Hyo, el padre de Cho, no creía en los cambios, se negaba completamente a ellos. Durante toda su vida hizo lo que debía para que nada de su estatus o de su vida cambiara; lástima que su ambición lo llevó a cambiar su lujoso despacho de abogados, por las cuatro paredes de la cárcel.
Al contrario de él, Cho sí creía que los cambios eran buenos, y los buscaba. Sabía que era un poco arriesgado, pero sabía que, al final, todo resultaría como él lo deseaba. Adrián había cambiado su vida con el paso de los años y a pasos agigantados. Desde ser un simple gimnasta a uno que ganó medalla de oro en las olimpiadas. De un adolescente con sueños a un hombre con metas. De un joven ilusionado con una mejor vida, a ser padre de trillizos y casarse con la mujer de todos sus amores.
Ahora, Cho estaba a punto de hacer otro cambio, uno que jamás pensó que fuese posible: dejar la ciudad que amaba, donde tenía todo asegurado, a un lugar desconocido, donde tenía que empezar de cero. Pero no iba solo, se iba con su familia. Sabina Carter y sus trillizos estaban listos para emprender esta nueva aventura. Después de tantos años, ella se alejaría de su familia y comenzaría una nueva etapa de su vida en el continente tan conocido y a la vez desconocido.
Todos los Ruiz de Con en algún momento de su vida se habían ido a vivir a otro lado, ya fuese por estudios o por proyectos, pero regresaban pronto a Madrid a seguir con su vida. Sabina, ella se iba por tiempo indefinido, porque quería dejar que su marido estuviese con su padre todo el tiempo posible y para eso, uno debe hacerse a la idea de que se quedará por mucho rato.
Sabina, erala primera de la nueva generación de los Ruiz de Con que se iba a vivir lejos, así como Julie lo había hecho años atrás, cuando había decidido seguir a Robert a Edimburgo. La chiquitina, como le decía su tío David, ahora era una mujer, madre, esposa, empresaria y su vida la llevaba lejos de ellos físicamente, pero cerca siempre en el corazón.
Así, después de que arreglaron todo con respecto a sus negocios y asignaron a las personas correctas para manejarlos, Cho y Sabina estaban listos para partir a su nueva vida, con una sonrisa en el rostro y con sus tres hijos emocionados por su primer viaje en avión. Lo único que tenían en Hawái era a la familia Kim, dos habitaciones listas para ellos en un hostal y las ilusiones de que algo bueno saldría de todo esto. Empezar de cero, era en serio.
⎯¿Supongo que con el tiempo compraran una casa? ⎯preguntó Luz, mientras platicaba con Sabina en la pequeña reunión de despedida que les habían realizado a los Carter Cho.
⎯Supongo que sí. Bueno, en realidad primero veremos como está la situación allá, y luego compraremos la casa. La última vez que fuimos, vimos unas muy bonitas en una zona tranquila y con veredas a la playa, así que ya tenemos una idea ⎯respondió ella con una sonrisa.
⎯Espero que sea una con mucho espacio, porque si sabes que todos iremos todos para allá ⎯habló Sila, quien no dejaba de abrazar a su prima. De nuevo la nostalgia estaba presente, entre ellas dos.
Sabina la abrazó con fuerza. Para Sila, era la segunda persona este año que se iba lejos de ella. Su hermana, Lila, se encontraba viviendo y trabajando en México. Desde lo que le había sucedido, hace años atrás, le costaba mucho despegarse de su familia, y despedirse de ellos.
⎯Claro que sí. Me aseguraré de que todos estén cómodos, y podamos pasar navidades ahí y año nuevo. Sé que esta vez solo irán mis padres a festejarlo con nosotros, pero, el próximo año, sin falta, los invitaremos a todos, para que pasemos unas bonitas fiestas junto al mar.
⎯Como si no las hubiésemos pasado antes en otras playas ⎯habla David Tristán, quien ya se encontraba comiendo un pedazo del pastel de despedida.
Ella sonrió. Extrañaría los comentarios siempre correctos de su primo Tristán, así como las pláticas profundas con su primo Daniel. También extrañaría la melodía del piano de Héctor y sus infinitas horas de práctica. Las confidencias con Alegra y la amistad que tenía con Lila. Todo lo extrañaría, eran tantos años rodeada de su familia, y ahora, tendría que adoptar a una nueva: los Kim.
⎯Jamás las has sacado en Hawái. El medio hermano de Cho es surfer y da clases, tal vez podrías irte un verano allá y aprender.
Tristán sonrió.
⎯¿Estás segura de que me quieres todo un verano allá?
⎯Segurísima ⎯respondió Sabina ⎯. Además, el hermano de Cho es bastante lindo y aquí entre nos, muy guapo.
⎯Esa es información que no me interesa, Sabina.
⎯¿Qué tan guapo? ⎯Escucharon la voz de Jo, quien se acercó con Sirena entre sus brazos.
⎯Mucho muy guapo.
⎯¿De qué edad?, dime que al menos tiene unos veintiocho o veintinueve, mejor si tiene treinta años.
⎯¡Josephine Carter! ⎯exclamó su madre ⎯¿Ahora te ha dado por querer estar con hombres mayores?, pensé que era una etapa, pero, por lo que veo, no será así.
⎯Bueno, ¿ves al anciano que está platicando con el tío David?, digo…
⎯Tu padre no es anciano, es madurito… y bueno, así me gustó, pero es muy diferente.
⎯¿En qué?
⎯En todo… ⎯respondió Julie, sin poder dar una explicación. En realidad, Julie, jamás sabía como responderle a su perspicaz hija.
Jo se acercó a su hermana y la abrazó.
⎯No tienes idea lo mucho que te voy a extrañar. Eres la única que me entiende en esta casa, tú y Daniel.
Sabina besó la frente de su hermana.
⎯Siempre podrás contar conmigo. Podremos hacer videollamadas diarias y me podrás ir a visitar cuando desees. Tú y por supuesto, Jon.
Sabina abrazó por igual a su hermano Jon, quien acababa de unirse al círculo. Ella sabía que Jon sería el próximo Carter en irse lejos, debido a la profesión que había escogido. Pronto las aventuras del Agente Carter serían la inspiración para el próximo escritor de la familia.
⎯¿También harás videollamadas conmigo? ⎯ le preguntó Jon, quien era una versión joven de su padre.
⎯Claro que sí. Saben que su hermana siempre estará para ustedes.
De pronto, el sonido de una copa se escuchó y todos voltearon hacia los escalones. Su padre, Robert Carter, se encontraba listo para dar el discurso de despedida, con el corazón en la garganta y los ojos llorosos. A Robert, le costaba un poco separarse de su hija, sobre todo porque ella lo había adoptado a él cuando era una pequeñita.
⎯Quisiera que Cho y Sabina se acercaran un poco, al igual que mis nietos. ⎯Pidió Robert.
Ambos se acercaron con sus hijos en brazos, y Robert pasó saliva antes de hablar:
⎯Familia. Hoy nos encontramos aquí para despedir a Sabina, Cho y a nuestros adorables nietos. Es un momento agridulce, lleno de emociones encontradas. Por un lado, estoy feliz por ustedes, por la aventura que están a punto de emprender en Hawái, por las oportunidades que les aguardan y por el amor que sigue floreciendo en su familia. Pero, por otro lado, no puedo evitar sentir un nudo en la garganta al pensar en la distancia que nos separará.
⎯Papá ⎯murmuró Sabina, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Se había prometido que no lloraría, pero, el ver a su padre tan sentimental le había ganado.
⎯Cuando conocí a Cho por primera vez, debo admitir que tenía mis dudas. Su aspecto de conquistador me hizo cuestionarme, pero pronto me di cuenta de que estaba completamente equivocado. Resulta, que al final, el conquistado fui yo.
Todos rieron de inmediato.
⎯Lo siento, causa ese efecto ⎯contestó, podría ser el siguiente picaflor.
⎯¡Brincos dieras! ⎯expresó David Canarias, provocando la risa de todos.
Robert continuó.
⎯Cho, tú eres un hombre increíble, y lo que más me ha impresionado es tu carácter, tu devoción y el amor que sientes por mi hija Sabina. A lo largo de los años, he tenido el privilegio de ver cómo crecían juntos, cómo enfrentaban los desafíos más grandes de la vida y cómo su amor se fortalecía con cada obstáculo superado.
»Cho, todos en la familia, fuimos conquistados por tu bondad, tu determinación y tu amor inquebrantable por mi hija y mis nietos. Ver cómo te has convertido en un hombre de familia dedicado y apasionado ha sido un regalo inmenso. Sabina y tú han formado una pareja ejemplar, y sé que en Hawái seguirán escribiendo una hermosa historia de amor y crecimiento juntos.
»A nuestros nietos, quiero decirles que son unos niños maravillosos. Ustedes han llenado nuestras vidas de alegría y risas, y aunque los extrañaremos todos los días, estamos emocionados por las aventuras que les esperan en Hawái. Sabemos que crecerán rodeados de amor y cuidado.
En eso, Robert vio a su hija Sabina a los ojos y le sonrió.
⎯Sabi, parece que fue ayer cuando te veía por videollamada y me enseñabas los dibujos que hacías en la guardería. Sin embargo, han pasado muchos años y en todos ellos te he amado como su hubieses sido mía biológicamente. He tenido el honor de verte crecer, de acompañarte, de verte convertirte en ganadora, empresaria, esposa y madre.
»Siempre has tenido un espíritu aventurero y sé que este cambio te ayudará a explorar nuevas oportunidades y sé que, aunque tus raíces están aquí con nosotros, Hawái te hará crecer más y escribirás un nuevo capítulo en tu historia.
»Mientras te deseo todo lo mejor en esta nueva aventura, quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti. La distancia no debilitará nuestro vínculo, y siempre serás mi hija amada. Espero con ansias las videollamadas, las fotos y las historias que compartirás con nosotros desde Hawái.
⎯Te amo, papá ⎯habló Sabina, y le lanzó un beso entre lágrimas.
⎯Así que, en este día de despedida, quiero expresarles mi amor y gratitud. Sabina, Cho, les deseo lo mejor en esta nueva etapa de sus vidas. Que Hawái les brinde momentos inolvidables, que su amor siga floreciendo y que encuentren felicidad en cada paso del camino. No importa la distancia que nos separe, siempre serán una parte fundamental de nuestras vidas y nuestros corazones. Los extrañaremos profundamente, pero sabemos que esto es solo un “hasta luego” y recuerden lo que un día dijo tu abuelo.
⎯El hogar nunca cambia… ⎯ mencionaron todos, para luego levantar sus copas.
⎯Por Sabina, Cho y sus Chocitos. Por esta nueva aventura. Cuídamelos mucho Cho.
⎯Con mi vida… ⎯ respondió él, para luego abrazar a Sabina y darle un beso sobre la frente.
⎯¡Ahora!, a festejar como solo nosotros sabemos hacerlo! ⎯expresó María Julia, y de inmediato la música alegra se escuchó y todos dejaron el ambiente melancólico para pasar a uno más festivo.
Así, Cho y Sabina tuvieron el último sábado de wafles en Madrid y la última fiesta con toda la familia en casa de sus papás. Ahí, recibieron consejos, contaron anécdotas y la tía Luz tomó tantas fotos como se le ocurrieron. Todo tenía que quedar documentado, porque así era en la familia, las fotografías conservaban el momento y el recuerdo, en caso de que hubiese un olvido.
Finalmente, Cho y Sabina, junto con sus hijos, al siguiente día, tomaron el avión con dirección a Hawái. Entre besos, abrazos y lágrimas, Sabina dejó a sus padres, para irse con el hombre de su vida, a continuar un nuevo capítulo a otro continente, a ver diferentes amaneceres y a criar a sus hijos con los valores familiares.
Mientras el avión despegaba, y Sabina veía como se alejaba la ciudad, Cho la tomó de la mano e hizo que le viera a los ojos.
⎯¿Estás lista para esta nueva aventura?
Sabina asiento con la cabeza y le sonrió con emoción y nostalgia.
⎯Sí, estoy lista. Aunque también estoy un poco asustada.
⎯Te entiendo, Sirena. Pero recuerda que yo estoy contigo, vamos juntos, como lo hemos hecho toda nuestra vida.
⎯Lo sé. Aunque extrañaré tanto a mi familia, a nuestros amigos, a esta ciudad.
Cho acarició su mejilla y beso su frente.
⎯Regresaremos, te juro que un día lo haremos. Ahora, es momento de aprovechar esta oportunidad. ⎯Cho volteó a ver a sus hijos, que venían sentados en tres asientos especiales a su lado, y les sonrió ⎯.Todos estaremos bien.
Mientras el avión se elevaba hacia el infinito cielo, Cho y Sabina se abrazaban con ternura, y ella comenzó a rememorar todas las aventuras compartidas, los momentos especiales que habían vivido juntos. Más abajo, en las calles, quedaban atrás Adrián y la Sabina de su juventud, aquellos que solían pasear tomados de la mano, que trabajaban juntos en la cafetería y que se besaban a escondidas en la alacena. Eran las versiones más jóvenes de ellos mismos, que se habían enamorado a primera vista en una fiesta.
Hoy, los Cho y Sabina que partían hacia Hawái eran distintos, habían madurado, estaban profundamente enamorados y, sobre todo, eran felices y plenos. Sabina se apoyó en el hombro de Cho y le susurró con ternura:
⎯ Eres un hombre maravilloso, Adrián Cho. Siempre supe que eras el amor de mi vida.
Cho le dio un beso en la frente y luego suspiró, sabiendo que había conquistado a su Sirena y ahora se la llevaba a conquistar otro mar.
Fin.
Que bonita historia, gracias Ana!!!