La mañana de la boda en Santander se despertó con un sol radiante que bañaba la ciudad y la costa del Mar Cantábrico en una luz dorada y cálida. En las calles empedradas, el aire vibraba con una mezcla de nerviosismo y anticipación. El repicar de las campanas de la iglesia resonaba en el aire, recordándole a todos que este era un día especial, un día que marcaría el comienzo de una nueva vida para Sabina y Cho.
Los novios no habían podido dormir de la emoción. No podían creer que después de tantos años de estar juntos, al fin, unirían sus vidas en matrimonio y que lo harían en frente de toda su familia, que ansiosa y con paciencia habían esperado que ambos dijeran el “sí, acepto”, desde hace tiempo atrás.
Sabina se levantó muy temprano. Pidió un café cargado para despertarse por completo y después comió un poco de fruta para que el estómago no lo sintiera tan lleno. Los nervios la estaban matando. Ella pensó que al casarse sentiría como cuando estaba a punto de competir, pero no, no fue así. Tenía una mezcla entre emoción y nervios, que le causaba un poco de ansiedad. Todo tenía que salir perfecto.
⎯¿Seguro que está todo listo en la iglesia? ⎯ le preguntó a su madre, quien temprano había ido a desayunar con su hija a la habitación.
Julie asintió con la cabeza. La bata de seda rosa dorado que traía sobre el cuerpo, hizo que su rostro se viera aún más bonito. No cabía duda que María Julia había heredado la piel de su madre, sin arrugas, ni rastro de la edad.
⎯Sí amor, todo está bien. Desde la mañana di la orden de que todo estuviera perfecto. No tienes nada de que preocuparte.
Sabina suspiró. Tomó un sorbo de jugo de naranja y luego miró hacia la ventana. Podía ver como los empleados del palacio adornaban el jardín y lo preparaban para la sesión fotográfica.
⎯¿Crees que Cho huya? ⎯ inquirió.
Julie soltó una carcajada. ⎯¿Cho?, ¿huir?, vamos Sabina, si ese hombre ni cuando tu padre lo trató de sacar de tu vida se fue, ¿crees que lo hará ahora que está a unas horas de casarse contigo?
⎯Es solo un pensamiento, nada más. Lo que pasa es que estoy nerviosa. ⎯ Sabina sintió la mano de su madre sobre la suya. La joven volteó y sonrió al ver su rostro tan bonito y perfecto.
⎯Todo estará bien. Cho te ama, todos estamos de acuerdo y felices de que te cases con él. Nada va a salir mal, ¿vale?. Solo disfruta, déjate llevar por este día y sobre todo, sé feliz.
Sabina sonrió. Luego se hizo hacia adelante para darle un abrazo a su madre. ⎯ Te amo, mamá. Muchas gracias por todo.
⎯No hay nada que agradecer. No tienes idea de lo feliz que soy al saber que te casarás con un hombre bueno, trabajador y generoso. Lo de guapo ya fue ambición tuya, pero, siempre has sido así, ambiciosa, con ganas de comerte el mundo y ganar medallas. Tus abuelos sí que hicieron un buen trabajo criándote.
⎯No desmerites tu trabajo, mamá. Sé que tú estuviste ausente unos años de mi infancia, pero, siempre los comprendí. Mi abuela decía que te estabas preparando para darme un mejor futuro, y mira… estamos en un palacio, mi vestido parece de una princesa y yo, soy una mujer de bien. Fuiste y siempre serás una gran madre.
Julie sintió un nudo en la garganta pero, a la vez, un gran alivio al escuchar las palabras de Sabina. Toda la vida se había sentido culpable de haberla dejado tan pequeña con sus padres para irse a estudiar a Estados Unidos. Pero, al parecer, hasta sus padres le habían ayudado con ese aspecto.
Julie se puso de pie y le dio un beso sobre la frente. ⎯ Te dejo, iré a arreglarme con tus tías. Tus primas y hermanas llegarán en unos segundos para hacer lo mismo contigo. Te pido que no dejes que maquillen mucho a Jo, dile que no es competencia y la hace ver muy mayor.
⎯Te lo prometo ⎯ contestó la chica, para después quedarse sola en el lugar. ⎯ Hoy es el día ⎯ murmuró, para después, cerrar los ojos y tranquilizarse.
***
La hermosa habitación con vista al mar se convirtió en el punto de reunión de las damas de compañía, todas estaban ahí: Jo, Pilar, Alegra, Lila, Sila, Marimar y Ana Carolina Santander. Quién poco a poco abría su paso en la familia. Hubiese invitado a Sam, pero, desde que se había hecho novia de Cho, la mujer ya no le hablaba y poco a poco se alejó de ella, así que no fue requerida a la boda.
El ambiente estaba lleno de risas nerviosas y susurros de emoción contenida. Sabina, con su vestido de novia colgando en un rincón, se reflejaba en el espejo mientras una mezcla de emociones recorría su ser. Las manos de la mujer que la estaba peinando, acariciaban su cabello, dándole una sensación de alivio, mientras sentía cosquillas por la brocha que pasaba por su párpado.
⎯¿Te gusta? ⎯ le murmuró la peinadora.
Sabina volteó al pequeño espejo que estaba cerca de ella y miró su hermosísimo peinado; de inmediato sonrió. ⎯ En verdad es muy bello ⎯ expresó.
La novia vio el tocado de la cabeza. Unas hermosas peinetas llenas de cristales que se asemejaban a los laureles que llevaban las emperatrices o los ganadores de las olimpiadas. Se sentía como una verdadera princesa y, cuando se pusiese el vestido, sería una.
⎯¡Te ves bella! ⎯ escuchó la voz de su hermana Pilar.
Todas las damas voltearon y sonrieron al ver a Sabina con el peinado y el maquillaje listo. Todas ellas estaban listas. Luciendo los peinados que deseaban y un hermoso vestido color rosa dorado de lentejuelas, con caída de un solo hombro.
La novia sonrió al verlas a todas listas para su boda. Jamás se imaginó, también, que vería a sus pequeñas hermanas Jo y Pilar, vestidas de esa manera para el día de su boda.
⎯¿Creen que le guste a Cho? ⎯ preguntó.
Alegra fue hacia ella y le dijo viéndola al rostro. ⎯ Si no le gusta, ese hombre está ciego. Te ves en verdad hermosa, ¿por qué no te pones el vestido?
Sabina vio el hermoso vestido que esperaba por ella, y se emocionó. Esta era la puesta definitiva. Ya se había probado el vestido tantas veces, pero, seguía emocionada por ello.
Con mucho cuidado, entre Sila y Lila lo bajaron, y abrieron el plástico que lo cubría. De inmediato, los pliegues del vestido se extendieron, abriendo la falta ancha de princesa, y mostrando el escote lleno de detalles y que combinaba perfectamente con el tocado de las hojas de laurel.
Sabina se puso de pie, se quitó la bata de seda rosa dorado que traía su nombre escrito en la espalda, y se cambió a la ropa interior adecuada para poder entrar en el vestido. En un paso, entró por la falda. Sus primas le ayudaron a subirlo y a acomodarle el escote. En cuánto sintió la tela suave de encaje en los brazos, y vio las hermosas mangas, casi rompe a llorar.
⎯¡TE VES HERMOSA! ⎯ expresó Sila, quien sonreía, emocionada.
Sabina volteó al espejo, y mientras Lila le acomodaba el enorme velo, no pudo más que morderse los labios para no llorar. Era una princesa, tal y como su madre le había dicho. Era la primera vez que se sentía así porque, en realidad, nunca había sido una, ella era una sirena.
La mayoría de las personas pensaban que a Sabina le gustaba “La Sirenita”, por el hecho de que se convertía en princesa después de ser Sirena o porque encontraba a su príncipe al final de la historia. Pero, no era así. A Sabina le gustaba la película porque quería ser Sirena para poder nadar y nadar sin cansarse, para respirar por debajo del agua y sentirse libre en ella. Jamás fue por el príncipe, ni por ser princesa, pero hoy, se sentía como una.
El lente de Alegra captó varias fotos que quedarían para la prosperidad. Y, cuando Sabina pensó que el momento emocionante había terminado, dos toques en la puerta y la voz de su padre le anunciaron que esto no se terminaba.
En cuanto Robert Carter, entró por la puerta de la hermosa habitación, no pudo más que llevarse las manos al rostro y tratar de no soltarse a llorar. A su mente, vinieron las imágenes de la pequeña Sabina que había conocido a los tres años, su niña, su sirena, que ahora, se encontraba frente a él vestida de novia.
⎯No llores, papá, que me vas a hacer llorar ⎯le pidió su hija, mientras se acercaba a él para abrazarlo.
Julie apareció momentos después detrás de él, e igual tuvo la misma reacción. Su sabina se veía hermosa, llena de alegría y plenitud. En ese momento, Robert y Julie supieron que todo su esfuerzo había valido la pena.
⎯Durante años pensé que nunca llevaría a una hija al altar y hoy, ese pensamiento ha quedado completamente anulado. ¿Quién iba a pensar que cuando te conocí llegaríamos tan lejos? ⎯ habló Robert, sumamente emocionado.
Sabina sonrió. Se vio reflejada en los ojos azules de aquel hombre que hace años la había adoptado como suya, la había cuidado y educado. Ahora, ella tenía el honor de decirle papá y dejar que la llevara al altar.
⎯Supongo que los sueños se cumplen, ¿no?. Si las Sirenas pueden ganar medallas, ¿por qué Robert Carter no puede llevar a una hija al altar? ⎯ le preguntó.
El lente de Alegra volvió a captar ese momento tan emotivo. Como si fuese la conclusión de la historia de Robert con Sabina, y el inicio de la de ella. ⎯ ¿recuerdas, chiquita, cuándo te dije que ambos veríamos este momento? ⎯ le preguntó a Julie. Luego, le ofreció el brazo a su hija y ella lo tomó. ⎯ Pues es momento de hacerlo.
***
En otra parte de la ciudad, en una habitación de la iglesia, Cho compartía momentos de camaradería con sus amigos más cercanos. El aire vibraba con bromas, risas y palabras de aliento mientras el novio se preparaba para el gran momento.
En la iglesia, los últimos detalles estaban siendo cuidadosamente preparados. Los arreglos florales adornaban los bancos y el altar, exudando un aroma fresco y delicado. Los rayos de sol que se filtraban a través de los vitrales pintaban patrones de colores en el suelo de piedra, como un recordatorio de la belleza de ese día.
Los minutos previos a la ceremonia estaban cargados de una emoción intensa. Sabina se tomaba las fotos correspondientes con sus damas, mientras Cho miraba su reflejo en el espejo, ajustando su moño de color blanco, con manos ligeramente temblorosas.
⎯¿Ya te estás arrepintiendo? ⎯ le preguntó Moríns, mientras le quitaba las manos del moño y él se lo arreglaba, tal como lo había hecho Cho, hace tiempo cuando Moríns se casaba con Sila.
⎯No, claro que no. Solo que estoy nervioso. Son unos nervios bonitos, ¿sabes? ⎯ Cho, suspiró ⎯. ¿Cuánto falta?
⎯Poco, incluso ya tenemos que salir.
Cho, vio por última vez su esmoquin de color negro, que combinaba perfectamente con el chaleco, la camisa y el moño de color blanco. Traía su cabello perfectamente peinado, y la loción favorita de Sabina emanaba de su cuerpo. Había llegado el momento.
⎯¿Te fijaste que Eduardo trajera los anillos? ⎯ preguntó.
⎯Sí, todo listo.
⎯ Y qué David trajese el lazo.
⎯Sí.
⎯ Y que Daniel…
⎯Basta. ⎯ Lo detuvo, Moríns, que solo de escucharlo lo ponía ansioso ⎯. Todo está bien, ¿me crees?.
⎯Sí, sí… te creo.
El golpe de la puerta los alertó. Momentos después, esta se abrió y apareció uno de los organizadores en el umbral. ⎯ La novia ya viene en camino, es hora de ir al altar.
Cho suspiró profundo y hondo, y después sonrió. ⎯ Perfecto, vamos.
El hombre se fue, y volteó a ver a sus padrinos que esperaban por él, todos vestidos de un elegante pero sencillo esmoquin negro con camisa blanca y moño del color del saco.
⎯¿Listos? ⎯ les preguntó y todos sonrieron.
Cho y compañía salieron de la pequeña habitación, y él se sorprendió al ver la iglesia completamente llena de invitados. La familia de Sabina, ya se encontraba en sus lugares y Jaz y la suya, estaban sentados con una sonrisa y expectantes.
Todo era perfecto. El interior de la parroquia se encontraba iluminada por hermosos vitrales que filtraban la luz y hacían que las flores brillaran aún más. La madera tallada y los reflejos dorados de las incrustaciones, lo hacían sentir en una bóveda de oro. La acústica era impresionante. Héctor tocaba una suave melodía en compañía de una cellista que habían contratado para amenizar la ceremonia.
⎯Suerte ⎯ le dijo Daniel, dándole una palmada en el hombro.
Todos sus amigos se alejaron de él para ir hacia donde se encontraba la novia y salir en el cortejo junto con las damas de honor de Sabina. Por unos segundos los nervios invadieron a Cho. El corazón se le comenzó a acelerar y lo único que hizo fue tomar aire y sacarlo con fuerza, justo como lo hacía en cada competencia que había tenido.
Héctor paró de tocar el piano, y cambió de melodía a una más suave. En ese preciso instante, la canción cambió, y las puertas de la iglesia se abrieron, dejando ver al cortejo de la novia. Los hermosos vestidos dorados brillaban con la luz de las velas y de los vitrales, y las hermosas flores a combinación, las hacían ver hermosas.
Los primeros que entraron fueron Sila y Moríns, seguidos de Alegra y Camilo, Marimar y Daniel, Ana Carolina Santander y David, Lila y Pablo, Pilar y Eduardo y hasta atrás, Jon con Jo. Las fotos no se hicieron esperar. Todos iba al paso practicado y siguiendo las instrucciones que les habían dado.
Cuando llegaron al altar, se acomodaron en sus respectivos lugares, y una vez más la melodía cambió. Esta vez, Héctor miró a Cho y le cerró un ojo, como en señal de que le iba a gustar lo que iba a tocar. Mientras el suave murmullo de la congregación llenaba el aire de la parroquia del Santísimo Cristo, Cho se encontraba en un estado de nerviosa anticipación.
En ese momento, las puertas se abrieron y la canción de “Yellow” de Coldplay, uno de sus grupos favoritos, empezaba en una hermosa melodía en el piano, mientras para después unírsele el cello y crear la mejor versión que él había escuchado.
Pocos lo sabían, pero, esa era la canción que Cho le había dedicado a Sabina la que escuchaba en su mente cada vez que la veía venir hacia él y hoy, no era la excepción. Sabina, hacía su entrada triunfal, del brazo de su padre, Robert.
Su corazón latía con fuerza, un ritmo que parecía sincronizarse con cada paso que daba Sabina hacia el altar. La emoción que recorría su cuerpo era palpable, una mezcla de felicidad abrumadora y un toque de asombro ante la belleza radiante de su amada. Llevándolo así a las lágrimas.
Sus ojos seguían a Sabina mientras caminaba con gracia, su vestido parecía fundirse con la luz que se filtraba a través de los vitrales de colores, creando un aura casi etérea a su alrededor. El mundo parecía desvanecerse a su alrededor mientras se enfocaba únicamente en ella, en ese momento que habían esperado durante una década.
Los recuerdos de su historia juntos pasaron por su mente, como fragmentos de un hermoso sueño que se había hecho realidad. Diez años de amor, risas, desafíos y crecimiento mutuo habían llevado a este momento culminante. La promesa que estaban a punto de hacer frente a Dios y a sus seres queridos era el testimonio de su compromiso inquebrantable.
De pronto, Robert y Sabina se detuvieron en medio del corredor. Robert le dijo algo a su hija al oído y ella asintió. Momentos después, Robert caminó hacia adelante de las bancas y se detuvo ante Jaz para mostrarle la mano. El hombre se sorprendió ante el gesto.
⎯Venga ⎯ le dijo Robert.
⎯¿Cómo? ⎯ preguntó Jaz, mientras trataba de no llorar.
⎯Si no fuera por ti, yo no hubiese tenido una hija. Si no fuese por Julie y por ti, no hubiese existido una mujer tan maravillosa. Te mereces este momento tanto como yo. Además, Sabina lo quiere. Quiere que sus padres la entreguen.
Jaz, no pudo contener el llanto. Se pudo de pie tomando la mano de Robert y él le dio un abrazo. ⎯ Gracias, Robert. De verdad, muchas gracias.
⎯Todo está perdonado, Eduardo Jaz. Ahora, vamos, que el novio se volverá loco si no le entregamos a la novia.
Tanto Pilar como Julie se secaron las lágrimas al ver el gesto que le había hecho Robert a Eduardo. Los dos caminaron hacia Sabina y Eduardo le dio un beso en la frente a Sabina.
⎯Te ves… hermosa ⎯ le dijo en un murmullo.
⎯Gracias, papá ⎯ pronunció Sabina con seguridad. Después, cada uno la tomó de un brazo, y los tres caminaron hacia el altar.
Cuando finalmente estuvieron frente a frente, la mirada de Cho se encontró con la de Sabina, y ella suspiró. ⎯ ¿Quién entrega a esta novia? ⎯ preguntó el padre.
⎯Nosotros ⎯ se escucharon tres voces al unísono. ⎯ Sus padres.
Julie, Jaz y Robert pusieron la mano de Sabina sobre la de Cho y él se mordió los labios para no llorar. ⎯ Aquí te entregamos a nuestro tesoro más grande, Adrián Cho. Cuídala mucho, ámala mucho, y envejezcan juntos, como debe de ser.
⎯Lo haré. De eso no hay duda ⎯ contestó Adrián.
Julie le dio un abrazo a su hija, y un beso en la frente, Robert hizo lo mismo y Jaz, la abrazó con fuerza. Por un instante los dos se quedaron así, disfrutando de ese momento, uno que ambos coincidieron, era un acto de paz. Sabina había perdonado su abandono y Jaz se había perdonado asimismo. Ahora, formaría parte de su vida hasta el último aliento de la suya.
Después de ese encuentro tan bonito e inesperado, la ceremonia continuó. Cho y Sabina se tomaron de las manos y siguieron las indicaciones del padre. Escucharon sus palabras, hicieron los primeros rituales y cuando llegó el momento de los votos matrimoniales, ambos se emocionaron. Ambos habían preparado sus votos hacía años atrás, para no olvidarlos y hoy, era momento de decirlos.
El primero fue Cho. Moríns se acercó con un papel, lo extendió ante sus ojos y él comenzó a leer. ⎯ Sabina, mi sirena, mi mujer. Desde el primero momento en que ti vi, supe que llegaríamos a este punto. Desde ese instante que querías robarte mi Sprite del refrigerador de Camilo, en esa fiesta en la que nos encontramos. ⎯ Ambos sonrieron ⎯. Después de ahí, me propuse conquistarte. Pensé que sería fácil, pero, tú sabías justo lo que querías y yo me ocupe de que yo fuera el hombre que te lo diera. Desde que me dijiste que sí, me has regalado tanto que no sé como expresarlo. Me diste una familia, hermanos, triunfos, risas y lágrimas. Juntos hemos ganado medallas y las hemos perdido. Me enseñaste que la necedad no siempre es mala si es para algo bueno. Me devolviste la vida, y por eso, es tuya, para siempre es tuya. Prometo amarte hasta el último día de mi vida, cuidarte y respetarte hasta que mi cuerpo sea ceniza y sobre todo, hacerte reír, porque tu risa es todo lo que me da vida. Te amo.
Cho le puso a Sabina la hermosa alianza en el dedo, y besó su mano. Sila fue quien se acercó a ella e igual que su marido, le enseñó un papel. ⎯ Diez años esperé para decirte esto, Adrián Cho, ya me estaba desesperando ⎯ dijo en alto, haciendo a todos reír. ⎯ Sabina, vio los hermosos ojos de su casi esposo y sonrió.⎯ Un día tú me escribiste una canción, así que yo no me quería quedar atrás. Para mis votos te escribí un poema, sencillo, pero de mi autoría. Confieso que tuve ayuda de mi tío Manuel, porque eso de la escritura no se me da. Así que, espero te guste.
⎯ Sé que me encantará ⎯ murmuró Cho.
Sabina suspiró, y tomando las manos de su amado, dijo:
Hombre.
En el altar de este amor sincero,
Frente a Dios y al mundo entero,
Hoy te entrego mi alma y mi ser,
En este lazo eterno que vamos a hacer.
Desde el primer día en que te vi,
Supe que en ti hallaría mi razón de ser,
En cada sonrisa, en cada mirada,
En tu amor encontré mi morada.
Eres mi compañero en risas y llanto,
Mi refugio seguro en cada quebranto,
Prometo amarte en cada amanecer,
Y en cada anochecer, volverte a querer.
En este viaje que llamamos vida,
Estaré a tu lado en cada subida,
Juntos enfrentaremos el futuro con valentía,
Porque contigo, mi amor, todo es poesía.
Prometo cuidarte en cada tempestad,
Y en los días soleados, amarte de verdad,
Tú eres mi fortaleza, mi luz, mi guía,
Unidos en alma y espíritu, para toda la vida.
En esta danza de sueños y esperanzas,
Bailaremos juntos en cada bonanza,
En cada desafío, en cada logro,
Nuestro amor será siempre nuestro enfoque.
Así, con estas palabras que nacen del corazón,
Te entrego mis votos, mi eterna devoción,
Hoy y siempre, en cada paso que demos,
Serás mi amor eterno, mi todo, mi lema.
Sabina terminó su poema y luego le puso a Cho la argolla den su dedo.⎯ Espero te haya gustado.
⎯¿Bromeas?, Rubén Darío te envidia ⎯ le contestó, haciendo reír bajito a Sabina. Él tomó su rostro y la vio a los ojos⎯. Me encantó, mujer, será siempre mi poema favorito.
⎯Y el único, porque me costó mucho, pero, te amo.
⎯Yo te amo más.
El padre los interrumpió. Dio los últimos rituales, donde participaron el resto de la familia, y al terminar, les dio la bendición.
⎯Lo que Dios a unido, que no lo separe el hombre. Adrián, Sabina, ahora los declaro, marido y mujer, ya puedes besar a la novia.
En el instante mágico y solemne del altar, con el olor a cera y flores del lugar como un cómplice de su amor, Sabina y Cho se miran profundamente con esas miradas llenas de recuerdos compartidos, de promesas y sueños que han construido juntos a lo largo de una década.
Sus manos entrelazadas temblaban ligeramente por la emoción que recorría sus cuerpos. Sabina sentía su corazón latir con fuerza en su pecho, como un eco de los latidos de Cho. La suave melodía de su canción favorita comenzó de nuevo, envolviéndolos por completo.
Con un suave y dulce movimiento, Sabina acarició la mejilla de Cho, rozando su piel con la ternura que solo el amor verdadero puede transmitir. Cho inclinó ligeramente la cabeza, acercándose más a ella, sintiendo su aliento cálido mezclarse en el aire que los rodea.
Y entonces, en un momento que pareció detener el tiempo, sus labios se encontraron en un beso suave pero lleno de pasión y significado. Es un beso que trascendió el tiempo y el espacio, que sellaba años de amor y complicidad. Es un beso que hablaba de promesas cumplidas, de un futuro compartido, de un amor que había resistido todas las pruebas.
El beso fue lento, profundo, como si estuvieran saboreando cada instante, cada emoción. Los ojos cerrados estaban completamente inmersos el uno en el otro, como si el mundo entero desapareciera a su alrededor y solo quedaran ellos y su amor.
Los invitados, testigos de este momento conmovedor, aplaudían, mientras otros lloraban de emoción. El beso pareció durar una eternidad y, al mismo tiempo, pasar volando como un suspiro.
Finalmente, ambos se separaron lentamente, pero sus frentes permanecieron unidas, sus alientos entrelazados, sus corazones latiendo al unísono. Un brillo de felicidad y amor profundo iluminaba sus ojos mientras se miraban, conscientes de que este beso había marcado el comienzo de un nuevo capítulo en su historia de amor, uno que estaban listos para escribir juntos, unidos en alma y espíritu y ahora ante los ojos de Dios.
⎯ Te amo, mujer ⎯ murmuró él.
⎯ Te amo, hombre ⎯ le respondió ella, para besarlo una vez más.
No me alcanzaron los klenex _(; _ ;)_
Amé las dos ceremonias, la espiritual y ante Dios, las dos muy emotivas!!!
Ana que bonito escribes, no me canso de decírtelo. Tienes un don maravilloso para describir el momento, los sentimientos, todo… Es maravilloso 🥰🥰🥰
Y ese poema, lindo, hermoso!!! 💝