Para Sabina y Cho, irse a vivir juntos era un paso normal, algo que sabían que en algún momento pasaría. Sin embargo, ella no sabían con les dirían a sus padres para que les dieran permiso, ya que el piso donde vivirían sería completamente de Sabina y Cho aún no tenía trabajo, había suspendido sus estudios para retomarlos el próximo año, y tenía prohibido trabajar hasta que el doctor lo diese de alta.
Así que los dos decidieron guardarlo en secreto y encontrar el momento indicado para anunciarlo y esperar las reacciones.
Sin embargo, el anuncio de que ambos empezarían por su vida juntos, se vio opacado por otras cosas, asuntos pendientes que se tenían que resolver antes de que el año se terminara, y sobre todo de que Sabina y Cho, pudiesen cerrar ese capítulo en su vida para empezar uno nuevo.
⎯ Sabes que tu trabajo en la cafetería está asegurado, hijo, solo que por ahora no puedes trabajar ⎯ le comunicó Jaz, mientras él trataba de consolarle.
El único que sabía que ambos se querían ir a vivir juntos era él, ya que Cho le había comunicado para saber su opinión
⎯ Ya puedo trabajar. Puedo tomar las órdenes y servirlas, preparar el café.
⎯ ¿Qué dijo el de rehabilitación de esto? ⎯ le preguntó, haciendo que el chico dudara.
⎯ No tiene por qué saberlo…
⎯ Yo lo sabré.
⎯ Venga, Jaz. Tú más que nadie debe comprenderme, digo…
⎯ Y lo comprendo ⎯ respondió él ⎯, pero sí el doctor te dijo que esperes hasta enero, debes hacerlo. No insistas.
⎯ Pfff ⎯ se quejó Cho, para luego sentarse en una de las mesas de la cafetería.
Ahora, lo único que hacía ahí, era esperar a Sabina a que llegara para ir a rehabilitación juntos o para acompañarla mientras ella trabajaba junto con Jaz.
⎯ Me estoy desesperando.
⎯ Lo sé, y te comprendo ⎯ volvió a consolarle Jaz ⎯, al menos tú tienes la pierna, y no tienes que acostumbrarte a la prótesis ⎯ le hizo saber.
Cho, ya no sabía si esa frase era un consuelo o un reclamo, solo sabía que ya no quería escucharla y que lo único que deseaba es que le dieran luz verde para volver a hacer su vida, en todos los sentidos.
⎯ ¿Me ayudas? ⎯ escuchó la voz de Sabina, que se encontraba en la bodega.
⎯ ¡Voy!
Jaz, quién limpiaba los vasos, lo vio con rostro de pocos amigos.⎯ Cho…
⎯ Solo le ayudaré a algo sencillo, no cargaré nada.
⎯ Tú sabes a lo que me refiero ⎯ le advirtió.
Y Jaz tenía toda la razón, Sabina y Cho parecía que estaban en voto de castidad porque también, por órdenes del doctor, tenían que suspender eso.
Cho se levantó entusiasmado, y fue hacia donde Sabina le esperaba. Cuando llegó a la bodega la tomó de la cintura y ella se río.
⎯ Basta, solo quiero que me alcances eso ⎯ le comentó, para, luego, señalar una batidora en la parte de arriba.
⎯ ¿Segura? ⎯ le preguntó, mientras la ponía contra las repisas.
Sabina se rió y de inmediato, se acomodó para verle a los ojos. Cho la besó en los labios y el fuego corrió por sus cuerpos.
⎯ Te extraño tanto, Sirena… ⎯ le confesó.
⎯ Yo más… ¿Cuánto tiempo falta?
⎯ La próxima visita veré que nos den luz verde… Y después de ahí, prepárate, porque te traigo ganas desde junio ⎯ le confesó, haciéndola reír.
Ambos se volvieron a besar como el último recurso que tenían en ese momento y lo disfrutaron como nada en el mundo.
⎯ ¿Cho? ⎯ escuchó la voz de Jaz.
Él se separó de Sabina, y se tranquilizó ⎯¿sí?
⎯ Te necesito aquí afuera.
⎯ ¡Voy!, unos cinco minutos más ⎯ le pidió el joven, para luego volver a tomar a Sabina de la cintura.
⎯ No, tienes que venir ⎯ le pidió ⎯, ahora.
Cho hizo un rostro de pocos amigos ⎯ ¿aún quieres que te baje la batidora?
⎯ Por eso te traje ⎯ bromeó Sabina.
Cho se encargó de bajar la batidora, y se la puso en las manos.⎯ Me debes otro round.
⎯ Hmmm ⎯ reaccionó Sabina.
Ambos salieron de la alacena tratando de disimular y con una sonrisa, cuando de pronto esa se borró al ver a las personas que estaban esperándolos.
⎯ ¿Adrián Cho Barbet? ⎯ escuchó su nombre.
De inmediato, Sabina se pudo frente a su novio, como evitando que se lo llevaran. No se repetiría lo que pasó.
⎯ No me pueden llevar, mi abogado me ha dado un amparo que…
⎯ No venimos a llevarlo a la cárcel ⎯ habló uno de los policías.⎯ Venimos para avisarle que hemos aprehendido a su padre, necesitamos que venga con nosotros.
Y Cho solo sintió cómo un balde de agua fría le caía sobre el cuerpo.
⎯ ¿Cómo dice? ⎯ preguntó, aún impactado.
⎯ Tiene que acompañarnos… lo necesitamos.
⎯ Yo voy… ⎯ se ofreció Sabina.
⎯ No, Sirena…
⎯ Iré ⎯ le dijo firme, mientras lo veía a los ojos ⎯ la última vez que te llevaron no supe de ti en días, iremos juntos, ¿comprendes?
Cho asintió.⎯ Bien, llamaré a mi abogado.
⎯ Llamaré a Robert, tiene que estar enterado de esto ⎯ interrumpió Jaz, y de pronto todos se pusieron de acuerdo como si fuera una especie de paseo.
Los policías le pidieron a Cho que le siguiera y Sabina, de inmediato, tomó las llaves de su auto, se puso el abrigo. Jaz la abrazó ⎯ cuidado, ¿quieres?, cualquier cosa me llamas y estaré ahí, a cualquier hora, ¿vale?
⎯ Lo sé ⎯ respondió Sabina, y besó su mejilla.
Así, después de unos meses de incertidumbre, de subidas y bajadas y de no saber qué pasaría con su futuro. Ahora Cho tendría la respuesta frente a sus ojos, y era mejor que supiese preguntar lo correcto y, además, no dejarse intimidar por su padre.
Por fin!! Fuerzas para Cho -deditos cruzados-