El encuentro de Sabina y Cho estaba cerca, y por más que él trató de que no llegara, le fue imposible. Todos los destinos llevaban a eso y sobre todo al desenlace que tendría. Así, el chico con todos los problemas que tenía logró poner su mejor actitud e incluso conseguir un regalo para los mellizos que sabía les haría muy feliz, sobre todo en las circunstancias en las que estaban. 

Se enteró de que la fiesta en honor a los abuelos de Sabina no sería en su casa, si no en un parque cerca de la fundación, donde ellos plantarían un árbol y festejarían. Por lo que se puso sus mejores ropas, su mejor actitud y tomó el regalo para dirigirse hacia allá; solo esperaba que todo saliera bien. 

⎯ Bueno, al menos ya estás de mejor humor ⎯ le dijo Jaz, mientras le daba un aventón hacia el lugar. 

⎯ No estoy de buen humor, solo estoy. 

⎯ Venga Cho, trata de pensar positivo ⎯ le alentó ⎯, verás cómo todo esto se arregla. 

⎯ No lo sé… ⎯ negó de nuevo ⎯ tengo un presentimiento. 

⎯ ¿Cómo de qué? ⎯ inquirió. 

⎯ No estoy seguro. 

Jaz ya no preguntó más. Simplemente, siguió manejando mientras Cho cargaba la caja del regalo sobre su regazo. Ya estaba acostumbrado a ver a Cho así, pero no le gustaba. Extrañaba al chico positivo que siempre le contaba buenas ideas para negocios y sobre un bar, que decía sería un éxito total. 

Cuando por fin llegaron al lugar, Cho tomó un suspiro y miró a Jaz.⎯ Gracias. 

⎯ De nada, y, cuídate, pero lo más importante, disfruta. 

⎯ Lo haré. 

Así, Adrián se bajó del auto y con la caja en mano caminó hacia donde evidentemente estaba la familia teniendo el festejo. Se acercó con cautela, mientras con la mirada buscaba a su Sirena, a esa que tenía tantas ganas de ver. Sin embargo, la primera que lo vio fue María Julia, quién en seguida se acercó a él. 

⎯ Señora… ⎯ murmuró. 

Julie le dio un abrazo fuerte, como si ella lo estuviera consolando a él.⎯ Lo siento ⎯ murmuró ⎯, estoy al tanto de lo que ha pasado, y lo siento. 

Las palabras de María Julia lo sorprendieron. Pensó que por un momento le reclamaría todo, pero, estaba equivocado, tal vez todo no era como él pensaba. 

⎯ ¡Cho! ⎯ escuchó la voz de Jo y cuando se separó de María Julia pudo ver a los niños correr hacia él. ⎯¡Si viniste! 

⎯ Claro que lo haría ⎯ les aseguro, para luego dejar la caja sobre el suelo y abrazarla. 

Jon corrió hacia él también y se unió la abrazo fraternal que los caracterizaba. ⎯ ¡Te extrañé, Cho!, ya no hay nadie que me ayude a hacer piruetas ⎯ le comentó el niño. 

⎯ ¿Qué es eso? ⎯ inquirió Jo. 

El chico se separó de ellos y puso la caja en frente de ellos y le sonrío ⎯ es un regalo. 

⎯ ¿Para nosotros? 

⎯ Para ustedes ⎯ aseguró ⎯¡ábranlo! 

Los niños emocionados, en frente de su madre, abrieron la caja y con una sonrisa gritaron al unísono ⎯ ¡Un perrito!, ¡mira mamá!, Cho nos regaló un perrito. 

De la caja salió un cachorro travieso, de raza bulldog, o al menos eso parecía. Tan solo los niños lo tomaron entre sus brazos, comenzaron a mimarlo. María Julia, no hacía más que sonreír. 

⎯ ¡Gracias, Cho! ⎯ agradecieron los niños. 

⎯ De nada ⎯ respondió, para luego ponerse de pie y cambiar de rostro al ver que Sabina se encontraba detrás de su madre. 

El corazón le latió emocionado, cerró los puños para poder lidiar con todos los sentimientos que tenía en ese momento y paso saliva como si quisiera quitarse las lágrimas. 

⎯ Gracias, Cho, no debías ⎯ le interrumpió María Julia. 

⎯ No, no, está bien. Tengo un amigo que cría bulldogs y me debía un favor ⎯ se justificó, sin quitar la mirada de su novia. 

⎯ Aun así, no debías, pero, los has hecho felices. Siempre los haces felices. 

⎯ Gracias. 

María Julia volteó a ver a su hija y suspiró.⎯ Te dejo, voy con mis hermanos, pero ya sabes, eres bienvenido 

Ella se alejó, y Sabina y Cho quedaron solos en ese parque que literal parecía apartado para la familia. Podía ver a la familia atrás, hablando y festejando, y a sus primos jugando con el perro. 

⎯  ¿No vino tu tío Canarias? ⎯ fue lo primero que se le ocurrió, al ver que no estaban. 

⎯ Sí, pero, al rato vienen, están checando la casa de al lado nuestro para ver cómo la van a arreglar ⎯ contestó ella, en un hilo de voz. 

⎯ Entonces, ¿todos vivirán en un mismo terreno? ⎯ bromeó Cho, y Sabina respondió yendo hacia él y abrazándolo con fuerza. Cho se quedó en silencio, y la abrazó por igual. 

⎯ Sabina. 

⎯ Te necesité mucho, ¿sabes? ⎯ comenzó su discurso ⎯ solo quería hablar contigo y tú ni siquiera contestaste uno de mis mensajes. 

⎯ Sabina, no… 

⎯ ¿No qué? ⎯ preguntó molesta, para separarse de él y verle a los ojos. ⎯ ¡No qué! Me traicionaste. 

⎯ No Sabina, no lo hice ⎯ contestó Cho. 

⎯ Claro que sí. Me dijiste que no habría drama en nuestra relación, que no tendría por qué llorar por ti y al final terminaste haciéndolo. 

⎯ Sabina, entiende ⎯ le pidió Cho ⎯, no es que no quiera estar contigo, sino que simplemente mis problemas pueden afectarte. 

⎯ ¡Qué problemas!, ¿eh?, lo que te hicieron tus padres. A mí no me interesan, ¿sabes?, ¡no me interesan!, porque yo deseo estar contigo, y sé que tú también ⎯ Sabina suspiró y se quitó las lágrimas del rostro.⎯ Sabes, no estoy enojada contigo porque me alejase. 

⎯ ¿Entonces por qué? ⎯ le comentó. 

⎯ ¡Por qué no me dejaste escoger a mí!, ¡por eso!, ¿qué te crees para decidir por mí? 

⎯ Nadie Sabina, pero era lo mejor… tú no sabes nada. No soy nadie, no tengo nada, ni un peso. Perdí mi beca, estoy a nada de perder el lugar donde vivo, no he comido bien en meses y no me alcanza el dinero y trabajo solo para pagarle a un abogado que no me ayuda en nada. Soy un fracasado, soy nadie para ti, y eso es lo que temías que pasara no, ¿eso de ser un Jaz o un Robert?, pues ahora te lo grito, no soy ni uno de ellos dos porque son nadie, ¡nadie! ⎯ le gritó, haciendo que la familia de Sabina se volteara a verlos.

En ese instante Sabina supo que lo que le había dicho a Cho al principio de su relación ahora le atormentaba y que en realidad, ya no importaba, porque aunque fuera como Jaz, el actual, o como su padre, el hombre que ella amaba iba más allá de esos dos nombres, iba más allá de todo. 

⎯ No me importa Cho, no me importa todo eso, ¿comprendes? 

⎯ Pero a mi sí, a mí si me importa, porque te mereces a alguien mejor, Sabina, no a un hombre que apenas pueda sostenerse de pie y posiblemente pase el resto de sus días en prisión. Solo olvídate de mi ⎯ le pidió, enojado. 

Entonces, Cho se dio la vuelta para comenzar a caminar hacia la salida del parque. Lo hizo con lágrimas en los ojos, con unas ganas de regresar y decirle que no era cierto, que la amaba y no quería alejarse de ella, pero tan solo recordar lo mal que se sentía, prefirió seguir. 

Así salió del parque, atravesó la calle y comenzó a caminar hacia la parada. De pronto, la voz de Jo lo alertó. 

⎯ ¡No te vayas, Cho! 

Adrián, volteo para verla y se percató que venía corriendo hacia la calle, con lágrimas en los ojos, con el perrito siguiéndola y Sabina y María Julia corriendo tras de ella. 

⎯¡Jo! ⎯ gritó Cho, y se regresó corriendo de la parada del autobús para alcanzarla. 

⎯ ¡No te vayas! ⎯ gritó, de nuevo, y el perro se adelantó para irse hacia la calle.⎯ ¡No, Ponchito! ⎯ expresó la niña y corrió tras de él para tomarlo. 

⎯ ¡Jo, no!, ¡no! ⎯ gritó Cho, al ver que un camión venía a toda velocidad. 

Sin embargo, era demasiado tarde, Jo se encontraba en medio de la calle cargando al perro y ya no podía moverse. 

⎯ ¡JO! ⎯ gritó María Julia desde la entrada, el parque. Fue un grito tan estremecedor que hizo que todos voltearan a verla. 

En eso, Jo salió disparada hacia la banqueta, con el perro en brazos, mientras que el camión se paraba en un golpe seco, haciendo que todo quedara en silencio. 

⎯ ¡JO! ⎯ gritó María Julia, mientras corría hacia su hija. La niña abrió los ojos, mientras sentía cómo su madre la revisaba. ⎯¿Estás bien?, ¿te lastimaste? 

⎯ Me duele el brazo ⎯  contestó la niña, mientras aún sujetaba al perro. De pronto, un grito desgarrador interrumpió el momento.

 ⎯ ¡CHO!, ¡CHO! ⎯ escuchó a su hija, quién corría hacia el camión y se tiraba de rodillas sobre el suelo.⎯ ¡CHO!, despierta, ¡te lo pido!, ¡despierta! ⎯ le rogó Sabina, mientras su novio hacía con medio cuerpo debajo del autobús y completamente inconsciente. 

⎯ Cho, te lo pido, despierta… despierta ⎯ le rogó Sabina, mientras besaba sus labios. ⎯ ¡Una ambulancia!, ¡llamen a una ambulancia!, ¡Por favor!, ¡No te vayas Cho!, no te vayas… ⎯ le rogó la chica, mientras lo tomaba entre sus brazos. 

De pronto, en un momento de gracia, Cho abrió los ojos y al verla le dijo ⎯ ¿está bien la pequeñita? 

⎯ ¡Cho! ⎯ reaccionó Sabina, al ver que su novio estaba consciente.⎯ Sí, está bien, está bien. La salvaste. 

⎯ Bien… ⎯ Pronunció a duras penas, para después sonreír ⎯ Te amo, mi Sirena… te amo mucho. 

⎯ Yo también te amo ⎯ dijo Sabina entre lágrimas. 

⎯ Tengo mucho sueño ⎯ confesó, mientras cerraba los ojos. 

⎯ No te duermas, no te duermas, sí. 

Cho sonrío, y de pronto, dijo algo que le heló la sangre a su novia. ⎯¿Entonces así es como sucede, eh?, y yo pensé que me iría de viejo a tu lado. Bueno, al menos fue entre tus brazos ⎯ concluyó, para después, cerrar los ojos. 

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