-Colombia-
Es la primera vez que salgo de mi país solo, sin la compañía de mi familia ni los lujos que siempre he tenido. Mi primer viaje al extranjero fue a América, especialmente a Nueva York, Washington y Miami, donde fuimos a visitar los museos, los edificios importantes y vimos tres obras de Broadway que fascinaron a Ainhoa. Mi segundo viaje, es este, el más esperado por mí desde hace años.
Salí de Madrid hace tantas horas que he perdido la noción del tiempo entre tantos cambios de husos horarios y las horas de vuelo que me han hecho perder la noción. En estas 24 horas he escuchado ya dos distintos acentos y he sonreído ante las cosas maravillosas que he visto. Mi recorrido ha sido maratónico, de Madrid a México, después a Bogotá, llegar a Medellín, donde pase unas horas esperando la entrega de unos paquetes de la Cruz Roja y paquetes personales. De ahí fui en bus a Mutatá, llegué a Belén de Bajirá y finalmente estoy en una lancha llegando a mi destino final… Murindó.
Quería irme a un lugar donde nadie me conociera, donde pudiese respirar otros aires, y lo conseguí, en realidad lo hice. Y, mientras la lancha navega en el ancho río no puedo dejar de pensar en lo afortunado que fui. Mi destino es Perú, pero uno de los doctores que venía a Colombia cambió de parecer por lo que abrieron esta plaza y me la ofrecieron a mí, advirtiéndome que estaría unos meses más de lo previsto.
No lo dudé, lo tomé y ahora estoy aquí, a punto de llegar a este lugar en medio de la naturaleza, donde los pulmones me duelen por el oxígeno tan puro que se respira y donde me comentaron llueve casi todo el año. La comunidad se encuentra en márgenes del río Atrato como único medio de comunicación, colinda con el Chocó y, según lo que leí es una de las comunidades más pobres de Antoquia, donde con un 98% de necesidades básicas insatisfechas.
Atrás quedó la ciudad donde vivía, mi piso, mi familia y todo lo que conozco, ahora, estoy a punto de dar un paso a lo desconocido, y me emociona en verdad. Así, veo de cerca un pequeño muelle y sobre él un hombre rubio, con una bata blanca, unas bota negras en una de sus manos y un niño haciendo señales. Entre más nos acercamos, el corazón me late más rápido y me pongo mi única mochila sobre la espalda y tomo mi maletín.
⎯¡Ha llegado uno nuevo! ⎯ grita el niño feliz, mientras se voltea y corre hacia las casas de al fondo.
La lancha se estaciona y después de decirle gracias a la persona que me trajo, doy un paso firme hacia las tablas de madera y la mano del hombre rubio me sujeta ⎯ Bienvenido a Murindó, soy el doctor Philip Phillips ⎯ me dice en español con un ligero toque a francés.
⎯¿Francés?
⎯Belga, ¿Español? ⎯pregunta.
⎯¿Es el acento? ⎯ pregunto de broma.
⎯El estilo, todo quieren parecer Antonio Banderas en “Pistolero” ⎯ me bromea ⎯ toma.
Philip me da las botas y yo las tomo ⎯¿para mí?
⎯Espero te queden, si no, pides unas de tu medida para que te las traigan el próximo mes. Aquí llueve mucho y hay días en que la lluvia no nos deja ni trabajar, y a veces se inunda…
⎯ Muchas gracias ⎯ agradezco. ⎯ Por cierto, me llamo David Canarias, soy pediatra.
⎯Un gusto David Canarias, yo soy cardiólogo pero aquí a veces necesitas ser más que tu especialidad. Ahora vamos, que nos esperan.
Philip le da unas indicaciones al unos hombres que se acercaron a nosotros y después comienza a caminar conmigo sobre lo que yo pienso, son pequeños muelles o corredores de madera que nos llevan a lo alto de la tierra.
⎯Llevo un año y medio aquí y me han tocado días donde el agua te llega arriba de las rodillas ⎯ me habla como si ya me conociera. ⎯La gente de aquí es genial y los niños son increíbles, te adorarán al ser el doctor que viene a tratarlos a ellos, Cedrik y yo hemos hecho lo que podemos, pero a veces no es suficiente. Puede que el trabajo te sobrepase así que esperemos aguantes ⎯ me indica.
⎯¿Ha habido otro pediatra aquí? ⎯ pregunto, mientras vamos pasando por las casas donde veo a las personas salir a saludarme y yo les regreso una sonrisa. Hay varios niños que nos siguen.
⎯Sí, la doctora Ángeles Murphy, una americana que estuvo algo de tiempo aquí pero, se tuvo que regresar por cuestiones personales. Su hija falleció en un accidente de auto, fue terrible ⎯ platica Philip ⎯ en fin, pedimos un pediatra hace meses pero nadie respondió, hasta que nos llegó la noticia que tú venías, ya tienes fila de pacientes.
⎯¿Es en serio? ⎯ pregunto.
Así llegamos a un edificio algo deteriorado y veo a personas esperando ⎯ esa es el hospital donde trabajamos, ellos te están esperando para atender a sus hijos… ⎯ y me da una palmada sobre el hombro. ⎯Bienvenido.
Me quedo en silencio, observando a todos aquellos padres que acompañan a sus hijos para tener una consulta conmigo y juro que no puedo dejar de sonreír. ⎯ No lo puedo creer.
⎯Lo sé, pero así es… a veces el trabajo baja ⎯ me dice mientras entramos al lugar y pasamos por los pasillos ⎯ y a veces no solo eres pediatra, si nos falta la mano hacemos de médicos generales todos y apoyamos a los médicos colombianos que hay aquí. Nosotros nos encargamos junto con las enfermeras de hacer el inventario de medicinas, cada mes puntual uno de nosotros va hacia la ciudad a recoger el pedido y los paquetes del mes pasado y a dar el nuevo pedido. Si te soy honesto, jamás estamos desocupados, a veces vienen personas del municipio de Chocó y esto aumenta y ruega a Dios o a la deidad a la que reces que no haya alguna situación grave.
Los dos llegamos a la parte de atrás de la clínica y al abrir una puerta veo otro corredor como los que hay en todo el lugar, caminamos pasando dos casas y luego él abre la puerta de una. Veo adentro a dos señores, y una chica que están calentando la comida.
⎯ Esta es la familia que nos hospeda, los Sánchez⎯ me dice.
⎯Bienvenido doctor ⎯ me saluda la señora con una sonrisa.
⎯Gracias.
⎯Y ella es mi prometida, Estrella ⎯ comenta Philip y le toma de la mano para que se acerque.
La tímida joven me da una sonrisa y se sonroja ⎯ bienvenido, doctor.
⎯David, pueden llamarme David ⎯ respondo.
⎯Doctor David ⎯ repite.
⎯Llegaste a tiempo, en dos días me caso así que estás invitado a la boda ⎯ comenta con una sonrisa. ⎯En fin, te muestro donde dormimos.
Ambos pasamos a otra habitación que se encuentra al fondo y al abrir la puerta veo que se trata de un cuarto de con tres camas individuales, una mesa en medio y un baño completo para los tres. Al voltear a mi alrededor noto que la ropa está colgada de un lazo que amarraron de un extremo a otro y que las maletas sirven como una especie de armario.
⎯Esa cajonera es para los tres, tu cajón es ese. Nos levantamos a las 4:30 am todos los días, nos aseamos, limpiamos la habitación, a las 5:30 am tenemos el café y un desayuno y a las 6:00 am vamos a la clínica, ese es el plan pero, atendemos 24 horas. Nos dormimos a las 9:00 pm si es que no te toca guardia. Créeme, no te costará dormir, hay tanto silencio y trabajo aquí que caes rendido.
Dejo mis cosas sobre la cama que será mía , abro mi mochila para sacar unas cosas y tomo mi maletín porque sé que es momento de atender personas. ⎯ Déjalo, por ahora tenemos lo que se necesita, guárdalo para cualquier situación ⎯ me indica.
Lo vuelvo a poner sobre la cama y ambos salimos hacia la cocina de la casa y luego del lugar, ahí vemos a más niños esperando por Philip.
⎯¿Señor Philip, usted ha traído lo que nos prometió? ⎯ pregunta el niño.
⎯Sí, dame un momento que estoy mostrándole al doctor Canarias el lugar. ⎯ les habla con cariño.
Entramos de nuevo al hospital y vemos a un doctor alto, bastante para ser verdad, más rubio que Philip hablando con el hombre que traía los paquetes que recogí. Al lado una de las enfermeras le ayuda a contar y escribe en una libreta.
⎯ Él es el doctor Cedrick Zimmer. Zimmer, él es Canarias ⎯ me presenta.
Ambos nos damos la mano y él me sonríe ⎯ un gusto, añorábamos un pediatra por aquí.
⎯¿Está todo? ⎯ pregunta Philip.
⎯ Todo, dejé tu paquete por allá.
Philip voltea, toma un paquete grande y lo abre, de ahí salen no solo cosas de aseo personal y ropa, si no cajas de chocolates con un elefante sobre la tapa y otros dulces. Al ver eso, sonrío.
⎯¿Chocolates? ⎯ pregunto.
⎯ Sí, cuando llegué aquí traía una caja de chocolates belgas para mí, ya sabes la nostalgia, y le regalé uno a un niño. Lo compartió entre sus amigos y después se hicieron famosos. Ahora cada vez que puedo le pido a mi madre que me envíe cajas y les convido. Vi que traes regaliz en tu bolsa.
⎯Sí, me encanta ⎯ respondo.
⎯Pues, te aconsejo que los guardes para ti si no los quieres compartir, porque si lo haces, si le das a uno, le das a todos. Aquí los niños son felices con poco, pero, el día que le di el chocolate a ese niño, jamás lo olvidaré. ⎯ Philip se acerca al niño y le da dos ⎯ uno es para tu hermanita.
⎯Si señor ⎯ responde y sale corriendo.
⎯Bueno Canarias, sé que estás exhausto de tu viaje pero, ya tienes gente que te espera. Te llevaré a tu espacio, ahí tienes todo.
⎯Vale, gracias.
Camino junto con él, en esa clínica donde hay personas que esperan impacientes a sus familiares que se encuentran en otros lados. Entro a mi pequeña área de trabajo y tan solo Philip se aleja, una familia con un bebé en brazos pasa a mi lugar, les sonrío y estiro los brazos para tomar al niño.
⎯¿Qué le pasa? ⎯ pregunto y la madre comienza a explicarme.
Entonces llego a este lugar donde nadie sabe quién soy, ni lo que hice, ni mis orígenes, ni problemas. Un lugar, donde todos me conocerán por quién soy en realidad, donde me necesitan por lo que sé, donde mi apellido no tiene peso, pero mis habilidades y carrera sí. Este lugar donde soy un total desconocido, donde tengo otro tipo de fama, no por ser mujeriego o hijo de un empresario rico, sino por ser el pediatra que respondió al llamado para ayudarles y que ahora, se quedará un largo rato aquí, no solo para que lo conozcan, sino para conocerse a sí mismo. Definitivamente, el David Canarias, que salió de Madrid, no será el mismo que regrese, eso lo puedo asegurar.