que, poco a poco, se fue convirtiendo en uno más intenso que no dejó tregua entre los dos y que hizo que él olvidara el dolor que sentía. Sabina se sentó a horcajadas sobre él y Cho volvió a quejarse ⎯ ¿te lastimé? ⎯ le preguntó de inmediato. 

⎯ Tus lentejuelas ⎯ le contestó. 

Entonces, Sabina, llevada por el momento, las hormonas y el calor que sentía en el cuerpo, no dudó en quitarse el vestido y simplemente quedarse en ropa interior. El vestido cayó al lado de la cama y él, al ver el escultural cuerpo de su novia, vistiendo solo lencería negra, se quedó pasmado sin decir nada. Ya había visto a Sabina en traje de baño, pero esto, era otro nivel. 

Sabina se acomodó sobre la cadera de Cho y él puso las manos sobre su trasero sintiendo cómo la piel se le erizaba por completo. Jamás había tenido a Sabina así y ahora, era una revolución de sensaciones que debía controlar. 

Ella volvió a besarlo, empujando su cuerpo un poco hacia delante y frotando sus pechos con el torso de su novio. Cho sentía la excitación, el fuego, las hormonas haciendo lo suyo y sobre todo, el deseo, ese que había apagado durante tanto tiempo. 

⎯ Sirena ⎯ habló él bajito ⎯ para, porque esto está subiendo de tono. 

Sabina lo miró a los ojos y le sonrío ⎯ no lo haremos pero, quiero que me toques… 

⎯ ¿Cómo? ⎯ murmuró él, bastante sorprendido. 

⎯ Quiero que me toques. 

Ella en un movimiento se quitó el sostén y dejando sus pechos libres, tomó una de las manos de Cho y la llevó a uno de ellos. Cho lo tocó con cuidado y no pudo evitar temblar un momento. El pezón de Sabina se puso duro y ella cerró los ojos en señal de satisfacción plena. 

⎯Tienes la piel tan suave ⎯ le murmuró, Cho, tratando de controlarse pero ya era muy tarde y, Sabina también lo sabía. 

⎯ Quiero verlo… ⎯ le murmuró. 

⎯ ¿Qué? ⎯ inquirió Cho. 

⎯ Me da curiosidad. 

⎯ Sabi, ¿estás segura?, ¿qué pasa si tus padres o…?

Sabina se puso de pie y fue hacia la puerta de la habitación para cerciorase de que estuviera cerrada con seguro. Luego regresó hacia él y le sonrío ⎯ venga… solo quiero ver. 

Cho, se bajó ligeramente el bóxer y le mostró su parte íntima a Sabina. Ella se sonrojó pero al mismo tiempo lo admiró, mientras miles de cosas pasaban por su mente. 

⎯¿Qué? ⎯ preguntó él, después de un momento. 

⎯Nada, simplemente es… diferente. 

⎯¿Diferente? ⎯ preguntó Cho, un poco asustado. 

⎯Sí, bueno… me lo había imaginado pero no así… ya sabes, es raro. 

Cho volvió a subirse el bóxer. Sabina se acercó a él y con toda la seguridad del mundo le dijo ⎯ ¿puedo tocarlo? 

⎯ Sabina… ⎯ murmuró. 

⎯ Puedes tocarme, tú también, yo solo… quiero sentir ⎯ le dijo Sabina. 

Cho suspiró profundo. Él también tenía muchas ganas de hacerlo, incluso, deseaba besarle todo el cuerpo, y recorrerlo con sus manos pero, sentía que si lo hacía ahí, ahora, en casa de sus padres le caería un rayo que la partiría en dos.

Sabina caminó hacia él y le invitó a subir a la cama. Estaba segura de que no quería tener relaciones con Cho pero, estaba a la vez tan excitada que necesitaba sentirlo. Le invitó a acostarse sobre la cama y quedaron ambos lado a lado. Ella se volteó y se lo besó con una mezcla de dulzura y a la vez, deseo. 

⎯Tócame ⎯ le pidió. 

⎯¿Segura? 

Ella asintió con la cabeza. No tenía ni idea del porqué Cho tenía tanto miedo de hacerlo pero, al parecer lo había convencido cuando lo besó y una de sus manos se fue directo a sus pechos. Sabina, gimió, lo hizo despacito y tratando de no hacer tanto ruido. Su novio continúo bajando sus manos hasta que llegó al borde de su braga y se detuvo. 

⎯¿Qué pasa? ⎯ preguntó Sabina, sumamente excitada. 

⎯Pues, me detengo porque, si te toco ahí… yo. 

⎯Tienes mi consentimiento ⎯ le aseguró ella, y le puso la mano sobre su intimidad. 

Cho suspiró y viéndola a los ojos le dijo ⎯ si te molesta o no te gusta, solo me dices y me detendré, ¿vale?

⎯Lo haré… ⎯ murmuró ella. 

Sabina volvió a tomar a Cho del rostro para volver a sumirse en un beso, mientras tanto la mano de su novio bajó a su intimidad y comenzó a acariciar levemente sus alrededores. Podía sentir la humedad de su novia, la excitación que esto le causaba y también pudo sentirse él, duro como roca pero tranquilo, tendría que estar así. 

Adrián comenzó a jugar con ella, lo hacía levemente con los dedos, en círculos pequeños que luego se hicieron más grandes. Sabina le gemía sobre los labios, se aferraba a su cuerpo y trataba de ser lo mas discreta posible aunque, a veces la excitación le ganaba y Cho se detenía para pedirle que por ahora no subiera el volumen. 

Los movimientos siguieron, las caricias de Cho se volvían cada vez más excitantes y cuando Sabina no pudo más, sintió como una enorme ola de placer recorría su cuerpo erizando su piel, dilatando sus ojos, haciendo que su cuerpo se relajara al grado de que su cabello se hacía tan ligero que no lo sentía. 

Gimió lo hizo bajito y luego bajó su mano para pedirle a Cho que se de tuviera y él lo hizo de inmediato. Se quedó por un momento sorprendida, con las pupilas dilatadas y brillantes, mientras veía su novio al rostro; no lo podía creer o más bien, le daba pena aceptarlo. 

⎯¿Te gustó? ⎯ le preguntó Cho, con una sonrisa. 

Sabina se sonrojó por completo y luego escondió su rostro en el pecho de su novio Cho se acomodó y la tomó entre sus brazos. No se dijeron nada, simplemente sintieron el momento, las miles de sensaciones que aún corrían por todas partes y Sabina supo que lo que había sentido era especial y mucho. 

⎯No te preocupes, no tiene nada de malo ⎯ le consoló Cho. 

⎯Lo sé… pero, aun así, es… ⎯ y no encontró las palabras para expresarlo. Sabina bajó su mano para poder tocar el miembro de Cho y él fue quien le detuvo de inmediato. ⎯¿no quieres? 

Cho negó ⎯ mi placer es darte placer, Sirena. No es necesario que hagas nada, de verdad ⎯ le convenció y Sabina supo que Cho sabía que ella no estaba preparada para lo que podría venir. 

Él tomó la cobija y los cubrió a ambos. Sabina buscó el pijama debajo de la almohada y se puso el camisón que en realidad era una camiseta vieja de su padre que decía “Queen” y se acomodó sobre el pecho de Cho. 

Las luces se apagaron y él le dio un beso sobre la frente ⎯ te amo, Sabina Carter… jamás olvides eso, ¿quieres? 

⎯¿Lo dices porque piensas que mi papá te va a matar? ⎯ le murmuró ella entre risas. 

⎯No, lo digo porque siempre deseo que lo tengas presente, y también, no le cuentes esto a tu padre que me va a matar. 

Sabina lo vio a los ojos y sonrío ⎯ jamás… esto se queda aquí y no sale ⎯ le aseguró, para después cerrar los ojos y poco a poco quedarse dormida al lado de él. 

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *