Karl 

-Días después de que Alegra se fuera – 

Los días de Navidad siempre hay trabajo en los hospitales. Uno puede creer que hoy los doctores nos la pasamos descansado, viendo una sala de espera vacía, y aburridos de estar en el hospital. Eso sí, todos coincidimos en una cosa: extrañamos a nuestras familias. 

Sin embargo, no es así. Incluso desde los primeros rayos del sol, la sala de espera se llena de todo tipo de personas, con diferentes padecimientos que desean que un médico les revise. Las más comunes son: gripe y resfriados, alergias, norovirus, intoxicación alimentaria, lesiones por decoración e intoxicación por alcohol. 

Algunas tratables en casa con un simple té, descanso y paracetamol, otras que sí es necesaria una recta. Aun así, la sala se llena y la mayoría quiere una respuesta rápida porque a pesar de la enfermedad, las fiestas siguen y necesitan regresar a sus casas. 

Así que me he pasado todos estos días, tratando gripes, tranquilizando a madres ingenuas que no entienden por qué su hijo está drogado si solo lo vio comiendo un cupcake. Niños con una tos que se puede sentir en los pulmones y una señora que lo único que quería era que alguien le dijera que estaba enferma, para no pasar Navidad con su nuera. No sé por qué pensé en mi madre. 

Receté tantas cosas que dos de mis blocs se terminaron y el tercero estuvo a punto de hacerlo. Mi bata quedó algo manchada de revisar a tantos niños que estornudaron sobre mí, y mis manos quedaron resecas de los guantes de latex que me tuve que poner. Así que, el regresar a mi casa, darme una ducha y tomarme una píldora para prevenir posibles resfriados, fue la mejor de las ideas. 

Sin embargo, mi casa se siente vacía. Sé que solo somos Alegra y yo, pero ella llena con sus risas y conversaciones todo el lugar. También extraño dormir a su lado. Sentir su cuerpo cálido a mi lado y los sonidos nasales que ahora hace. Sí, Alegra ronca, pero es porque su vientre cada vez presiona más los pulmones, aun así, me arrulla. 

Todos los días hablo con ella. Alegra se desvela para preguntarme sobre mi día, qué hice y si comí; últimamente se preocupa mucho si comí o no. Pasamos horas hablando, hasta que noto que ella cae de sueño y le pido que se vaya a dormir. Por fortuna me hace caso. 

Después, me acomodo en la cama y duermo tranquilamente hasta que Arqui me pide salir al baño. Tardo un poco en reaccionar, ya que me encuentro todavía cansado de la jornada anterior y, además, el frío lo hace peor. No soy admirador del frío. 

Así se ha extendido mi rutina por unos días y faltan algunos más, por lo que debo tener paciencia y conservar la calma, pronto Alegra estará a mi lado y todo volverá a ser normal. 

—Yo también te extraño como loca. Además, me siento triste porque no estarás en la cena. Tampoco estuviste en el baby shower. 

—Lo sé. Sin embargo, en la próxima cena estaré, no te preocupes. Tú sabes cómo es este oficio. 

Alegra asiente. 

—Lo sé. Solo que eso no hace que deje de extrañarte. Los niños también te extrañan. Ya no hay nadie que les hable cerquita antes de dormir. 

Sonrío. 

—Te prometo que cuando regreses, no dejaré de hablarles, hasta que me pidan que ya no lo haga. 

Alegra se ríe. Su risa es la melodía que necesito justo en este momento para descansar. 

—Eso no pasará. Ellos te aman y yo adoro tu sexy voz. 

—¿Crees que mi voz es sexy? —le digo, haciéndola más grave. 

—¡Karl! —me contesta, para luego reírse nerviosa. 

—¿Qué?, ¿te despierta algo? —le contesto— quieres tener sexo telefónico. 

—¡No! —contesta, pero en un tono de sorpresa. 

—¿Segura? Porque yo estoy superlisto. 

—No amor, no ahora. 

—Bueno, te la pierdes. Sin embargo, sí estás dispuesta a tener esa conversación. Aquí estaré. 

Escucho cómo Alegra bosteza.

—Me iré a dormir. Mañana iré a comprar el resto de los regalos…

—¿No llevaste suficientes? —pregunto. 

—No, me faltaron algunos. No te preocupes, serán velas. 

—¿Velas de 400 dólares? —bromeo. 

—Claro que no… —contesta, para luego reírse—. Me voy, mañana te hablo antes de cenar. Te amo. 

—Te amo. Y ya sabes, si necesitas una hotline, sigo dispuesto. 

—No —contesta, entre risitas—. Te amo. Quédate calientito en casa. 

—Te amo. 

Escucho cómo Alegra termina la llamada y todo se queda en silencio. Dejo el móvil al lado, sobre la colcha, y después tomo el libro que hay sobre el buró. 

—Supongo que seremos tú y yo para Navidad —murmuro. 

Arqui levanta la cabeza y me ve. 

—Y tú también, por supuesto —comento. 

Entonces, doy paso a abrir el libro, comenzar a leer el capítulo dónde me quedé, y concentrarme en la lectura. Sin embargo, siento cómo los párpados me pesan y mis ojos comienzan a cerrarse. Mis manos caen sobre la cobija, haciendo que el libro se quede sobre esta. 

Comienzo a soñar. Escucho el sonido de mi móvil, el timbre que se repite una y otra vez, hasta que logra despertarme. Así, estiro la mano, toco un poco la cobija buscando el móvil y cuando logro encontrarlo, lo respondo. 

—¿Te arrepentiste de no tener sexo telefónico? —hablo. 

—¡Karl! —Me sorprende la voz de Rico. Se escucha un poco agitado—, ¡Karl! 

—Rico. 

—¡Qué bueno que me respondes! —me dice—. Necesito tu ayuda, ¿puedes salir? 

Veo la hora en mi móvil. 

—Supongo que sí… ¿pasa algo? 

—Sí. Necesito que vengas. 

—Sí, salgo para la clínica de inmediato. 

—No, te envío la dirección por WhatsApp. —Es la última frase que escucho y momentos después un mensaje llega a mi móvil. 

La dirección no es muy lejos de la clínica, sin embargo, el viaje sí será un poco más largo de lo acostumbrado. Rico, no me dijo que tan urgente era el asunto, pero, al escuchar el tono de su voz, creo que no debería tardarme tanto. 

Así, me visto con la ropa más gruesa que tengo y me pongo el abrigo del diario. Me pongo las botas, me aseguro de que Arqui esté bien y salgo al frío. Las calles están completamente vacías, y, no está de más, es tarde, y nadie en su sano juicio caminaría por aquí. 

Mientras tomo el último metro, pienso que hubiese sido mejor que la llamada fuese de Alegra y en este instante estaría caliente en mi cama y escuchando su voz; cuando digo caliente no solo por la calefacción y las cobijas. 

Un mensaje de Rico, me saca de mis pensamientos. 

RICO 

¿Casi llegas?, espero no te hayas quedado dormido. 

Respondo que ya voy para allá, y que espero que no haya contratiempos debido a la nieve y el frío. 

No los hubo. Llegué justo a tiempo al lugar, unos edificios típicos neoyorquinos, en una calle con poca iluminación. Sin embargo, parecía que varias familias vivían ahí, así que no daba la sensación de que fuese peligroso. 

Rico me indicó que llegar a la puerta, y presionara el número uno. Lo hago, y unos momentos después, sin decirme nada, Rico abre la puerta. 

—Entra, departamento ciento cuatro, está al fondo. 

—Vale. 

Entro. Y lo primero que noto es un pasillo bastante largo. Voy caminando hacia el número de departamento cuando noto que sobre el pasillo hay personas formadas, esperando por alguien. 

—Buenas noches —hablo. 

Recibo unos saludos, mientras sigo caminando. De pronto, me percato que las personas están esperando en frente del ciento cuatro. Toco la puerta dos veces, y Rico abre la puerta de golpe. 

—Entra… —Me pide, y siento cómo toma mi brazo y me jala hacia adentro. 

Lo primero que veo es su piso, son los libros, apilados en libreros. Después, noto que su cama está en la sala, cerca de la cocina, y que apenas tiene un comedor. La ubicación de todo es tan rara, porque este no es un loft, es un piso con una habitación, pero él no la utiliza como al. 

—Pasa…—Insiste, caminando hacia la habitación. 

—¿Qué pasa? —pregunto. 

—Necesito tu ayuda, pero, primero, quiero que me jures que no dirás nada. 

—¿Jurar? —inquiero. Y comienzo a alarmarme. 

—Solo hazlo… 

—Rico. 

Un grito interrumpe nuestra conservación y Rico corre hacia la habitación  para abrirla, mostrando un consultorio completo. Un hombre yace recostado sobre una camilla. 

—Necesito que me ayudes a descartar un posible infarto al corazón. 

—¿Cómo? —inquiero. 

El hombre vuelve a quejarse, y lo hace con tanta urgencia, que reacciono si preguntar más. 

—¿Siente dolor en pecho? —pregunto, mientras tomo un estetoscopio y me acerco a él. 

—Sí. 

—¿Sudoración?, ¿fatiga?, ¿dolor en el abdomen? 

El hombre se queja. 

—¿Sufre problemas cardiacos?, ¿alguien de su familia los sufre? 

—No, no… —responde el hombre. 

Necesito hacerle un electrocardiograma para estar seguro, pero tendríamos que ir a la clínica y… 

De pronto, Rico saca un ECG portatil y me lo muestra. 

—Vamos. 

Lo preparo en seguida y sin dudarlo lo acomodo sobre el pecho del paciente. Veo los resultados, el hombre si tiene palpitaciones rápidaz, pero es normal, el dolor hace que el corazón se acelere. 

—No son síntomas de infarto. Estoy seguro que es reflujo gastroesofágico, uno muy doloroso. Con unos antiacidos estará bien. 

—¿Seguro? —pregunta el hombre, tomándose el pecho.

—Seguro. Su corazón late en lo normal, sin anomalías. Lo que causa el dolor de pecho y estomacal es el acido que está subiendo por el esógafo. El ácido estomacala es eso, ácido, que ayuda a la digestión de los alimentos. Al subir por el esófago, lo quema, y eso es lo que provoca el dolor de pecho. Los síntomas se pueden confundir con un infarto, pero con el diagnóstico de un cardiólogo, se descarta. 

—Bien, te daré la medicina. —Se escucha la voz de Rico, y al abrir el armario, veo todo tipo de botes con medicinas, gazas, vendas entre otras cosas. 

Veo al rededor y noto que Rico no solo tiene un ECG, si no instrumentos médicos, entre otras cosas que pertenecen a un hospital o más bien… a una clínica. 

—¿Qué demonios pasa aquí? —pregunto, bastante impactado. 

Rico me ignora. Le da al señor el tratamiento y después le pide que se marche, comentándole que si los síntomas no se van, que le llame de inmediato. 

—Gracias, doctor —me dice el hombre, saliéndo junto con Rico de ahí. 

Me quedo solo en el lugar, sin poder creer todo lo que estoy viendo. Todo un consultorio hecho con instrumentos tomados de la clínica, donados por la fundación. Me acerco al armario, y noto que hay todo tipo de medicinas. Todas robadas de la clínica y de uso exclusivo de nosotros. 

Rico regresa, me ve revisando el armario y sube las manos pidiéndome que me tranquilice.

—Puedo explicarlo. 

—¿Desde cuánto tienes este consultorio clandestino?, ¿desde cuándo te robas la medicina de la clínica?, ¿los instrumentos donados por la fundación? —inquiero, en tono firme. 

—Karl… 

—¡QUÉ CREES QUE ESTÁS HACIENDO!, ¡si descubren este consultorio y ven el nombre de la fundación, la meterás en problemas! 

—Si sigues hablando así, todos los sabrán —me comenta, tratando de que me tranquilice—. Nadie descubrirá que son de la fundación. 

—¿Qué?, ¿piensas que porque le quitaste las etiquetas nadie lo sabrá? Vamos Rico, eres más inteligente que esto. Tienen números de registro, hay papeles que lo demuestran. Y la medicina, todo lo que haces es ilegal. 

—¡Pero ayuda a las personas sin seguro! —grita—. La clínica ayuda a los más necesitados pero deben tener seguro. Hay personas, como los inmigrantes ilegales que no lo tienen y necesitan atención. Solo estoy cumpliendo con mi juranmento. 

—¡A costa de la fundación! —expreso— ¿Qué no ves lo que puedes provocar? Es la fundación de mi familia, ¡DE MI FAMILIA! 

—Lo sé, y estoy conciente, pero te juro que estoy tomando las medidas necesarias. Nadie dirá sobre este consultorio. Son personas que no quieren llamar la atención. Tú no sabes cuántas vidas he salvado aquí. —Rico suspira—. Mira, Karl, tengo a otras personas que atender. Si gustas, puedes quedar a ayudarme o puedes regresarte a tu casa. Solo te necesitaba para esto. 

—¿Disculpa?, ¿crees que me iré a dormir tranquilo sabiendo que tienes un consultorio clandestino con material y medicina de la fundación? ¡por supuesto que no! 

—Entonces, si te preocupa tanto, ayúdame. 

—¿Qué? —pregunto, incrédulo. 

—Si tanto te preocupa la medicina y los instrumentos, vigílalos. Atiende conmigo a estas personas, cerciorate de que no haya nada de mal uso, hagámos más por las personas necesitadas… ¿no es lo que hace la fundación en México?, ¿eh? 

—Sí, pero de manera legal, LEGAL. 

Se escucha que alguien toca la puerta, y Rico me pide que guarde silencio. 

—Déjame atender a las personas y cuando se vayan todos, hablamos. Si quieres quédate… 

—¡Por supuesto que me quedaré! — respondo, dejando mi maleta sobre el sofá. 

—Bien, y mientras estás aquí, ¿podrías ayudarme?, o también a eso te vas a negar.

Rico sale de la habitación, dejándome esas palabras. Quiero negarme y trataré de hacerlo, sin embargo, veo a una niña de unos cinco años entrar al consultorio, en brazos de su padre, desmayada, con dificultad para respirar y con un aspecto fatal. 

—Tiene fiebre alta —habla Rico, y yo me pongo de pie de inmediato para verla. La niña se parece a Amada, justo cuando comencé a atenderla. 

—¿Cuánto tiempo lleva así? —inquiero, y al poner mi estetoscopio sobre el pecho, averiguo el problema—. Neumonía —hablo, y Rico va hacia el armario para tomar la inyección. 

Así, sin darme cuenta. Atiendo a la primera paciente, y luego a la segunda. Un tercero, hasta que los primeros rayos del sol se ven en el horizonte. El coraje ha pasado y ahora, solo quedamos Rico y yo en medio de su sala, tomado un café fuerte que nos ayuda a despertar. 

Esa imagen se repitió durante las dos semanas que Alegra estuvo ausente y aunque yo juré que no volvería, no fue así. Lo hice, bajo mi propio riesgo. 

Ojalá me hubiese quedado calientito en casa, como me dijo Alegra. Hubiese evitado lo que vendría tiempo después. 

13 Responses

  1. Ay Karl, en que te metio ese Rico. Alegra se lo advirtio que no se confiara de ese, que ya la habia robado. Pobre mi Karl. 🙈🙈🙈🙈🙈

  2. Dios que lío!! Cuando te haces médico juras atender a cualquier persona no importa su condición ni raza. Supongo que a Karl see ha hecho difícil decir que no, aún cuando sabe todos los riesgos … 😔

  3. Mi Karl!! el buen corazón a veces te mete en problemas, espero no sea grave lo que pasará después y sepan conocer, tus intensiones!

  4. No recuerdo si alegra le conto lo que le había hecho Rico pero es un generador de problemas pobre Karl el es inocente

  5. Ay Karl, transparencia con Alegra, con David que seguro entendería la necesidad de cumplir el juramento…

  6. Entre lo correcto y lo ilegal hay una fina linea que Karl cruzó bajo su propio riesgo, debía recordar las palabras que le dijo a Rico cuando lo enfrentó, ahora está al mismo nivel que Rico perjudicando a la fundación.

  7. Dios como dijo Alegra ese Rico no es cosa buena 😡 parece una buena acción pero no de esa forma como le dijo Karl hay Karl y ahora que vas hacer y que va a pasar 🥺🥺

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