María Julia salió de inmediato a ver dónde se encontraba su hija. El frío de la reciente lluvia le pegó en el rostro, así que se cubrió con el ligero abrigo que tenía. Caminó unas cuadras, para luego encontrarse a la Sirena Carter sentada en una cafetería. 

Fue hacia allá, y tan solo entró, Sabina se limpió las lágrimas y trató de hacer como que no pasaba nada, aunque por dentro sentía que se moría de pena con su madre. 

⎯ ¿Puedo sentarme? ⎯ preguntó su madre, con un tono de calma.  Sabina no dijo nada más, solo asintió con la cabeza y Julie se sentó en la otra silla. ⎯ ¿Podemos hablar? 

⎯ Mamá, si vienes a castigarme, bien, me lo merezco, pero en este instante en verdad no tengo ganas de discutir ⎯ contestó su hija, en un tono bastante tranquilo. 

Sin embargo, María Julia, la tomó entre sus brazos y le dio un abrazo con cariño ⎯ nadie te va a regañar, nadie va a discutir ⎯ le dijo en un murmullo ⎯, simplemente quiero hablar contigo. 

Sabina volteó a verle y suspiró.⎯ Lo siento, no quería decirte eso, pero, de pronto, sentí que todo era mi culpa o que yo era la responsable de todo. Siempre me siento así, siempre.  Como si estuviera cargando una gran mochila sobre los hombros y no pudiese continuar. No me tomes a mal, amo a Jon y Jo, pero a veces siento que es demasiado. 

 ⎯ Y te entiendo  ⎯ contestó su madre  ⎯, por eso vengo a pedirte una gran disculpa. No debí hablarte así, ni descargar mi enojo en ti. Tú, no tienes la culpa de nada y sí, mucha razón, yo soy su madre. 

 ⎯ No mamá…  ⎯ comenzó Sabina, pero ella le pidió que guardara silencio. 

 ⎯ Hoy tuve un pésimo día en el trabajo, pésimo. Todo me salió mal, tu padre no pudo hacer mucho por mí. No comí, no bebí ni una gota de agua, y de pronto me avisaron lo de tu hermano en medio de una junta sumamente importante. Y aunque no me creas, todo este día solo pensaba ‘al menos cuento con Sabina para que mis niños estén bien’. 

 ⎯ Cuando te avisaron  ⎯ complemento la joven. 

 ⎯  Sí.

 ⎯ Y, ¿por eso te enojaste?, ¿por qué te decepcioné? 

 ⎯ No hija, no me decepcionaste. Me enojé porque no estuve ahí para decirle a Jon que no lo hiciera, ya que fallé como madre tratando de no fallar como jefa. Además, en tus palabras tuviste razón, no eres tus abuelos como para tomar el papel de educar, eres mi hija. 

 ⎯ No quise decir eso, tú sabes que yo entiendo todo lo que ellos hicieron por ti, y lo agradezco, no eres mala madre… te lo juro. 

María Julia la abrazó. ⎯ Siempre me he sentido así, desde el momento en que llegaste a este mundo y te vi, me sentí la peor de las madres, porque eras tan independiente desde pequeña que siento me perdí parte de tus logros. Y siento que lo sigo siendo. Pero, no es tu culpa, es completamente mía. Era muy joven cuando te tuve, y sé sobre ese peso que cargas. Siempre has sido tan independiente Sabina que me he confiado de que puedes con todo, me lo has demostrado tantas veces que no me preocupo de dejarte a tus hermanos. No obstante, lo que me dijiste hoy me abrió los ojos y me hizo saber que tu independencia no va a la par de la mía. Tu padre y yo te hemos educado para tener sueños, metas, opciones, libertad… no para cargar con algo que no te corresponde. 

 ⎯ ¡Ay mamá!, no digas que eres mala madre, eres la mejor, yo te admiro muchísimo  ⎯ contestó la chica, para luego darle un abrazo. 

 ⎯ Yo te admiro a ti. Eres todo lo que he deseado y más  ⎯ contestó su madre, acariciando su cabellera. ⎯ Ahora es momento de que te quites esa mochila llena de peso, y me compruebes que todo nuestro sacrificio, todos los malos ratos que pasamos, valieron la pena. Es hora mi niña de que decidas. Lo que pasa es que es tan duro verte crecer, cuando apenas ayer te cargaba entre mis brazos y te ponía por décima vez el vestido de la Sirenita. 

Sabina se río y se quitó las lágrimas con el dorso de las manos. ⎯ Te amo mamá, no quería contestarte de esa manera. 

 ⎯ Estuvo bien. Si tus abuelos no me lo dijeron, te correspondía a ti  ⎯ contestó, para luego sonreírle  ⎯, te amo Sabina, y te prometo que las cosas cambiarán. Empezando porque ya no cuidarás a tus hermanos. 

 ⎯ Pero, me gusta hacerlo…  ⎯ respondió ella apenada. 

 ⎯ Lo sé, pero tienes cosas más importantes, qué hacer, como disfrutar de tu noviazgo, estudiar una carrera y sobre todo, ser la mujer que estás destinada a ser. 

 ⎯ Pero, ¿puedo cuidarlos de vez en cuando?  ⎯ dijo ella, y Julie asintió. 

 ⎯ ¡Ay hija!, a veces te veo y no puedo creer el buen trabajo que hicieron tus abuelos al criarte. 

 ⎯ Tú también lo hiciste, y mi padre también… no pienses que no participaste. Si tengo los valores que tengo, son por ti.  Si algún día tengo hijos, quiero criarlos como tú me criaste a mí, llenos de seguridad, independencia, amor y respeto. 

Julie se limpió las lágrimas.  ⎯ Tan madura, como siempre  ⎯ le comentó. 

Se quedaron un momento, abrazadas, sintiendo todo ese amor que se tenían para que después Sabina se separara de ella y le dijera.  ⎯ Mamá, ¿te puedo confesar algo? 

 ⎯ Dime. 

 ⎯ Pero, ¿no te enojarás?  ⎯  insistió. 

 ⎯ No, dime. 

 ⎯ Te mentí  ⎯ se atrevió a decir Sabina. ⎯ Cho y yo no nos refugiamos con Jaz en la cafetería. En verdad, ambos estábamos en su piso solos y… 

Las palabras de Sabina se cortaron, pero su madre no necesitó más para entender lo que había pasado. Así que solo la abrazó con fuerza y le dijo. 

 ⎯ ¿Se cuidaron?, ¿te trató bien?, ¿te respetó?, ¿te gustó? 

 Sabina asintió con la cabeza.  ⎯ Fue todo lo que soñé. Cho es un hombre bueno. 

 ⎯ Lo es… lo importante es que te ama ⎯ aleccionó, para darle un beso sobre la frente.  ⎯ Gracias por confiar en mí, muchas gracias. 

 ⎯  ¿Y a quién más le compartiría esto?, eres mi madre. 

 ⎯ Así es Sabina, soy tu madre… y no sabes lo afortunada que soy de serlo  ⎯ le recitó. 

Y desde ese instante María Julia supo que Sabina ya era una mujer completa y que por más que le doliera ya no podría protegerla de todo lo que quisiese, era momento de que ella tomara sus propias decisiones. También era momento, de que María Julia, cambiara unos aspectos de su vida.

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