Después de la vergüenza que pasó Adrián, el resto del viaje en Ibiza estuvo de lo más tranquilo. Sabina y Cho acordaron que ya no habría más citas o escenas románticas hasta que estuvieran los dos solos, y bueno, la verdad es que a Cho se le quitaron las ganas después del incidente con las medusas.

Eso sí, el hombre ya estaba aceptado entre todos, por los primos, tíos e incluso por los abuelos, que ya el último día del viaje le pidieron que cuidara muy bien a su nieta porque confiaban altamente en él. Cho, sintió una gran responsabilidad pero también un gran amor. Sabía que la familia de su novia era eso, puro amor, y que él tenía que ponerse a su altura si quería que Sabina siguiera con él.

Así, después de una despedida bastante melancólica, ya que David Canarias y Luz Ruiz de Con regresaban a México, dejando su hija mayor, Sila, con los Carter, todos volvieron a Madrid para continuar con sus vidas, unas que estaban completamente cambiadas y que aún cambiarían más. Sobre todo para Cho.

***

El chico llegó directo a casa de los Carter para despedir a Sabina y a los gemelos que se sentían muy tristes porque ya no lo verían todo el día y después de recoger sus cosas se dirigió hacia su casa, donde vería a sus padres después de un tiempo de ausencia. Cabía destacar que los Cho no habían estado en Madrid desde antes de que su hijo regresara de los Olímpicos, por lo que no estaban enterados de las vacaciones en Ibiza, ni de lo que su hijo había hecho desde hace rato. Así que se le hizo bastante extraño que, al abrir la puerta de su piso, los encontrara sentados en la sala junto con otra pareja y una chica más o menos de su edad, esperando por él.

⎯¿Qué pasa aquí? ⎯ Preguntó bastante sorprendido.

⎯ ¡Qué bueno que llegas hijo! ⎯ habló su padre, en un tono que Cho desconocía por completo.

Él dejó su maleta a lado de la puerta, mientras su padre se acercaba a él y lo abrazaba. Cho se sintió raro, y mucho, y lo primero que hizo fue rechazar con educación el abrazo que su padre le daba.

⎯ ¿Qué demonios pasa? ⎯ volvió a preguntar, pero ahora en un murmullo.

⎯ ¿De dónde vienes así, en facha? Ve de inmediato a tu habitación a cambiarte, que tenemos visitas importantes. ⎯ El padre de Cho se alejó, para luego voltear a ver a la pareja y a la chica que yacía sentada y con una sonrisa. ⎯ Lo siento, es que mi hijo es deportista, como les dije, incluso acaba de ganar una medalla en los Juegos Olímpicos, y por eso viene así. Sin embargo, se pondrá decente y vendrá con nosotros ⎯ la mirada de ambos se volvió a reunir y su padre no hizo más que decirle ⎯, anda, que no tenemos tu tiempo.

Cho seguía sorprendido, no sabía cómo reaccionar sin faltarle al respeto a las visitas; su padre lo estaba poniendo contra la pared. Así que tomó su maleta, entró por el pasillo y fue a su habitación para hacer lo que se le ordenaba. Deseaba en ese momento enviarle un mensaje a Sabina, pero sabía que si se tardaba, su padre le vendría a buscar hecho una furia.

Se dio una ducha rápida, para después ponerse un pantalón de vestir negro y una camisa blanca que le quedaba justo a la medida. Peinó su cabello como pudo y, después, salió de la habitación para dirigirse hacia la sala. Mientras caminaba por el pasillo, jugaba con el móvil en el pantalón y trataba de escuchar la conversación que sostenían en coreano. No le agradó lo que escuchó.

⎯ ¡Vaya! ⎯ expresó su madre, ⎯ aquí estás. Ven acércate ⎯ le pidió, mientras se ponía de pie, para ir a buscarlo al pasillo. ⎯ Ellos son los señores Bae ⎯ le presentó.

⎯ Mucho gusto ⎯ respondió él, bastante educado.

⎯ Y está es su hija, Bae Seoyun. Él es mi hijo Cho Jun ⎯ lo presentó con su nombre coreano.

⎯ Mi nombre es Adrián Cho Barbet ⎯ corrigió, haciendo una reverencia y poniendo en evidencia a su madre que jamás, ni siquiera porque ella era española, le había presentado así.

La joven se sonrojó al verle y con un leve ‘gusto en conocerte’ él pudo escuchar su voz. La madre de Cho le pidió que se sentara en medio de ella y su padre en el sofá, y él lo hizo con muchas dudas. Todo esto empezaba a ser muy sospechoso y él se sentía sumamente atrapado.

⎯ Pues no mentías, Hyo ⎯ comenzó a hablar el señor Bae ⎯, tu hijo es igualito a cómo lo describiste. Estaba comenzando a pensar que toda esa descripción era en realidad una trampa para que aceptáramos el compromiso.

⎯ ¿Qué compromiso? ⎯ preguntó en seguida Cho, mientras se ponía de pie de un salto.

Su madre lo tomó del brazo y le pidió que se sentara de nuevo. Luego le dio una mirada a su padre para que este comenzara a hablar.⎯ Hijo, mientras tú te encontrabas fuera, tu madre y yo hicimos un pequeño viaje a Corea para abrir y cerrar acuerdos que ya teníamos contemplados.

⎯ ¿Acuerdos? ⎯ preguntó Cho, con discreción.

⎯ Así es… y este, es el acuerdo más importante que cerraré este año ⎯ le comenta ⎯, tu compromiso con Seoyun.

⎯ ¡Cómo! ⎯ expresó Cho, en voz tan alta que rebotó por todas las paredes del piso. ⎯ No, claro que no, por supuesto que no.

⎯ ¡Claro que sí! ⎯ habló el señor Bae ⎯, todo está listo.

⎯ Sí, te irás a vivir a Seúl e incluso te dejarán estudiar la carrera que deseas y seguir practicando el deporte ⎯ habló la madre.

⎯ ¿Están locos?, pero claro que no me casaré con ella…

⎯ No será ahora, será cuando termines tus estudios ⎯ dijo su madre.

Cho se puso de pie y negó con la cabeza ⎯ ni ahora, ni nunca. ¿Quiénes se creen para decidir sobre mi vida?, de pronto me prestan atención y me dan la bienvenida, solo porque esto les conviene. ¿Qué les van a dar?, ¿dinero?, ¿trabajo?, ¿estatus?

⎯ Te pido que te tranquilices y tomes asiento ⎯ habló su padre entre dientes, mientras se ponía de pie y con el cuerpo le avisaba que estaba perdiendo la paciencia.

⎯ No, no me voy a sentar, así como no voy a aceptar ningún trato, ¿entiendes? ⎯ habló contundente.

⎯ Mira, hijo ⎯ intervino el señor Bae ⎯ más te vale que cedas a la petición de tu padre.

⎯ ¿Más me vale?, ¿más me vale? Así que esto va bajo amenaza, ¿quién es usted para hacerlo?, ¿eh?

⎯ ¡Qué te calles! ⎯ gritó su padre, y en un movimiento, lanzó una fuerte bofetada contra Cho que, esta vez, lo tumbó al suelo.

Todos le vieron, pero ninguno se sorprendió de lo que había pasado, ni siquiera la hija de los Bae. Cho se quedó un rato con la mano en la mejilla, sintiendo el ardor para después saborear la sangre en sus labios y percatarse que le había roto labio.

Lentamente, se puso de pie, se vio la mano y se tragó las lágrimas como pudo.⎯ Nunca has estado al pendiente de mi vida y hoy quieres que la ponga a disposición por lo que sea que traes en mente con el señor Bae, pero no será así. No sé qué te hice para que me trates así, no tengo ni la menor idea, pero hoy has llegado a tu límite papá y no pienso tolerarlo. Yo estoy enamorado de Sabina, quiero casarme con ella y tener ocho hijos, quiero ser el hombre que se gana su corazón y no uno que llegue mediante acuerdos, ¿entendiste?

El padre de Cho, aún con el coraje reflejado en el rostro, lo veía directo a los ojos mientras su hijo se manchaba la camisa de sangre y aguantaba las lágrimas y sacaba el orgullo. Volteó a ver a los Bae, se perdió un segundo en la mirada del hombre con el que había asegurado todo y luego dijo.

⎯ Déjate de tonterías, y has lo que te digo.

⎯ No lo haré…⎯ respondió Cho, definitivamente jamás lo haré ⎯ y se dio la vuelta para caminar hacia el pasillo.

Sin embargo, su padre lo alcanzó, lo tomó del brazo y con fuerza lo aventó hacia el recibidor ⎯ entonces te largas de mi casa, ahora mismo.

⎯ ¿Cómo? ⎯ preguntó él sorprendido.

⎯ Me acabas de poner en vergüenza y eso jamás lo voy a permitir ⎯ habló ⎯, así que te largas de aquí con lo que traes encima, ¿entiendes? No te llevarás nada, absolutamente nada.

Cho no podía creer lo que escuchaba, su padre lo estaba corriendo de su casa y ni tiempo le había dado de hacer al menos una maleta. ⎯ Seguro que eso es lo que quieres.

⎯ Y no sé cómo le harás para tus estudios, porque a partir de hoy no recibirás nada de mi parte, ¿entiendes? Quieres hacer de tu vida una porquería hazlo, pero a tu familia no la jalas contigo.

⎯ Mamá, ¿qué no harás nada? ⎯ preguntó Cho, tratando de no llorar. La madre de Cho se quedó en silencio y él supo que no habría apoyo de su parte. Así que se volteó, tomó las llaves de su auto, revisó que tuviese su móvil con él y sin mirar atrás salió por la puerta del piso. Antes de irse y cerrar, logró verlos de nuevo y habló.⎯ Si me voy, no me volverán a ver en su vida ⎯ les habló.

Nadie dijo nada, ni siquiera movieron un miembro de su cuerpo para impedir que se fuera. Solo su padre que caminó hacia la puerta y la terminó de cerrar para dejarlo afuera con solo la ropa que traía puesta y las llaves del auto en sus manos.

Cho, tomó un respiró, y bajó las escaleras corriendo para ir por su auto e irse de ahí. Al subirse al auto se soltó a llorar tan fuerte que parecía desquiciado. No lloraba por sus padres, ni porque había perdido todo, sino porque había dejado en su habitación esa medalla de oro que tanto trabajo le había costado ganar.

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