Antes, el dinero estaba en manos de familias que formaban alianzas entre ellas para gestionar los negocios en diversos sectores de España, manteniendo relaciones claras y evitando malentendidos.

Luego, la guerra golpeó al país, y solo cinco familias lograron sobrevivir y continuar su legado más allá de la recesión y la depresión: Los Karagiannis, Los Canarias, Los Ruiz de Con, Los Lafuente y Los Santander.

Estas familias eran conocidas y respetadas por el poder que ejercían y los círculos sociales en los que se movían. Después de la depresión, algunas se enfocaron en reconstruir sus empresas, mientras que otras se dedicaron a acumular riqueza por temor a eventos similares en España; los Karagiannis fueron notables en esta última categoría.

De origen griego, los Karagiannis siempre estuvieron rodeados de peligro. Durante la guerra, se rumoreaba que sobrevivieron mediante actividades ilegales como el contrabando y el tráfico de armas, lo que les otorgó su reputación amenazante.

A pesar de sus intentos de regresar a negocios legítimos después de la guerra, su infame reputación les cerró muchas puertas. Otras familias, como los Santander, Lafuente, Ruíz de Con y Canarias, se alejaron o rechazaron sus propuestas.

Los Canarias inicialmente se aliaron, pero, David Canaria Donato, cortó los lazos tomando el control de la empresa de su padre, dejándolos completamente aislados.

En su búsqueda de aliados, los Karagiannis se asociaron con los De Marruecos, una familia adinerada en el comercio que buscaba expandirse en España. Los Karagiannis, hábiles en las tradiciones familiares, utilizaron promesas de alianzas matrimoniales para fortalecer la relación, aunque estas no se materializaron hasta la llegada de Antonio de Marruecos, destinado a casarse con una Karagiannis.

Las tradiciones representaban una fortaleza, así como una debilidad tanto para los Karagiannis como para los Marruecos, arraigadas de tal manera que resultaba imposible eludirlas. 

La persistente creencia de que nadie saldría ileso de cualquier acuerdo con los Karagiannis era una sombra oscura que se cernía sobre cualquier interacción con esta familia. La amenaza resultaba palpable, como un eco constante en los corredores del poder que transitaban. Los Karagiannis no se regían por la premisa de ser amados, sino más bien por la convicción de que el temor era la moneda que más valía en sus tratos.

En su particular filosofía, se aferraban a la máxima “Es mejor ser temido que amado”. Este enfoque no solo era una estrategia, sino una forma de vida arraigada en su historia y tradiciones. Su dominio se cimentaba en el miedo que inspiraban, una herramienta que manejaban con maestría. Eran como titanes del poder, alimentándose de la inseguridad de quienes se atrevían a tratar con ellos. La adicción al control se manifestaba en cada rincón de su existencia, desde los negocios hasta las alianzas familiares. En este universo de intimidación, la vulnerabilidad de los demás se convertía en su fuerza.

Toda su fortuna, así como sus acuerdos y negocios, se habían forjado a través del miedo, siempre buscando maneras de intimidar y obligar a sus socios. Si los Karagiannis mantenían su respeto, no era por elección, sino porque cualquier desviación podía acarrearles consecuencias devastadoras.

No obstante, el mundo avanzaba, y una nueva generación se alzaba desafiante frente a estas prácticas. Antonio, al rechazar casarse con una de ellas, rompía uno de los pactos más sagrados que los Karagiannis mantenían con su familia: la lealtad. 

A raíz de esta negativa, fue perseguido, posteriormente obligado a cumplir con lo pactado y, finalmente, sometido a un constante asedio por parte de la familia. Lo que lo mantenía atado a la voluntad de la familia. Seguir las reglas, honrar las tradiciones, era todo lo que debía ser; según lo que Karagiannis le había dicho. 

No obstante, Antonio de Marruecos, había tenido lo que otras personas de su familia no habían tenido: la oportunidad de conocer más allá de lo regido por las tradiciones. Por ende, tenía una clara visión de lo que sucedía lejos de su mundo, y le había dado ideas para salirse con la suya y ser feliz a su manera. 

Lo que los Karagiannis desconocían era que, en esta ocasión, habían cruzado caminos con la persona equivocada, y que Antonio de Marruecos sería su perdición en el único terreno que los mantenía a flote: el miedo. Utilizaría sus propias tradiciones en su contra, con la esperanza de escapar de allí con vida, o al menos, ese era su anhelo. Simplemente, seguiría el consejo de su ahora suegro. 

Era el instante preciso para que los Karagiannis cayeran, la oportunidad de liberar a su familia de sus garras y, sobre todo, la ocasión de rebelarse contra las reglas que les habían impuesto durante años.

Y todo por amor a Lila Canarias.

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Ana Martínez

¿Listos para la tercera parte de esta historia?

25 Responses

  1. 😱😱😱😱 super lista para la 3ra parte. Mas que ansiosa por ver caer a los Karagiannis y ver feliz a Antonio y Lila. 😓

  2. Qué buena introducción para el libro III, nos pone en antecedentes y la relación de esas familia, ya entendí lo que Fátima dijo Cúa do Antonio fue a buscará a Lila.
    Esperando capítulos…

  3. No todas las buenas historias de amor suceden como uno espera. A veces los grandes amores cambian al mundo

  4. Lista y con ansias por saber con que nos sorprenderás en esta tercera parte…Ojalá todo tomé su curso y tanto Antonio, Lila, Pablo y Thea puedan ser Felices …

  5. Ohhh por Dios claro que sí Ana
    Siempre a la espectativa y comiendome las uñas por saber cómo sigue la trama, felicidades por crear cada una de estas historias

  6. Necesitamos emparejar a un Canarias o un Ruiz de Con con un Santander y me encantaría David Tristan con Ana Carolina
    \(♡ . ♡)/
    Los Karagiannis comerán polvo, se metieron con la persona equivocada y Antonio de Marruevos se encargará de ello.

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