La recuperación de Cho iba viento en popa, y comenzó a ser verdaderamente rápida después de lo que le había confesado su novia. Aún le costaban hacer muchas cosas, pero, no podía rendirse, no cuando muchas personas había modificado sus vidas con tal de ayudarle. 

Así, Cho se tomó su recuperación como si estuviera entrenando para sus propios Juegos Olímpicos, con una disciplina que pocos pudiesen tener. Haciendo ciertos ejercicios en su habitación, tratando de ayudar en casa de Jaz y tratando de no dejarse caer. 

Evidentemente, había días buenos, y malos, unos donde quería rendirse y mejor quedarse en la silla de ruedas. Sin embargo, eran más los días, donde quería salir adelante, arrojar la silla y las muletas y comenzar a correr. Donde él se prometía que caminaría de nuevo normal y que no usaría bastón como anciano, aunque ese comentario le molestaba a Jaz. 

Además, Cho tenía otra motivación, su hermosa Sirena. No solo porque le seguía ayudando con la rehabilitación en la piscina, sino porque tenía que volver a salvar su relación, aunque en realidad no estuviese perdida. 

Desde mucho antes del accidente ellos se habían dejado, por lo que ahora llevaban meses siendo simplemente Cho y Sabina, y olvidado el romance que había entre los dos. Se notaba que su sirena estaba cansada por todo lo que tenía que hacer y ahora, además, tenía que cuidarlo, por lo que las caricias y los besos entre los dos habían diminuido bastante. 

No es que Cho temiera perderla, sin embargo, sabía que de alguna forma debía hacerle saber, que no importaba lo que pasaba, él estaba perdidamente enamorado de ella y que su relación iba más allá del todo. 

Además, Cho no había podido festejar su cumpleaños debido a su padecimiento, y pronto se acercaba la Navidad, por lo que era momento de hacer algo para hacerla sentir especial, pero, para eso, necesitaba un poco de ayuda, ya que su mente planeaba mucho, pero su cuerpo le respondía poco. 

Así que aprovechó que iba a visitar a Robert Carter, al Conglomerado CanCon, para pedirle esa ayuda que tanto necesitaba y de pasada saber cómo iba el rollo de sus abogados. 

⎯ No ha avanzado mucho el caso desde las últimas veces que fui y te dije algo ⎯ le informó. 

⎯ ¿Nada?, ¿no han encontrado a mis padres? 

⎯ No, parece que se esfumaron. Sin embargo, las pruebas a tu favor han sido bastante contundentes y ya se mostraron. Faltaría poco para que te llamen a declarar, y te retiren los cargos… Solo debes tener paciencia. 

Cho suspiró hondo. No podía creer que ya casi se terminaba el año y aún no se zafaba de lo que le habían hecho sus padres. Temía que su hermana estuviese en verdad involucrada, pero, al parecer, se había esfumado del caso. 

⎯ Cho, ¿es cierto que tú no eres hijo de tu padre? ⎯ le preguntó y el chico simplemente encogió los hombros. 

⎯ Pues, no me era permitido hablarlo o nombrarlo. En toda mi familia es un tabú bastante grande, sobre todo por parte de mi padre. 

⎯ Ahora entiendo tantas cosas ⎯ le dijo, reflejado una tristeza en su rostro. 

⎯  ¿Cómo qué? 

⎯ Tus ganas de demostrar que no eres alguien que te han dicho que eras. Todos empezamos así, con estas ganas de ir al contrario de lo que más nos duele. No sé si ya lo sabes, pero, aun así, quiero decírtelo, tú no tienes la culpa de lo que tu madre hizo, y tampoco eras la consecuencia de un acto. Eres un hombre extraordinario y quiero que eso lo recuerdes cuando las cosas se pongan duras, ¿vale? 

⎯ Lo recordaré. 

⎯ Pero quiero que en realidad lo hagas. Lo que te hizo tu familia no es algo que debas tomar a la ligera, pero, tampoco te eches la culpa, no lo fue. 

Cho sonrío, jamás pensó que la relación con Robert se tornara de esta forma, no después de haber empezado con el pie izquierdo. ⎯ ¿A caso he ganado el corazón del señor Carter? ⎯ bromeó y Robert negó con la cabeza. 

⎯ No cambias, ¿cierto? ⎯ y luego se río. 

Por un momento se quedaron en silencio, justamente pensando en lo que acababa de pasar. Hasta que el mismo Robert interrumpió. 

⎯ Dime, ¿cómo vas con Sabina? 

⎯ Justo de eso quería hablarle ⎯ dijo él muy propio.⎯ Hay algo que necesito pedirle. 

⎯ Lo que sea. 

⎯ No le festejé a Sabina su cumpleaños por culpa del accidente, y ya se acerca Navidad, no me gustaría que se fuese el año y yo no le hiciera nada. Como sabe, no tengo nada de dinero, porque aún no trabajo y…

⎯ ¿Qué deseas? ⎯ le interrumpió Robert. 

⎯ ¿Seguro que me ayudará en todo? ⎯ inquirió, Cho, con rostro pícaro. 

Robert suspiró.⎯ Solo dime que necesitas, no me hagas imaginar el resto. 

⎯ Vale, se lo diré ⎯ respondió, para después, sonreír. 

*** 

Estar era la primera vez que Robert era el confidente de Cho para algo relacionado con Sabina. Siempre era Julie o Jaz, pero la participación del padre era bastante significativa y eso hacia el evento aún más especial. 

Así, Cho y Robert planearon todo tan rápido y tan natural que no lo podía creer. Sería algo sencillo, pero bonito, algo que le traería a Sabina mucha felicidad. 

Entonces, cuando todo estuvo listo, Robert llevó a Cho a la casa de los Carter, donde todo estaba en el sitio correcto. Cho se impresionó de lo mucho que puede hacer el dinero al respecto, cuando de sorpresas se tratan. 

⎯ Sabina vendrá directo a la casa ⎯ le informó él, con una sonrisa ⎯ Julie y yo nos llevaremos a los gemelos al cine y después a cenar, así que tienes unas cuántas horas, ¿vale?, más tarde ya no respondo. 

⎯ Gracias ⎯ le agradeció el chico, que se encontraba en la silla de ruedas en medio de la sala. 

Jo y Jon bajaron corriendo de inmediato y al ver a Cho se alegraron. 

⎯¡Cho! ⎯ gritó Jon, mientras corría ⎯ ¡vamos a ir a ver una película de acción! 

⎯ ¡Qué bien! ⎯ expresó el tierno. 

⎯ Sí, es de espías… ⎯ agrego Jo, y luego fue a abrazarlo. 

Desde el accidente, Jo le tenía un gran respeto a Cho y un amor tan grande que no se podía comparar. Siempre que podía lo llamaba para saber cómo estaba y cuando los domingos iba a comer a la casa, no se separaba de él. Era como si la pequeña supiese que estaba en deuda con él, de por vida. 

⎯ Ya sé que quiero ser de grande Cho ⎯ le dijo Jon, emocionado. 

⎯ ¿Ah sí? 

⎯ Sí, doble de acción.

⎯ ¡Guau!

⎯ Y hacer piruetas como tú, y aparecer en películas ⎯ explico tierno Jon, que cada día se parecía más a su padre. 

⎯ Bueno, pero sabes que las piruetas que yo hacía eran con supervisión y cuidado, no subiéndote al librero y saltando a una pila de cojines, ¿cierto? ⎯ le advirtió, ya que la última vez le habían sacado un susto a Sila cuando lo encontró arriba del librero. 

⎯ Sí, lo sé, pero no le digas a mamá ⎯ le pidió. 

Cho le prometió que no lo haría, aunque sabía que las cámaras de la casa, ya le habían delatado. 

Después de que toda la familia bajó a saludarlo, los Carter salieron de ahí, dejándolo solo. Solo faltaba que llegara su sirena. 

Así, Cho espero una hora impaciente a Sabina, quién a base de engaños, tenía que ir a casa de sus padres por alguna situación. Cuando Cho la vio por la cámara se puso nervioso, tanto que parecía su primera cita. 

⎯ ¿Papá?, ¿mamá? ⎯ preguntó, al ver que toda la sala estaba a oscuras ⎯, ya llegué. 

Entonces, Sabina prendió las luces y emocionada se cubrió la boca de la sorpresa. 

A su alrededor, toda la sala estaba convertida en un lugar listo para un pícnic, con una manta en medio, cojines, unos ricos platillos y luces, muchas luces simulando estrellas. 

Sin embargo, lo que más le impactó a Sabina no fue como estaba decorado el lugar, sino que su novio, estaba de pie en medio de todo, erguido, sin tambalearse y con una sonrisa de oreja a oreja. 

⎯ Cho ⎯ murmuró ⎯¿puedes caminar? ⎯ preguntó, para después romper en llanto. 

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