3 meses después
Lentamente, todo fue regresando a la normalidad, o al menos así lo sintieron Sabina y Cho a lo largo de estos últimos meses. Ya que, a pesar de todo lo que le había pasado a él, ya tenían una nueva rutina establecida, así como objetivos nuevos y metas nuevas. Cho, aún no había recuperado nada de casa de sus padres. Había intentado ir a recoger al menos algo de ropa, pero ellos habían cambiado la cerradura y su llave ya no funcionaba, así que el chico tuvo que usar ropa de Jaz hasta juntar lo suficiente para ponerse ropa de su medida.
Por algún tiempo, Cho se sintió solo a pesar de tener a los Carter a su lado, o más bien, se sintió confundido ante la horrible actitud de sus padres. Él pensó que hacía lo correcto, que siendo un buen hombre e hijo con el tiempo se arreglaría su relación, pero al parecer no fue así. A sus casi veinte años lo habían abandonado por completo y dejado a su suerte, lo bueno es que esta era de la mejor porque tenía a su Sirena al lado.
Gracias a la beca del Conglomerado, Cho pudo regresar a clases de inmediato sin perderse ni una lección y por fortuna, sus entrenamientos también continuaron, así que, la posibilidad de ganarse otra medalla estaba en puerta. Los padres de Sabina se habían comportado de la mejor forma y ella, como su novia, le había brindado el mejor de los apoyos, por lo que él supo que había tomado la decisión correcta.
Por otro lado, la relación con Jaz había crecido bastante en este tiempo, al agrado que le había dejado el funcionamiento de la cafetería, dejándole tiempo para descansar y convivir con su familia. Jaz, sabía que Cho era un hombre con visión y bueno para los negocios y siempre se lo decía, y le convenció de tomar un curso sobre el tema para que pudiese administrar la cafetería. Por amor a Jaz, Cho lo hizo, y ahora tenía una herramienta más para su futuro.
Por otro lado, la relación con Sabina iba viento en popa, al igual que con sus hermanos y ahora su prima Sila, quién se había quedado a vivir con ellos para poder asistir a la universidad acá en Madrid, gracias a una beca completa que su abuelo le había dejado. Sila, era como una especie de genio, con una actitud amable, pero un poco torpe con lo que respectaba a los sentimientos o relaciones personales.
No obstante, una de las ventajas de tener a Sila en la casa de los Carter, tenía que ver con el cuidado de los niños, Jon y Jo, ya que ella podía echarles un ojo y dejar que Sabina y Cho descansaran un rato, permitiéndoles hacer más cosas. Como, por ejemplo, que él pudiese ir a la universidad a recoger a su novia, porque ahora tardaba más tiempo debido a que no tenía auto.
A Sabina le encantaba que Cho no lo tuviera, porque ahora podía ir de la mano con su novio por toda la ciudad, platicar más con él y sobre todo disfrutar del clima, que poco a poco se hacía más fresco y les permitía estar más tiempo bajo la intemperie. Definitivamente, todo marchaba viento en popa en su relación. Estaban felices, y eso era lo que importaba.
***
⎯ ¡Corre Sabina! ⎯ gritó Cho, mientras la jalaba de la mano y corrían por la calle hacia la cafetería.
Una fuerte lluvia se había soltado, y se habían bajado en la parada para refugiarse dentro de la cafetería donde trabajaban para no empaparse. Aún les quedaban dos trasbordos más antes de llegar a la casa de los Carter.
⎯ Espera, espera ⎯ dijo ella, mientras cuidaba los manuales que acababa de comprar para que no terminaran empapados.
Cho le quitó la pesada mochila que traía sobre su espalda y así la chica pudo correr más rápido. Cuando llegaron a la puerta de la cafetería la empujaron solo para percatarse de que estaba cerrada.
⎯ Y, ¿ahora? ⎯ preguntó ella, al ver que no podían pasar.
⎯ Jaz debió ir a su casa por algo rápido. Tal vez sí esperamos debajo del techo.
En eso, un fuerte trueno cayó asustándolos a los dos.⎯ Creo que mejor no ⎯ pidió Sabina.
Cho, metió sus manos a la bolsa del pantalón y después sacó de él las llaves de su piso. ⎯ Ven, vamos…
Así, tomó a Sabina de la mano y ambos corrieron unos pasos hasta llegar a la puerta que separaba la calle de las empinadas escaleras. Cho abrió la puerta y en seguida prendió la luz. ⎯ Con cuidado, no te vayas a resbalar ⎯ le dijo.
Sabina comenzó a subir y minutos después escuchó cómo Cho cerraba la puerta de la calle. Era la primera vez en tres meses que Cho la invitaba subir, a pesar de que ella se lo había pedido ya. Sin embargo, él, le había dicho que no hasta que eso estuviera más o menos decente, al parecer, había llegado el día.
⎯ Ya casi ⎯ escuchó la voz de su novio, que rebotó en las paredes con eco.
Momentos después, Cho se adelantó y abrió la puerta de hasta arriba para dar paso al sencillo piso donde vivía desde hace tiempo atrás. Sabina al entrar, sonrío. Todo estaba tan limpio, tan ordenado y, al parecer, Cho le había dado su toque personal.
El lugar tenía una cama matrimonial, sencilla pero bonita. Una mesa y sillas de plástico – al parecer las que Jaz tenía en la parte de atrás de la cafetería. Un sofá de color rojo terciopelo, que seguro había sido donación de alguien y cortinas pre- echas, de esas que solo están para instalarse.
⎯ Pasa, pasa ⎯ habló él, mientras se quitaba el suéter y corría para prender la calefacción.
Sabina puso los manuales sobre la mesa y notó los libros de Cho sobre la mesa, con miles de apuntes sobre las cavidades bucales y otras cosas que, para ella, le eran desconocidas. Luego, en la silla de al lado, notó un bóxer. Cho lo quitó de inmediato.
⎯ Lo siento, lo lavé por la mañana en la regadera y se estaba secando ⎯ se disculpó.
⎯ No hay problema ⎯ habló ella, con una sonrisa.
⎯ Ya prendí el calefactor, en unos instantes debería estar más calentito.
Sabina notó que en la mesa para café que tenía como buró estaba una foto de los dos. ⎯ Es muy bonito.
⎯ Gracias ⎯ habló Cho, apenado. ⎯ No es mucho, pero, es mío. Además, puedo hacer comida en la cafetería y subirla acá ⎯ bromeó.
La lluvia seguía fuerte en la parte de afuera, y los rayos y truenos se intensificaban. Tal vez, salir ahora sería otra empapada segura y posiblemente tendrían que permanecer ahí. Sabina se quitó la chamarra de mezclilla, esa con el dibujo de la sirena detrás y la dejó colgada cerca del calefactor para secarla.
Cho sonrío, y un trueno hizo que ambos saltaran para luego soltarse a reír. ⎯ Parece la tormenta del año ⎯ dijo ella.
⎯ Tal vez lo es… ⎯ comentó él.
Ambos se quedaron viendo a los ojos, y de un momento a otro el ambiente se volvió un poco raro, por no decir sensual. Por primera vez en meses, ambos estaban solos, y las circunstancias en las que estaban era del todo favorecedoras. Además, Cho se veía tan sensual, empapado de pies a cabeza, con esa camisa blanca pegada a su cuerpo y mostrando cada músculo que el joven tenía.
Sabina, solo de saber lo que había debajo de esa camisa, se sonrojó. Sin embargo, esta vez, Cho no se quedó atrás, y al ver a su Sirena, ahí, con ese cabello castaño claro suelto, cubriendo la ligera blusa de tirantes que traía, se imaginó tantas cosas que no debía.
⎯ Pues… ⎯ murmuró Cho, al no poder ni siquiera recordar su nombre.
Sabina, entonces, se quitó la blusa de tirantes mostrando su sostén de color gris donde se podían notar sus pezones duros. Cho la recorrió de pies a cabeza, pudo notar su maravilloso abdomen marcado y esas caderas que bajaban a las espectaculares piernas que tenía debido a la natación.
Comenzó a ponerse nervioso, sobre todo cuando Sabina tomó la iniciativa de desabrocharse el pantalón y dejar que cayera hacia el piso.
⎯ Sabi… ⎯ murmuró él.
Sabina dio unos pasos hacia delante, y se acercó hacia su novio. Luego colocó sus manos por debajo de la camisa empapada y las subió hacia su pecho, para comenzar a tocarlo. La piel de Cho se erizó de pronto. Él cerró los ojos para disfrutar de sus manos, y poco a poco su camisa fue subiendo hasta que pasó por arriba de su cabeza, dejándolo desnudo del torso.
Sabina temblaba, y sabía que lo hacía de nervios, pero sabía que era el momento que estaba esperando. Cho, la tomó de la cintura, la cercó a él para estar más juntos. Al sentir el cuerpo de su novia temblando como una hoja se asustó.
⎯ ¿Estás bien?, si quieres no…
⎯ No ⎯ le interrumpió Sabina ⎯, esto es lo que quiero ahora.
⎯ ¿Segura? ⎯ preguntó Cho.
Ella se puso de puntas y empujándose le dio un beso sobre los labios, uno tan tierno que a los dos los hizo vibrar. ⎯ Muy segura ⎯ contestó, mientras continuaba besando a Cho, haciendo que poco a poco el beso subiera de temperatura y ambos se coordinaran.
Por unos segundos se quedaron así, besándose, acostumbrándose al roce de sus pieles, al tacto de sus manos y entrando en calor. Cho, la tocaba con toda la ternura del mundo, tanto que no se atrevió a ir a más, hasta que con los dedos desabrochó su sostén y dejó que cayera sobre el suelo.
Los pechos de Sabina rozaron con la piel de Cho, y en ese momento supo que esto iba a continuar, que esto iba en serio.
⎯ ¿Confías en mí? ⎯ le preguntó Cho, mientras la besaba.
Sabina se alejó y asintió con la cabeza ⎯ Sí, confío en ti ⎯ murmuró.
Entonces Cho, colocó sus manos por debajo de sus glúteos y alzó a Sabina en el aire para cargarla. Ella enredó sus piernas en su cadera y puso sus brazos sobre su cuello. Él la llevó hacia la cama y la recostó sobre el cómodo colchón, para luego quedar encima de ella.
⎯ Yo te voy a cuidar, te lo prometo ⎯ juró, mientras no despegaba su mirada de la de ella. ⎯ Yo te amo, y te voy a cuidar.
Y después de eso, besó su frente, su nariz y luego labios para comenzar lo que ya estaba destinado…