No cabe duda que amo este maravilloso lugar y me siento tan bien que he olvidado lo que era dormirme preocupado o despertarme en medio de un ataque de pánico. Aquí duermo cansado, exhausto, pensando en todas las consultas que di y el agradecimiento de las personas.
Aquí he visto unos amaneceres que quitan el aliento, probado un delicioso café que me comprueba que el que tomaba en el hospital era una porquería. He probado comida tan rica como un pescado que te mueres, unas frutas tan jugosas que nunca pensé probar y borojó una fruta que según me han dicho es un potenciado sexual y tiene propiedades afrodisiacas – como si yo lo necesitara.
Todo casero, toda tan natural que si no fuese por todo lo que tenemos que hacer y cargar, ya hubiese subido más de veinte kilos pero, no es así. Tanto los doctores como los voluntarios de otros programas estamos un poco abandonados aquí, así que nosotros debemos cargar, acomodar y mover todo. Si nos llegan las cajas con medicamentos debemos hacerlo, si tenemos que ir a casas de los enfermos a otros lugares lejanos debemos ir caminando y cargando lo que necesitamos y si se rompe algo, nosotros lo arreglamos.
En este lugar he aprendido tanto de mis compañeros como nunca lo aprendí en mi vida, desde cambiar un foco, arreglar las ventanas o ayudar a las personas a componer una que otra cosa. La gente de la localidad también me ha enseñado mucho, desde esas palabras que aún no comprendo mucho, hasta ser feliz con tan poco; jamás pensé que lo lograría.
Aquí, he encontrado más que colegas, sino amigos con los que puedo conversar de todo un poco y sé que me escuchan y me comprenden, amigas como la maestra Alegría que recita unos poemas tan bonitos que juro quisiera poder aprendérmelos todos, y sobre todo mucha camaradería, todo real, nada superficial.
Sin embargo, hoy por la mañana llegó mi primer paquete directo de Madrid y juro que me puse nostálgico al ver la foto de mi familia y los 10 paquetes de regaliz que me envió mi hermana. En una hoja blanca me escribió.
No te comas todo el regaliz solo, te quiero tonto.
Ainhoa, tu hermana que según llamarías una vez a la semana.
⎯¿Cómo te llamaré si no tengo ni señal?⎯ me quejo.
En cambio, mi madre, me envió una carta preguntando cómo estaba, si era feliz y que me extrañaría esta Navidad.
Tu padre también te extraña y te quiere
Concluyó, para luego ver un te quiero, hijo, al final de la hoja.
⎯También te quiero, madre⎯ murmuro.
⎯Genial, te enviaron bóxers⎯ me dijo el doctor Galindo, un doctor México- canadiense que solo viene por unos días para capacitar a las parteras de la localidad y luego irse directo a una comunidad en México.
Me río ⎯ créeme, esto ya lo veo como un lujo. Desgraciadamente no me traje suficientes y los que tengo acá los he arruinado.
⎯No quiero averiguar como⎯ contesta, para luego reírse.
De pronto Zimmer abre la puerta, haciendo que los dos volteemos a verlo ⎯ ¿listos?, nos están esperando en la escuela. Doctores contra maestros, fútbol.
⎯¿Qué? ⎯ pregunto un poco desorientado.
⎯Es una tradición. Todos los habitantes una vez al año nos organizan un evento para agradecernos, tanto a los doctores como maestros, así que vamos a la escuela y jugamos un partido de fútbol, quiénes pierdan deben dar algún artículo de higiene que necesiten o algo personal, dulces y eso… esta vez tenemos que ganar, a los maestros, les llegaron nuevos catres y yo necesito uno nuevo, tengo una espalda de anciano.
⎯El catre no tiene nada que ver Zimmer, es el cuarto de lavado donde te follas. Alegría ⎯ habla Galindo.
Zimmer se ríe sarcásticamente, aunque es verdad, todo sabemos lo que hace con Alegría ahí, tal vez muchos le tenemos envidia.
⎯ Venga vamos… que se hace tarde. Canarias, espero que sepas jugar como buen español, los maestros tienen un portugués que siempre nos da batalla.
⎯Vale, lo que sea por los catres⎯ me animo, porque la verdad dormir en el catre viejo que antes le pertenecía a Phillips me está lastimando los lumbares.
Los tres salimos de la casa, y nos vamos directo a la escuela local, una que tiene tanto maestros locales como extranjeros, y que, al igual que yo, vienen a ayudar s la comunidad.
Así, después de caminar hacia la escuela y atravesar los maderos que nos mantienen lejos del agua por si hay inundaciones, llegamos a la escuela donde nos esperan los maestros, música, comida y los niños con sus padres.
⎯¡Llegaron los doctores!, ¡ehhhhhh!⎯ gritan felices los niños y algunos de los que atiendo vienen hacia mi.
⎯¡Ea, Pedro!, ¿ya no te duele el brazo? ⎯ le pregunto.
⎯No doctor, gracias al remedio ⎯ me agradece para luego darme un abrazo.
⎯¿Va a ganar hoy Doctor? ⎯ me pregunta Carmelita, una niña de cinco años que ya me ha tomado de la mano.
⎯Trataremos, Carmelita⎯ digo.
⎯El maestro Santiago dice que él ganará⎯ comenta.
⎯¿Eso dice?, veremos⎯ respondo.
Camino hacia dónde están mis otros colegas ya platicando con nuestros compañeros y veo a Santiago, un hombre de unos treinta años, algo, ojos verdes y piel color canela. Según lo que me platicó es un ex maestro militar que salió huyendo de la milicia para dedicarse al voluntariado.
Cuando me ve, sonríe y viene hacia mí para darme una palmada sobre la espalda ⎯¿Listo para perder? ⎯ me pregunta, con ese español mezclado con portugués.
⎯Siempre das por hecho de que estoy listo⎯ respondo entre risas, haciéndolo reír.
⎯ Te he visto salvar vidas y tratar con éxito a los pacientes, así que conozco lo habilidoso y bueno que eres.
Sonrío ⎯ Alabarme no me impedirá que patee tu trasero⎯ comento, para después volver a reír.
⎯En verdad agradezco que hayas llegado hasta acá, estos ya me estaban aburriendo⎯ dice en voz alta haciendo que mis compañeros doctores le reclamen de broma.
Yo también estoy feliz de haber llegado hasta acá, pienso para mis adentros.
Los equipos comienzan a juntarse y veo que los maestros, algunos, tienen zapatillas y nosotros las botas. Así que me siento sobre una de las bancas y me las quito para dejar mi pie al descubierto.
⎯¿Qué haces Canarias? ⎯ pregunta Zimmer.
⎯Nos van a ganar, ellos tienen zapatillas y nosotros no. Estaremos más pesados con las botas, así que igualo las cosas.
⎯¿Jugando descalzos?, ¿cómo ayudará? ⎯ inquiere.
⎯Ellos tienen pies nosotros también, debemos pedirles que se quiten las zapatillas además, la mayoría de los niños aquí juegan así y será lindo que nos vean hacerlo.
Zimmer se levanta y de un silbido llama la atención a los maestros⎯¡qué sin zapatillas!
⎯¡Noooo hombre! ⎯ reclama un maestro por ahí, para luego soltarse a reír.
⎯¡Como siempre Canarias!⎯ reclama Santiago para luego quitárselas.
⎯¿Usted sabe jugar al fútbol?⎯ pregunta un niño.
⎯Trato, ¿tú sabes jugar?⎯ inquiero.
El niño asiente ⎯ de grande quiero ser futbolista y jugar en el Atlético Nacional⎯ me dice con una sonrisa.
⎯Entonces, ¿por qué no juegas en nuestro equipo? ⎯ pregunto.
⎯¿PUEDO?⎯ pregunta emocionado viéndome a los ojos.
⎯Sí, por qué no, nos hace falta uno…ve y dile al Doctor Philips que eres de nuestro equipo.
⎯¡Gracias Doctor!
Sigo acomodándome el pantalón cuando una voz me interrumpe ⎯ Parce, espero que seas mejor jugando que bailando.
Volteo hacia atrás y veo a Alegría con una sonrisa⎯ ¿Me darás ánimos Alegría?, o ¿te pondrás del lado de los maestros?
⎯Creo que un nuevo catre no me desagrada⎯ dice, para luego sonreír.
Sigo acomodándome el pantalón cuando una voz me interrumpe ⎯ Parce, espero que seas mejor jugando que bailando.
Volteo hacia atrás de mi y veo a Alegría con una sonrisa⎯ ¿Me darás ánimos Alegría?, o ¿te pondrás del lado de los maestros?
⎯Creo que un nuevo catre no me desagrada⎯ dice
⎯¿Es una propuesta para que sea yo el nuevo? ⎯ inquiero.
Alegría se ríe ⎯ y el alumno superó al maestro, doctor Canarias⎯ me responde.
⎯¡Canarias!⎯ grita Zimmer⎯¡deja de andar de casquillero y vente a jugar!
Veo a Alegría ⎯piénsalo Alegría, a mi ni la mano me han puesto… ⎯ bromeo.
⎯No le han puesto la mano este mes…⎯ responde para luego reír.
Corro hacia el medio de la cancha y me percato que hay más gente de lo normal, al parecer, no solo los padres de los estudiantes han venido, si no más personas que vienen a apoyarnos y por lo visto a hacer apuestas.
⎯¡Ey Canarias!⎯ me dice Santiago en una voz que solo yo lo puedo escuchar⎯ me comentaron que te llegaron unos nuevos bóxers… ¿qué talla son?
⎯¿Qué talla eres?⎯ le pregunto.
⎯Mediana…
⎯Lástima… los míos son extra grande… y no hablo de la cintura si no de la entrepierna.⎯Santiago se ríe y simplemente niega con la cabeza.
Entonces el partido comienza y empezamos a movernos por toda la cancha mientras escuchamos el vitoreo de las personas que están ahí. La pelota nos lastima un poco al patearla con los pies descalzos pero, al ver a Jorge, el niño, jugar como si nada nos hace acostumbrarnos y seguir como si nada pasara.
El primer gol viene de los maestros haciendo que todos salten de emoción, especialmente Santiago que ha festejado como si hubiese sido el mejor gol de la vida ⎯ ya estamos a un gol lejos de nuestro objetivo ⎯ dice Philip mientras respira agitado.
⎯Démosle el pase a Jorge y ganaremos⎯ bromeo, pero al parecer es una buena estrategia.
⎯¡Oye Canarias!⎯ me grita Santiago⎯ y luego se levanta la camiseta para mostrarme su abdomen marcado y presumirme.
⎯¿Es es todo?⎯ inquiero.
El partido continua y esta vez corro con el balón por todo el lugar pasándoselo al niño que en seguida mete un gol que nos hace festejar.
⎯¡Gooooooooooool de los doctores! ⎯ gritan y yo cargo a Jorge para festejar junto con él.
Los maestros se reúnen como si estuvieran formulando su estrategia, luego volean y Santiago se quita la camiseta mostrando todo su pecho⎯¡Uy, quién pidió pollo!⎯ grita una mujer, para luego reírse.
⎯Así que esa es tu estrategia⎯ murmuro.
⎯¡Venga!, otro gol para tomar ventaja⎯ grita Zimmer.
Así, volvemos al partido y una vez más hacemos la estrategia de pasarle el balón a Jorge que, con sus increíbles habilidades, me da un pase que hace que meta el gol con la cabeza.
⎯¡Gooooooool!⎯ gritan y yo, aprovechando la euforia, me quito la camiseta por igual y la lanzo hacia un lado.
⎯¡Papacitooooo! ⎯ escucho a una mujer cerca de mi.
⎯¡Uy doctor!, así yo sí me enfermo⎯ dice una señora que recibe una mirada no tan grata de su marido.
Santiago me ve y se ríe⎯¡no te podías quedar atrás eh!⎯ me grita.
⎯Los doctores también tenemos lo nuestro⎯ grito.
⎯Y muy suyo, doctor⎯ vuelve a gritar la señora.
Tengo buen cuerpo, ¿por qué no presumirlo?
⎯¡Vamos un gol más! ⎯ animo y vuelvo con mi equipo que, también, se ha quitado las playeras.
⎯Bien, un gol más y ganamos esto… todos pasen el balón a Jorge ⎯ indica Philips haciendo al niño sonreír.
Finalmente, volvemos a la cancha y empezamos a jugar, haciendo todo lo posible para que la estrategia funcione y podamos ganar esas preciadas camas catre que han llegado como si fuera un milagro de Dios. Ahora, no solo hay gritos y vítores de apoyo sino uno que otro piropo que nos hace sonrojar, sobre todo a Santiago que es uno de los más guapos de aquí.
⎯¡Venga Jorge!⎯ gritamos cuando Zimmer le pasa el balón y él esquiva a unos para poder darnos la victoria.
⎯¡Goooooool! ⎯ gritan y nosotros festejamos felices como si hubiésemos ganado la copa del mundo.
⎯¡Los doctores!, ¡los doctores!, ¡los doctores!⎯ cantan en coro, y nosotros seguimos el coro por igual.
A lo lejos vemos a los maestros moviendo la cabeza después de haber perdido y felicitándose entre sí por el esfuerzo, supongo que saben que a veces en la vida se pierde y en otras se gana, y esta vez nos tocó a nosotros.
⎯Si que eres bueno en el fútbol ⎯ me comenta Alegría.
⎯y no solo en eso… ⎯bromeo.
De pronto, sin que yo lo espera, el hombre que callaba a su mujer se acerca a mí⎯¡Ey!, muy casquillero ¿no?⎯ me dice y sin que yo lo espere me da un golpe a puño cerrado contra el rostro, haciendo caiga desmayado en el lugar.
Al parecer hay hábitos que nunca mueren, ni en otra parte del mundo.