Parte III 

-Cuatro años después – 

Sabina 24 años / Cho 26 años

Sabina apenas podía escaparse de los brazos de Cho, mientras él la besaba como loco enredando aún más la cobija en sus cuerpos. 

Este era un enero bastante duro, la nieve caía en Madrid y el frío era evidente afuera. Sin embargo, dentro del estudio donde vivían los dos jóvenes no se sentía nada más que puro calor y no solo por la calefacción. 

⎯ ¿Qué hora es? ⎯ preguntó Sabina, tratando de ver el despertador que se encontraba en la mesita de noche. 

⎯ ¿Qué importa? ⎯ contestó Cho, mientras besaba su cuello. 

⎯ No en serio, hombre, tengo que llegar temprano al zoológico hoy, me toca arropar avestruces. 

Cho la vio a los ojos ⎯ ¿Y a mí no me puedes arropar? 

⎯ Ya te arropé ayer por la noche, venga, que con esta nieve el tráfico estará horrible. 

Cho se separó de Sabina y cayó sobre el colchón y las sábanas de franela. Volteó a ver hacia el techo y se percató que hoy era el día, el que había planeado por mucho tiempo. Cho y Sabina llevaban cuatro años viviendo juntos en ese pequeño estudio que poco a poco había arreglado y decorado juntos. 

Al principio, Cho pensó que los padres de Sabina se pondrían en contra de la situación, pero resulta que respiraron alegrados cuando ambos les pidieron permiso. Resulta que María Julia se había ido a vivir con Robert muy joven sin el permiso de sus padres, y la habían pasado mal, así que les concedieron el permiso sin tanto problema y respetando la madurez y decisión de ambos. 

La única condición que les pidieron: no hijos por ahora. Porque deseaban que Sabina terminara su carrera y al igual que Cho, que la había retomado unos semestres atrás después del accidente. Ambos estuvieron de acuerdo, y ya con la bendición de sus padres, Cho compró el pequeño estudio y juntos lo volvieron suyo. 

Tal vez no era el lugar lujoso que él esperaba, o Sabina ya no tenía ese armario que parecía otra habitación de la casa. No tenían un jardín olímpico, pero si un balcón donde regaban las plantas y tenían una pequeña mesa para tomar café por las mañanas. La cocina era pequeña pero con lo indispensable. Dentro del baño yacía también la lavadora y secadora, y la sala se convertía tanto en cuarto de visitas como en pista de baile, cine o extensión del comedor. 

Era una vida simple, pero bonita, llena de risas, besos y sobre todo mucha Paz, algo que Cho había deseado desde hace mucho. Por otro lado, las cosas les iban bien a los dos. Sabina estaba a punto de graduarse y ya tenía trabajo en el zoológico de Madrid, y le encantaba, además, deba rehabilitación por las tardes, y había comenzado a entrenar de nuevo. 

Cho, se había recuperado, ahora trabajaba en la clínica del tío de Sabina, David, y planeaba poner su propio consultorio con el dinero que ahorraba. Además, tenía otro negocio en mente, y justo hoy era el día que iba a proponerlo. No obstante, estaba nervioso, ya que aún le daba un poco de tensión juntar a Jaz y a Robert en una sola habitación; aún no sabía por qué. 

Sabina se puso de pie, miró su móvil y notó que el chat de la familia ya estaba activo.⎯ Mis primos harán una noche de pizza en la casa de mis tíos Luz y David, recuerda que es el cumpleaños de mis primas. 

⎯ Yo no sé cómo las distinguen, las dos parecen el copia y pega de la otra ⎯ bromeó Cho, que a pesar de tener años de conocer a Alegra y a Lila las confundía. 

⎯ Es fácil, Alegra se parece a mi tío, Lila a mi tía. 

⎯ ¡Claro!, facilísimo ⎯ comentó Adrián, para luego levantarse y abrazar a Sabina por detrás. ⎯ ¿No te animas a tener unos gemelos? 

Sabina volteó y lo vio a los ojos.⎯ ¿Es broma, no? 

⎯ No… imagínate dos chocitos, corriendo por ahí. Mitad tú y mitad yo. 

Sabina sonrío, le daba ternura que Cho ya pensara en hijos, pero ella no se sentía lista para eso. 

⎯ Sabes que no estoy lista para eso. 

⎯ Lo sé. 

⎯ Acabo de cumplir 24 años… 

⎯ Lo sé. 

⎯ ¿Entonces? 

⎯ No sé, solo se me antojó. 

Sabina besó a su novio.⎯ Mejor que se te antoje una pizza, querido ⎯ y se puso de pie. 

Cho se río, y volvió a caer sobre la cama. Sabina se puso el albornoz y fue hacia el armario a seleccionar su ropa. 

⎯ ¿A qué hora verás a mi padre? ⎯ le preguntó. 

⎯ A la hora de la comida. Primero tengo que dar consulta en la clínica, y de ahí voy por Jaz para llevarlo al Conglomerado ⎯ contestó Cho, y luego suspiró.⎯ ¿Qué pasa si no quiere? 

⎯ ¿Qué? 

⎯ Pues lo que le voy a pedir. 

Sabina dejó su ropa sobre la cama y lo vio. Amaba que su novio hubiese recuperado su cuerpo de antes, tan atlético y espectacular. 

⎯ Tienes todo el plan, ¿qué no?, además, recuerda que es por el bien de Jaz. 

⎯ Lo sé… 

⎯ Verás que aceptará, al igual que Jaz… así que usa esa sonrisa traviesa, esa habilidad y convéncelos. Verás que pronto estará en marcha. 

⎯ Y, ¿qué pasa si tu papá dice que no? ⎯ preguntó con melancolía Cho, ya que este era el único plan que tenía para ayudar a Jaz y sacarlo del problema. 

Sabina se sentó sobre la cama y acarició el cabello de su novio.⎯ Pues, ya idearemos algo entre los dos. Te prometo que no dejaré a Jaz solo, ¿sí?, recuerda que es mi padre biológico y no quiero ver a mis hermanos mal. Pili puede que ya esté más grande, pero Eduardo y Santi aún no ⎯ le consoló. 

Cho se vio la pierna, esa que había quedado completamente destruida y suspiró. Había tenido suerte de no perderla, de poder caminar y poder continuar con su vida. No quería que Jaz la pasara mal. 

⎯ Tengo que lograrlo ⎯ le dijo. 

⎯ Lo harás. Además, mi papá te adora, mi mamá te apoyará y bueno, Jaz, ¿qué podría decir más que si? Tú hazlo, yo te apoyo, o mando a Jo de tu porrista. Que por cierto tenemos que pasar por ellos a la clase de Karate. 

Cho sonrío, se levantó y le dio un beso en la frente a su Sirena.⎯ Tienes razón, todo estará bien. Solo que, no quiero que Jaz la pase mal. 

⎯ No la pasará. Te lo prometo. Ahora, vamos, que ninguno de los dos podemos llegar tarde, tenemos luz y agua que pagar, comida que comprar y tú, una propuesta qué hacer. 

Cho sonrío.⎯ ¿Qué te parece si ahorramos agua y nos duchamos juntos? ⎯ le propuso. 

Sabina negó con la cabeza.⎯ En realidad eres insistente. 

⎯ Así te conquisté, ¿qué no? ⎯ le dijo, para luego ponerse de pie ⎯ venga, te necesito ⎯ le pidió. 

Sabina tomó su mano.⎯ Vale, pero, rápido, ¿eh?, nada de lo que ya sabes. 

⎯ Lo prometo ⎯ contestó Cho, con esa sonrisa que le caracterizaba. 

La vida era buena con ambos, y era momento de que Cho le regresara los miles de favores Jaz le había hecho en todos estos años. Solo tenía que usar las palabras correctas ante Robert, porque de eso, dependía el futuro de su padre.

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