Escucho las olas del mar tan cerca de mí que sé, estoy en la orilla. Poco a poco, mis pies comienzan a sentir la arena mojada debajo de ellos, y la brisa me pega justo en el rostro, el sol calienta levemente mi piel y hace que abra los ojos. 

David despierta… 

Una voz me habla haciendo que abra los ojos y me encuentre en el mar; sonrío al ver tanta belleza. 

⎯Aquí no es Ibiza ⎯ murmuro. 

David… 

Vuelvo a escuchar la voz que me hace buscar a ambas partes de la playa para ver solo la arena blanca. Volteo mi mirada una vez más al precioso mar azul, ese que es tan transparente que juro pudo ver el fondo. 

David… aquí estoy contigo. 

⎯¿Quién eres? ⎯ pregunto ⎯¿por qué no puedo verte? 

Siempre estoy contigo… David, siempre estoy contigo… no me entierres en el olvido, no me dejes… 

⎯¿Mamá? ⎯ pregunto.

A lo lejos veo una mujer de blanco, con el cabello largo y ondulado. Ella me ve de frente, pero no se mueve, simplemente me observa. 

⎯¿Alegra?, ¿mamá? ⎯ inquiero ⎯¿este tú?, ¡déjame verte! ⎯ grito un poco desesperado. 

Estoy contigo David, no me entierres en el olvido… aquí estoy. 

Así corro a toda velocidad hacia dónde está ella. Siento los pies pesados, como si tuviera plomo en ellos y no me deja llegar para poder ver su rostro ⎯¡Mamá, no te vayas! 

Estoy contigo David… 

⎯¡Mamá!, ¡no te vayas!, déjame verte… ⎯ le pido mientras empiezo a sentir que por más que corro no llego a ningún lugar ⎯¡Mamá!, ¡no te vayas!, ¡quiero verte!, ¡Mamá! ⎯ grito, para luego abrir los ojos y levantar el cuerpo de la cama y sentir un golpe de nuevo en la cabeza, ya que me he golpeado con una lámpara. 

⎯¡Eh, parce!, tranquilo ⎯ escucho la voz de Alegría que está a mi lado ⎯ no vaya a ser que otro golpe te desbarate.

Vuelvo a recostarme y al orientarme me doy cuenta que me encuentro en el pequeño cuarto donde atiendo mis consultas. Ya es un poco más tarde y al parecer está lloviendo afuera. 

⎯¿Qué pasó? ⎯ pregunto. 

⎯Pues, por andar de chicanero, el marido de esa vieja te puso un “Tate queto”⎯ contesta, para luego reírse. 

Me llevo la mano hacia el rostro y puedo sentir el golpe cerca de la mejilla ⎯ yo no andaba de chinchero pero, suelo estar acostumbrado a esto ⎯ le comento, para luego sentarme sobre la camilla. 

⎯Chicanero ⎯ me corrige. 

⎯Eso.

Aún estoy desnudo del torso, y mis pies se encuentran completamente sucios. Mis zapatos y camiseta se encuentran a un lado. En cuanto me acomodo, Alegría toma un algodón que tiene en un plato y lo pone en mi rostro, de inmediato le tomo la mano. 

⎯¿Qué haces? ⎯ pregunto. 

⎯Te voy a curar el rostro ⎯ me comenta. 

⎯No gracias, estoy bien, yo me sé curar solo… ⎯ respondo un poco frío. 

Alegría sonríe ⎯Doctor Canarias, ¿cree que lo voy a matar? Sus parceros lo trajeron, pero yo me quedé cuidándolo, ¿cree que necesito de su confianza?, yo creí en vos de una, cuando me dijiste que Jacinto era sordo, ¿no te creí?, yo sé que estoy haciendo.⎯ habla en tono firme, como si le estuviera hablando a un estudiante. 

Me le quedo viendo un minuto a esos ojos negros tan bonitos que tiene y luego asiento con la cabeza. ⎯ Vale…

⎯Vale ⎯ me imita y me hace sonreír. Alegría comienza a pasar el algodón por el rostro haciendo que apriete la camilla con los puños al sentir el ardor sobre mi piel ⎯ ayyyy ¿ahora ya no aguanta esto? usted es muy mimadito ⎯ me reclama. 

⎯No soy ¿mimadito?, mi umbral del dolor no es tan alto… ⎯ confieso. 

⎯Al menos no dice mentiras… ⎯ responde, para luego cambiar de algodón ⎯ el man que le hizo esto es demasiado celoso con su mujer, pero hubieses visto la cascada que le metió ella después de que te cascó ⎯ me cuenta divertida y se ríe ⎯ ese pobre está buscando escondedero dónde meterse.

⎯Me encanta hablar contigo porque la mitad no sé lo que me…¡ay!

⎯Perdón, perdón… 

Me quedo en silencio mientras ella roza mi pecho con el movimiento de su brazo. No sé si soy yo pero, ¿a caso Alegría me está seduciendo? 

⎯¿Puedo preguntarle algo? 

⎯Usted hace muchas preguntas Alegría ⎯ le digo recuperando el humor ⎯ pero dígame, supongo que no me queda de…¡Ay!, me dolió ⎯ me quejo. 

⎯Ay perdón, yo no quiero ser brusca con vos⎯ dice ella con una sonrisa maliciosa⎯ no era esa mi intención.

⎯Sí claro…

El silencio vuelve a la habitación y ella deja el algodón para tomar otro remedio ⎯ ¿Vení, quien es Alegra? ⎯ abro los ojos un poco asombrado por la pregunta ⎯ no sé si le han comentado, Doctor Canarias, pero sos de los que habla cuando está dormido. Se oía como angustiado. 

⎯Alegra es mi madre ⎯ digo en voz alta y siento como mi piel se eriza al haberlo dicho así. Porque para mí decir el nombre de mi madre biológica en voz alta es un tabú. 

⎯Su mamá… hummmm ¿y le hace mucha falta?

⎯Se quitó la vida en el mar cuando era pequeño ⎯ hablo un poco frío ⎯ pero no es un tema del que hable mucho… solo es un sueño que se repite desde hace mucho tiempo. 

⎯Y, ¿por qué le da miedo hablar de eso?

⎯Porque mi padre me lo prohibió. Es un tema que no es bienvenido en mi casa y no lo hago. 

Alegría voltea a ver a ambos lados y luego me ve a los ojos ⎯Pero su papá no está aquí, ¿o sí? ⎯ Niego con la cabeza ⎯ entonces venga hablemos, a menos que no quiera pero, si vos me decís que tenés sueños seguidos con ella, entonces es porque necesitás hacerlo.

Suspiro ⎯ mira Alegra, no suelo contarle lo que siento ni lo que pienso a nadie, así que tú no serás la excepción ⎯ le contesto y ella se ríe bajito ⎯¿qué es tan gracioso? 

⎯Que no querés hablar de ella, pero me acabaste de decir Alegra…Vení, deje eso aquí pa’ que pueda seguir adelante. Si seguís cargando eso, un día ya no va a ser capaz con ese peso, quitate eso de encima. ⎯Me alecciona.

⎯¿De qué servirá? 

⎯Ahhh yo no sé, solo que yo creo que es su oportunidad de hablar, aquí tenés a alguien que te escucha y que te puede dar un consejo. Pero, si no quiere, no hable, a mí me da lo mismo.⎯ comenta. 

⎯¿Por qué siempre me regañas?⎯ inquiero. 

⎯No lo estoy regañando, así hablo yo, después de tanto tiempo, debería acostumbrarse.

Alegría sigue curando mi rostro pero ya no dice una palabra más. Así que yo también me quedo en silencio pero luego, como si un impulso me obligara comienzo a hablar ⎯ mi madre se quitó la vida en el mar cuando yo era pequeño, se fue dejándome solo con mi padre quién, aunque él dice que sí, no lo pudo superar. Él se casó con mi madre Fátima, quien me crió y me hizo el hombre que soy ahora. Sin embargo, hablar de Alegra es un tabú en la familia, como una maldición que nos persigue a mi padre y a mí, y que arruinó nuestra vida. No lo tomes a mal, yo amo a mi madre Fátima, la amo con todo mi ser pero, no dejo de pensar en Alegra, sobre todo porque se fue sin darme respuestas… 

⎯No lo tomo a mal ⎯ me contesta. 

⎯Pensé que había dejado de soñarla ya que, desde que llegué, no lo había hecho. 

⎯Y, ¿usted quiere dejar de soñarla? 

Niego con la cabeza ⎯ no pero, a la vez lo deseo, contradictorio pero cierto. Siento que ella no me deja ser feliz, que es la raíz de todos mis problemas y de mis indecisiones e inseguridades ⎯ confieso y juro que por primera vez siento como mi pecho se libera ⎯ he pasado parte de mi vida buscándola como si estuviera seguro de que la encontraré. La busco en cada mujer que conozco y estoy cansado, ya no quiero hacerlo pero, ella me pide que no la olvide y siento que si lo hago será catastrófico. 

Alegría deja de curarme el rostro, luego baja su mano y me ve a los ojos ⎯⎯no es que te esté diciendo que tratés de olvidarla, si no reconciliarse con ella. Es como así, cerrar los ojos y pensar “señora Alegra, la escucho.”

Sonrío ⎯ ¿Señora Alegra?

⎯Bueno, mamá, madre o como usted le diga … si la estas soñando es porque de pronto le está tratando de decirle algo, ¿no crees? Pero, también debés de dejar de buscarla, jamás la vas a encontrar. Si la buscás en cada mujer que se le atraviese, mijito, déjeme decirle que morirá solo y con cuatro gatos en su casa. 

⎯Gracias por el deseo ⎯ comento para reírme bajito. 

⎯Escúchame, que en serio yo le quiero dar buenos consejos y que le vaya bien en la vida. A lo bien, David, no dejés que el pasado no lo deje vivir el presente. Su mamá no tiene la culpa de lo malo que le pasa, la cosa que es mas fácil echarle la culpa a alguien que no está, vos debés admitir que las decisiones tomadas no fueron las mejores. Su mamá tomó esa decisión, su papá tomó también las suyas, ahora le toca a usted. Ya verá que cuando lo haga y se equivoque, se va a dar cuenta que todo el tiempo, había sido usted y nadie más, ¿oyó?

Suspiro ⎯ ¡Ay Alegría!, ¿dónde estabas cuando necesitaba una amiga que me diera consejos así? 

⎯Llegué en el momento que me necesita, me iré en el momento que ya no lo haga ⎯ acaricia mi mejilla ⎯ usted es un hombre bueno, talentoso y de gran corazón, se merece una buena vida. Haga las pases con el pasado, para tener un presente feliz. 

Alegría me pasa la playera y yo me la pongo ⎯¿Dónde aprendió a dar esos consejos?

⎯Pues a ver, mi papá es psicólogo y mi mamá enfermera… yo le dije que yo sé lo que hago ⎯ explica.

⎯Si te hubiese conocido en otro momento de mi vida, ya te hubiera besado ⎯ le respondo, para luego sonreír. 

⎯Pero mijito, no lo va a hacer,¿ oyó? 

⎯No lo haré ⎯ respondo. 

⎯Bien dicho… si ve como lo puede hacer. Entre mejores decisiones tomés, mejor le va en la vida ⎯ pone la mano sobre mi pecho a la altura del corazón ⎯ hagale caso a lo que su corazón le dice Doctor, escúchelo, va a ver qué se lleva una sorpresa ⎯ Alegría toma su bolso, ¿nos vamos?

Niego con la cabeza ⎯ no, me siento cansado y mañana me toca guardia, mejor me voy a dormir. 

⎯Como vos querás… ⎯ me responde. 

Ella camina hacia la puerta y sale dejándome solo, para minutos después regresar y darme un beso sobre los labios que me atrapa por completo. Parece que pasaron años desde que besé a una mujer, aunque en realidad han sido meses. Sin embargo, la beso y no siento nada, absolutamente nada. 

Cuando Alegría se separa me ve a los ojos ⎯ para que sepás que esta fue mi decisión. ¿Sabe que? tranquilo, que por esto no se va a meter en problemas.

⎯¿Lo hace por qué quiere que me enamore? ⎯ pregunto. 

⎯Usted ya está enamorado, solo que no le hizo caso⎯ me dice. 

⎯Que no cariño⎯ contesto⎯ jamás lo he estado. 

⎯Ay mijo, sabe qué, no le creo nada… ⎯ responde y sale de la habitación para dejarme completamente solo. 

Hasta en Colombia lo tienes, David… ¿me pregunto si en Perú será igual?, pienso para mis adentros. 

Sin embargo, Alegría tiene razón, es hora de reconciliarme con mi pasado, tomar mis propias decisiones con respecto a lo que quiero o no de mi vida, es hora de buscarme la vida que merezco y seguir el deseo de mi madre Fátima, ser feliz… manifiesto que deseo ser feliz. 

Tres meses después me fui de Murindó hacia mi siguiente destino… Perú; y Zimmer, Alegría y Jacinto… se fueron conmigo. 

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