El atardecer en la playa de Las Caletas, en verdad, era una experiencia mágica que parecía tomada de un sueño o de la imaginación de un pintor renacentista, debido a todos los colores que se pintaban en el horizonte. La suave brisa marina acariciaba la arena dorada y el murmullo del océano se convirtió en la serenata natural perfecta que acompañaría a Cho y a Sabina en su unión espiritual.  

Todo estaba listo para la ceremonia. Los organizadores habían hecho un trabajo increíble a la hora de captar lo que ellos les habían pedido: sencillo y natural. Le habían dado un toque de encanto y misticismo, para que estuviese acorde a lo que pasaría entre las olas. 

Había un arco de flores tropicales y blancas, que se alzaba en el centro de la playa, lo suficientemente ligero para que pudiese cargarse: como si fuese un portal entre el mundo terrenal y lo espiritual. Una gran fogata ardía en uno de los tantos lugares de la playa. El baile de las llamas hipnotizaba a todos con sus destellos de luz, y a la vez generaba una atmósfera cálida y acogedora, de unión. 

El lugar se encontraba iluminado por antorchas que, en cuanto se metiera el sol, le darían luz a todos los invitados, y por ello estaban colocadas estratégicamente en la playa, aunque, también, estaban dos de las más bonitas en el altar para formar parte de la ceremonia. 

Sin embargo, la cereza del pastel y la decoración más importante de todo era el atardecer, que justo estaba en todo su esplendor, cuando toda la familia bajó del yate que habían rentado para dirigirse hacia la ceremonia. Este hizo que el cielo se tiñera de colores azules y violetas que cuando se reflejaban en mar se mezclaban con los destellos dorados, creando así el ambiente perfecto para las fotografías más bellas. 

El ritual, según el chamán, consistía que justo los novios intercambiaran sus votos matrimoniales justo cuando el sol se sumergiera en el horizonte, por lo que habían llegado en el momento para empezar el ritual, y así, llevar a cabo su primera boda. 

Sabina y Cho, habían pasado una mañana muy tranquila con su familia en la casa de sus abuelos. A pesar de haber dormido poco, ya que Fátima y el pequeño Jaz los habían despertado muy temprano, los dos estaban felices y revitalizados. Al llegar el mediodía, los dos se habían separado para poder iniciar el “ritual”, como les habían enviado las instrucciones hace días. 

Cho se fue con los hombres, que tenían que acompañarlo en su camino hacia el altar, y Sabina se quedó con las mujeres como símbolo de la sorodidad y hermandad que había entre ellas. Las tías y su madre le dieron consejos y sus primas le desearon lo mejor y la felicidad del mundo.  

También le ayudaron a vestirse. Sabina escogió, para esta boda, el vestido de bodas que su madre había llevado tiempo atrás en la suya. El vestido hecho por su abuela para, así, hacerle un pequeño tributo a las dos mujeres más importantes de su vida. El vestido de Ximena Caballero parecía hecho tanto para la madre como para la hija. Era como si ella hubiese visualizado que su nieta se casaría con él, y lo hizo perfecto para que ambas lo pudiesen llevar. 

Cuando Sabina se vio en el espejo, con ese hermoso vestido que su abuela había cocido para su propia hija, le dio sentimiento y ganas de llorar. Porque se acordó de la hermosa ceremonia que tuvieron sus padres, donde ella participó activamente, porque estaba feliz de que Robert Carter sería su padre, y el hombre que la guiaría por el resto de sus días. 

Incluso, todas se pusieron sentimentales. Y así, vestidas con vestidos blancos y coronas de flores en las cabezas, parecían vírgenes llorando en desconsuelo. Incluso Ainhoa, que tenía fama de no ser tan sentimental por su educación y sangre Canarias, lloró como tonta al ver a Sabi vestida así y lista para casarse. 

Era normal, Ainhoa era parte de los Ruiz de Con desde los ocho años de edad, y había visto crecer a Sabina. Para ella de verdad era impactante ver como una bebé que ella había conocido cuando ella tenía veinte años, con la que había jugado y cuidado, vivido cientos de cumpleaños y visto triunfar en las olimpiadas, ahora caminaba de blanco para casarse con Cho. 

⎯Todavía recuerdo cuando Cho iba a visitarte y tú corrías a mi casa a contarme lo mucho que te gustaba, ¿recuerdas? ⎯ le dijo a Sabina, mientras esperaban en la pequeña cabaña de mujeres, a que las llamaran al ritual. 

⎯Sí. También recuerdo el intercambio de mensajes y los consejos que me dabas para hablar con él. ¿Quién iba a pensar que me casaría con Cho? ⎯ Concluyó.

⎯Todos ⎯ contestaron a coro las mujeres, sorprendiendo a Sabina. 

⎯Mija, todas sabíamos que te casarías con Cho. Creo que la única que se hacía del rogar eres tú ⎯ habló Ainhoa⎯. Tú y yo tenemos historias muy similares como Sila y Moríns. Conocimos a nuestras almas gemelas desde temprana edad y eso nos permitió acompañarlos en varias etapas de sus vidas. Mi consejo es que no se pierdan, que siempre viva el romance. Cuando lleguen los hijos puede que se pierda un poco, pero, traten de mantener la llama del amor viva. Siempre pregúntale como le fue en el trabajo al llegar, escúchalo por las noches, aunque ambos se estén cayendo de sueño por la larga jornada. Prepárense café, tengan sus diez minutos juntos en el momento que ustedes crean preciso y, mientras no lleguen los niños, tengan muchas citas, no se enfrasquen en el dicho de que con el matrimonio se terminó la diversión. 

⎯Es que se termina la diversión ⎯ dijo Alegra. 

⎯Tú lo piensas así porque jamás has tenido una relación estable. Pero, en cuánto la tengas, entenderás ⎯ respondió Luz. 

La puerta de la cabaña sonó y, cuando la abrió Pilar, la organizadora les dijo que era momento de iniciar la ceremonia. Sabina, a pesar de que no era la boda oficial por la iglesia, tomó a su madre de la mano y la apretó con fuerza, en señal de que necesitaba estar con ella. 

⎯Aquí estoy, vamos ⎯ le susurró su madre. 

Todas salieron en orden hacia la playa, donde Cho y los demás ya esperaban vestidos de blanco en las orillas de la playa. El cielo estaba perfecto, iluminando todo, pero no tanto. La arena se sentía suave, y los pies descalzos de Sabina se sintieron frescos al tocarla, contrarrestado el calor. 

Con la música de las olas, Sabina caminó detrás de sus hermanas, primas y tías hacia el mar. En cuánto Cho la vio, sonrió ampliamente, mostrando esos hoyuelos que se le marcaban en las mejillas. Sabina también lo hizo. Su próximo esposo se veía tan guapo de blanco, con el cabello despeinado por la briza del mar, con esos hermosos ojos que le saludaban. 

Robert se quedó impactado, al igual que David y Manuel, al ver como el vestido de Julie le quedaba perfecto a Sabina, trayéndoles recuerdos de la boda que había sucedido en este mismo puerto años atrás, era un viaje a los recuerdos de cuando eran ellos los jóvenes de la familia iniciando sus vidas.

 Jaz, no pudo evitar sonreír, su hija, la que había concebido a temprana edad, hoy tenía una de sus primeras bodas y él, era muy afortunado de presenciarla. Alegra se acercó a Cho y sonriéndo le dijo. 

⎯Tu te casas con una mujer, pero nosotros, te entregamos a: una hija, una prima, una hermana y una sobrina. Cuídala. 

Cho asintió con la cabeza. Luego llegó el turno de Eduardo hijo.⎯ Tú te casas con un hombre, pero nosotros, te entregamos a: un hijo, un hermano, un sobrino y un amigo. Cuídalo. 

Sabina asintió con la cabeza. Robert tomó a Sabina de la mano, y junto con Julie, la llevaron al mar, donde el chamán ya los esperaba. ⎯Sé que no tengo que decírtelo, pero, cuídala mucho ⎯ le murmuró Robert a Cho, al entregársela en las manos. 

Sabina y Cho sonrieron al verse. En sus rostros se podía ver reflejada la felicidad que en ese momento sentían. El Chamán les puso un lazo de algodón entrelazando sus manos y luego les pidió que entraran al mar para empezar la ceremonia. 

⎯Así, unidos físicamente por este lazo, entran al mar, para salir de él, unidos también en espíritu y en alma ⎯ habló en alto⎯. Los encargados del arco pueden entrar también. 

Alegra y Daniel, tomaron el arco de flores que estaba enterrado sobre la arena, lo cargaron con facilidad, y entraron al mar para acomodarse justo donde los novios y el chamán estaban. Las olas cálidas de la playa, los refrescaron de inmediato. 

⎯Queridos amigos, hermanos y familiares. Hoy nos encontramos aquí, en este lugar, rodeados de las aguas del mar y la energía de ustedes y la naturaleza, para compartir un momento de profunda conexión y amor, en honor a esta hermosa pareja, Sabina y Adrián, que han decidido unir sus vidas en este vínculo sagrado. 

Luego, él puso las manos sobre las de Sabina y Cho, y cerró los ojos diciendo una oración en un dialecto, para después abrirlos y sonreírles. Ambos le sonrieron también.⎯ Les invito a que cierren los ojos y respiren profundamente ⎯ les dijo. 

Ambos lo hicieron. Las olas de mar bañaban sus vestimentas, y les proporcionaban una melodía perfecta.⎯ Dejen que la tensión se vaya junto con las olas del mar, al igual que las dudas, la presión y las penas. Purifiquen su alma en estas olas, para que así, puedan salir renovados de ellas y con otra visión de la vida ⎯ continuó hablando⎯. Invito a los demás que hagan lo mismo. Cierren los ojos y visualicen una luz que guiará a la pareja en su camino por esta vida juntos. Una radiante y llena de amor. 

«Imaginen su vida juntos. Llena de momentos felices, risas y aventuras emocionantes. Visualicen como superan juntos cualquier desafío que la vida pueda presentarles, fortaleciendo aún más su vínculo. Sientan la alegría, la emoción que les rodea. Como su amor se expande y llena este espacio, tocando a cada uno de los presentes con su magia. Ahora les pediré, que los padres de los novios, expresen unas palabras, para bendecir este momento y así, terminar el ritual de la familia. 

Hubo un silencio, que permitió que todos los invitados escucharan las olas del mar. Después la voz de Robert interrumpió la calma.⎯ Sabina, Cho, en la vida encontramos a alguien que nos hace mejores de lo que somos, y ustedes tuvieron suerte de encontrarse. Cho, has traído alegría a nuestra familia y a Sabina le has dado un amor que ilumina sus ojos. Les deseo que vivan este viaje, plenos y llenos de felicidad, que las aventuras estén presentes y que el amor gobierne sus vidas. Los quiero. 

⎯Gracias, Papá ⎯ agradeció Sabina, mientras lo veía. 

⎯Sabina, te llevé en mi vientre y te di a luz, con el único pensamiento de que fueses una gran mujer, alegra y feliz. Verte crecer ha sido un regalo, y ahora, ver como te unes al amor de tu vida, es un regalo aún mayor. Les deseo, de corazón, la felicidad del mundo y que nos permitan compartirlo con ustedes. 

⎯Claro que sí, mamá ⎯ contestó Sabina. 

Después, siguió el turno de Jaz. Estás palabras podría dedicarlas a su hija, pero, hoy, venía por parte de Cho. Así que las dijo sin perder de vista a ambos, que esperaban sonrientes. 

⎯En cada paso de la vida, encontramos momentos de felicidad y momentos desafiantes. También encontramos momentos de perdón y momentos para volver a hacerlo bien. Cho, llegaste a mi cafetería como un empleado más y te convertiste en un hijo para mí. Sin embargo, y lo más importante, es que te enamoraste de Sabina, y ahora estoy tranquilo de que ella está en buenas manos.⎯ En ese momento vio a Julie⎯. Y que los patrones del pasado no se repitieron en el futuro. Recuerden que se tienen en uno al otro para apoyarse y que su amor es más grande que cualquier adversidad. Sabi, cuídalo mucho, Cho, cuídala también. Cuídense siempre. 

Las palabras de Jaz, hicieron que Cho llorara levemente, y Sabina le limpió las lágrimas, pasando la huella de su dedo pulgar por sus mejillas. Finalmente, el Chamán los roció con incienso, tomó una vela y pidió que ambos la tomaran. 

⎯Adrián, tus votos espirituales.⎯ Le pidió. 

Cho asintió y luego le pidió a Moríns que se acercara para que pudiese leer lo que había escrito.⎯ Sabina, en este instante en que nuestras energías se entrelazan, te hago una promesa. Prometo reconocer la divinidad en ti y en todo lo que nos rodea. Prometo explorar juntos los misterios de la vida y crecer espiritualmente a tu lado. En cada momento de nuestras vidas y en otras, te elijo a ti como mi compañera y mi amor eterno en todos los planos de la existencia. 

⎯ Juntos, compartimos un lazo eterno, unidos en alma y espíritu ⎯ recitó el Chamán. 

⎯Juntos, compartimos un lazo eterno, unidos en alma y espíritu ⎯ repitió Cho, mientras veía a Sabina a los ojos. 

⎯Tu turno ⎯ le pidió el Chamán a Sabina. 

Sila, en esta ocasión, fue quien se acercó con la hoja de los votos, y se la puso en frente para que pudiera leerla. 

⎯Cho. En este momento nuestras almas se unen en presencia de otras almas que solo nos desean felicidad y amor, y delante de ellas te hago una promesa. Prometo honrar la divinidad que veo en ti. Prometo que nuestras almas caminarán juntas en el camino de la espiritualidad. Prometo que haremos juntos este viaje lleno de amor y conciencia. En cada momento de nuestras vidas y en otras, te elijo a ti como mi compañero y mi amor eterno en todos los planos de la existencia. 

⎯A través de todos los desafíos, permaneceremos unidos en alma y espíritu ⎯ dijo el Chamán. 

⎯A través de todos los desafíos, permaneceremos unidos en alma y espíritu ⎯ repitió Sabina. 

Después, el chamán comenzó a corear una canción, en una melodía bastante bonita que a todos conmovió. Sabina y Cho, se veían a los ojos, mientras sentían como las olas del mar los mecían, y les enterraban los pies sobre la arena. 

Cuando terminó la melodía, el sol besaba el mar, y las antorchas ya empezaban a iluminar el ambiente. El chamán les quitó la vela, desató sus manos e hizo que salieran del mar para tocar la arena de la playa. 

⎯Ahora están unidos en alma, espíritu y corazón. Que el buen karma fluya alrededor de ustedes y que esta unión del cosmos perdure hasta el momento en que sus cuerpos sean cenizas y sean regresados a la tierra. Muchas felicidades. 

Los aplausos no se hicieron esperar, cuando la ceremonia terminó. Sabina y Cho, juntaron sus frentes para después darse un beso que les supo a sal por al brisa del mar. Esta era su primera unión, faltaban dos, pero esta era especial, porque aquí se auguraba un futuro lleno de felicidad y armonía entre los dos. 

⎯Te amo, Sabina. Contigo me casaría por todas las leyes del cosmos, si es que existen ⎯ dijo en un murmullo Cho, mientras la veía a los ojos. 

Sabina sonrío. Se quitó la peineta que hace años atrás Cho le había regalado, dejando caer su cabello claro sobre sus hombros y se la enseñó.⎯ Al parecer, tú ya habías augurado esto. Fue perfecta para la ocasión. 

⎯Yo sabía que me casaría contigo, de eso nunca me quedó duda ⎯ le confesó el hombre. 

Sabina acarició su rostro, sobre todo a la altura de esos hoyuelos que se formaban en sus mejillas. Sus miradas se conectaron y ella sintió que su cuerpo se llenaba de una felicidad que jamás había sentido. 

⎯ Te amo, Adrián Cho. Contigo quiero pasar esta y las demás vidas. Si volviera a nacer, te buscaría a ti entre todas las almas de la tierra. 

El hombre la abrazó. Se sentía feliz y mucho. A su mente llegó todos los problemas y situaciones que habían pasado y las palabras de su padre cuando le decía que con ella no llegaría a ningún lado. 

Te equivocaste, hombre. Si llegué a un lado con ella… llegamos juntos al altar. 

3 Responses

  1. Que bonito amor!!!
    Me imaginé la escena, es un lugar muy bonito en verdad, me trajo bellos recuerdos♥️
    Gracias Escritora Ana Martínez 🙏♥️

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