Adrián, después de tanto tiempo sin ver a su madre, ahora la invitaba a pasar a uno de sus negocios, provocando las miradas de todos los que estaban ahí; en especial de Jaz.
El hombre, al ver entrar a su hijo adoptivo con ella, no hizo más que ponerse de pie y tratar de comprender la situación. Las mismas preguntas que a Cho se le ocurrieron pasaron por su mente, ¿qué es lo que ella hacía ahí?
⏤Jaz⏤ dijo Cho con firmeza ⏤. Ella es mi madre.
El hombre asintió, aunque ya la conocía por fotografía.
⏤Gusto en conocerla, señora.
⏤El gusto es mío ⏤ respondió de forma automática, aunque él dudaba que la señora en verdad estuviese alegra de estar ahí.
⏤Jaime.⏤Llamó Cho, a uno de los meseros que estaba arreglando las mesas ⏤. Te pido que nos lleves un poco de agua a la mesa.
⏤Sí, jefe ⏤ contestó, para luego alejarse de ahí.
Cho, con un ademán, le pidió a su madre que fuera a la mesa del rincón. Ella, sin decir palabra, caminó hacia allá.
⏤¿Todo bien? ⏤ inquirió Jaz.
⏤Luego te cuento. Si llama Sabina te pido que le digas que estoy ocupado en la bodega.
⏤Vale, como tú digas.⏤ Jaz recibió las órdenes y no dijo más, solamente vio cómo el joven se alejaba.
Cho, dudoso de lo que iba a pasar, se acercó a la mesa, donde su madre, jugaba con la pajilla, batiendo con él la soda que le habían ofrecido. En cuánto vio que su hijo se acercaba, dejó de hacerlo, y simplemente se sentó derecha, cuidando la postura.
Él se sentó de frente a ella y por primera vez la observó detenidamente. Su madre se veía exhausta, desgastada. La vida la había tratado muy mal y poco quedaba de la gran abogada que había sido. Al parecer, la vida de fugitiva no era algo que fuera con su estilo.
⏤Bien, tienes poco tiempo porque, como ves, tengo muchas cosas que hacer y después ir a casa ⏤ habló él, de forma fría, contrastando con su tono habitual de familiaridad.
Su madre tomó un respiro. En su bolsa desgastada sacó una sobre de color blanco, doblado por la mitad, lo extendió y se lo dio.
⏤Esta es la carta que me escribió tu padre. Yo le escribí primero pidiéndole que me perdonara por lo que le había hecho. La respuesta es tan evidente y cuando la leas le darás la razón. Pero ahí dice que se encuentra enfermo de cáncer y que le quedan poco tiempo de vida. No sabe si meses o años.
⏤Esto debe ser mentira, Hana ⏤ Cho, dijo el nombre de su madre en vez de la palabra ⏤. Creo que es un truco de tu parte para obtener algo de mí o para hacerme más daño. No te creo esta vestimenta desgastada y la actitud pasiva. Sé que hay algo detrás y te lo digo de una vez: no voy a caer.
⏤Adrián, hijo.
⏤No soy tu hijo ⏤ contestó el hombre, con las palabras llenas de dolor ⏤. Dejé de ser tu hijo el día que dejaste que me corrieran de la casa y después de que me embaucaran con lo del dinero. ¿Sabes todo lo que pasé?, ¿sabes todo lo que casi pierdo y lo que perdí? Sé que no era un crío, pero, tenía veinte años. Aún necesitaba su orientación, su guía. Sin embargo, luego me percaté que jamás tuve eso, ni amor, ni comprensión de tu parte. No puedo ser tu hijo si nunca estuviste para mí.
⏤Pensé que ahora que eres padre, me entenderías mejor ⏤ respondió ella.
⏤¿Entender qué?, ¡Entender qué! ⏤ levantó la voz, provocando que todas las miradas se posaran sobre ellos ⏤. Tú y yo no somos iguales, madre. La paternidad que yo estoy llevando con mis hijos es una mezcla de personas que me han ido formando y ayudando a lo largo de estos años. Ni un centímetro se asimila a lo que Hyo hizo conmigo. Aún sigo sin entender, cómo es que permitiste que ese hombre hiciera lo que se diera la gana conmigo. Todos los días que veo a mis hijos, mi infancia me duele, pero, mis heridas sanan. Ya estoy en paz, ¿por qué vienes a quitarme la calma?
⏤Solo pensé en darte algo bonito. Tratar de reparar algo del daño que te hice.
Cho se rió. Lo hizo en forma de burla.
⏤Siempre se trata sobre ti, nunca sobre los demás. Vienes con ropas desgastadas y ese semblante de tristeza, solo para que al final se trate de una expiación que necesita hacer conmigo.
⏤Cho, no me humilles más, ¿quieres? ⏤ Le pidió su madre ⏤. Ya estoy demasiado humillada cómo para que lo recalques.⏤Ella suspiró hondo, para después llevarse las manos al rostro y soltarse a llorar.
Cho se quedó en silencio viendo la escena. Su naturaleza le pedía a gritos que abrazara a esa mujer, sangre de su sangre, y le consolara. Pero, su mente, dominaba en este momento, y se encontraba fría por completo, deteniendo los impulsos de su corazón.
⏤Mira todo lo que tienes ⏤al fin dijo palabra Hana⏤, todo lo que has logrado en estos años. Te he seguido la pista desde lejos, viendo cómo lograste formar tu vida sin mí a tu lado. Aunque no lo creas, estoy llena de orgullo y siempre lo estuve.
⏤Déjate de sentimentalismos madre. El momento de expresar esas palabras ya pasó.
⏤Lo sé, pero no me quería ir sin decírtelo. Sé que esta es la última vez que te veré y no me quería quedar con esas palabras en la boca.
La madre de Cho, mete la mano a la bolsa y, para sorpresa del hombre, ella saca la medalla de oro que por tantos años pensó.
⏤Cuando tuvimos que huir del país, fue lo único que me llevé, ¿sabes?, es el recuerdo que me quedó de ti. Sé que siempre anhelaste esto y lo trabajaste durante años. No la quise dejar, porque tenía la esperanza de que algún día te la daría.
Hana puso la medalla sobre la mesa, y a Cho se le iluminó la mirada. Ahí estaba, la medalla que tanto había extrañado y soñado durante años. Esa de la que se sentía orgulloso y que tuvo brevemente sobre su cuello, de la que solo había fotografías.
Sin embargo, en lugar de tomarla y sentir el pesado metal. Cho desvió la mirada hacia su madre y en el tono frío que venía manejando le dijo:
⏤¿Quieres dinero o algo así por lo que me acabas de decir?, porque sospecho que todo este teatro es por eso.
⏤Siempre has sido duro, Adrián, pero nunca cruel. No quiero nada tuyo, a lo único que vine fue a darte la carta y ya; no hay más.
Adrián se quedó en silencio, tratando de acomodar las palabras que le diría a su madre, al parecer por última vez. Su mente era todo un caos, la noticia de que su padre estaba con vida lo había desequilibrado por completo y ahora no sabía qué pensar. Pero, de pronto, encontró las palabras.
⏤Soñé con este momento muchos años, ¿sabes? Mientras vivía en un cuarto prestado, sin ningún mueble y trabajando como esclavo, horas para poder mantenerme, soñé que un día llegabas y me pedías perdón, y yo te perdonaba. Después, con el paso de los años, ese sueño se esfumó y fue sustituido por otros que, para mi buena suerte, lograron hacerse realidad. Ahora que estás aquí, y en cierta forma me estás pidiendo que te perdone, me estoy dando cuenta que no lo necesito, que no cambiará ni será algo trascendente en mi vida. Desgraciadamente, tu abandono se vio reflejado en muchos aspectos de mi personalidad y uno de ellos, es tener el valor de decirte que nada de lo que hagas me hará perdonar y olvidar lo que me hiciste. Suena a rencor, pero hay personas que solo te pueden despertar ese sentimiento.
⏤Lo siento, hijo ⏤ murmuró su madre.
Cho se puso de pie, tomó la carta, pero dejó la medalla.⏤ Quédatela. No la necesito. Ahora tengo cosas mucho más valiosas que ese simple pedazo de metal. Véndela, no sé, haz lo que desees con ella.
La madre de Cho solo lo miró a los ojos, pero ya no dijo palabra. ¿Qué había más que decir?, nada, absolutamente nada. Sin embargo, ya había cumplido con su misión principal. En verdad esperaba que Cho le creyera sobre su padre y se reuniera con él, antes de que fuese tarde.
Después del intercambio de miradas, él se alejó, caminó hacia la puerta del bar y salió. Sin avisarle a nadie, dejando su móvil y sin saber qué rumbo tomar. Se subió al auto y arrancó, aún confundido y sorprendido por lo que acababa de pasar.
Cho, manejó por las calles, alejándose cada vez más de la ciudad. Después de un tiempo llegó a un lugar solitario, a lo que parecía un parque en la periferia. Se estacionó ahí, apagó el auto y se quedó quieto en el asiento, escuchando a lo lejos como los truenos anunciaban una tormenta.
Pasaron unos minutos, antes de que él tomara la carta que su supuesto padre había escrito. Leyó la dirección y se sorprendió al ver que decía Hawái, Estados Unidos. Sacó, con cuidado, la hoja y notó la carta escrita en coreano, un idioma que desde hace años, él había dejado de practicar. Sin embargo, leyó la primera línea y supo que no lo había olvidado.
Hanna:
Debo confesar que tu carta, después de tantos años, me ha tomado por sorpresa, al grado de qué no tengo idea de cómo contestarte.
El primer pensamiento que me viene a la mente es: «¿quién en este siglo escribe cartas, cuando ya existen las videollamadas?», supongo que es indispensable seguir manteniendo el misterio.
Respondiendo a tu pregunta, estoy, es lo importante. Aunque no entiendo por qué lo preguntas si me has abandonado por años. Si me vuelves a escribir es porque el remordimiento te está carcomiendo las entrañas y necesitas sacarlo de alguna manera. Al menos, antes solías enviarme fotos de mi hijo, ahora, tengo años que no sé de él.
Si lo ves, o si está a tu lado, dile que me estoy muriendo de cáncer, y que uno de mis deseos más grandes es verle por primera y última vez. De conocerlo en persona y pedirle perdón por no haber tenido el valor de enfrentarme a Hyo. Lo único bueno, de mi aventura contigo, fue que él llegó a este mundo y jamás me arrepentiré.
No sé si el niño sepa de mí, no sé qué mentiras le contaste. Pero espero que no hayan hecho el daño suficiente como para que él me conozca. Supongo que aún tengo esperanzas de que tu forma de ser, no le haya influenciado.
Hana, no tengo más que decirte. Solo que me dejes en paz, y que le digas al niño la verdad. Supongo que ambos merecemos eso de tu parte. Si de algo reniego, es de haberme involucrado contigo. Si de algo me alegro, es que ese niño hubiese nacido.
Mejor me lo hubieras dado, en lugar de rogarle a ese desgraciado que le diese su apellido. No me escribas más.
Kim.
Cho terminó de leer la breve carta de aquel desconocido, con lágrimas corriendo por sus mejillas y deseando que todo lo que estaba escrito fuese verdad.
Si su madre no lo engañaba, y no era una carta falsa. Cho, estaba frente a la prueba irrefutable de que su padre no se había quitado la vida hace tiempo, y que él deseaba conocerlo como uno de sus deseos antes de abandonar la vida.
El corazón de Adrián se hizo pequeño, tanto que no pudo soportar más todo lo que sentía en ese instante y rompió en un fuerte llanto, como cuando uno de sus trillizos se despierta en medio de la noche, en la oscuridad, y busca el consuelo de Sabina o de él.
Lloró, no supo por cuanto tiempo. Lo hizo hasta que le dio migraña, y de sus ojos ya no salían lágrimas. Cuando levantó la vista, ya había anochecido, no supo cuánto tiempo llevaba a ahí, pero, por un instante, tampoco le importó. Si quería quebrarse y dejar de ser valiente, ese era el momento.
Cho, durante todo ese tiempo, recordó todo lo que había pasado y superado. Volvió a sentir la dureza del carácter de su padre, la pasividad de su madre ante el maltrato. El abandono de ambos, la desolación y la incertidumbre de no saber qué hacer con su vida.
De nuevo el coraje y el cansancio lo agobiaron. Eso que sintió cuando se enteró de que Hyo lo había involucrado en sus negocios sucios. Regresó el miedo que tuvo de ir a la cárcel a pesar de ser inocente, y la pérdida de su familia.
Sin embargo, en medio de toda esa cascada de sentimientos, Cho sintió algo más que le hizo arrancar el auto y manejar lejos de ahí rumbo a la casa de sus suegros, una que seguía compartiendo con ellos debido a que su casa aún no estaba del todo remodelada.
Cuando el portón de la casa de los Carter se abrió, la tormenta ya estaba en su apogeo y su esposa, salió a paso firme, envuelta en una gabardina. Le tocó el vidrio de la ventanilla y le dijo:
⏤¡Dónde estabas! ⏤ Le reclamó, bastante preocupada ⏤. Son las once de la noche y mi papá Jaz me dijo que saliste hace horas del bar. Me tienes con el alma en un hilo. Te he llamado como loca.
Cho, abrió la puerta del auto, y se bajó sin importarle que llovía a cántaros. Sabina notó la mirada triste de su esposo y el semblante que traía y supo que había algo que estaba mal.
⏤¿Qué tienes? ⏤ inquirió, ahora en un tono de voz más tierno y comprensivo.
Cho la tomó entre sus brazos y dejó que la lluvia los empapara. Mientras sentía a su amada esposa, su calor y su amor. Recordó que durante todo ese pasaje oscuro de su historia, Sabina siempre había sido la luz que lo guiaba. La razón por la que había superado todo y por la que siempre había sido feliz.
Sabía que en este momento, solo ella podría ayudarle a comprender todo lo que sucedía y que le ayudaría a encontrar una respuesta y acallar el caos en su mente. Ella era el amor mismo, el amor de todos sus amores, el sueño que no sabía que tenía, pero que ella le había dado.
⏤¿Qué tienes? ⏤ preguntó de nuevo, al escuchar a su esposo sollozar en su oído.
⏤Mi padre biológico vive ⏤ murmuró el hombre, sorprendiendo por completo a Sabina ⏤. Pero ahora, está muriendo. Guíame, amor mío… no sé qué hacer ⏤ finalizó, para después romper en llanto una vez más en su lugar seguro.