Dos días después
Harto de estar en la cama, Cho no paraba de moverse como podía, ya que también las costillas le seguían doliendo y el brazo le pesaba por el yeso. Aun así, moría por irse de allí, pero los doctores no lo daban de alta y para ser sinceros no sabía dónde se iría. Solo de pensar que debía subir las escaleras hacia su piso ya se fatigaba.
⎯ ¿Quieres más sopa? ⎯ le preguntó Sabina, quién le ayudaba a comer.
⎯ No, gracias ⎯ contestó el chico, moviendo su cuello.
Su novia alejó la mesa de servicio y luego se acercó a él para peinarlo. Cho sentía que apestaba por completo, necesitaba un baño real, moverse un poco más y lavarse los dientes decentemente.
⎯ Sé que estás cansado, pero debes entender que por alguna razón no te han dado el alta.
⎯ Pero me siento bien ⎯ le reclamó ⎯ en realidad me siento muy bien, solo es cuestión de que empiece a activarme.
⎯ Venga, quieres correr antes de caminar y ahora no puedes. Solo ten paciencia, ¿sí? ⎯ le pidió ella.
⎯ Llevo un mes aquí, la paciencia se agota ⎯ le confesó.⎯ No me puedes pedir mucho, hace meses atrás tenía entrenamientos de alta intensidad y hoy, no sé ni siquiera si podré caminar ⎯ habló, con un tono de tristeza.
Sabina le beso los labios y le sonrío.⎯ Verás que pronto caminarás, yo te lo aseguro.
⎯ Lo único que sé es que no podré cargarte como solía hacerlo.
Al decir eso, Sabina se sonrojó porque sabía justo lo que significaba esa “cargada” que le daba.
⎯ Nos las arreglaremos, no te preocupes.
⎯ Ya quiero arreglármelas ⎯ le dijo él, pícaro.
⎯ Al menos sé que te sientes mejor, eso es bueno ⎯ contestó su novia entre sonrisas.
El sonido de la puerta los interrumpió y momentos después, Jaz apareció en su presencia. ⎯ ¿Puedo? ⎯ preguntó.
⎯ ¡Ey!, si pasa… ⎯ le invitó Cho, animado.
Jaz entró cojeando como siempre y eso hizo que Cho sintiera un hueco en el estómago. Posiblemente, así caminaría en unos meses solo que con ayuda de un bastón. Había perdido su velocidad, su fuerza y sobre todo la capacidad de hacer lo que quisiese.
⎯ ¿Cómo estás? ⎯ inquirió, acercándose a Sabina y abrazándola.
Su hija le dio un abrazo y un beso sobre la mejilla. ⎯¿Cansado no es cierto?
⎯ Mucho…
⎯ No quiere estarse quieto ⎯ le acusó Sabina.
⎯ Es normal, llevas un mes aquí. Lo bueno es que las muestras de apoyo no faltan ⎯ y miró al rededor de la habitación para ver los múltiples globos que tiene y dibujos de Jo y Jon.
⎯ Ya quiero ver también a los pequeños ⎯ contestó Cho entre sonrisas.
⎯ Y ellos a ti ⎯ comentó Sabina. De pronto vio su reloj y reaccionó. ⎯ Me tengo que ir, tengo entrenamiento, lo siento.
⎯ No pasa nada ⎯ contestó Cho.
Sabina le dio un beso sobre los labios y luego volteó a ver a Jaz ⎯ ¿Podrías?
⎯ Sí, claro… para eso vine.
⎯ Cierto, gracias, Jaz ⎯ le contestó para luego darle un abrazo y voltear a ver a Cho ⎯ vuelvo por la noche, te amo.
⎯ Te amo ⎯ le dijo Cho, para luego verla partir.
Jaz se acercó una silla y se sentó al lado de la cama. Cho volvió a acomodarse y al hacerlo cerró los ojos por el ligero dolor de las costillas. ⎯ Si sabes que debes comer más, ¿no? ⎯ habló Jaz, viendo su plato.
⎯ Estoy harto de la comida, es buena, pero, quiero algo más.
⎯ ¿Cómo qué?
⎯ Como esa lasaña tan rica que haces ⎯ le confesó y Jaz sonrió.
⎯ Pronto, muy pronto.
El sonido de la puerta volvió a interrumpir y ambos voltearon a verla.⎯ Supongo que se le olvidó algo a Sabina ⎯ infirió Jaz.
⎯ ¡Adelante! ⎯ exclamó Cho, solo para quedarse mudo al ver a la persona que estaba frente a él. ⎯ ¿Qué haces aquí? ⎯ preguntó.
La mujer de cabello negro, ojos rasgados y figura delgada, entró a la habitación y le dio una mirada a Jaz.
⎯ Buenas tardes, soy Nara Cho, soy hermana de Adrián, ¿cree que pueda hablar con él?
Jaz volteó a ver al chico que de inmediato asintió con la cabeza. ⎯ Si necesitas algo, estoy afuera ⎯ le comentó, para luego ponerse de pie y cojear hasta la entrada y salir de ahí.
Cuando la puerta se cerró, el ambiente se volvió pesado y bastante raro. Cho, tenía años de no ver a su hermana y mucho menos pensó que lo haría en estas circunstancias.
Nara se acercó a él y lo observó ahí, reposando, con algunos morados en su rostro y los miembros enyesados. ⎯ Me enteré de que tuviste un accidente, por salvar a una niñita.
⎯ Por salvar a Jo ⎯ le corrigió.
⎯ Bueno, pero es una niñita aún, ¿ya denunciaste a sus padres por daños?
Cho sonrío. ⎯ ¿Es en serio?, vienes a hacerla de abogada?, ¿después de tantos años?
⎯ Vengo a verte y a saber cómo estás ⎯ aclaró Nara.
⎯ Pues estoy vivo y bien, ya puedes irte ⎯ le rechazó Cho.
Nara se acercó aún más a la cama y revisó el estado de su hermano. ⎯ Si sabes que todo esto traerá consecuencias.
⎯ ¿Qué deseas en verdad, Nara?, no creo que hayas venido desde Seúl solo para verme.
Su hermana suspiró. Era tan idéntica a su madre en todo que Cho sintió un escalofrío en todo el cuerpo. La relación con su hermana era del todo lejana y distante y nunca supo por qué.
⎯ Dime ⎯ le insistió.
⎯ Vengo a pedirte que hagamos un trato, por nuestros padres.
⎯ ¿Qué? ⎯ preguntó Cho, entre risas ⎯, ¿un trato?
⎯ Sí, un trato, uno que te puede beneficiar y librar de todo lo que te está pasando. Posiblemente, también te beneficie en cuestión médica ⎯ le habló, para después sentarse en la silla donde estaba Jaz.
⎯ ¿Qué trato?, ¿si sabes que nuestros padres estafaron varias empresas, no?, ¿qué pusieron cuentas a mi nombre falsificando mi firma?, ¿qué ahora se me busca por eso?
⎯ Lo sé, y estoy al tanto de la situación. Aunque no lo creas, ellos también están afligidos.
⎯ Si claro.
⎯ Lo están… y por eso quieren encontrar una solución. Ellos no saben que estás accidentado, pero saben que estás en problemas.
⎯ ¡Ja!, ¿claro que lo saben?, si estoy en la ruina es gracias a ellos, me encantaría que admitieran que no lo saben.
⎯ Bueno, el trato es el siguiente. Que te vayas de España.
⎯ ¡Qué!
⎯ Sí, tengo amigos que pueden sacarte del problema aquí, en España, solo que la única condición es que te vayas, ¿entiendes?
⎯ No, no entiendo ⎯ habló Cho entre pequeñas risas.
⎯ Es simple, te saco del país, ellos mueven unos hilos y todas las acusaciones se van. La única condición es que no regreses.
⎯ ¿La única?, no gracias.
⎯ Hermano ⎯ habló firme Nara ⎯, ¿qué no ves que estoy tratando de ayudarte?, ¿eh?. Estoy tratando de reparar el daño que te hicieron nuestros padres de alguna forma y tú, ¿piensas que es broma?
⎯ ¡Es que es una broma! ⎯ gritó Cho, haciendo que Nara cerrara los ojos.
⎯ No me grites.
⎯ ¡Claro que lo haré!, ¿qué no ves lo que me estás ofreciendo?, piensas que puedes venir como una salvadora y que yo aceptaré todo esto, cuando mi vida es un desastre desde hace dos años.
⎯ Cho.
⎯ Nuestros padres me corrieron de la casa, me dejaron en la calle con lo que traía puesto y no les importó. Después tuvieron el descaro de involucrarme en sus fechorías y he pasado meses pagando un abogado que me salve de la cárcel. Ahora, vienes tú, con ese rostro de “no pasó nada” a ofrecerme un trato que me ayudará y es precisamente ¡huir!, ¡irme de aquí!, ¡cómo si mi vida no importara!
⎯ Es que es la solución.
⎯ Nara, perdí todo mucho antes de este accidente, ¡todo!, mi beca deportiva, mi auto, mi medalla, mi hogar… y ahora, posiblemente la oportunidad de caminar bien.
⎯ Esa no es mi culpa ⎯ contestó fría ⎯, nadie te dijo que te pudieras delante de ese camión, ¿o sí?
Cho guardó silencio. En ese instante supo que la presencia de su hermana no era lo que necesitaba y menos su trato. Así que se tranquilizó y viéndole a los ojos le dijo.
⎯ Huir hará pensar que soy culpable, y no lo soy, yo soy inocente y lo voy a comprobar, así me tome años, ¿comprendes?, así tenga que declarar en contra de ellos, así tenga que gastar el último centavo que tenga. No acepto tu trato.
⎯ Como digas ⎯ respondió Nara ⎯, solo te aviso que yo llevaré ese caso y ya sabes cómo puedo ser.
⎯ Sí, ya sé cómo puedes ser, Nara. Supongo que ser el hijo no deseado de la familia te ayudó mucho.
⎯ Tampoco fue mi culpa que mamá se haya follado a ese idiota, ¿entiendes?. Por cierto, ¿por qué no le buscas?, ¡ah, sí!, porque el cobarde se quitó la vida ⎯ se burló.
⎯ ¡Lárgate!, no quiero volver a verte… ¡Jamás!
⎯ Eso está por verse… nos vemos en la corte, aprovecha que te dan de comer aquí porque posiblemente en la cárcel no recibas este trato ⎯ le amenazó, para después salir de la habitación dando un portazo.
Momentos después Jaz entró y al ver el rostro de Cho supo que la plática no había ido bien.
⎯ ¿Todo bien? ⎯ preguntó, y se acercó al chico.
Cho se limpió las lágrimas y asintió con la cabeza.
⎯ No tiene nada de malo llorar, ¿eh?
⎯ Lo sé, pero ella no merece que yo llore ⎯ respondió el chico.
Jaz lo abrazó ⎯ no estás solo Cho, que no te haga sentir así. Habemos muchos que estamos a tu lado.
⎯ Lo sé… lo sé ⎯ respondió él, tratando de reprimir el llanto.
Y aunque lo sabía, Cho tenía miedo de su futuro porque era incierto. Antes contaba con que su cuerpo era fuerte y tenía todo para salir adelante, pero, con un cuerpo así, ¿cómo le haría?, ¿dónde iría?, ¿podría en algún momento volver a retomar su vida normal? Supuso que el futuro le daría las respuestas.
Es que de los 3 no se hace 1 en esa familia.
Que bueno hubiera sido que Jaz dejara grabando la visita, se imaginan tener la confesión y la corrupta participacion de Nara en el juicio…
Pero con semejante familia. Para que enemigos.
Que familia maldita la de Choo