Con el paso de las semanas, el vientre de Sabina creció como nunca antes. La mujer que una vez había tenido una figura casi perfecta, como la describía su esposo, ahora se movía con dificultad. La entrada al tercer trimestre la había sumergido en un mal humor constante. Lamentaba la imposibilidad de encontrar una posición cómoda para dormir, la escasez de ropa de maternidad para mujeres de su tamaño y el constante apetito que chocaba con su incapacidad de poder comer más, ya que se sentía llena todo el tiempo. Sus quejas y desafíos físicos ponían a prueba la paciencia de Cho, quien, no obstante, la comprendía a la perfección y con todo el amor del mundo la consolaba.
Él la mimaba con masajes y palabras tranquilizadoras. Compartía su emoción al sentir los movimientos de los trillizos y asistía a Sabina en su rutina de baño y cuidado personal. Sin embargo, para Cho, el equilibrio entre ser un apoyo constante y manejar sus propias necesidades también era un desafío. Su trabajo nocturno en el bar significaba que dormía muy poco debido al horario. Iniciaba a las siete de la tarde y terminaba cerca de las tres de la madrugada. Luego, al llegar a la casa de sus suegros, donde ahora residían, terminaba de acostarse a las cuatro de la mañana, y justo cuando comenzaba a coger el sueño, Sabina necesitaba ayuda y Cho debía levantarse nuevamente.
Aunque el agotamiento y los cambios en su rutina comenzaban a pasar factura, Cho no perdía de vista el inmenso amor que tenía por su esposa y los trillizos que pronto llegarían. Cada sacrificio, cada noche sin dormir, valía la pena cuando veía el brillo en los ojos de Sabina y sentía el latido compartido de sus corazones, ahora unidos por partida triple. Deseaba que llegaran los bebés, pero a la vez, se sentía abrumado por lo que iba a suceder, al igual que Sabina, que siempre tenía millones de preguntas en cada cita con el obstetra.
Sin embargo, a pesar de todo el cansancio, ambos disfrutaban el proceso de preparar el nido para los bebés. María Julia, los había convencido de que, por lo menos un año, los Carter Cho se quedaran a vivir con ellos, para así poder ayudarle a Sabina y estar entre familia en caso de que algo se necesitara. Así que el primer cuarto de los pequeños estaría en casa de sus abuelos. Cho y Sabina se habían mudado a la habitación de visitas que era lo bastante graden para una cama matrimonial y tres cunas; al igual que con un clóset donde cupiese todo.
De pronto, los bebés tenían más ropa que sus padres. Entre regalos constantes de los tíos y primos, las cobijas tejidas hechas por Sabina y María Julia, y ropa que ellos les compraban porque les encantaba, no había cuartel. Las últimas semanas, Sabina se la había pasado lavando la ropa para acomodarla y que estuviera lista para cuando llegaran sus pequeños. Letreros con los nombres de: Sirena, Roberto y Jaz, se encontraban tallados de madera y montados sobre las paredes de la habitación, recordándoles que así se llamaban sus tres retoños.
Ya estaba todo listo, solo habría que esperar el día. Los bebés estaban programados para una fecha exacta, pero, debido a que eran tres, podrían adelantarse, así que, Sabina paró sus actividades. Ella pasaba todo el día en la casa, cuidada por Jo o por María Julia, quien ahora trabajaba desde casa para estar con su hija, y se apoyaba de Daniel para algunas de las juntas y reuniones presenciales. Definitivamente, lo estaba formando para ser uno de los próximos candidatos a la presidencia del conglomerado.
Cho, en cambio, seguía trabajando, dejando los bares en perfecto estado para poder retirarse durante meses y ayudar a su mujer en la primera crianza de los bebés. Él se apoyaría de Pablo Estévez, el hijo de Xóchitl y Ben, Jaz y Camilo, para que cada uno llevara diferentes actividades en los negocios. Sin embargo, entre el cansancio y las múltiples actividades, le estaba constando trabajo, y el proceso parecía lento, aunque estaba a nada de terminar, solo le faltaba el viaje a Ibiza.
⏤Deberías divertirte ya que estás allá ⏤ le habló Sabina por el teléfono, mientras Cho se acomodaba en el avión.
⏤¿Divertirme?, lo único que quiero es dormir, Sabi. ¿Crees que querré salir a divertirme?
⏤Venga, yo lo haría si pudiera. Después, ya no habrá diversión así. Solo pañales, leche, llanto y babas. Lo sé, porque yo lo viví con mis hermanos. ⏤ Le aleccionó, haciendo a Cho sonreír.
⏤Sabes que no me puedo divertir, si no estás conmigo.
⏤Claro que puedes. Además, vas con Pablo, ¿qué no?. No les cuesta nada salir.
Cho sonrío. ⏤ Estás muy insistente, ¿algo que vayas a hacer que no quieres después sentirte culpable?
Sabina se acarició el abultado vientre, y al pasar la mano por la parte de abajo, el bebé Jaz se movió. ⏤ No, claro que no.
⏤Sabi…
⏤Bueno, mis tías y mi madre me van a llevar al centro comercial a comprar algo más para los bebés, y…
⏤¿De cuánto estamos hablando? ⏤ inquirió Cho, que últimamente veía como sus estados de cuenta llegaban cada vez más pesados.
⏤Poquito…
⏤Sabi.
⏤Ochocientos.
⏤¿Ochocientos?
⏤Por cada uno.
⏤¡Qué!, ¿pues que les vas a comprar? ⏤ preguntó Cho en voz alta, haciendo que Pablo, quien venía a su lado, se riera.
⏤Las pañaleras premium que vimos la otra vez.
⏤¿Las echas de cuero vegano y que tienen cambiador incluido?, pero si me dijiste que no eran necesarias.
⏤Pero es que están muy bonitas. Además, parecen mochilas y combinan con todo. Anda, di que sí, además, mi madre y mi tía les comprarán más cosas. Di que sí.
Cho suspira, el avión está a punto de despegar y debe terminar la llamada. ⏤ Bueno, pero, solo una para cada uno, no vayas a querer una de cada color por si las dudas.
⏤Te juro que no. Gracias, te amo, diviértete. Tus hijos y yo te esperamos.
⏤Los amo ⏤ respondió Cho, para luego terminar la llamada.
Pablo clavó su mirada en él y Adrián reaccionó. ⏤ ¿Qué? ⏤ preguntó.
⏤Nada. Que eres bastante débil. Recuerdo que ayer nos decías que ya no dejarías que comprara más cosas y hoy gastará 2400 euros en pañaleras premium ⏤ dice en tono burlón.
⏤Es que combinan. ⏤ Pablo se rió ⏤. Ya te quiero ver cuando tengas hijos, quiero ver que le niegues a una mujer embarazada algún capricho. Tú no sabes eso.
⏤ Estoy aún muy joven para pensar en la paternidad. Además, no sé si tenga hijos ⏤ admitió el joven.
⏤Los tendrás y recordarás mis palabras. Ahora, si me disculpas, dormiré el resto del vuelo. Sabina ahora ronca, y ayer por la noche no me dejó dormir.
Pablo volvió a reírse. Sacó su iPad y comenzó a leer los documentos que tenían pendientes. Mientras tanto, Cho se sumergió en un sueño profundo, el último que tendría en su vida, aunque él no lo sabía, ya que pronto, sus noches y días serían una locura. Y que pronto, su sueño más anhelado, se haría realidad.
***
(Tres días después)
Eran justo las tres de la mañana, cuando Sabina y Cho dormían plácidamente en su habitación. Era una bonita noche de verano, donde el viento en los árboles y el destello de las estrellas en el cielo, creaban una atmósfera tranquila que propiciaba el descanso. La luna, grande e iluminada, alumbraba la habitación, dejando que sus rayos entraran por la ventana.
Adrián, se encontraba abrazando la almohada, soñando con una de las múltiples competencias en las que había participado y que ahora extrañaba. Sabina, después de meses, había cogido una posición cómoda para dormir y roncaba plácidamente, haciendo eco en la habitación. De pronto, abrió los ojos al sentir algo nuevo en su cuerpo. Se quedó unos momentos viendo hacia el techo, expectante, y al no sentir nada más, los volvió a cerrar. Minutos después, se despertó sobresaltada por lo que ahora sabía era una contracción.
⏤¡No! ⏤ murmuró, y volteó a ver el calendario para percatarse que era una semana antes de lo esperado.
Se quedó recargada en esa enorme almohada de embarazo que se había comprado, con las manos sobre el vientre y sintiendo a sus bebés. Cuando pensaba que no era nada, de nuevo lo sintió, y supo que no era broma, sus hijos nacerían.
⏤Cho… ¡Cho! ⏤ comenzó a murmurar, pero el hombre estaba tan sumido en el sueño que no reaccionó, al parecer, su esposo dormía como una roca ⏤.¡Adrián Cho! ⏤ volvió a decir. Sin embargo, él no se movía.
Sabina, con trabajos, se levantó de la cama y caminó hacia el lado de su marido. Como pudo lo agitó con las manos, hasta que el hombre abrió los ojos y la vio. ⏤¿Qué?, ¿qué pasa? ⏤ inquirió.
⏤Creo que los Chopitos están por llegar.
Cho se levantó, encendió la lámpara y revisó su móvil. ⏤ Pero, es muy pronto.
⏤Lo sé, pero estoy sintiendo unos dolores y…
De pronto, las piernas de Sabina se empaparon debido a un chorro de agua que había caído entre ellas. Ambos se quedaron sorprendidos. Ya no era un supuesto o broma, era la realidad, los Chocitos estaban por llegar.
⏤¡Dios! ⏤ murmuró Cho. Se puso de pie de inmediato y abrazó a Sabina, quien ya empezaba a ponerse nerviosa ⏤. Es el momento por el que hemos estado esperando. Ya no es un simulacro.
Los ojos de Sabina destilaban confusión e incertidumbre. A pesar de haberse mentalizado para este momento, ahora que estaba sobre ellos, se encontraba sumida en un mar de temores. Iba a convertirse en madre. Cada tic-tac del reloj parecía marcar los últimos latidos de su vida como la Sabina de siempre, pues al cruzar las puertas del hospital, sabía que su vida cambiaría por completo.
⏤No me dejes.⏤ Fueron sus palabras, unas a las que después le siguieron las lágrimas.
⏤Jamás ⏤ respondió Cho, mientras él trataba de no trasmitirle su miedo, ya que sus hijos, llegarían más pronto de lo esperado ⏤. Iré a avisarles a tus padres, ¿vale?
⏤Sí, yo me iré a duchar rápido ⏤ habló su esposa, para luego quedarse sola, con las manos sobre el vientre y tratando de tranquilizarse.
Después, con cuidado, comenzó el proceso de arreglarse. Con calma, se metió a la ducha y se aseó lo mejor posible. Cuando salió, su madre y hermana ya se encontraban ahí, vestidas y listas para lo que se ofreciera.
⏤¿Estás bien? ⏤ preguntó su madre, quien estaba más nerviosa que ella.
⏤Sí, todo bien, solo siento de vez en cuando unas punzadas y… ⏤ Sabina se cogió de su madre, cuando una punzada llegó, aún no era tan fuerte, pero, si le molestaba.
⏤¡Ayúdale a tu hermana! ⏤ le pidió a Jo, quien se acercó a ellas y comenzó a vestir a Sabina, con uno de los vestidos que ya había elegido.
⏤¿Dónde está Cho? ⏤ preguntó la Sirena.
⏤Abajo, con tu padre. Están acomodando las sillas del auto, y subiendo las maletas para llevar al hospital. Tu padre irá a despertar a tu tío David, para que esté listo.
David Canarias, sería uno de los tres pediatras que atendería el parto de Sabina, los otros dos eran colegas de confianza de su tío, así que por ese lado, ella no tenía de que preocuparse. Sin embargo, Sabina tomó la mano de su madre y ambas se vieron a los ojos. Las lágrimas llenaron sus pupilas, provocando un destello en ellos.
⏤Dime que estarás ahí, mamá. Dime que estarás conmigo. Yo no sé si podría hacer esto sin ti.
María Julia asintió.⏤ Estaré, pero no dentro, contigo. Ese lugar le pertenece a Cho, yo estaré afuera, en mi sitió, esperando la noticia de mis tres nietos. Este momento no es de la familia, es solo de ustedes dos. Suena tonto pero, disfrútenlo, porque es una experiencia que no se volverá a repetir, ¿vale?
Su hija asintió con la cabeza, y luego las tres se abrazaron. Sabina juró que cuando llegara el momento no estaría tan sentimental, pero, todo esto le había ganado. De pronto, a su mente vino una de las frases de la gitana que la hizo sonreír: «Tus antepasados velan por ti… ». Así supo que estaba lista.
***
Sabina y Cho, juntos, en medio de la noche, comenzaron el recorrido hacia el hospital. El aire fresco de la madrugada, ayudaba a Sabina, quien venía sudando y sintiendo los dolores cada vez más fuertes. El cielo teñido de azul oscuro, les recordaba que al amanecer, sus hijos ya estarían presentes en la tierra y que ambos cumplirían ese sueño por el que tanto lucharon en conjunto.
En medio del trayecto, Cho no dejó de tomar su mano, de transmitirle seguridad y calma, y besarla cada vez que podía. Le hablaba en susurros, compartiendo palabras de aliento que se mezclan con los quejidos y llanto de una Sabina asustada. Le recordaba lo valiente que era, lo fuerte que había sido durante todo el embarazo y la belleza que estaba a punto de experimentar.
⏤Estamos en esto juntos, Sirena ⏤ le habló en tono suave, cuando ambos se bajaron del auto. El cielo ya comenzaba a teñirse de colores cálidos, anunciando que el amanecer ya estaba a punto de llegar.
⏤No me dejes ⏤ repetía Sabina, como si fuera algún tipo de frase que le hacía sentirse a salvo.
Los dos entraron al edificio, y el suave resplandor de las luces hizo contraste con la luz de afuera. Juntos, como siempre habían estado desde aquel primer día que sus caminos se cruzaron, caminaron hacia el recibidor. Cho, mientras veía como preparaban a Sabina y le conectaban el monitor para poder ver por última vez a sus pequeños dentro de su vientre, no podía dejar de pensar en sus padres, en su hermana, en todo lo que se estaban perdiendo, y en lo solo que se sentía a pesar de tener tantas personas a su lado.
⏤Seré mejor padre que el mío, esos se los aseguro ⏤ murmuró para sí, mientras el doctor mostraba a los tres niños dentro del vientre.
⏤Es hora de irnos ⏤ dijo el doctor. Sabina se sujetó de Cho con fuerza, y él le sonrió.
⏤Cho, no quiero ⏤ murmuró ella entre lágrimas, cuando el pánico se comenzó a apoderar de ella ⏤. No te vayas, te lo pido.
⏤Yo estoy aquí, no me voy.
⏤Tengo miedo, mucho miedo ⏤ murmuró. Cho, jamás había visto a Sabina así, ni siquiera cuando tenía que enfrentarse a la más ruda de las competencias. Sabina se asustó más, cuando ya no dejaron pasar a Cho al quirófano y la separan de él
⏤Solo es por unos instantes, entrará cuando el doctor se lo pida.⏤ La tranquilizó la enfermera.
Sabina respiró, se dejó llevar en la camilla, hasta llegar al quirófano, donde la voz de su tío, la hizo llorar.⏤ ¡Ey, chiquitina!, mira dónde nos venimos a encontrar ⏤ le dijo con ternura.
Sabina soltó el llanto, y a su mente vinieron millones de imágenes de su tío Canarias, el primero que llegó a la familia y el segundo que más quiso. David se acercó a ella y la abrazó con ternura.
⏤Tranquila, el tío Canarias está aquí ⏤ le susurró, porque sabía que con eso ella se sentía a salvo.
⏤Tengo miedo, tío.
⏤Lo sé. Pero el miedo es el único obstáculo a vencer para que cosas maravillosas pasen. Sabina “la sirena” Carter, sabe de eso, ¿cierto? ⏤Sabina asintió. Las piernas comenzaron a entumirse y supo que ya no había marcha atrás⏤. Esta es tu carrera más importante, Sabina, te echarás a la piscina y tendrás que empezar a nadar. Sin embargo, recuerda: esta carrera no tendrás que recorrerla sola, tu familia, siempre estará contigo y sobre todo, el hombre que más te ama.
Sabina asintió con la cabeza y miró a su tío.⏤ Eres el mejor de los tíos.
⏤No le digas a Manuel, porque se va a enojar ⏤ respondió, haciéndola sonreír⏤. Venga, vamos a darle la bienvenida a los Chocitos.⏤Su tío se alejó, y Sabina se quedó recostada, sin sentir nada, pero escuchado su corazón, a pesar de todo estaba tranquilo.
De pronto, la habitación se hizo pequeña, cuando los doctores entraron. Ella cerró los ojos y se puso a rezar como su abuela le había enseñado. Rogaba porque sus hijos nacieran bien, porque no tuvieran problemas. Escuchaba atenta lo que decían los doctores, y su tío de vez en cuándo se acercaba a ella y le sonreía.
⏤Dime si algo pasa, ¿vale?, no te vayas a quedar callado ⏤ le pidió.
David Canarias asintió, pero su propio tío tenía la fe de que todo saldría bien, y que no tendría que usar sus conocimientos de emergencia con ninguno de sus hijos, no, como lo hizo cuando nació su hermano. Cuando Cho entró, listo para todo, Sabina volvió a romper en llanto. No sabía por qué lloraba tanto, pero, era el momento de hacerlo. Le abrumaba el hecho de saber que sería madre de tres al mismo tiempo.
⏤¿Están listos? ⏤ Se escuchó la voz del doctor.
Cho vio a Sabina y le sonrío a través del cubrebocas.⏤ Vamos Sirena, estamos a punto de ganar las medallas.
Ella sonrío, con nerviosismo. Después de sentir durante meses el latido de sus hijos dentro de ella, era momento de conocerlos, de saber como eran y de amarlos, ahora en este plano.
Entonces, el primer llanto resonó en el aire, llenando el quirófano en un tono agudo y dulce a la vez. Cho, dejó de ver a su Sirena, solo para ver al primero de sus hijos. Era su hija, la primera en llegar a este mundo. Sirena, proclamaba su llegada con una voz poderosa, gritándole al mundo que ya estaba aquí.
⏤¡Es la niña! ⏤ habló Cho con emoción, al ver el hermoso cabello negro y los ojos como los suyos⏤. Sirena llegó.
David Canarias fue el primero que la tomó, y la mostró en alto para que Sabina pudiese verla. Las lágrimas de alegría comenzaron a correr por sus mejillas, y ella retrató ese momento en la mente.
⏤¿Está bien?, ¿está bien? ⏤ preguntó, mortificada.
Sin embargo, no les dio tiempo de saberlo, porque momento después, el éxtasis y la atención volvió hacia los dos hermanos que aún estaban por nacer. Y como si estuvieran ansiosos por unirse a la celebración, los dos chicos llegaron al mundo uno tras otro, sin perder el tiempo.
⏤¡Son tan bellos! ⏤ expresó Cho, mientras ambos escuchaban los llantos de los tres⏤. Somos padres, Sabina, somos padres ⏤ repitió con lágrimas en los ojos, mientras tomaban la mano de su Sirena.
Quince años habrían de pasar para que Cho y Sabina hubiesen llegado a este momento. Quince años de desafíos superados, de amor inquebrantable, de sueños compartidos y de obstáculos vencidos. Todo había valido la pena, porque todos los había llevado ahí, a ese instante, donde ambos recibían a sus tres hermosos hijos. Esta es la historia que ambos habían construido juntos, y que justo hoy, les daba el inicio de otra etapa.
⏤Felicidades, Chiquitina, ya eres madre⏤ murmuró David Canarias, cuando le enseño por un instante a sus tres bebés, que estaban listos para irse a las incubadoras.
⏤¿Están bien? ⏤ pronunció ella, asustada al verlos tan pequeños.
⏤Todo bien, solamente debemos llevárnoslos por rutina.
⏤¿Seguro? ⏤ insistió.
⏤Seguro. Pronto los llevaremos a la habitación. Te prometo que todo está bien, ¿cuándo te ha mentido tu tío? ⏤ le preguntó. Cho le sonrío a David, y él le cerró un ojo con simpatía.⏤ Felicidades, Cho. Los veo al rato.
En eso, Cho se puso de pie, y en un impulso le dio un abrazo.⏤ Gracias, de verdad.
⏤De nada ⏤le contestó.
Cho regresó con Sabina, y la tomó de las manos.⏤ ¿Puedes creerlo?, somos padres ⏤ le dijo ella, con lágrimas en los ojos.
⏤Lo somos, y son perfectos. No puedo creer que la chica que me robó el Sprite, sea la madre de mis hijos.⏤ Sabina sonrío ⏤. Muchas gracias, mujer, me has dado la vida más bonita. Me has dado tanto que no sé como te lo pagaré.
En ese instante, Cho se acordó de la vez que salió de casa de sus padres, sin nada, con solo lo que traía puesto y las llaves de su auto. Le habían preguntado si había valido la pena y hoy, mientras veía a sus hijos nacer, lo reafirmó; había valido cada: lágrima, esfuerzo, trabajo y momento. Sabina siempre había sido su hogar y hoy, le había dado su propia familia. Por supuesto que había valido la pena.
⏤Solamente ámame, hombre ⏤ le dijo ella entre lágrimas.⏤ Es todo lo que siempre te he pedido.
⏤Entonces, prepárate para que te ame, por el resto de mis días ⏤ murmuró Cho, para darle un beso tierno sobre los labios.
***
Tiempo después, Jo le preguntaría a Cho, si se arrepentía de haber dejado la medalla de oro en casa de sus padres y no tener una para sí mismo. Él, le contestaría que no, porque ahora tenía decenas de medallas más y que jamás una medalla de oro, olímpica, se había visto tan hermosa colgada en el cuello de alguien más; sobre todo, si era en el cuello de uno de sus hijos.
Llegaron los Chocitos.
Creí que Jo se las ingeniería para recuperarle la medalla a Cho, ahora sé porque nunca pasó, el compartiría las medallas de su Chocito