El trabajo es lo único que me mantiene cuerdo desde que tengo memoria. Tengo tanto trabajo que a veces se me hace imposible imaginar como es que hay tiempo para otras cosas. Mis horarios de trabajo son en verdad pesados, a veces exagerados, pero a mí me gustan así. He pasado días y noches enteros sin dormir, tomando café y recorriendo los pasillos del hospital pendiente de los pacientes. A veces, el trabajo es monótono pero nunca aburrido, se pone triste pero la mayoría de las veces hay buenas noticias, si no es que siempre, lo que lo enriquece a muchos niveles inimaginables y me hace disfrutarlo más. 

He trabajado desde que tengo memoria, desde los dieciséis años  si no me equivoco y, no porque necesitara dinero, sino por dos simples cosas: la primera, nunca me ha gustado pedirle nada a mi padre así que siempre he tratado de resolver mis problemas solo y para eso necesito dinero y, la segunda es más simple, porque necesito tener la mente ocupada, es indispensable que sea así. 

Sé que como hijo heredero de David Canarias Donato, podrían pensar que no vale la pena que lo haga, ya que tengo tanto dinero que podría despilfarrarlo en todos los excesos que yo quisiera y aún así jamás se acabaría. Sin embargo, como está la relación con mi padre y, como siembre ha sido, sé que no recibiré ni un centavo o, al menos, que no saldré muy favorecido a la hora de la herencia, por lo que debo trabajar y tener un oficio en el que pueda confiar cuando llegue ese momento. 

Si la pregunta es, ¿por qué decidí ser pediatra?, la primera respuesta sería, ¿qué, no puedo?, y la segunda, que fue más bien un llamado, un destino, más que un oficio. Mi madre biológica, Alegra Bustamante, era pediatra; aunque por poco tiempo. Asimismo, aunque no era mencionada en la casa por muchas razones dolorosas, Fátima siempre decía que era su pasión, por lo que crecí con la idea que si yo me dedicaba a lo mismo sentiría una conexión con ella, y también para hacer rabiar un poco a mi padre dedicándome a la misma profesión. 

Lo último es mentira, aunque no dudo que la idea le cayera como patada en el hígado.

La verdad, es que más que una conexión, el enfado de mi padre y el hecho de sentirme arropado por el antiguo oficio de mi madre, me gusta ser pediatra. Los niños son pacientes magníficos, llenos de esperanza, buena actitud y preguntas que me hacen reflexionar. Mientras mis colegas lidian con quejas y prejuicios de los adultos, yo jamás dejo de sonreír y de contar historias inventadas por mí para que se tomen las medicinas sin quejarse. 

Mi trabajo es lo que me da identidad, lo que acalla los rumores y me hace sentir valioso, importante y funcional. Lo que separa al casanova y lo mantiene con los pies sobre la tierra, lo que hace que me levante por las mañanas y me acueste exhausto por las noches; esa parte Bustamante que vive en mí y que, sé, no puede ser tan mala. 

Sin embargo, mi vida fuera del trabajo, es bastante genial y divertida. Porque cuando cuelgo la bata de pediatra, entro en el turno de la noche para cumplir con el siguiente oficio, el de cazador. Aunque no crean, este trabajo también tiene reglas, horarios y códigos que hay que seguir; sobre todo paciencia, mucha paciencia. 

Antes, solía ser casanova todos los fines de semana pero, conforme fui aprendiendo del oficio, lo reduje a una o dos veces máximas al mes – ya saben, para dejar espacio entre conquista y conquista y no encontrarme con sorpresas desagradables. Para poder “cazar”, como acabé llamándolo gracias a un colega, tengo que seguir lineamientos que me permitan llegar a mi objetivo como por ejemplo, nunca llegar temprano al lugar hasta que haya la gente suficiente como para poder camuflarte. Observar, siempre observar, paciencia y lo más importante si te dicen que no, es no, ya que hay una leve línea que separa un conquistador a un acosador, y no queremos eso. 

⏤¿Qué dices de la rubia? ⏤ me pregunta Ulises, mientras ambos estamos sentados en una de las mesas del bar. 

A Ulises definitivamente no le interesa la delgada línea entre un conquistador y un acosador.

⏤Ya te he dicho que esto no funciona así⏤ le repito, por milésima vez en la vida. 

⏤¿Entonces? 

⏤Debes ser paciente, ya te dije, como si fueras un cazador y estuvieras esperando a esa persona que caerá gracias al uso de tus armas. 

⏤¿Qué armas? ⏤ inquiere. 

⏤Tu deberías de saberlas,⏤ le comento, mientras veo a la pelirroja del otro lado del bar; le sonrío. 

En mi caso, mis mejores armas son mi mirada, mi sonrisa y finalmente, mis palabras.

⏤Yo no sé cuáles son mis armas. 

⏤Y es por eso que no cazas y pareces desesperado. A las mujeres no les gusta un hombre desesperado, si no seguro y amable… no basta con ser guapo⏤ le comento, y veo como la pelirroja vuelve a sonreírme. 

Muchos me preguntan ¿cómo es que descubrí que era bueno para esto?, y la respuesta es me lo dijeron, mi maestra de secundaria principalmente, ella me dijo que podría tener a la mujer que quisiera si me lo proponía y, lo que fue un juego de conquistas menores en la secundaria y bachillerato, pasó a ser algo mío: ellas querían amor y yo, tenía mucho amor por dar. 

En ese momento me pongo de pie y tomo un sorbo de cerveza sin dejar de ver a la pelirroja⏤¿Qué?, ¿ya te vas? ⏤ me pregunta Ulises. 

⏤Se me antojó un vino tinto…⏤ le respondo, para después arreglar mi camisa e ir hacia la barra. 

Por un momento, dejo de hacer contacto con la pelirroja y me acerco hacia la barra para recargarme como si estuviera esperando algo. Vuelvo a hacer contacto con ella y la pelirroja voltea a verme y a sonrojarse. Está rodeada de amigas pero sé que tengo su atención por completo, ahora, dejaré que ella tenga el control, que se sienta cómoda conmigo antes de acercarme. 

Pido una cerveza y cuando me la dan la levanto en el aire y brindo con ella cerrando un ojo, ella levanta la suya y, sin despegar su vista, toma un sorbo. Así, nos quedamos unos instantes, hasta que sus amigas se paran a bailar y ella se queda sola en la mesa; es momento de hacer mi otro oficio favorito. 

⏤Déjame adivinar… avellana⏤ pronuncio. 

⏤¿Cómo? ⏤ pregunta con una sonrisa. 

⏤El cabello pelirrojo está relacionado con una pigmentación de piel más clara, con las pecas y con tres tipos de colores en la mirada, verde, ámbar o avellana…⏤ pronuncio. 

Ella me invita a sentarme a su lado y cuando lo hago cierra los ojos⏤ ¿crees que son avellana? 

⏤Puede ser… tengo mis teorías⏤ murmuro. 

La chica se ríe y se muerde los labios⏤ ¿quieres adivinar? ⏤ me pregunta en un tono que puedo escucharlo, cerca de mi oído y que eriza mi piel. 

⏤Todo depende. 

⏤¿De qué? 

⏤¿Qué pasa si adivino?, ¿tendré una recompensa? ⏤ le pregunto. 

Me alejo un momento y ella sigue con los ojos cerrados y con una sonrisa en los labios, al parecer la idea le está gustando⏤¿qué tipo de recompensa quieres? ⏤ me pregunta. 

Me acerco a su oído⏤ que me digas tu bello nombre, esa sería mi mejor recompensa⏤ comento. 

⏤Bueno⏤ murmura⏤¿qué color son mis ojos…? ⏤ pregunta, como si quisiera que le dijera mi nombre. 

⏤Debes adivinar algo sobre mí para que yo también te diga mi nombre… ⏤ respondo. Ella se ríe bajito⏤tus ojos son… ámbar⏤ le digo. 

⏤¿Estás seguro? ⏤ me pregunta casi en secreto. 

⏤Lo estoy… son ámbar. 

Ella abre los ojos y de inmediato sus ojos color ámbar brillan⏤¿a caso eres mentalista? 

⏤Algo así… 

⏤Mi nombre es Irlanda⏤ menciona. 

⏤Gusto en conocerte, Irlanda…⏤ pronuncio. 

Irlanda suspira⏤Y, ¿qué debo hacer para saber tu nombre?, ¿algo que deba adivinar? 

Me río bajito, y me arreglo el cabello en un movimiento ⏤ Debes adivinar que número estoy pensando ahora…

Ella se ríe⏤ eso, es imposible… 

⏤Trata. Cierra esos hermosos ojos ámbar y piensa un número del uno al diez… 

Irlanda vuelve a morderse los labios ⏤ Y, ¿si no adivino?, ¿pierdo?, o, ¿me das otra oportunidad? 

⏤Veremos que tan cerca llegas… vamos, dime, del uno al diez… ¿qué número estoy pensando, Irlanda? ⏤ pregunto. 

Ella cierra los ojos y puedo ver como mueve los labios provocándome, como si quisiera que tomara la iniciativa de darle un beso pero… no es momento. 

⏤¿Siete?⏤ pregunta. Irlanda abre los ojos y me ve curiosa. 

⏤Siete⏤ respondo. 

⏤¿Gané? 

⏤Estuviste cerca, Irlanda… ¿quieres otra oportunidad? 

⏤Sí… ⏤ responde⏤ pero esta vez quiero que la recompensa sea más que un nombre. 

⏤Y, ¿qué quieres que sea, Irlanda? 

⏤Déjame adivinar y te digo… ⏤ habla cerca de mi oído, y siento como acerca su cuerpo hacia mí. 

⏤Vale… del uno al diez, descartando el siete. 

⏤Diez⏤ habla segura para luego darme un beso sobre la mejilla. 

⏤¿Es tu respuesta definitiva? 

⏤Lo es, es diez…¿gané? 

Sonrío y volteo a ver hacia la pista, para luego voltear a verla a ella ⏤ ¿qué recompensa quieres? 

⏤Hoy es mi cumpleaños⏤ me contesta. 

⏤¿De verdad?, feliz cumpleaños, Irlanda. 

⏤Gracias…

⏤Y, ¿quieres un regalo de cumpleaños?, ¿otra bebida?, ¿una torta? 

⏤Pensé que eras mentalista y podías adivinar lo que estaba pensando….⏤ responde simpática⏤así que dime… ¿qué es lo que quiero de cumpleaños? 

Me quedo un rato en silencio mientras la veo, aquí es cuando debo ponerme creativo y lograr que se quede conmigo, lo que diga puede hacer que ella se tome la medicina o no. Respiro profundo y luego me acerco a  su oído para hablarle… ⏤quieres saber como supe que tenías ojos ámbar…y no avellana.⏤Irlanda sonríe y sé que he dado en el clavo⏤ y te lo diré… supe que tenías ojos ámbar porque la pigmentación de tu piel es fría⏤ murmuro y tomo su mano⏤ y el tono de tu cabello rojizo es obscuro, porque quieres contrastar tu mirada. Si fueran avellana, escogerías otro color⏤ finalizo. 

Sus ojos se clavan en los míos y veo como pasa saliva para que los nervios se vayan. Paso mis dedos sobre unas ligeras pecas que tiene sobre su mejilla y la hago sonrojar⏤¿quieres saber en qué otra parte del cuerpo tengo pecas? ⏤ me pregunta. 

⏤¿Y?, ¿tus amigas? 

⏤Ellas no tienen lo que tú tienes… un don, y me gustaría averiguar que otros dones tienes. 

Sonrío⏤¿me sigues? 

⏤Te sigo⏤ responde.Me pongo de pie y le ofrezco la mano para que ella se ponga de pie por igual para ambos salir de ahí. 

Sé que tal vez el ser casanova se ve mal pero, también es parte de mi vida, de mi identidad, de algo que es mío y que sé hacer tan bien como mi trabajo. Algo que al igual que mi oficio me mantiene la mente ocupada, me ayuda a no pensar y me arropa algunas noches y me da seguridad. 

Algunos me preguntan, qué es lo mejor de ser Casanova, ¿los polvos?, ¿la adrenalina?, o ¿las anécdotas?, pero no es nada de eso, lo mejor de ser Casanova es que al final puedo encontrar un poco del amor que tanto busco, pero sin ataduras. Lo peor de esto, es que, al igual que en mi trabajo, busco esa conexión con la única mujer que se olvidó de amarme, en cada mirada que se cruza por mi camino, en cada sonrisa y cada nombre… y al final del día, lo niegue o no, soy un hombre que solo quiere amor.

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