⎯ Hombre de 23 años, fue atropellado por un autobús en plena vía. Perdió el conocimiento, y sus signos vitales no son estables ⎯ escuchó Sabina, mientras venía corriendo detrás de la camilla donde Cho venía recostado. ⎯ Al parecer sufrió múltiples fracturas, pero no sabemos si el golpe en la cabeza es grave. 

⎯ Bien, llevémoslo a tomografía ⎯ hablo el doctor de emergencias mientras corría al lado de ellos. 

⎯ ¡Cho! ⎯ exclamó Sabina, mientras le soltaba la mano. ⎯ Aquí estoy, no me iré, ¿sí?, no me dejes ⎯ le pidió, para luego ser jalada por su padre, Robert, quién había manejado como loco detrás de la ambulancia. 

Él la tomó entre sus brazos y la abrazó fuerte.⎯ Tranquila Sirena, Cho es un hombre fuerte, verás que se pone bien ⎯ le comentó. 

Esta era la segunda vez que Sabina entraba desesperada a un hospital a causa de un hombre que amaba, primero había sido su padre, ahora, era su novio. 

Ella se soltó a llorar como nunca. No podía creer todo lo que estaba sucediendo, era como si la mala suerte le estuviera persiguiendo, y no supiera cómo sacudirse de ella. 

⎯ Cho la salvó ⎯ dijo Sabina entre lágrimas ⎯ corrió para salvarla y ahora, ¡mira!

Robert siguió apretándola con fuerza. Se encontraba en un confín de sentimientos en ese momento. Estaba feliz que su hija de siete años solo hubiese sufrido un hombre dislocado y una fractura en la muñeca, pero muy triste por cómo las cosas se habían suscitado. Si el camión le hubiese pegado a Jo, ahora estuviera reconociendo un cuerpo y no en urgencias. 

Toda la familia se encontraba completamente triste pero asombrada por el acto heroico de Cho. Había saltado en frente del autobús con tal de salvarle la vida a la pequeña, y ahora, se debatía entre la vida y la muerte. 

Sin embargo, no estaba solo, ya que simplemente enterarse de la situación, Jaz corrió hacia urgencias para estar al lado de su “hijo” y de su hija Sabina, al igual que María Julia, que no paraba de rezar para que nada le pasara al chico. Tenía que vivir, era indispensable que viviera. 

Entonces, pasaron minutos, que a Sabina y a todos se les fueron como horas, hasta que el doctor salió con un rostro tan neutro que le erizó la piel a Sabina. Ese rostro lo conocía, no eran ni buenas ni malas noticias, pero de ahí podría pasar cualquier cosa. 

⎯ ¿Familiares de Adrián Cho? ⎯ preguntó, y tanto Jaz como María Julia y Robert se pusieron de pie junto con Sabina. 

⎯ Somos nosotros ⎯ habló Sabina. 

⎯ Bueno, les tengo noticias. El joven es muy afortunado, ese accidente lo pudo haber matado, pero, aquí está. Para nuestra fortuna no tiene lesión cerebral, hemos logrado establecer sus signos vitales, y sus órganos esenciales funcionan correctamente. Sin embargo, el golpe que recibió le ocasionó múltiples fracturas, unas peores que otras, pero hay una que es terrible. 

⎯ Díganos ⎯ alentó Robert. 

⎯ El joven tiene dos costillas fracturadas, el brazo con el que recibió el impacto, está fracturado en dos partes y necesitará operación, y la espalda necesitará rehabilitación. Lo grave aquí, es la rodilla derecha ⎯ dijo. 

⎯ ¿Qué pasa con su rodilla? ⎯ preguntó Sabina. 

⎯ Que no hay rodilla ⎯ abrevió el doctor ⎯, el impacto la destrozó por completo, la hizo trozos y necesitará una operación delicada para volver a reconstruirla. No quedará igual, con mucha voluntad y rehabilitación puede que vuelva a caminar con bastón, y eso es lo que esperamos. 

⎯ ¡Ay, no! ⎯ murmuró Sabina, al escuchar el diagnóstico ⎯ Cho es medallista olímpico, es gimnasta… 

⎯ Era… ⎯ dijo con frialdad el doctor ⎯ porque si sale de esta, su rodilla no podrá resistir nada de los ejercicios que haga, sería resentir la rodilla y empeorarla. Así que el joven ya no podrá hacer ese deporte, como mínimo natación, en el caso de que pueda caminar.

⎯ ¿Puede que ya no camine? ⎯ preguntó María Julia de inmediato.

⎯ Todo depende de las circunstancias, lo veremos cuando esté en operación.

⎯  ¿Lo podemos ver? ⎯ preguntó Jaz. 

⎯ No, me tienen que dar autorización para las operaciones. El joven tiene en su seguro que solo Eduardo Jaz puede hacerlo. 

Ese simple gesto conmovió a Jaz hasta la médula y casi le hace llorar. Cho, le había hecho responsable de su vida y ahora era momento de hacer las cosas bien, de comprobarle a Sabina que era el padre que debió ser con ella. 

⎯ Soy yo ⎯ contestó de inmediato ⎯ hágalo… 

⎯ Tienen costos elevados y… 

⎯ Nosotros pagaremos por eso, y por todo ⎯ interrumpió María Julia ⎯, no importa lo que cueste, le pedimos que le salve la vida, que le ayude… 

⎯ Muy bien ⎯ comentó el doctor ⎯ ¿si me pueden seguir de favor a llenar los formatos? ⎯ preguntó tanto a Julie como a Jaz y ambos se fueron con él. 

Sabina se sentó en una de las tantas sillas de la sala de emergencias, y cubrió su rostro para ponerse a llorar. Le daba alegría que su novio estuviera bien, pero mucho pesar todo lo que le había sucedido. Robert se sentó al lado y la consoló. 

⎯ Es un hombre fuerte, verás que todo saldrá bien. 

⎯ Lo sé, pero, ¿y si no queda del todo bien? 

⎯ Quedará, ya lo verás, Cho es fuerte como un tronco, y lo superará, y estaremos a su lado en cada paso, ¿sí? 

Sabina asintió y no hizo más que permanecer al lado de su padre el resto de las horas que pasaron esperando a que Cho saliera del quirófano. Hoy, Adrián Cho, le había salvado la vida a su hermana, a la traviesa Jo, que no dejaba de llorar desconsoladamente en su casa por lo que había sucedido. Y solo un hombre bueno y honorable podría haberlo hecho de esa manera. Si Sabina ya lo amaba, hoy, lo hacía más y sabía que no debía buscar en otro lado. No necesitaba un Robert, necesitaba un Cho, y eso se lo haría sentir hasta el último día de su existencia. 

Por otro lado, mientras Adrián se debatía entre dolores y retos, a Sabina solo le venía algo a la mente, si todo salía bien, si su novio despertaba, jamás se volvería a separar de él aunque se lo pidiese, lo apoyaría hasta el final, no importaban las circunstancias; esa era su decisión. 

One Response

  1. Pobre Cho, no más juegos olimpicos, pero… Logró una medalla, salvó una vida -la pequeña Jo- y tendrá el mejor apoyo.para salir adelante.

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