Si la madre de Cho pensó que con esta noticia alegraría a su hijo, no fue así. Al contrario, él regresó a casa, bastante consternado y confundido por cada una de las palabras que le había dicho. Sin embargo, Sabina estaba ahí para tomarlo entre sus brazos y decirle que todo estaría bien, y qué juntos resolverían una nueva incógnita en su vida.
⎯No puedo creer que, después de tanto tiempo, venga como si nada a perturbar mi paz ⎯ dijo Cho en un murmullo, mientras él y Sabina terminaban de secarse el cabello, después de una ducha.
Los trillizos dormían tranquilos en sus cunas, porque el ruido de la lluvia servía como un ruido blanco que los arrullaba y que los mantenía sumidos en un sueño profundo.
⎯Es que no tiene por qué hacerlo ⎯ explicó Sabina⎯ . Recuerda que tú decides si lo logra o no.
⎯Pero es muy fuerte, mi amor. Si mi padre estuvo vivo todo este tiempo, eso quiere decir que me perdí años de convivencia con él. Una que él deseaba conmigo. Ahora, se supone que está muriendo y mi madre viene a decírmelo como si no fuese nada.
⎯¿Se supone que está muriendo?, ¿qué quieres decir con eso? ⎯Inquirió Sabina.
Cho suspiró.
⎯Que tal vez sea una trampa.
⎯¿Una trampa? ⎯ preguntó su esposa, sin poder creer lo que Cho pensaba ⎯ ¿crees que está usando esto como algún tipo de carnada?
⎯Sí, lo creo. Algo que he aprendido de mi familia durante todos estos años es, que harían lo posible con tal de obtener lo que desean. Tal vez, mi madre quiere que salga del país por alguna razón.
⎯¿Cómo para qué?
⎯Pues, recuerda que aún hay situaciones que debo arreglar con ellos. Tal vez quieren que salga del país para que la policía me coja y pase algo.
⎯Cho, hemos salido del país millones de veces, cuando fuimos a México, ¿recuerdas?
⎯Sí, pero no pasó nada porque mis padres no me estaban buscando. Ahora sí. Me da miedo hacerle caso y que sea un error. Que al dejarme llevar por mi curiosidad, me aleje de los niños y de ti ¿Qué tal si ya no regreso?, o, ¿qué tal si ya no sabes nada de mí?
Sabina abrazó a su esposo que se encontraba verdaderamente alterado por la situación. Incluso, Cho era de los hombres que se conocía por guardar la calma y hoy, se veía sumamente desencajado.
⎯Sabes que yo te ayudaré en lo que decidas, amor. Sin embargo, creo que esto es más como una señal y no como un engaño. Piénsalo, considera todo. Yo te apoyaré siempre. Ahora, te recomiendo que nos durmamos, porque sabes que tus hijos se despiertan bastante temprano y no quieres estar desvelado, mañana, en una fiesta infantil.⎯Le recordó.
⎯No, no quiero ⎯respondió cho, para luego ir hacia las cunas de sus hijos y darles las buenas noches con un beso sobre la frente.
Ahora que era padre, todo lo relacionado con la crianza y estar presente en la vida de sus hijos adquiría una relevancia mucho mayor que cuando solo lo consideraba. Así que, el aventurarse a otro país, solo por una pista dada por una mujer que le había hecho mucho daño y pensar en las consecuencias, le aterraba.
¿Qué tal si ya no regresaba o desaparecía?, ¿cómo les explicaría Sabina a sus hijos que su padre se fue una vez y ya nunca volvió? Posiblemente, estos pensamientos sonaban fatalistas, sin embargo, a Cho no se le olvidaba el hecho de que un día lo habían sacado de su piso, acusado de algo que no hizo, y lo habían enviado a la cárcel. Ese día había tenido mucha suerte pero, ¿qué tal si ahora no era así?
Como era esperado, Cho no pegó el ojo en toda la noche, al grado que fue él quien vigiló a los trillizos y los atendió cuando estos se despertaron en medio de la noche. Finalmente, cuando pensó que era una hora decente, se levantó y salió de la habitación para dar un largo paseo por los jardines de la familia, esperando que todas las rejas estuviesen abiertas y, así, poder dar una buena caminata entre uno y otro.
Con mucho cuidado, y rogando que los perros no ladraran, Cho caminó por la sala, quitó la alarma para abrir la puerta del jardín, y salió a caminar, aun con la luna brillando en el cielo y en esa oscuridad que se hace antes de que llegue el amanecer. El viento fresco terminó de despertarlo, y el olor a tierra mojada, fue el aroma que le indicó que la tormenta ya había pasado.
Así, Cho comenzó a caminar por el jardín de los Carter, seguido de bochito, y pasó al jardín de Manuel y Ainhoa, para encontrarse con un Solovino Segundo, ya cansado y viejo, pero muy feliz de verle. El perro solo se limitó a mover la cola desde su lugar, pero no lo siguió. Cuando al fin llegaron a casa de los Canarias, el sol ya se vislumbraba por el horizonte.
¿Qué hacer o qué no hacer?, eso era lo que pasaba por la mente del hombre. Por unos segundos, Cho pensó que lo mejor era no mover más, simplemente ignorar el hecho de que esa carta existía y continuar con su vida. Ya había vivido muchos años sin su padre biológico, sin su padre impuesto y con un padre adoptivo que él había escogido, no necesitaba más.
Sin embargo, el simple hecho de saber que su padre biológico estaba vivo y que lo estaba buscando, le movía muchas fibras. Todas las preguntas que había guardado en su mente surgieron de golpe, y tan solo saber que era una oportunidad única en la vida de conocerlo, también le atraía. Pero el miedo, era su mayor preocupación.
⎯¿Paseando por los jardines? ⎯ escuchó la voz de Luz Ruiz de Con.
Cho volteó hacia la casa, pero, no la encontró. Por un momento pensó que estaba alucinando y que las desveladas ya le estaban pasando factura.
⎯Arriba, en el techo, Cho.⎯ Avisó Luz.
El hombre dirigió su mirada hacia la casa de los Canarias, y vio a la señora Luz, con una cámara sostenida por un tripié y a ella sentada al lado. Cho sonrió al ver la imágen.
⎯¿Quieres subir? ⎯le invitó ⎯. Sube por la escalera lateral.
En realidad, no había muchas opciones para hacer en el momento, así que el hombre caminó hacia la escalera lateral que había en la casa, abrió la reja y subió las escaleras. Durante todos los años viviendo al lado de ellos, él se preguntó para qué era esa escalera. Hoy, como si fuera el hallazgo del siglo, lo había averiguado y por alguna razón lo hacía muy feliz.
Después de subir unas cuantas escaleras, Cho llegó al lado de Luz, quién yacía tomando café, envuelta en una manta, y con un pequeño calentador portátil. En cuanto llegó el hombre, le ofreció la silla de al lado, y Adrián se sentó sin decir palabra.
⎯David iba a acompañarme, como siempre lo hace, pero llegó ayer tarde del hospital y se ha quedado dormido ⎯explicó ⎯¿Café?
⎯Sí, gracias.
Luz le sirvió un poco de café a Cho en una de las tazas y se lo ofreció. Tan solo le dio un sorbo, todo su cuerpo se calentó y sintió como el golpe de cafeína les recorría todo el cuerpo.
⎯¡Guau!, si que es fuerte.
⎯Así debe ser el café: negro, sin nada añadido y fuerte.⎯ Le aleccionó.
⎯¿Puedo preguntar qué hace?
⎯Retrato el amanecer, cuadro por cuadro.
⎯¿Para qué?
⎯Para mi colección de amaneceres.
Cho sonrió en una mueca, y luego tomó un sorbo.
⎯¿Qué?, ¿se te hace una tontería?
⎯No, no, simplemente que… para mí todos los amaneceres son los mismos. No veo la razón del porqué se retratarían.
⎯En eso te equivocas, Adrián Cho, no todos los amaneceres son iguales. Nunca lo serán. Tal vez el sol siempre salga por el mismo lugar, pero, todo lo que está alrededor está en constante cambio. Los árboles no serán los mismos, la visibilidad de las montañas o simplemente la posición de las nubes. Todo está en constante cambio y todos son diferentes. El amanecer, cuando nacieron tus hijos, no es el mismo que el de hoy, que cumplen un año.
⎯Cierto, hoy cumplen un año ⎯ dijo en un murmullo, Cho.
⎯Así que yo los retrato, para en fotos ver el constante cambio y ponerlos en mi diario.
⎯¿Tiene un diario de amaneceres?
⎯Así es.
Luz, en ese momento, sacó un enorme libro de hojas negras y pasta del mismo color, atado con un listón de color rojo. La portada estaba decorada con unas letras doradas que decían la leyenda:
“Luz, todos los amaneceres te pertenecen… te ama, tu padre”.
⎯Me lo regaló mi papá cuando yo tenía nueve años. Con él solía subirme al techo de mi casa y fotografiar los amaneceres mientras platicábamos.
Luz abre el álbum.
⎯Desde que nací, mi papá se encargó de fotografiarlos y ponerles fecha. Cuando vio mi pasión por la fotografía, me lo regaló. Ahora yo los fotografío. Cada amanecer es distinto, ¿ves?
Luz le enseñó a Cho las fotografías de todos los amaneceres desde su nacimiento hasta la fecha. En muchos de ellos se veía el cambio, sobre todo de lugar. Unos eran en la playa, otros en la ciudad y algunos cuántos arriba de una montaña.
⎯Este fue el primer amanecer que tomé en Ibiza desde el techo de los Canarias. Tenían una magnífica vista y mi padre me dio permiso de pedirle a mi suegro que me dejara subir a su techo.⎯ Luz sonríe ⎯. Recuerdo que ese día el mismo David Canarias subió conmigo y con mi padre, y nos platicó de lo mucho que le gustaba el mar.
En ese momento, al escuchar a Luz, Cho entendió que no era el retratar amaneceres lo que le gustaba a Luz, sino los recuerdos atados a cada uno. Ella, era la fotógrafa de la familia, la que llevaba la historia de su familia en imágenes y la que se subía a los techos a retratar amaneceres.
⎯Trato de fotografiar casi todos los amaneceres, sin embargo, me enfoco donde sé que pasará algo importante, como hoy. Mira.
Luz recorre unas páginas y me enseña un amanecer.⎯ Este fue el amanecer cuando nacieron tus trillizos.
Tomo la fotografía y sonrío.
⎯¿Ves como la luz está más de este lado que de este?, ¿cómo los árboles se mueven por el viento?
⎯Sí.
⎯Hoy fotografío el de un año después y también es diferente. No solo porque ya no está este árbol, sino porque ahora estás a mi lado.
⎯¿Por qué amaneceres y no atardeceres?⎯ preguntó Cho, interesado.
Luz sonrió.
⎯Porque, cada amanecer es un nuevo comienzo. Tal vez pueda ser que ese día sea terrible, o muy bueno. El principio de nuestras primeras horas de vida o las últimas. Puede ser que pasen muchas cosas, pero, es un comienzo. Por eso, fotografío los amaneceres, quién sabe si sea el último que vea.
⎯Vaya ⎯ murmuró Cho.
Luz sonrió, para luego ponerse de pie y ver por el lente de la cámara.
⎯El sol ya va a salir. Dijeron que sería a las 6:05 am. Estamos cerca de verlo. Así que mientras llega, dime, ¿qué te preocupa?
⎯¿A mí?
⎯Sí a ti. Nunca vienes para acá a esta hora, así que necesitas distraerte de algo. Dime, te escucho.
Cho suspiró.
⎯No sé que tan importante sea que lo cuente.
⎯Vamos, te quiero como un sobrino. Te vi crecer, me importas. Dime, ¿qué puede pasar?
Cho sonrió. No estaba muy acostumbrado a tener a una “madre” que le dijera eso. Pero la señora Ruiz de Con siempre había sido una buena persona con él y sabía que todo lo que iba a decir estaba a salvo.
⎯Mi madre fue ayer al bar a decirme que mi padre biológico está vivo.
Luz abrió los ojos, bastante sorprendida.
⎯¿Tu padre biológico?
⎯Sí, el que está en la cárcel me adoptó para no quedar en vergüenza Me dijeron que mi padre biológico se había quitado la vida y hasta ayer pensaba que era cierto. Ahora ella viene y me dice que mi padre está vivo, enfermo y que me quiere ver.
⎯Y, ¿por qué no estás tomando un avión para ir a verle? ⎯ inquirió Luz.
⎯Porque no confío en mi madre, y siento que es una gran trampa para algo peor. Así que, estoy pensando seriamente en dejarlo de lado y continuar con mi vida.
Luz arqueó ambas cejas, bastante sorprendida por la respuesta que le había dado Cho.
⎯¿Estás seguro de eso?
⎯Lo estoy.
Ella suspiró.
⎯Si esa es tu decisión, pues adelante.⎯ Y después, dio un sorbo al café.
El silencio se hizo entre los dos. Cho trató de no hablar, pero, sintió muy denso el espacio sin palabras que quedó entre los dos y decidió preguntar:
⎯¿No me dirá nada?
⎯¿Qué te puedo decir?, ya tomaste la decisión. No gastaré saliva en hacerte entender algo que no quieres. Tengo cuatro hijos Cho, sé escoger mis batallas. En cambio, mi esposo no, él sigue diciéndole a Alegra de que no se vista con vaqueros tan pegados, ¿crees que le ha hecho caso?
⎯Y, ¿si le pido que escoja esta batalla y me aconseje?
⎯Bien… entonces, mi consejo es: ve.
⎯¿Cómo?
⎯Ve y búscalo.
⎯Es que tengo miedo.
⎯¿De qué?
⎯De que sea una trampa.
Luz sonrío. Tomó la mano de Cho y él la sintió caliente por la taza de café.
⎯O, tal vez te da miedo lo que vas a encontrar ⎯ murmuró.
Cho negó con la cabeza.
⎯Mi madre es una terrible persona. Creo que está haciendo esto para obtener algo. Tal vez, no sé, sacarme del país y acusarme de algo. Me da miedo no regresar de nuevo al lado de Sabina.
⎯Cho, eso es increíblemente paranoico.
⎯He construido tanto acá, señora Luz. Durante años he rehabilitado mi vida. Ahora tengo hijos, una esposa, mis negocios. Si fuera yo solo no me importaría, pero, ahora, tengo tres pequeños que dependen de mí y no me gustaría dejarlos desamparados. Ya me ha pasado antes, no me volverá a pasar.
Luz sonrío.
⎯Se te olvida algo.
⎯¿Qué?
⎯Que la primera vez que lo hicieron tú estabas solo. Era una situación distinta a la que tienes. Ahora, tienes toda una familia que te respalda, que daría lo que fuese por verte feliz y en caso de estar en peligro movería cielo, mar y tierra por ayudarte. Y en caso de que fuese verdad lo que dices, Sabina no estaría desamparada.
⎯Aún así… me da miedo.
Luz sonrió.
⎯A ti no te da miedo dejar a tu familia, te da miedo lo que puedas encontrar si vas a buscarlo, y es normal.
Cho, asintió con la cabeza. Le daba un miedo terrible lo que estaba al otro lado del mar. Había vivido con una imagen de su padre durante muchos años y ahora, se hacía realidad el hecho de saber quién era ¿Qué tal si sufría una decepción tan grande que no era capaz de superarla en el resto de su vida?
⎯No sé si sepas, pero… la madre de mi marido se quitó la vida días después de que él naciera.
⎯¿De verdad?
⎯Así es. Mi esposo ha pasado la vida tratando de encontrar respuestas a preguntas que no deja de hacerse. Hace unos años, cuando murió mi suegro, secretos salieron a la luz y él cayó en una terrible depresión. Tuvimos que tratarlo con psiquiatra y yo pensé que lo perdería. Ahora está mejor, pero a veces le llega la nostalgia y me dice que: hubiese dado todo el dinero del mundo con tal de ver a su madre una vez. Que le hubiese gustado presentarle a sus nietos. Lo que te estoy tratando de decir, Cho, es que la vida te está regalando la oportunidad de conocerlo, de saber cómo es, de darle respuesta a cada pregunta que tengas. Si no la tomas, te arrepentirás el resto de tu vida.
⎯Y, ¿qué tal si me desilusiono? ⎯ preguntó él, viéndola a los ojos.
⎯La desilusión pasará, la olvidarás. Pero, si no vas, la incertidumbre se quedará, y de pronto, darás paso a la intranquilidad.
Cho suspiró. La señora Ruiz de Con tenía razón, pero aún dudaba de la palabra de su madre, ¿cómo poder confiar en una persona que ya lo había traicionado?
⎯¿Dónde dices que está tu padre? ⎯ cuestionó Luz.
⎯En Hawái.
⎯Nunca he visto un amanecer en Hawái. Cuando llegues, toma una foto de uno y me la envías.
⎯No creo tomar fotos como usted.
⎯¿Eso, quiere decir que irás? ⎯ dijo Luz con una sonrisa.
⎯Solo dije que no superaría a sus fotografías.
⎯Venga, con estos nuevos smartphones, ahora cualquiera puede. Solo se necesita composición, una buena luz y listo.
Luz acarició el cabello de Cho.
⎯Claro que irás. Eres un hombre que aprovecha oportunidades, y esta de seguro que no la dejarás. En fin, decidas lo que decidas, tu familia te respalda.
⎯Lo sé ⎯ murmuró el joven.
En ese instante, el sol comenzó a salir por el horizonte, y el cielo comenzó a teñirse de tonos suaves y dorados, como si el mismísimo universo le estuviese anunciando que algo maravilloso estaba por pasar. Hoy, era el primer cumpleaños de sus trillizos, y eso lo hacía ya significativo, pero, después de la plática con Luz, supo que también tenía otro significado.
Antes de que el sol se vislumbrara perfectamente en el cielo, Cho tomó una decisión importante. Después de años de distancia y resentimiento hacia su madre, finalmente aceptaba escucharla, y conocer a su padre, un hombre que creía muerto, pero que, según las palabras de su madre, estaba vivo y deseaba reencontrarse con él.
Definitivamente, este amanecer Cho jamás lo olvidaría, porque fue justo el momento donde la predicción que le había dicho la gitana, se había cumplido. Tu historia pasada ha forjado en ti un escepticismo ante los milagros que pueden desplegarse en la vida. No obstante, desde hace un tiempo te encuentras inmerso en uno de ellos.
⎯Mi padre está vivo ⎯ murmuró ⎯. Es un milagro.
Cho supo que el viaje hacia un futuro desconocido sería desafiante, pero también lleno de posibilidades y amor. Se dio cuenta de que no importaba dónde estuviera su camino, siempre tendría a su familia a su lado, unida por lazos más fuertes que el tiempo y la distancia.