La vista de Nara había alterado a Cho por completo, sobre todo porque en este momento se encontraba sumamente vulnerable. Se encontraba en cama, sin poder caminar y sin saber si podría hacerlo bien de nuevo. 

Además, ya había perdido su beca deportiva y la oportunidad de volver a competir, así que posiblemente tendría que replantear su futuro, sin tener muchas opciones; ahora tenía que considerar ir preso entre ellas. 

Aun así, trataba de mantener de buen humor, pensando que todo estaría bien y que algo pasaría, algo tenía que pasar. 

Entonces, los días pasaron en el hospital, entre visitas y diagnósticos, hasta que el momento de darlo de alta llegó, por fin, después de un mes y medio encerrado en esas cuatro paredes y postrado en cama, Cho saldría de ahí. 

⎯ Bien, joven Cho, quiero decirle que ha superado todas las expectativas posibles y que nos alegra decirle que puede irse a casa. Necesitará muchos meses de rehabilitación para poder caminar de nuevo, y sobre todo mucha fuerza, la necesitarás. 

Adrián asintió con la cabeza y supo que eso de “mucha fuerza” era una forma de decirle que esto no sería fácil. Él salía de ahí con una rodilla destrozada, un brazo roto y dolor todavía en las costillas, fuerza no era precisamente lo que necesitaba, pero, ¿qué le podría decir? 

⎯ Gracias, doctor ⎯ respondió entre sonrisas. 

⎯ De nada. Iré a firmar tu alta para que puedas salir cuando desees, ¿vendrá algún familiar por ti? ⎯ le preguntó. 

Si claro, mis padres y mi hermana, pensó, para luego suspirar. 

⎯ Supongo que alguien vendrá ⎯ le respondió. 

⎯ Perfecto, entonces, me voy, y muchas felicidades… Ese que tuviste fue un golpe de suerte, te vas como el héroe del hospital. 

⎯ Como un héroe ⎯ murmuró, si tan solo los que le acusaban supiesen eso. 

El doctor firmó unos papeles para después salir de la habitación. Cho se quedó solo y pensativo, posiblemente tratando de averiguar qué pasaría, hasta que la puerta se abrió y vio a Jaz frente a él. 

⎯ He firmado tu salida ⎯ le dijo, para después acercar la maleta que Sabina le había traído con su ropa. 

⎯ Gracias. 

⎯ Ahora, ¿nos vestimos? ⎯ le preguntó  ⎯, me tendrás que ayudar porque aún estás muy pesado ⎯ le bromeó. 

Así, Jaz comenzó a ayudar a Cho para que pudiese vestirse y después bajar con cuidado a la silla de ruedas. Por ser el encargado de la salud de Cho, era el único autorizado para estar ahí, así que el proceso fue lento gracias a la pierna y a todo lo que conllevaba hacer el cambio. 

Finalmente, lograron salir de la habitación y de ahí del hospital y Cho se sorprendió de que no hubiese nadie ahí. 

⎯ Sabina se disculpó, tenía práctica, y los Carter te verán más tarde. 

⎯ ¡Oh, ok! ⎯ expresó. 

Con mucho trabajo, ambos fueron hasta el auto y Jaz lo subió. Cho, hizo todo el esfuerzo que pudo, pero, estaba completamente débil, así que no fue de mucha ayuda. 

⎯  No te preocupes, sé lo que es eso ⎯ le comentó, para después cerrar la puerta y subirse al auto. 

Cho, sabía que a partir de este momento su vida ya sería otra. El frío del otoño le hizo pensar muchas cosas. En la pausa de su carrera universitaria, las rehabilitaciones, en dónde viviría, etc. 

Tanto fue su distracción que cuando menos se dio cuenta, el auto se detuvo en frente de lo que era un edificio con varios niveles y una explanada bastante amplia. 

⎯ ¿Qué hacemos aquí? ⎯ preguntó. 

⎯ Pues, te traje a casa ⎯ contestó Jaz, para luego ver a Pilar correr hacia el auto con una sonrisa. 

⎯ ¡Cho!, ¡Cho!, ¡ya llegó! ⎯ expresó, para luego abrir la puerta y echarse a sus brazos ⎯¡bienvenido!

⎯ Gracias ⎯ respondió él sin saber qué hacer. 

⎯ Con cuidado Pili ⎯ le advirtió su padre, una vez que Cho estuvo sobre la silla de ruedas. 

⎯ Si ⎯ le dijo, para luego empujar a Cho por la explanada. 

Él iba viendo a su alrededor tratando de entender todo, e incluso cuando subió al elevador, vio cómo Jaz cojeaba hacia ellos, Pili le sostenía la puerta. 

⎯  ¿Me puedes decir qué está pasando? ⎯ le preguntó a Pilar. 

⎯ Sin ansias, Cho ⎯ le contestó, para luego presionar el número cuatro. 

El elevador comenzó a subir y momentos después, las puertas se abrieron y Pili lo empujó por el corredor. 

⎯ Pilar Jaz, con cuidado ⎯ le pidió su papá. 

⎯ Sí, Pa. 

Cuando llegaron a una puerta de madera, ella abrió la puerta y un grito de sorpresa hizo que él se exaltara. 

De pronto, frente a él estaba Sabina, Eduardo, Jo, Jon, Julie, Robert, Sila y la esposa de Jaz, en ese piso sencillo pero hermosamente decorado. 

El cartel de “Bienvenido, Cho” resaltaba con la letra de los niños, y había un olor a comida deliciosa. 

De inmediato, Sabina se acercó y le dio un beso sobre los labios ⎯ ¡Ya estás aquí! ⎯ le dijo. 

⎯ ¿Qué es todo esto? ⎯ preguntó. 

⎯ Pues, no solo salvas vidas, sino que tuviste el poder unir a dos familias ⎯ confesó Julie ⎯ y estamos aquí por ti. 

Cho sonrío. Después el silencio se hizo cuando Jo se hizo para adelante y con el rostro de lágrimas le dijo ⎯ perdóname Cho. Lo siento mucho. 

El chico negó con la cabeza y luego abrió los brazos para que ella fuera hacia él y le abrazara. Cho lo hizo. 

⎯ Jamás me pidas perdón, ¿vale?, estoy muy feliz de que estés aquí. 

⎯ Y yo más… lo siento Cho, te prometo que nunca más volveré a meterte en problemas. Te quiero mucho. 

⎯ Yo más, lo haría todas las veces que fuesen necesario con tal de verte bien. 

Jo le abrazó con más fuerza y besó sus mejillas.⎯ Mira, te hice esto ⎯ le comentó, para luego darle una medalla que parecía de oro y se la colgó en el cuello.⎯ Sé que no es la original, pero, quedó linda. 

⎯ Gracias por mi mellalla ⎯ le respondió él. 

⎯ Me salvaste la vida, te mereces todas las medallas del mundo ⎯ le respondió.

⎯ Ya basta, que me hacen llorar ⎯ dijo Robert, para luego acercarse a Cho y darle un abrazo.⎯ Eres el mejor yerno del mundo y es un honor que permanezcas a mi familia. 

⎯ Gracias, Robert. 

⎯ Ahora, Jaz tiene un anuncio para ti ⎯ le dijo. 

Jaz, se acercó cojeando y le sonrío.⎯ Hablé con Robert y con Julie y ellos cubrirán por completo tu rehabilitación, la beca en tu escuela se pospondrá y pagarán tus abogados. 

⎯ ¿Es en serio? ⎯ murmuro, demasiado conmovido. 

⎯ Y, hablé con mi esposa y vivirás con nosotros. 

⎯ ¿Qué? ⎯ preguntó sorprendido ⎯ ¿aquí? 

⎯ No te puedes ir a un piso solo, además, nosotros sabemos de eso. Mi esposa es enfermera y te ayudará, al igual que Sila. 

⎯ Y yo ⎯ respondió Sabina ⎯ en realidad todos, pero Jaz literal te adoptará, hasta que te sientas mejor. Por eso, hablé con mis papás y me mudaré al piso de abajo. 

⎯ ¿Qué? ⎯ volvió a decir, eran demasiadas situaciones. 

⎯ Así es, el piso de abajo está libre, tu rehabilitación queda cerca de aquí y podré subir a ayudarte. 

⎯ ¡Es demasiado! ⎯ Expresó. 

⎯ No, nada es demasiado para ti ⎯ habló Julie, para luego abrazarlo ⎯ te queremos Cho, y es nuestra forma de agradecerte lo que hiciste por mi hija, por nuestra familia, llevas nuestro agradecimiento eterno. 

⎯ Gracias ⎯ dijo Cho, conmovido. 

Cho vio a todos los que estaban presentes y sonrío, supo que todo lo que pensaba antes no era cierto, no estaba solo, ni desolado, menos en la calle. En ellos había encontrado una enorme familia, llena de padres, hermanos, hermanas y sobre todo del amor de su vida… su preciosa Sirena. 

⎯ ¿Ves cómo te dije que todo estaría bien? ⎯ le dijo Jaz, para luego suspirar ⎯¿alguien tiene hambre?, porque yo muero de hambre.

⎯ Yo ⎯ dijo Cho, mientras Pilar lo empujaba hacia el comedor. 

Y así, de la desgracia, Cho había sacado lo mejor… una vida nueva, con muchos retos, pero suya al fin de cuentas.  

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