No estoy para decirles, ni ustedes para saberlo, pero, mi padre prohibió escuchar ABBA en la casa desde hace muchos años. Yo no lo sabía hasta que me encontré, a la edad de los doce años, un disco acetato de ellos y se me ocurrió escucharlo en la sala. Recuerdo que mi padre llegó, lo quitó rayándolo por completo y se lo llevó lejos de ahí.
Entonces, desde ese día, lo que era un acto de rebeldía se convirtió en algo que me gusta, y actualmente sigo escuchando ABBA. Lo hago a todo volumen en mi piso, aprovechando que vivo en un edificio donde la mayoría fueron a verlos en concierto, y en mi iPod mientras camino por la calle o corro. Por alguna razón me hace sentir bien, me da alegría, paz y no puedo dudar que tienen buenas letras; ese placer secreto que no comparto con nadie y que hasta ahora se ha mantenido escondido.
Así, mientras corro por la acera, el coro de Gimme!, Gimme!, Gimme!, retumba en mis oídos, mientras mis piernas van a un ritmo constante, y puedo sentir mi pulso agitado pero estable. Esa es mi canción favorita, la que me hace bailar a solas en mi piso, correr con más ganas, mover la cabeza a su ritmo mientras estoy en el metro, y cantar en un murmuro mientras descanso en el hospital y tomo un café en la sala de descansos. Es mi favorita, porque fue la única que logré escuchar antes de que mi padre se llevara el disco.
Después de esta breve descripción de uno de mis placeres culposos, les puedo decir que la noche con la pelirroja terminó en un ataque de pánico que fue más allá de todos mis sentidos. Si no fuera doctor, si no conociera lo que es, me hubiese vuelto loco y aventado por la ventana de mi piso pero, como siempre, logré controlarlo de una manera increíble, desmayándome en medio de la sala.Desperté a las cinco de la mañana, empapado en sudor y cogiendo la alfombra con una fuerza que me dolió abrir el puño.
Sí, me dan ataques de pánico y otros de ansiedad, los he tenido por años pero los mantengo en secreto como mi amor por ABBA. Me dan con mayor frecuencia por las noches, algunos me despiertan en medio de la noche provocando que me levante y recorra mi piso de un lado para el otro desesperado, uno que otro en lugares tan raros como el super mercado o en medio de parque, una vez me dio uno en un bar, pero, los peores son en mi casa, en Ibiza, por lo que evito a toda cosa ir allá, ¿ya no soy tan Casanova, cierto? Por eso, es que no le digo a nadie, y mucho menos cuando la desesperación gana y termino llorando como niño pequeño; me da vergüenza admitirlo, pero sé que ustedes guardarán mi secreto.
Es por eso que hago mucho ejercicio, principalmente cardio y, ustedes saben cuál es mi favorito. También me gusta fumar uno que otro cigarro en las escaleras de emergencia del edificio, y trato de encontrar actividades varias que me ayuden mantener mi mente activa, lo que incluye trabajar dobles hasta triples turnos, porque me gusta llegar rendido a mi piso, dormir de lo cansado que me siento y así evitar tener un ataque; a veces mi estrategia funciona a veces no.
Entonces, mientras corro acercándome a mi edificio, escuchando la misma canción por veintiuna vez, veo a lo lejos el auto de mi padre, estacionado en frente de mi edificio y al chofer afuera esperándome. Bajo la velocidad y me detengo por completo, solo para ver como David Canarias Donato, baja del auto con ese traje gris Oxford que tanto le gusta, perfectamente peinado y arreglado. Él, voltea su mirada hacia mí y me sonríe levemente. Había estado huyendo de él por semanas con mucha astucia, al parecer, me ha atrapado.
Camino hacia él y cuando estoy cerca, nuestras miradas se cruzan ⎯ tu oficina no queda por estos rumbos ⎯ le digo.
Mi padre sonríe y niega con la cabeza ⎯ un buenos días papá, no estaría mal, aunque me alegra que sepas donde está mi oficina.
Suspiro ⎯ dime papá, no tengo mucho tiempo tengo que ir a…
⎯¿Trabajar? ⎯ pregunta, y se acomoda las mangas del saco ⎯ sé que tienes una semana de vacaciones, Lula me lo dijo. También que has estado haciendo hasta triple turno y que pasas más tiempo en el hospital que en tu casa.
⎯¡Guau!, lo que hacen las constantes donaciones al área de pediatría ⎯ le refuto.
⎯No estoy aquí para pelear David, estoy aquí para pedirte un favor que espero en verdad me hagas.
Levanto la ceja extrañado y veo como saca de su carpeta de piel un par de boletos de avión, al dármelos veo que dicen Madrid- Ibiza, ⎯¿qué es esto?
⎯Necesito que vayas a acompañar a tu madre y a tu hermana. Ainhoa tendrá una intervención estética ambulatoria para arreglar los últimos detalles que faltan de su pierna, y necesito que vayas para que le ayudes a ella y sobre todo a tu madre, así sirve que la visitas.
⎯Y, ¿tú? ⎯ pregunto.
⎯Me voy a América en dos horas, Tristán y yo tenemos una cita y no puedo, por eso te lo pido. ¿No creo que una semana de vacaciones en tu casa te haga daño?, ¿o sí?
Juro que si el favor fuera por otra cosa le diría que no y subiría a mi piso dejándolo así pero, son mi hermana y mi madre y si soy honesto no hay cosa que no haría por ellas. Sobre todo después de que mi hermana tuvo ese accidente de auto años atrás, donde casi pierde la vida y cuya pierna casi es una perdida total; lo que sería un desastre para una bailarina.
⎯Y, ¿qué haré en Ibiza? ⎯ inquiero.
⎯¡Qué se yo!, lee, camina por la playa, corre por el malecón, ve a la piscina.
⎯No tenemos piscina.
⎯Entonces ve a nadar a la casa de los Ruíz de Con, siempre te gustó su piscina… o sal a un bar, disfruta…
Me quedo en silencio escuchando las recomendaciones de mi padre, mientras juego con los boletos de avión, pegando el cartón a mi palma al ritmo de Gimme!, Gimme!, Gimme!
⎯ Está bien ⎯ le digo.
⎯Perfecto ⎯ responde ⎯ tu vuelo sale a la una de la tarde.
⎯¿Cuánto tiempo estarás fuera? ⎯ le pregunto.
Mi padre sonríe ⎯ el suficiente tiempo para que no nos crucemos en la casa. Cuando tú regresas yo llego por la tarde ⎯ me asegura.
⎯Bien.
Mi padre está a punto de subirse la auto cuando, en eso, voltea hacia mí y me dice ⎯ David, ¿aún estás decidido a irte un año lejos de aquí? ⎯ me pregunta, y admito que su pregunta se me hace rara.
⎯Sí, ¿por qué? ⎯ inquiero.
⎯No, por nada ⎯ me contesta, y sé que esa no es una respuesta que David Canarias dé.
⎯No, dime, ¿te da miedo que regrese? ⎯ pregunto entre risas.
Mi padre niega con la cabeza ⎯ al contrario, me da miedo que ya no quieras volver ⎯ habla serio y en un tono melancólico. Él vuelve a ponerse frente a mí y viéndome a los ojos me dice ⎯ sabes, algunas veces me pregunto si me salvarías la vida o me dejarías morir.
No sé como reaccionar al escuchar eso, jamás me lo había dicho y jamás lo había pensado, pero, al parecer, es algo a lo que él le da mucha mente ⎯ ¿por qué preguntas eso?
Mi padre encoge los hombros ⎯ no lo sé, simplemente a veces me pongo a pensar si, algún día estoy en peligro, si me salvarías la vida o me dejarías morir. Sé que por tu juramento de médico tienes obligaciones de salvarme pero, ¿por el simple hecho de ser tu padre, lo harías?
⎯Jamás lo he pensado. ⎯ Respondo sincero, y no porque piense que dejarlo morir es una opción sino porque, trató de alejar esos pensamientos de mi mente ⎯ supongo que todo depende.
⎯¿De qué? ⎯ inquiere él, interesado.
⎯De si estamos en le mismo lugar o no…
Al escuchar eso mi padre esboza una ligera sonrisa, al parecer mi respuesta a contestado su pregunta ⎯te pido David que no desaparezcas así, sin avisar donde estás o perdiéndote la pista por días y hasta semanas, me pone ansioso esas ausencias tuyas ⎯ habla preocupado y sé que lo dice porque sospecha lo peor.
⎯No te preocupes, papá, no seré un nombre que tengas que enterrar debajo de una pila pesada de trabajo ⎯ contesto.
Él se queda en silencio y niega con la cabeza ⎯ cuídate David, no pierdas el avión y disfruta, distráete ⎯ me recomienda ⎯ nos vemos dentro de una semana o cuando tú lo desees. ⎯ Mi padre sube al auto, el chofer cierra la puerta y luego se aleja de mí. Me quedo observando al auto, como llega hasta la esquina y da la vuelta desapareciendo de mi vista.
Algo que me duele admitir, es que mi padre y yo somos muy parecidos pero, yo no lo quiero admitir. Él, suele enterrar el dolor y la ansiedad en montañas de trabajo como yo. Su escape de los problemas, son esos viajes que constantemente hace por los diferentes continentes. Mi escape, es irme a los bares y despertar en una cama diferente con una mujer al lado.
Asimismo, los dos tenemos un placer secreto que escondemos, el mío además de ABBA, es que ambos nos preocupamos por el otro sin decirlo en palabras. Mientras él, lo hace a través de Lula, yo lo hago a través de mi madre, y tratamos de averiguar si estamos bien, porque de alguna forma siempre queremos saber. En secreto, mi padre y yo nos queremos, porque, al final de cuentas, estamos unidos por un lazo igual de fuerte que el amor, el lazo del dolor y la pérdida. Nos da miedo que uno de los dos se vaya y se pierda para siempre, a ninguno de los dos nos gusta pensarlo.
Y para contestar a la pregunta de mi padre, la respuesta es “sí”, le salvaría la vida sin dudarlo, sin titubear porque, al final de cuentas… él es mi padre, el único que tengo y que, a pesar de todo, lo quiero, aunque sea en secreto.