-Murindó- 

Hoy es la boda de Phillips y Estrella, y las festividades han comenzado desde la mañana. La música, las felicitaciones y la fiesta no ha parado y, a pesar de que llevo solo dos días aquí, ya me siento como parte de ellos. 

Phillips se ve feliz, alegre y muy chistoso tratando de bailar vallenato junto con Estrella. No lo digo, solo lo pienso, porque yo tampoco sé bailar y no creo hacerlo hoy. Estuve en la ceremonia con ellos, comí del sencillo festín y ahora me encuentro observándolos desde la puerta de atrás del hospital, ya que por ser el nuevo me tocó guardia, porque aquí no hay descaso, hay siempre algo que hacer. 

⎯¿Usted es el doctor que cura niños?⎯ escucho una voz y al voltear veo a una joven de unos catorce años. 

⎯Sí. 

Atrás de ella veo a un niño de unos cinco años llorando desconsoladamente. Así, dejo de ver la escena del la boda y entro hacia el hospital para ir hacia él⎯¡me duele!⎯ me dice desconsolado. 

⎯¿Qué le pasó?⎯ pregunto, mientras entramos al lugar donde doy consulta. 

⎯Estaba él jugando en la calle, y le llamé para que entrara a la casa. No me hizo caso así que regrese por él y lo jalé del brazo para que me hiciera caso y se soltó a llorar⎯ explica la joven⎯luego dejó de llorar y siguió como si nada pasara pero, hace rato traté de cambiarle la ropa y cuando le moví el brazo volvió a llorar y no ha parado. 

Me pongo los guantes de latex que tengo y tomo el brazo con cuidado ⎯¿te duele si hago esto? ⎯ le pregunto y estiro el brazo y él lanza un grito para luego llorar.

⎯¡Sí!⎯ me reclama. 

⎯Lo siento, lo siento⎯ le pido y me siento sobre la silla para estar a su altura; a lo lejos escucho la animada música y la plática de los invitados. Me quedo un minuto pensando. La hermana me ve con preocupación y el niño se ha tranquilizado⎯¿cuál es tu nombre?⎯ le pregunto. 

⎯José⎯ responde. 

⎯José, ¿a ti te gustan los perros?⎯ le pregunto y él asiente. 

⎯Mucho, yo tengo un perro. 

⎯¡Ah sí!, y, ¿cómo se llama?⎯ inquiero, posicionando mis manos en su brazo. 

⎯Sansón. 

⎯¡Sansón!, ¡qué nombre! ⎯ comento. 

⎯¿Usted tiene perro?⎯ me pregunta con una voz muy tierna. 

⎯ Sí, tuve dos. Pero jamás he tenido gatos⎯ respondo. José sonríe y veo que está pendiente de mis manos, tiene miedo⎯Sabes José, tengo unos amigos que tienen un perro muy grande. 

⎯¿De verdad?

⎯Sí, es un perro grande y peludo, gris con blanco que se llama Solovino. Es el perro de los Ruíz de Con. Solovino tiene tanto pelo que le recogen el cabello de la frente para que pueda ver⎯ el niño se ríe⎯ y es muy tragón. 

⎯¿A qué sí?⎯ me pregunta. 

⎯ Sí, Solovino come de todo, alimento de perros, comida de humanos, hasta cucarachas. 

⎯¡Guacala!⎯ responde. 

⎯ Sí, come de todo, y también come caramelos. Recuerdo que una vez, después de la comida, fui hacia la sala por un regaliz, que es un caramelo delicioso. Los Ruiz de Con tienen un bote de cristal lleno de regaliz en la sala y solo comíamos Tristán y yo ⎯ recuerdo y eso me hace sonreír⎯ entonces, un día tomé un regaliz, y de inmediato vino Solovino desde su cama y sin que yo lo esperara, ¡zaz!, me saltó⎯ así, sin que se dé cuenta, justo en el ‘zaz’ jalo su codo y lo acomodo. El niño salta asustado y se me queda viendo. Me espero un momento a ver si llora, pero lo único que hace es preguntarme. 

⎯¿Se lo comió?

⎯ Sí, todo, traía todo el hocico de color rojo. Ahora José, ¿puedes estirar tu brazo con cuidado?⎯ le pido y el niño lo hace para luego sonreír. 

⎯Ya no me duele ⎯le dice a su hermana que relaja el cuerpo y sonríe. 

Lo reviso, me quito los guantes y luego tomo un regaliz que traigo en mi bata⎯ ten, esto fue lo que comió Solovino, espero te guste⎯ el niño toma el regaliz y sonríe. 

⎯Gracias, doctor. 

⎯De nada.⎯Volteo a ver a la hermana y su rostro cambia a uno de preocupación⎯ tu hermano tiene lo que se llama codo de niñera, eso pasa cuando jalas el brazo hacia arriba y el codo se sale del lugar y bloquea el movimiento, por eso no lo podía estirar. Cuando lo alces trata de que sea de las axilas, no lo jales del brazo porque lo puedes lastimar, incluso pudiste descocarle el hombro⎯ le doy un regaliz. 

⎯Y, ¿yo por qué? ⎯ me pregunta. 

⎯Porque cuidar a tu hermano menor es un coñazo. Yo cuidé a la mía y sé la enorme responsabilidad que es⎯ le comento y ella ríe. 

Así, le doy las medicinas que debe tomarse y luego los dejo ir. Mientras guardo todo escucho una voz detrás de mí. 

⎯¿No fue invitado a la fiesta? 

Al voltear, ahora veo a una guapa mujer de piel negra, con un vestido rojo que le queda divino y una sonrisa que me hace sonreír.⎯ Soy en nuevo, me tocó guardia. 

⎯Qué lástima, tan papacito que está y escondido aquí⎯ me comenta. 

Me río y debo admitir que me sonrojo un poco⎯y usted que descubrió mi escondite, debe ser buena buscando⎯ respondo. 

⎯¡Ah!, el doctor de los niños es casquillero⎯ habla para luego sonreír. 

Sonrío ⎯sea lo que sea, en ese acento que tiene me encanta⎯ me acerco y me recargo sobre el marco de la puerta ⎯¿qué puedo hacer por usted? 

⎯Necesito una revisión⎯ me responde. 

⎯¡Con gusto!⎯ digo sorprendido. 

⎯¡Ey! Parce que no hablo de mí, hablo de un niño⎯ continua la frase⎯ se llama Jacinto. 

⎯Jacinto y ¿qué tiene Jacinto? ⎯ inquiero. 

La mujer pone un aspecto más serio⎯ no habla, tiene cinco años y no dice nada. 

⎯¿Nada?

⎯Ni una palabra. 

Suspiro ⎯¿Cuál es su nombre? 

⎯Mariangel Alegría, soy la maestra de la escuela. 

⎯Bueno, señorita Alegría, le sugiero que le diga a sus padres que vengan a la revisión ya que no puedo hacerlo sin su consentimiento⎯ le aclaro. 

Ella niega⎯ lo siento doctor… 

⎯Canarias, David Canarias⎯ me presento. 

⎯Doctor Canrias pero eso no se va a poder⎯ contesta. 

⎯¿Por qué? 

⎯Jacinto es huérfano, esta bajo mi tutela. Sus padres murieron en la inundación pasada⎯ explica. 

Me quedo en silencio, escuchando lo que ella me dice y después la veo a los ojos⎯ lo siento mucho, no era mi intención. 

⎯La otra doctora dijo que podría tener un autismo, pero no lo creo. 

⎯¿Por qué no lo cree?⎯ inquiero en verdad curioso. 

⎯No lo sé, pero no lo creo, ¿lo va a revisar?

Asiento con la cabeza⎯ tráigalo mañana y revisamos a Jacinto. 

La señorita Alegria sonríe⎯ es verdad lo que dicen sobre usted. 

⎯¿Qué dicen sobre mí?⎯ pregunto⎯ además de que soy casquilletero. 

Alegria se ríe⎯ Casquillero, parce⎯ me corrige⎯ dicen que tiene mucho amor por su trabajo. La gente de aquí ya habla de lo teso que es. 

⎯Casquillero, teso… necesitaré un diccionario⎯ contesto. 

Apago la luz de la habitación y camino hacia dónde me encontraba antes de que llegara José y su hermana para volver a ver a los invitados bailar⎯ este es el único amor que conozco, así que lo hago bien. 

Ella me ve a los ojos ⎯ nos salió melancólico el niño. Entonces quiere decir que jamás se ha enamorado. 

Niego con la cabeza ⎯ no, jamás. He visto el amor, lo veo ahora pero, jamás lo he sentido así como para manifestarlo. 

⎯Lo dice como si no se lo mereciera⎯ me regaña⎯ como si su destino es quedarse solo, pero no es así…

Volteo a verla ⎯¿es una invitación? ⎯ pregunto. 

⎯Usted es casquillero porque le da miedo confiar en alguien. Piensa que si deja de ser fuerte y se vuelve vulnerable, lo van a traicionar. 

O soy muy evidente o esta mujer sabe leerme a la perfección… 

⎯Lo dice como si estuviera segura, señorita Alegría. 

⎯Segura no, pero, lo sé⎯ ve hacia los invitados que están bailando⎯ mire que el amor es como bailar. 

⎯Yo no bailo. 

⎯¡Por eso parce!, no baila porque no quiere hacer el ridículo, porque uno cuando se enamora lo hace. Se vuelve uno despalomado y solo hace ridiculeces. 

Me río y no sé si es por lo despalomado o por el tono de regaño que está utilizando⎯ ¿Despalomado?

⎯Mire no se fije en las palabras, solo escuche, si no se atreve a bailar como va a saber si es bueno para eso. Pero le aseguro que un día llegara esa persona que lo hará bailar así como amar. Llegará esa mujer que sin importarle quien sea, de dónde sea o lo que hizo en su pasado, lo va a querer, y usted va a caer redondito.⎯ Me dice en tono de advertencia. 

⎯¿Me está invitando a bailar? ⎯ esquivo el tema, porque en realidad no me gusta abordarlo. Mariangel me ofrece su mano⎯ ya te dije que no bailo. 

Ella sonríe ⎯que pesar. 

⎯¡Ey Canarias!, ¿qué haces con mi mujer? ⎯ grita Zimmer desde el fondo. 

⎯¿Le puedo dar un consejo, doctor? ⎯ me dice finalmente. 

⎯El que desee, señorita Alegría. 

⎯Cuando encuentre a esa mujer, jamás permita que otro la saque a bailar por usted, baile con ella… el amor llega muchas veces pero solo pega fuerte una vez, procure no dejarlo escapar. Quien sabe, a lo mejor y se lo entregan en las manos. 

Me río levemente⎯Usted venía a pedir una consulta y terminó dándome consejos… ¿le debo algo?

⎯Su amistad es suficiente… como ve, el amor ya me saca a bailar a mí, y él tampoco sabía bailar. 

Zimmer se acerca y la toma de la mano ⎯ vamos mamacita, que hace mucho que no bailamos⎯ le dice él, para luego darle un beso. 

Veo cómo se alejan, a la gente sigue disfrutando de la fiesta, a todos bailando, riendo y de pronto siento una melancolía diferente a las que sentía en Madrid, de esa que no te deprime, si no que te hace reflexionar. Ver a las personas así hasta me provoca ganas de enamorarme y caminar con ella bajo la luna, tal y como lo hacen algunos. 

⎯ Si es verdad lo que dice Alegría, entonces me pregunto, ¿dónde estás?, ¿a caso estás en una cueva o debajo de la tierra?⎯ bromeo en voz bajita viendo al cielo y me río⎯ ¡Ay Canarias!, no andes despalomado, mejor ponte a trabajar⎯ finalizo y me doy la vuelta para entrar al hospital. 

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