⎯¡Jun! ⎯expresó su padre, verdaderamente emocionado. 

A Cho no le gustaba que le dijeran ese nombre, pero en los labios de su padre, con ese tono de emoción, pensó que era el más bonito que había escuchado en toda su vida. El hombre era igual a él, no cabía duda de que era su hijo. Poseían incluso los mismos hoyuelos en las mejillas. 

Una sonrisa se formó en el joven, y en un movimiento, dejó caer la maleta sobre el suelo para ir hacia su padre y arrodillarse para estar a su altura. 

⎯Papá ⎯ pronunció, y se percató que era la primera vez que lo hacía con cariño. 

⎯No tienes idea lo que esperé para conocerte. Pensé que moriría sin ver tu rostro de frente, aunque fuese por una vez. 

Cho abrazó a su padre, lo hizo con fuerza, sintiendo su cuerpo cálido y aún fuerte, a pesar de la enfermedad. El padre de Cho, no tenía una pierna, justo la que su hijo se había lastimado al salvar a Jo. Por lo que él lo tomó como si su padre le hubiese salvado de perderla, perdiendo la suya propia. 

⎯Papá, yo no sabía que estabas vivo, te lo juro. ⎯Rompió en llanto Cho, mientras tomaba las manos de su padre ⎯. Si hubiese sabido antes, te juro por mi vida que te hubiera buscado. Me dijeron que estabas muerto, que te habías quitado la vida; yo les creí. Ahora me siento mal por no haberlo averiguado antes. 

⎯No digas eso, claro que no fue tu culpa. Solo eres parte de las consecuencias de los actos de otros. Lo que importa es que ahora estás aquí. Ven, sígueme, tengo algo que mostrarte. 

Cho se puso de pie y automáticamente tomó la silla de su padre y lo llevó hacia dónde él le indicó. Kim le hizo bajar un álbum y una carpeta bastante pesada. Después, juntos, se fueron hacia la sala y lo invitó a que se sentara. 

⎯Tu madre solía enviarme una foto tuya cada año. ⎯Comenzó a relatar el padre de Cho. Él sacó una foto de cuándo era pequeño y Adrián sonrió de inmediato ⎯. Lo hizo hasta que cumpliste siete años, después, te perdí el rastro. Lo poco que sabía de ti lo asesoré como no tienes idea. Esta fue la última foto que me envió. 

Cho vio ahí, a un niño de siete años, en una de sus primeras competencias de gimnasia, con el rostro lleno de orgullo y una sonrisa que reflejaba pura felicidad. En ese momento sintió la emoción y los nervios que solían presentarse en cada competencia. 

⎯Recuerdo que ese día gané mi primera medalla de oro. Ojalá lo hubieses visto.

⎯Me hubiese gustado también. Tu madre dejó de enviarme fotos por alguna razón que desconozco, también dejó de escribir. Por mucho tiempo, luché con la tentación de ir a buscarte, porque sabía que si Hyo se enteraba de que estaba vivo arruinaba todo, por lo que llamarte tampoco fue una opción. 

⎯¿Por qué el inventar que estabas muerto?, ¿por qué no me llevaste contigo? ⎯inquirió Cho, bastante interesado. 

⎯Tus abuelos. Ellos tenían mucho poder, siempre lo han tenido. Tu madre y yo nos enamoramos a escondidas, yo era el chofer de tu padre. 

⎯¿Cómo? ⎯ preguntó Cho, con una sonrisa. 

⎯Sí. Era su chofer. Llevaba a tu madre a todas partes y en la convivencia nos enamoramos. Ella siempre fue una mujer muy solitaria y abandonada, pero guapa e inteligente; aunque no lo creas. Después de un año de romance, me dijo que estaba embarazada y yo le pedí que nos escapáramos, que nos fuésemos juntos, pero, ella no quiso. Le pedí, entonces, que te entregara a mí, yo te cuidaría, seríamos nosotros dos, y nadie más. 

En ese instante, Cho, se percató como su destino hubiese sido diferente si su madre hubiese decidido entregarlo a su padre. Tal vez ahora no tuviese todo lo que tiene, pero hubiese vivido una infancia feliz. Aunque posiblemente tampoco hubiese conocido a su Sirena. 

⎯Tu padre supo de nuestro romance, sin embargo, al saber que eras niño decidió adoptarte como suyo porque necesitaba un niño para continuar con su apellido. A mí me amenazaron de muerte, a mi familia también y tu madre supo que iba en serio y, se le ocurrió algo: que fingiera un suicidio. 

Escucharlo de la boca de su padre provocó en Cho que la piel se le erizara. No podía creer que debió hacer eso para salvar su vida. 

⎯No lo puedo creer. 

⎯Uno hace lo que sea, hijo, con tal de seguir vivo. Tu madre me prometió que si lo hacía me mantendría informado sobre ti y si podía, te traería para conocerte. Yo, tomé eso como un motivo para hacer todo lo que hice, porque te amaba, y quería convivir contigo. Así que usamos las influencias que tu madre tenía con la policía para dar a entender que me había quitado la vida. Nos aseguramos que Hyo se la creyera e incluso mi propia familia piensa que estoy muerto. Volé a Estados Unidos, bajo otro nombre, y lo recorrí buscando un lugar donde establecerme. Al fin, me quedé aquí en Hawái, me volví a enamorar y ahora poseo este hostal. Tus hermanos me ayudan ahora. 

⎯¿Hermanos?, ¿tengo hermanos? ⎯exclamó Cho, emocionado. 

⎯Sí, tienes dos. Se llaman Kai y Koa. Ahora no están, Kai trabaja como instructor de surf aquí cerca y Koa me ayuda en la cocina del hostal, así que fue de compras al supermercado. 

Cho sonrió. Su padre abrió la carpeta y de inmediato, varios recortes de periódicos, de revistas y hojas impresas. 

⎯Volví a saber de ti gracias a las olimpiadas.⎯ Continúa ⎯. No tienes idea del gusto que me dio cuando apareciste en la televisión, saludando feliz, al lado de la chica rubia. 

⎯Es mi esposa… ⎯ respondió Cho, con mucho orgullo. 

⎯¿La nadadora? 

⎯Sí. Se llama Sabina. Estomas juntos desde que tengo 18 años. Nos casamos hace cinco y hace un año tuvimos a nuestros trillizos. 

⎯¡Trillizos! ⎯ habló emocionado, y con las manos temblando de felicidad tomó el móvil para ver las fotos recientes que se habían tomado.

⎯Los niños se llaman Roberto y Eric, pero le decimos Jaz. Y la niña se llama Sirena. 

⎯La niña se parece tanto a ti. 

⎯Lo sé, es tan buena y hermosa. Tiene el carácter de su madre. 

Kim sonrío. Después cambió su rostro a uno lleno de tristeza, que provocó que el ambiente se volviera más denso. 

⎯Jun. Estoy muy enfermo, y estoy muriendo. El cáncer ha hecho metástasis. Empezó en la pierna y se ha recorrido por el resto del cuerpo. Sigo luchando, pero ya me dijeron que no es posible una recuperación. Me dieron poco tiempo de vida, supongo que el suficiente para dejar mis cosas en orden. Al hostal le va bien, se lo dejaré a tus hermanos para que puedan seguir viviendo y ayudando a mi esposa. 

⎯¿Esposa? 

⎯Sí, claro. Justo ahora se fue con mi hijo al supermercado. Sabe nuestra historia y estoy seguro de que estará feliz de saber que has venido. 

⎯No puedo creer que estés vivo ⎯ contestó, para darle otro abrazo ⎯. No tienes idea lo mucho que me hiciste falta. 

⎯Tú no sabes lo mucho que te extrañé, y me alegro, que a pesar de todo, tengas una buena vida. Yo no me puedo quejar, también la tuve. Me hubiese gustado haberte conocido cuando era más joven y fuerte. Llevarte conmigo a recorrer muchos lugares, haberte enseñado muchas cosas. 

El padre de Cho, de nuevo, se soltó a llorar. Le daba sentimiento saber que había conocido a su hijo en el ocaso de su vida, justo cuando ya no tenía mucho que ofrecerle, ni la energía para acompañarlo por muchos años más. 

Cho tomó su mano, y la apretó con cariño. 

⎯Tenemos tiempo. Podemos estirar los meses, las semanas y los días a nuestro antojo ¿No has oído decir que la vida se define por cómo utilizamos nuestro tiempo?

El padre de Cho, asintió. 

⎯Por ahora estoy feliz de que estés aquí. Tu llegada ha sido la mejor de las sorpresas. Te quedarás, ¿no es así? 

Cho asintió. 

⎯Solo por unos días, pero me quedaré.

⎯Entonces, vamos. Te daré la mejor habitación del hostal. Tiene vista al mar, así podrás ser testigo de los mejores amaneceres. — Y en un cambio de ánimo, le pidió a Cho que lo llevase hacia el recibidor para, después, ir a la habitación. 

***

El resto de la tarde, Cho conoció a sus medios hermanos, Kai y Koa y a la esposa de su padre, una mujer llamada Kaia. Sus hermanos eran parecidos a él, en la altura y en los ojos, lo demás era una mezcla perfecta entre ellos dos. 

Lo escucharon con atención, mientras cenaban. Cho, relató todo lo que había hecho durante esos años. De cómo viajó de Corea a España, sus primeros pasos en la gimnasia y como empezó a ganar medallas. Después, de sus motivos para estudiar odontología, y de como conoció a Sabina. La emoción que sintió al ir a las olimpiadas y ganar el oro, los negocios de los bares y su reciente paternidad. 

Como padre orgulloso, mostró fotos de sus hijos, de su familia, y les contó de Jaz y los Carter Ruiz de Con. Habló de la familia que lo había adoptado, del accidente de Jo, de todo, absolutamente todo, y por primera vez se sintió feliz de ser escuchado por otra familia que no fuese la suya. 

Su padre sonrió el resto de la plática, incluso, jamás había dejado de hacerlo desde que Cho llegó. Le hizo miles de preguntas sobre su vida, lo que le gustaba y lo que no. Adrián tuvo que hacer un esfuerzo por recordar ese tipo de cosas porque no solían preguntárselo tan seguido. 

Después de acordar con su hermano Kai de ir a una lección de surf, Cho regresó a la habitación para descansar, aunque el cansancio se había esfumado por completo de la emoción. Desde que entró a la habitación, el clima tropical, el aroma del océano y el sonido de las olas rompiendo en la orilla lo envolvieron en un ambiente relajante y sereno.

Desde la ventana de su cuarto, tenía una vista impresionante del océano. Las olas se mecían suavemente bajo la luz de la luna, creando un espectáculo hipnotizante que parecía calmar sus pensamientos.

La noche estaba tranquila y estrellada. Cho se recostó en la cama y contempló el horizonte, pensando en el motivo de su viaje. Esta búsqueda de respuestas sobre su padre biológico le había llevado a un lugar completamente nuevo, tanto en términos geográficos como emocionales.

Mientras observaba el océano en la penumbra, Cho reflexionó sobre las decisiones que había tomado en su vida.  En cada una de ellas y como lo habían llevado hasta ahí. Pensó, que si no le hubiese hecho caso a su madre, posiblemente se había perdido de uno de los  milagros más increíbles, después de sus trillizos, y le agradeció por este último regalo. 

La enfermedad que afectaba a su padre le había dado un límite de tiempo incierto para conocerlo, comprenderlo y construir una relación. Así, al  final de esa noche, se prometió a sí mismo aprovechar al máximo el tiempo que le quedaba con su padre. No importaba lo que tuviese que hacer. 

Cuando los primeros rayos del sol se asomaron por el horizonte,  iluminando el cielo con tonos cálidos y dorados, Cho capturó la vista en una fotografía que sonriendo envío a Luz Ruiz de Con. 

⎯Tiene razón, señora Luz, los amaneceres siempre son un comienzo ⎯ dijo en un murmullo. 

Así, con el amanecer como testigo, Cho tomó la decisión que  cambiaría el rumbo de su vida y el de su familia, dando el  paso hacia otra etapa de su vida. Si tenía el tiempo en contra, haría de ese tiempo lo que se le pagara la gana. Había decidido vivir con su familia en Hawái. 

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