Diez años después

Madrid. 

Cho se encontraba concentrado mientras trataba de arreglar el pequeño traje de gimnasia que la tía Lila había hecho para su Sirena. La niña, movía nerviosas las piernas, mientras veía el tabulador de calificaciones frente a ella. Si pasaba este aparato con la mayor calificación se llevaría el primer oro. 

⎯ Papá, ¿puedes apurarte?  ⎯le pidió. 

Cho la vio a los ojos y le sonrío. Los pequeños hoyuelos se le formaron en las mejillas y su hija, le respondió la sonrisa por igual. 

⎯ Paciencia Sirena, estará listo antes de lo que crees. 

⎯Lo siento, es que me pongo nerviosa, ¿qué pasa si no logro ganar nada?  ⎯ inquirió. 

Cho terminó de arreglar ese botón, y después, vio directamente a su hija a los ojos. 

⎯ Lo importante es divertirte, pero si puedes traer una medalla de por medio, estaría genial. 

⎯ Mamá no le dice eso a Jaz cuando compite. 

⎯ Y, ¿qué le dice? 

⎯ Le dice que el objetivo es vencer el récord que uno mismo se puso la última vez, y que la medalla es la recompensa. 

⎯ Bueno, son deportes distintos. Aun así, querida, entrenamos mucho para esto y sé que ganarás. Ahora, ve. Me sentaré donde siempre y te echaré todas las porras del mundo, ¿vale?, recuerda… 

⎯ Velocidad sirena. 

⎯ Velocidad sirena ⎯  repitió Cho, para después irse a su lugar y ver la competencia de gimnasia. 

Sabina y Cho vivieron una década en Hawái. Lo que inicialmente pensaron que sería solo por unos meses se transformó en una década en aquel lugar que, desde el momento en que llegaron, se convirtió en su hogar. Llenaron ese hogar de fotografías en las paredes, risas, diversión y, sobre todo, amor.

El padre de Cho no solo sobrevivió un año, sino ocho, gracias a la fortaleza que le dio tener a su hijo a su lado. Esto le brindó a Cho la oportunidad de conocerlo, celebrar juntos, ver cómo su hijo mejoraba su vida y todo lo que le rodeaba; la abundancia siempre estuvo presente.

Cuando llegaron, los Carter se instalaron en una modesta casa con una vista impresionante al mar y un jardín que llevaba a la playa. Los Carter Cho adoraban pasear allí, hacer picnics, disfrutar de las olas. También amaban los sábados de wafles, las cenas de los viernes en casa de su abuelo y las lecciones de surf del tío Kai.

Cho, con todos sus conocimientos, transformó el hostal de su padre en uno de los destinos más populares para los turistas. Después de dos años, con sus hermanos como socios, abrió otro “Corazón Espiando” y nuevamente lo convirtió en uno de los bares más destacados de la región.

Por su parte, Sabina fue reclutada por el comité olímpico de la ciudad para entrenar a las futuras nadadoras en diversas competencias, ganándose una reputación envidiable. Además, abrió una pequeña clínica de rehabilitación que se hizo famosa por sus resultados y el excelente trato brindado por su dueña.

Los “chocitos”, como cariñosamente los llamaban, dieron la bienvenida a su última hermanita, Kaylani. Sus padres deseaban establecer raíces sólidas en aquel lugar, y dos años después de su llegada, Sabina le anunció a Cho que esperaban un nuevo bebé. Así, los Carter Cho pasaron de ser cinco a seis miembros, para finalmente decidir cerrar la fábrica.

Kaylani llegó a sus vidas para unir a los Kim con los Carter. Fue la única nieta que el padre de Cho logró ver nacer y quien consolidó a la familia en ese lugar. Los “chocitos” crecieron rodeados de diez años de mar, música, amor y, por supuesto, mucho cariño, tanto de la nueva familia de su padre como de la que ya tenían en Madrid, quienes los visitaban todos los años hasta que llegó el momento de regresar.

Así, después de una década en ese lugar donde Cho dejó su huella en todas partes y su familia vivió feliz, el regreso a Madrid era importante, ya que ahora le tocaba a Sabina estar al lado de los suyos, especialmente de Pilar, Eduardo y Santiago, quienes habían perdido a su padre hace tiempo.

Apenas llegaron a Madrid todo seguía igual. La familia, los lazos, los recuerdos, el amor y el apoyo. Nada había cambiado, pero, todo había crecido. Sin emabrgo, Cho se enteró de que Hyo había salido de la cárcel y había regresado a Corea para pasar sus últimos años allí. En cuanto a su madre, no tenía noticias, pero mantenía la esperanza de algún día recibir alguna sobre ella. De su hermana, no había rastro, por lo que ahora, sus únicos hermanos eran los que habían quedado en Hawái y que, próximamente, vendrían a pasar navidad en Madrid. 

⎯ ¡Ey! ⎯  Escuchó Cho la voz de Moríns, quien llegaba con su hija Fátima y una medalla en el cuello. 

⎯ Entonces, ¿ganaste? ⎯  le preguntó Cho. 

⎯ Así es tío. Gané oro en la competencia de matemáticas. Los aplasté a todos. 

⎯ ¡Dios!, ahora tu abuelo estará cómo un pavo real presumiéndole a todos ⎯ dijo Cho, entre risas, para después abrazar a su sobrina ⎯ . Muchas felicidades, serás una gran científica y una gran doctora. 

⎯ Lo sé. Pero ahora, debemos animar a Sirena, hice una apuesta con el tío Daniel de que ella ganaba la medalla. 

⎯ ¿Alguien apostó lo contrario?  ⎯ preguntó Cho, bastante curioso. 

⎯ Nadie apostó lo contrario, pero ya sabes como somos… nos encanta apostar. 

⎯ Yo aposté 500 euros a que Robert Carter no deja casar a Jo… ⎯ Interrumpió Moríns, quien se encontraba haciéndole señales a Sila, quien venía con su otro hijo. 

⎯ Yo aposté 1000  a que si la dejaba casar… es un Santander ⎯ habló Cho. 

⎯ Te apuesto 1,500 a que te pedirá Robert a ti que le pidas a Jo que no se case. 

⎯ Tomo esa apuesta. 

⎯ ¿Pueden dejar de apostar sobre mi relación? ⎯ Se escuchó la voz de Jo, quien ya se encontraba sentada junto con la pequeña Kaylani ⎯. Al menos podrían ser más discretos. 

⎯ No después de lo que me hiciste, Josefina ⎯ le reclamó Moríns. 

⎯ ¿Lo que te hice?, ¡Tú estabas nadando desnudo en mi piscina!, yo solo lo grabé. 

⎯ ¡Pensé que no estaban!, ¿desde cuándo apagan las luces cuando están dentro de la casa? 

Cho lanzó la carcajada. En verdad, nada en la familia había cambiado.

⎯ Dime que tienes video. 

⎯ Lo tengo ⎯ dijo Jo, coqueta ⎯ .Estoy a nada de enviarlo al grupo familiar. 

⎯ Ni se te ocurra, que puedo demandarte. 

Jo soltó la carcajada, adoraba como Moríns le decía siempre eso al ser abogado. Y también porque Moríns se había convertido en su más grande apoyo desde que su hermano se había ido a misión y ella tenía unos probelmas con su padre. En realidad, Jo había cambiado mucho pero, esa era otra historia.

De pronto, Sila subió junto Lolo mientras guardaba la ropa de Luciano en una bolsa. El niño traía en sus manos unas galletas que les ofreción de inmediato. Lolo quería ser chef, y sus padres lo apoyaban para que lo lograse.

⎯ ¿Cómo está? ⎯  preguntó Moríns a su esposa. 

⎯ Nervioso, pero sé que lo va a lograr. Sabina ha salido corriendo de la competencia de Jaz para venir hasta acá. Mis papás se quedaron con Luciano, para que yo pudiese ver a Eva en esta, ¿cómo se les ocurre hacer eso? 

⎯ Como si no tuviésemos miembros suficientes de esta familia para cubrir cada competencia  ⎯ habla Jo. Haciendo a todos reír. 

Sabina, minutos después, llegó corriendo hasta donde estaban instalados para ver la competencia de Sirena. La niña, a pesar de que llevaba todo para poder ser una buena nadadora, se había enamorado de la gimnasia y ahora comenzaba sus primeras competencias importantes. Sin embargo, el talento escondido de Jaz para la natación, llegó inesperadamente, haciendo a sus padres inmensamente felices y su hijo, Robert, se había enamorado del surf, así que, por ahora, solo jugaba fútbol. Kaylani, ella no estaba interesada en los deportes, pero sí en todo lo que tuviese que ver con la pintura y el arte. Posiblemente, sería la próxima artista de la familia. 

⎯¿Cómo le fue a Jaz? ⎯inquirió nervioso, Cho. 

⎯Clasificó, si sigue así será el mejor de su categoría. 

⎯Ese es mi hijo. 

⎯Luciano también clasificó. Solo que se lo diré después a Sila porque va a empezar ⎯  exclamó emocionada. 

Cho la tomó de la mano y le sonrío. Ahí estaba su sirena convertida de nuevo en una niña al sentir la emoción de las competencias. 

⎯ ¿Estaba nerviosa? ⎯ preguntó Sabina. 

⎯ Bastante… pero sé que lo logrará, solo necesita hacer ese salto bien y ganará su primer oro. 

Sabina sonrío y admiró a su marido. No importaba cuántos años pasarán, él se seguía viendo igual de guapo y gallardo como la primera vez que lo conoció. 

Cho, en sus cuarenta años, mantenía su apariencia atractiva que siempre le había caracterizado. Su rostro, ahora ligeramente más maduro, exhibía la sabiduría y la experiencia de los años vividos. 

Su cabello oscuro, aunque con algunas canas que aparecían tímidamente, continuaba siendo abundante y le caía con elegancia sobre la frente. Su mirada seguía siendo intensa, con unos ojos profundos y expresivos que revelaban su inteligencia y calidez. Las arrugas que habían comenzado a formarse alrededor de sus ojos eran un testimonio de las sonrisas compartidas con su familia y las experiencias de vida que había acumulado.

Su cuerpo, aunque quizás no tan atlético como en su juventud, seguía siendo fuerte y en forma gracias a su amor por el surf y el ejercicio regular. Vestía con estilo y elegancia, optando por trajes bien confeccionados en ocasiones especiales y atuendos casuales pero pulidos en su día a día.

Sin embargo, lo más atractivo de Cho, no era solo su apariencia física, sino su personalidad. Era un hombre maduro, seguro de sí mismo y lleno de bondad. Su amor por su familia era evidente en cada gesto y palabra, y su confianza y carácter eran cualidades que inspiraban a los demás a su alrededor.

Por su lado, Sabina, se veía igual de joven que siempre y era bella, muy bella. Los años le habían caído muy bien. Era una mujer atractiva, madura y serena. A pesar de acercarse a los cuarenta años, parecía haber encontrado la fórmula mágica para mantener su juventud y belleza. Su rostro reflejaba una vitalidad que iba más allá de su edad cronológica. Tenía una piel luminosa y suave, apenas arrugada, lo que hacía pensar que el tiempo había decidido tratarla con gentileza. 

Sus ojos, profundos y expresivos, conservaban la chispa de la juventud, pero también mostraban la sabiduría y la experiencia de los años vividos. La mirada de Sabina tenía la capacidad de transmitir confianza y calma a quienes la rodeaban, reflejando la madurez emocional que había alcanzado a lo largo de los años.

Su cabello, de un tono castaño oscuro, caía en suaves ondas alrededor de su rostro, enmarcándolo de manera elegante. Algunas mechas ligeramente más claras añadían un toque de luminosidad. Su peinado y estilo eran siempre impecables, lo que realzaba su atractivo natural.

El cuerpo de Sabina, sin duda, también era una prueba de su dedicación a mantenerse en forma. Conservaba una figura atlética y esbelta, a pesar de haber dado a luz a cuatro hijos, que eran resultado de una vida activa que incluía la natación y la práctica regular de yoga. Su elegancia y porte eran innegables, y su forma de vestir combinaba a la perfección con su belleza atemporal.

Pero más allá de su apariencia física, Sabina había crecido en sabiduría y madurez. Había adquirido una profunda comprensión de la vida y una calma interior que solo se consigue con la experiencia. Era una mujer segura de sí misma, que sabía lo que quería en la vida y estaba dispuesta a luchar por ello.

Cho sabía eso, y por eso cada hora que pasaba estaba más enamorado de su sirena. 

⎯Verás como lo logra ⎯ le murmuró ella. 

Inesperadamente, la competencia empezó, y todos los familiares presentes soportaron los nervios y explotaron de emoción cuando en el tablero el nombre de Sirena Carter apareció como primer lugar. Sabina y Cho tomaron a Kaylani en brazos y juntos festejaron el triunfo de su hija, así como años atrás, Robert Carter y María Julia, habían festejado los suyos. 

⎯¡Tenemos una medalla de oro!, ¡tenemos una medalla de oro! ⎯ gritó Sabina orgullosa, al ver a su hija saludando hacia donde estaban ellos dos. 

En ese preciso momento, Cho sintió un golpe de orgullo tan grande que no supo como manejarlo y se le escaparon algunas lágrimas. Hace tiempo él era quien saludaba hacia las gradas, lleno de emoción, sin embargo, siempre se encontraban vacías. Ahora, era él quien estaba presente, alentando a su hija y comunicándole lo orgulloso que se sentía de ella, así como de sus otros tres hijos y de su esposa. 

Cho y Sabina habían creado una hermosa familia juntos. Habían convertido ese amor de adolescencia en un matrimonio duradero, estable y ahora, lo llevaban al punto donde el felices para siempre, no era una fantasía, era una increíble realidad. 

Ambos voltearon a verse y ella le sonrió. 

⎯¿Te imaginabas así tu vida, Adrián Cho?

⎯No, pero si me imaginaba mi vida a tu lado ⎯ le confesó. 

Cho la tomó de la cintura y vio los hermosos ojos de su Sirena. No importaba cuántos años pasaban, siempre encontraba en ellos a la joven de dieciséis años de la que se había enamorado. 

⎯Ya te dije que eres el amor de mis amores… 

⎯Todos los días me lo dices. 

⎯Y lo seguiré haciendo. Te amo Sabina Carter, te amo hasta la eternidad. 

Ella acarició el rostro de su esposo, y en su mente volvió a aquella primera vez donde se dieron su primer beso. 

⎯Te amo Adrián Cho. No puedo esperar a las nuevas aventuras que esta etapa nos dará. 

⎯Espero que mucho amor, nietos y sobre todo, paz. 

Después de tanto tiempo él había encontrado su paz y ella a la persona que la trataba excepcionalmente. 

 

 

14 Responses

  1. Hermosa Anita, mil gracias por compartirla.
    Lloré por Eduardo Jaz, ni yo me lo creo pero así fue, tanto que me opuse en aquella encuesta que hiciste “si le dabamos oportunidad a Jaz” y lo terminé amando como a todos en los 1001 apellidos. _(` x `)_
    A seguir leyendo más de estas bellas familias, quedan muchas profecías de la gitana por cumplir.

  2. La ameeeee me había faltado terminarla y la volví a leer toda. Gracias por tus historias. Todas hermosas. Ojalá q t animes y tb hagas las historias d los hermanos Jaz de sabina y cho.

  3. Que alegría poder terminar de leer esta historia! Siempre es un gusto leerte! Todas las emociones a flor de piel!! Gracias, gracias, gracias!!!!

  4. Mi bonita historia……me faltaba poco y Gracias a esta página la pude terminar…Amo todas las historias de los Canarias, los Ruiz de Con….y tienes mucho material para escribir sobre los hijos de todos , la nueva generación jiji ( Alegra, Lila, Sabina., Sila,etc.etc!!!!!).ósea tendremos historias para siempre jaja…Ana sos Genial

  5. Siempre felicitando te Ana Martinez por cada libro concluido, que vida intensa la de Adrian y Sabina, como siempre me he emocionado hasta las lágrimas y también me he reído bastante, amo tus libros de los 1001apellidos, eternamente agradecida.

  6. Hermosa historia, 😍 mil gracias Escritora Ana Martínez por compartirla, la disfrute mucho.
    ♥️📚♥️
    🙏

  7. Como siempre haces algo extraordinario en tus novelas,lloré y viví de todo ,felicidades por este libro

  8. Me encantó la historia de Sabina, ahora a seguir leyendo a sus primas, éxitos y espero verlo pronto en serie de Netflix 🥳🥳🥳🥳

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