“No hay fiestas como las de los Ruiz de con, porque todas ellas terminan hasta el amanecer”. Esa era la frase que Cho había escuchado durante años en la familia de su esposa, y no sabía que era cierto, hasta que le tocó vivirlo a él, en su propia boda. 

La fiesta de los ahora Cho Carter, estuvo llena de risas, música, concursos y momentos significativos que se quedaron grabados no solo en las fotografías que se tomaron, sino en la mente de los asistentes. Los nuevos esposos, después de la boda por la iglesia, pasaron a la boda por el civil, donde junto con sus testigos firmaron los papeles que los unían una vez más como marido y mujer. 

Para esta ocasión, los testigos de Cho fueron Camilo y su pareja, mientras que para Sabina fueron su prima Sila y Moríns. Después, pasaron a la sesión de fotos donde, como siempre, Luz Ruiz de Con captó los momentos que se quedarían impresos en papel y colocados en los muros de su nueva casa tiempo después. 

Cho y Sabina se encontraban llenos de energía, felices y sobre todo plenos. Después de años de noviazgo, de vivir todo tipo de situaciones, y de que muchas personas, especialmente los padres de él, les dijeran que no llegarían a nada. Hoy su amor había triunfado y seguiría así hasta el último día de sus vidas. 

Los novios entraron de la mano a uno de los grandes salones del palacio, donde los aplausos no se hicieron esperar. La música en vivo se apoderó de ellos, y bailaron mostrando que eran marido y mujer y aprovechando que esta fiesta era en honor a ellos. 

La comida pasó de mesa en mesa, la bebida no dejó de circular entre los invitados. María Julia y Robert habían pedido el mejor vino, el mejor champán, la mejor cerveza y el mejor tequila para la ocasión. Así como un increíble pastel para 200 personas, completamente blanco, con perlas de chocolate y dos novios en la punta, que yacía en una de las esquinas del salón. 

Así, llegó el momento del primer baile de esposos, y de nuevo Héctor y la cellista, mostraron su talento en el piano, tocando para ellos Bohemian Rhapsody de Queen, uno de los grupos favoritos de Sabina, gracias a su papá. Los dos bailaron al compás de la suave música. Muy diferente a los típicos valses, pero significativa para ambos. Ambos la abordaron con una sonrisa, viéndose a los ojos y con lágrimas por parte de Sabina, que no dejaba de decirle que era la mujer más feliz del mundo, mientras las tenues luces caían sobre sus cuerpos.

Cho la besó sobre la frente y después la tomó de la mano para darle una vuelta sobre su eje y que luciera su hermoso vestido, que brillaba junto con ese tocado que traía sobre la cabeza. Cho se veía tan gallardo, con ese traje hecho a mano que Robert le había convencido de que se hiciera para la boda, y con esa argolla de oro brillando sobre su dedo. 

Finalmente, la melodía terminó, y ambos comenzaron a tocar una canción diferente. El baile con los padres estaba a punto de comenzar, y la familia de Sabina y los Jaz, representando a Cho, se acercaron a la pista. 

Robert caminó hacia la pista, y Cho le ofreció la mano de Sabina para que él la tomara. Ambos se juntaron y él, con los ojos azules brillando de las lágrimas que había derramado a lo largo de la ceremonia y de la fiesta, le dio un beso a su hija en la frente, haciéndola sonreír. 

 ⎯Jamás pensé que llevaría al altar a la niña que por videollamada aprendía los sonidos de los animales  ⎯ le murmuró. 

Sabina sonrío. ⎯ Yo siempre pensé que tú eras mi papá, ¿sabes?, siempre. Fue como un llamado de ti para mí. Así que, esa niña que imitaba a los animales contigo, sabía perfectamente que bailaría contigo. 

Robert acarició sus mejillas. Su hermosa hija adoptiva, la que le había dado un hogar, hoy comenzaba el suyo, aunque desde hace mucho ya lo tenía con Cho. La melodía terminó, y Robert se hizo a un lado para dejar pasar a Jaz, quien esperaba junto con los tíos de Sabina. 

Cuando Jaz llegó, Robert se fue con María Julia, quien había bailado con Cho antes; ahora el chico bailaba con Pilar. Sabina sujetó la mano de Jaz y él la tomó con fuerza. 

 ⎯¿Listo?  ⎯ le preguntó.  

 ⎯Mucho. Espero que la rehabilitación y la dieta me hayan ayudado  ⎯ le comentó, con una sonrisa. 

Todo este tiempo Jaz y Sabina se habían preparado para bailar el día de su boda, esa fue la motivación que Sabina le dio a su padre, cuando le propuso ser su primer cliente en la clínica de rehabilitación. Al principio, él se había negado porque Sabina le quería rehabilitar de manera gratuita, pero después de la propuesta, no dudó en seguir sus instrucciones. 

 ⎯¿Ponemos entonces nuestra canción?  ⎯ le preguntó Sabina. 

 ⎯Pongámosla  ⎯ respondió Jaz, con una sonrisa. 

Sabina volteó a ver a Héctor y le dio una señal. De pronto, dejaron de tocar la canción que estaba en el momento y él le dio una señal a la cellista para que empezaran a tocar la petición. 

Los primeros acordes de la canción de Despacito comenzaron a sonar en todo el salón, haciendo que los invitados se sorprendieran ante el cambio. Cho y Pilar también lo hicieron. 

 ⎯Lo siento, mi papá quería bailar esta  ⎯ dijo Sabina, viendo a los demás. 

Jaz tomó a su hija de la mano y ambos comenzaron a bailar. Era sorprendente como él bailaba con facilidad a pesar de tener la prótesis en la pierna. Cho y Pilar les siguieron el juego, para después unirse toda la familia de ellos y seguir el ritmo del piano y el cello. 

 ⎯Ese Schroeder sí que toca de todo ⎯ comentó Cho a Sabina, mientras seguían moviéndose. 

Entre risas, aplausos y uno que otro solo, toda la familia bailó, y, cuándo terminó la melodía, no hicieron más que pedirle a Héctor que tocara otra parecida para entrar ya en el ambiente festivo y olvidarse del melancólico. 

Así continuó todo, pasaron de una melodía a otra, hasta que el grupo musical entró en escena y ahora sí, todos los invitados se alegraron. La salsa, el reggaeton, los ritmos latinos en general y la música pop, tomaron posesión del ambiente y tanto los novios como la familia lo disfrutaron al máximo. Como siempre, los Ruiz de con y los Canarias, acostumbrados a este tipo de festejos, fueron los que pusieron el tono de la fiesta, una que terminó con los mariachis entrando por la puerta del salón, con “Si nos dejan” cantado a todo pulmón, no solo por los mariachis sino por toda la familia. 

Todos en ese instante se preguntaron como María Julia había conseguido Mariachis en Santander, y ella simplemente contestó: “tuve ayuda de una Canarias”. Después vio a Fátima Lafuente, quien yacía sentada en la mesa de la familia, observando todo. Era evidente, solo los Canarias tenían los contactos para poder hacer la boda de Sabina así de extraordinaria. 

De ahí, las peticiones al mariachi se fueron dando, para terminar con “México. Lindo y Querido”, que hasta el mismo Robert cantó con un sentimiento, como si él hubiese nacido y vivido allá como todos los demás. Evidentemente, toda la familia Ruiz de Con la cantaron como todos unos profesionales; uno que otro Canarias se unió a ellos. 

Cuando dieron las dos de la mañana, Sabina y Cho se pusieron las chaquetas de mezclilla que Pilar les había hecho con los nombres “Señor Cho”, “Señora Cho”, y entre aplausos, abrazos y unas hermosas y destellantes bengalas, les dieron la despedida, para que finalmente se fueran a su luna de miel en Grecia. 

***

Cho y Sabina, habían tenido la boda perfecta, así como tendrían la perfecta luna de miel. Los dos disfrutaron de ese momento, como nunca lo habían hecho, bañándose bajo los rayos del sol, comiendo todas las delicias de Grecia, haciendo el amor bajo las estrellas, fotografiando cada instante, haciendo planes a futuro, imaginando su casa, su hogar y sintiéndose tan enamorados como la primera vez que se habían visto. 

Así estuvieron dos semanas, lejos de todos y a la vez tan cerca del paraíso. Las vacaciones les habían caído tan bien que, cuando regresaron a Madrid, eran otros. Igual de enamorados, pero otros en el aspecto físico y sobre todo en sus vidas. 

Llegaron justo para la ceremonia del Hanbok, una que hicieron a su manera, ya que Cho no contaba con sus padres biológicos para realizarla. Ahí estuvieron presentes solo los Carter y por parte de Cho, Jaz y Pilar. Sin embargo, Cho se encargó de que la ceremonia se hiciera justo como debería de ser, y contrató a un grupo de personas que se dedicaban a llevar a cabo esos eventos para los coreanos que se encontraban residentes en el extranjero. 

Para llevar a cabo la ceremonia, contrataron un recinto que fue decorado con colores vibrantes y patrones tradicionales, representando la rica historia de Corea. En el centro, se encontraba un espacio elevado, con cojines adornados en tela de seda y donde Sabina y Cho se sentarían junto con un conjunto de elementos simbólicos que representan diferentes aspectos de su vida y de su unión. 

La ceremonia comenzó con los tambores tradicionales, inaugurando el momento especial. Sabina y Cho, ingresaron al lugar, vestidos de hermosos hanboks que habían sido cuidadosamente elegidos para la ocasión. Estos trajes tienen colores y patrones especiales que simbolizan deseos de prosperidad, felicidad y vida conjunta de la pareja. 

Al igual que ellos, los padres de Sabina, y Cho, entraron a la ceremonia, vestidos también con hanboks tradicionales, y después llevaron a cabo una serie de rituales simbólicos que representan el respeto y la conexión entre las familias. Ambos se ofrecieron ramas de pino y ciruelo, simbolizando la longevidad y la pureza. A continuación, los padres de los dos, intercambiaron copas de licor de arroz, simbolizando la unión de las dos familias a través del matrimonio de ambos.

Después de los rituales realizados por los padres, Sabina y Cho, se inclinaron ante sus padres en un gesto de respeto y gratitud, para luego intercambiar regalos que representan las promesas y compromisos mutuos. Un conjunto de nueve elementos, llamado “Palja”, se colocó en el centro del escenario. Cada elemento representa una bendición específica, como la prosperidad, la felicidad y la armonía.

Así, un anciano sabio, que actúo como maestro de ceremonias, guío a Sabina y Cho a través de los pasos tradicionales del matrimonio coreano. Intercambiando votos personales y promesas, expresando su amor y compromiso el uno al otro. Luego, realizaron el “Yebae” o el intercambio de arcos, que es un gesto de respeto y reconocimiento de su nueva unión.

La ceremonia culminó con el “Paebaek”, donde Sabina y Cho ofrecieron té a sus padres como símbolo de gratitud y respeto. Los padres a su vez les brindaron bendiciones para su vida juntos. Al finalizar la ceremonia, y cuando todo lo formal había pasado, Robert se acercó a Sabina y a Cho y les dio una pequeña caja de madera. 

 ⎯¿Qué es esto?  ⎯ preguntó el joven, al tomarla entre sus manos. 

 ⎯Nuestro regalo de bodas, para ti y para Sabina  ⎯ contestó. 

Sabina ayudó a Cho a abrir la caja y vieron dentro un juego de llaves. Manos se quedaron en silencio, tratando de comprender lo que sucedía, ya que no entendían para nada. 

 ⎯¿Qué es esto?  ⎯ repitió Cho. 

 ⎯Es la llave, de su nuevo hogar. 

 ⎯¿Cómo?  ⎯ habló Cho, bastante sorprendido. 

 ⎯Julie y yo les regalamos una casa, para que inicien su vida juntos. 

 ⎯¡Qué!  ⎯ expresó Cho, sin poder creer lo que escuchaba. 

 ⎯Pero papá, Cho y yo tenemos nuestro piso, lo acabamos de remodelar y…  ⎯ Trató de justificar Sabina, pero Robert le pidió que le dejara hablar. 

 ⎯Cuando me casé con tu madre, le prometí que te daría siempre un techo donde pudieses vivir. Por muchos años lo cumplí y quiero seguir haciéndolo. No me lo tomen a mal, solo, acéptenla. Déjame seguir cumpliendo con la promesa que le hice a María Julia, y denme la tranquilidad de saber qué mis dos hijos tienen un techo donde resguardarse. 

Cho no podía creer lo que escuchaba y mucho menos que Robert les había regalado una casa. Sin embargo, los ojos azules de su suegro le hicieron sonreír y aceptar el regalo que les daba. 

 ⎯Lo acepto, solo si vivimos cerca de ustedes  ⎯ comentó. 

 ⎯Bueno, no vivirás cerca de nosotros, solo en la misma cuadra y rumbo, pero, vivirás al lado de Moríns ⎯ le dijo María Julia, y los cuatro se rieron. Al parecer, la casa de al lado estaba en venta y pensaron que sería buena idea que vivieran juntos. 

Sin embargo, para eso, pasarían unos años, ya que Sabina y Cho regresarían a vivir a su piso, para disfrutar un poco más de su privacidad y de su matrimonio, antes de que el caos entrara por la puerta y sus vidas cambiaran por penúltima vez. 

***

Años después

Durante estos  años, la vida de Sabina y Cho fue próspera y llena de proyectos. El trabajo abundó, y las oportunidades se multiplicaron por mil. Sabina continuó con su clínica de rehabilitación, e hizo un acuerdo con el comité olímpico, por lo que ahora era la encargada de rehabilitar a los atletas que lo necesitaban. Tuvo que contratar más personal, y ampliar sus instalaciones por la carga de trabajo que le llegó. 

También se alió con la clínica de su tío David Canarias, y como parte de la fundación, daba rehabilitación gratuita a personas de bajos recursos, además de hacer visitas a domicilio para ayudar a los señores de la tercera edad que lo necesitaran. Los animales seguían siendo su oficio, pero ayudar a los demás, era su pasión y no se detuvo en seguirla. 

Cho, dejó definitivamente su clínica de ortodoncia debido a la carga de trabajo que le daban los bares. Esta pasó a Hugo, su asistente, que había tomado la decisión de ser ortodoncista como Cho, siguiendo sus pasos. Ahora, Adrián era empresario, y uno muy exitoso, al grado que pudo aliarse con el Conglomerado en la parte de hoteles, restaurantes y bares.

También, le ayudó a Jo a crear su agencia de niñeras “V.I.P Babies”, donde, como hija digna de su madre, vio un buen negocio al notar la cantidad de bebés que nacían en las acaudaladas familias de Madrid. Comenzó con sus amigas cuidando a sus sobrinos y saltó a las grandes familias como los Santander o los González Belmonte. Ahora era una agencia establecida y ella junto con Daniel y Cho la administraban. Le iba bastante bien y con el dinero se pagaba sus viáticos para las competencias y lo que necesitaba para ella. Sus padres estaban orgullosos de ella. 

El piso que habían remodelado seguía siendo su hogar, pero, ya les quedaba pequeño, por lo que decidieron que era momento de amueblar y decorar la casa que Robert les había regalado hace tiempo y vivir ahí. Sobre los hijos, no lo habían hablado ya. Después de volver a fallar en el intento de tenerlos, decidieron que se concentrarían en su ahijada, Fátima, que cada día estaba más grande. Sin embargo, la idea de tener bebés aún no estaba desechada, solo que por ahora sentían que no era lo que deseaban, por primera vez, estaban muy felices así. 

***

 ⎯No olvides acomodar bien las luces del escenario, por favor. ⎯ Pidió Cho con amabilidad a uno de los empleados del bar. Hoy era el aniversario del primer Corazón Espinado, y Cho sacaría la casa por la ventana para festejarlo. 

Entre Camilo y él, habían organizado que un grupo en vivo viniese a tocar al bar, habría barra libre para mujeres, promociones en botella para los hombres y dos por uno en entradas. También habían contratado a una DJ muy famosa “Electra Beats”, amiga de Alegra Canarias y que había sido contactada por ella desde Nueva York para que fuese a tocar. 

La noche de aniversario se veía prometedora, y todas meses ya estaban reservadas para la ocasión. Cho, había trabajado mucho para este momento, y ver como su primer bar ya era un ícono de la ciudad y categorizado como uno de los diez mejores bares de Madrid, le era de mucho orgullo. 

 ⎯Cho, te llama Sabina  ⎯ escuchó la voz de Gerardo, su gerente. 

Cho sacó su móvil y notó que había 14 llamadas perdidas de su esposa, por lo que supo que la llamada al bar era importante. Caminó hacia la barra, contestó cubriéndose un oído para poder escuchar. 

 ⎯Dime, amor. 

 ⎯¿Está por ahí mi papá?  ⎯ se escuchó la voz de Sabina. 

 ⎯Sí, ¿quieres que te lo pase? 

 ⎯No, quiero decírtelo a ti para que se lo comuniques con tiento. A Eduardo lo asaltaron y le dispararon en la pierna; va camino al hospital con Pilar. 

  ⎯¿Cómo?  ⎯ inquierió Cho, asustado  ⎯. Es grave. 

 ⎯No lo sabemos, perdió el conocimiento. Dile a mi papá, por favor, y llévalo a él y a Pilar. Nos vemos allá. 

 ⎯Sí, sí claro ⎯ respondió el hombre, para después terminar la llamada. 

Minutos después, los tres salían de ahí, apurados para llegar al hospital y enterarse de la situación de Eduardo. Su padre, Jaz, venía regañándose solo, por haberle permitido usar la vespa para transportarse y a Sabina por convencerlo de que se la regalara. 

 ⎯Verás que no es nada malo  ⎯ le comentó Cho, mientras se estacionaba en el hospital. 

 ⎯Esperemos que tengas razón  ⎯ contestó Jaz, para luego bajarse del auto y dirigirse a la puerta. 

Tan solo entraron a emergencias, Sabina fue hacia ellos. Pilar, la esposa de Jaz se encontraba sentada en la sala de espera, con Santiago al lado. Cho le dio un beso a su esposa y notó que traía una curita en el brazo. 

 ⎯No pidieron que donáramos sangre. El accidente sucedió después de que le dispararon en la pierna y él trató de huir en la vespa para que no se la quitaran. Perdió sangre, pero al parecer no es grave. Eso nos dijeron. 

 ⎯Bien, si tengo que donar yo también lo haré  ⎯ la consoló Cho, mientras acariciaba su cabello dorado. 

Sabina tenía un aspecto cansado, habían estado trabajando mucho en la clínica debido a que los juegos nacionales ya se acercaban y estaba a cargo de la rehabilitación de los competidores. Había estado trabajando hasta tarde, incluso Cho, que ya trabaja de noche, lograba encontrarla despierta, estudiando y con decenas de libros en la mesa del comedor. 

Todos se sentaron en la sala. Jaz consolando a su esposa y sus hijos platicando con Cho y Sabina para tratar de distraerse, aunque el tema era sobre lo mismo. De pronto, el doctor salió y todos se pusieron de pie de inmediato. Cho y Jaz fueron los primeros en ir hacia él. 

 ⎯¿Cómo está mi hijo?  ⎯ inquirió Jaz. 

 ⎯Está bien. Afortunadamente, el accidente no fue grave y actuamos a tiempo con lo que respecta a la herida de bala. La transfusión de sangre que le hicimos le ayudó bastante. Se podrá bien. 

 ⎯¿Podemos verlo?  ⎯ preguntó Pilar. 

 ⎯Sí, claro. En un momento le digo a la enfermera  ⎯ habló el doctor ⎯. Por cierto, ¿quién es Sabina Carter? 

 ⎯Soy yo  ⎯ contestó Sabina, dando un paso hacia adelante. 

 ⎯¿Si sabe que está prohibido donar sangre cuando se está esperando?  ⎯ le preguntó el doctor. 

 ⎯¿Esperando?, ¿esperando qué?  ⎯ dijo ella, sin comprender nada. 

  El doctor le dio una hoja de papel con lo que parecían los análisis de sangre que se hacen previos a la donación. 

 ⎯Felicidades, está usted embarazada  ⎯ pronunció las palabras, dejando a Cho y a Sabina, mudos.

2 Responses

  1. Ay que chévere 😍😍😍 por fin vendrán los bebés que tanto han anhelado 🤗🙏🏻

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