Ella me ayuda a ponerme de pie, y cuando lo logra, me dice: 

—No puedo creerlo, jamás te veo en Madrid y ahora, te encuentro dos veces en Perú. 

Ambos comenzamos a caminar por la calle, paso a paso y a velocidad lenta.

—¿¡Qué demonios pasa contigo!?— me quejo, ya no sé si prefiero esto o el golpe que me dio hace rato.

—Me sentí atacada, lo siento, tengo el derecho a defenderme— comenta.

—Defenderte, pero no a querer matarme; creo que también me arden los intestinos.

—Ya, ya, ya casi llegamos— me dice en esa voz de consuelo, que no esperaba.

—¿Cómo puedes traer eso en la bolsa?— inquiero, para volver a toser intensamente.

Luz se ríe bajito— ya llegamos, solo déjame sacar la llave de la puerta, quédate aquí y no te muevas— me pide.

Escucho cómo mete la mano a la bolsa, mueve las cosas y después, el ruido desaparece dejándome en medio del lugar—¿Luz?— pregunto—¿Luz?, no es gracioso. Luz, ¿dónde estás?— comento mientras estiro los brazos para ver si puedo tocarla.

De pronto, una sensación recorre mi cuerpo cuando sus manos cálidas toman las mías— aquí estoy, fui a abrir la puerta. No te voy a dejar solo.—Me aclara en una voz tan melodiosa que hace que mi cuerpo se sienta extraño.

Ambos caminamos hacia la habitación y, al entrar, Luz me sienta sobre la cama. Su habitación huele a lavanda y al sentirlo, juro que más recuerdos se desbloquean en mi mente. Momentos después, siento una toalla húmeda en mis ojos y el cuerpo de Luz cerca de mí. En lugar de tomarla de la cadera, pongo mis manos sobre la cama y las aprieto con fuerza, como si quisiera controlar todas estas sensaciones que siento en mi cuerpo.

—¿Mejor?— me pregunta con una voz tranquila.

—No sé qué me duele más, el golpe en el piso, los ojos o el orgullo— comento. Luz se ríe, lo hace bajito, como si no quisiera hacerlo, pero mi comentario le causó gracia— no da risa, Luz.

—Lo siento, si te consuela, esta fue la primera vez que hice este movimiento; me siento muy orgullosa de que lo logré.

—”Me siento muy orgullosa de que lo logré”— la imito, y juro que Luz despierta en mí el David de hace años atrás, juguetón, gracioso, relajado.

—Sigues igual de dramático— me responde.

—Y tú de necia— contesto.

Y de nuevo aquí estamos los dos, en este juego de “al gato y al ratón” que tenemos desde hace tiempo atrás. Ella siempre refutando todo y yo queriendo tener la razón.

—Si me quedo ciego, tendré que pedirte a Solovino para que me guíe— hablo, porque juro que los nervios se han apoderado de mí.

—Solovino ya no está, murió hace tiempo atrás, David— me corrige.

—¿En serio? Amaba ese perro. Bueno, en fin, si me quedo ciego…

—Ya, ya— me interrumpe— a ver, abre los ojos, ¿puedes?

—Supongo— digo a media voz.

Entonces, abro los ojos poco a poco, sintiendo primero el ardor en mis pupilas para después ver entre sombras el perfil del rostro de Luz. De pronto, todo se aclara y su mirada intensa se cruza con la mía, haciendo que mi corazón se acelere un poquito.

Bella, eres bella…

—¿Me ves?— pregunta. Asiento con la cabeza, creo que se me han ido las palabras— lo siento, es que no me gusta que me sorprendan así.

—¿Dónde aprendiste eso?— pregunto, sin despegar mi mirada de la suya.

—¿Qué?, ¿A patear traseros?— responde divertida.

—Sí, eso— asiento.

—Mi padre nos metió a mi hermana y a mí a clases de defensa personal, él nos dijo “no puedo evitar que salgan al mundo, pero sí puedo evitar que el mundo las hiera”— recita— así que estuvimos años en clase de defensa personal y ahora hago Jiu Jitsu— y mueve las manos como si estuviera haciendo arte marcial.

Sonrío, estar con ella es realmente volver a recordar nuestros tiempos juntos. Luz vuelve a poner la toalla sobre mis ojos—no sabía que tu papá era así. Pensé que sabía bastante de tu familia, digo, nos conocemos desde hace años.

—No tienes que saber todo de mi familia, hay cosas que no se dicen— pronuncia.

Me gusta tu familia… quisiera saber todo.

—Si te consuela, no eres el único que ha sufrido. Mi hermano Manuel casi pierde un diente al tratar de asustar a mi hermana en la casa— relata.

—Pobre Manuel.

—Eso le pasa por asustarla bajando las escaleras, en fin… ¿Mejor?— me comenta, y juro que he olvidado el dolor por completo.

—Sí, gracias, mejor.

Luz se aleja de mí y se sienta sobre el sofá que está enfrente— ¿Qué haces aquí, David Canarias?— me pregunta.

—Hago mi servicio, ¿y tú qué haces aquí?— inquiero.

—Tomo fotos— responde sencilla— aunque gracias a mi caída, me perdí la foto más importante de todas, por lo que este viaje es un fracaso para mí.

—¡Uy!, eso duele— expreso— y pensé que me había dolido el codazo, que me atacaras con el gas, la caída sobre el suelo— enumero.

—¡Qué quejumbroso, Canarias!, ya me había olvidado que eras así.

—Creo que me habías olvidado por completo— comento, y ambos nos reímos.

Sin poder evitarlo, me quedo en silencio observándola. Luz es igual por dentro, inteligente, graciosa, amable, segura, necia, pero por fuera, es muy diferente. La jovencita con la que solía platicar, pasar mis tardes o convivir en las salidas familiares se había ido. Ahora es increíblemente bella, con ese precioso cabello, la mirada intensa y su cuerpo, ya hermoso, ahora era mucho más, curvado, con esas caderas que me están volviendo loco y qué decir de sus labios, perfectos para robarle un beso.

¿Acaso estoy excitado?, tranquilo David, tranquilo…

—¿Qué me ves?— me interrumpe su voz, y el momento mágico desaparece.

—No te recordaba tan hermosa— confieso.

Estúpido, aunque no me arrepiento.

—¡Ah!, ya te sientes mejor— habla Luz y se pone de pie.

—¿Qué?— le reclamo,— ¿no puedo decir que eres hermosa?

—No, no puedes… ¿Crees que puedas caminar a tu casa?

—¿Ya quieres que me vaya?, ¿no gustas que nos quedemos a recordar viejos tiempos, cariño?— le propongo.

—No, eres David Canarias— dice, y con esa frase, al parecer está justificando algo.

—¿Eso qué significa, cariño?, ¿es malo?

—Tu reputación te precede y yo no tengo ganas de formar parte de eso, así que… llégale, que tengo cosas que hacer— habla, para luego hacer la señal de que salga de la habitación.

Me pongo de pie. Me acerco a ella y la veo a los ojos—me golpeas, me echas gas y ahora me pides que me vaya— comento, clavando mi mirada en la de ella.

Luz se sonroja un poco y luego contesta— David, te invito amablemente a que salgas de mi habitación, si no, atente a las consecuencias.

—¡Ay, Lucito!— le digo, recordando el apodo que le dice su padre. Ella levanta la ceja sorprendida— así te dice tu padre, ¿Lucito?

—Mi padre— aclara— pero tú no, así que si me disculpas, Canarias, muévele, que ya tengo sueño.

Luz comienza a empujarme hacia la puerta posicionando las manos sobre mi pecho—¿ni un café?, ¿ni una cerveza?— insisto.

—¿Qué te parece agua?— me pregunta y tomando la botella de agua me la echa sobre el rostro.

Cierro los ojos y comienzo a negar con la cabeza— necia, necia como siempre.

—Pues, es lo que hay— responde— tómalo o déjalo.

¿Tómalo o déjalo?

—Gusto en verte, Canarias, la próxima vez, sin sorpresas, ¿vale?— me comenta.

—¿Entonces habrá una próxima vez, cariño?— contesto simpático.

—¿Quieres otro “estate quieto”?— me pregunta.

—Sí, ya entendí mi lección— aclaro— salúdame a tus hermanos, a tu padre, a tu bella madre… ¿Aún sigue horneando esa tarta de elote?— pregunto, porque en realidad no me quiero marchar, necesito hacerle más conversación.

Sin embargo, Luz no quiere, así que me sigue empujando para que salga de aquí—Sí.

—¿Crees que pueda ir a comer un poco?— comento.

—No.

—Ni un poquito— insisto.

—David, ya… ¡ándale vámonos!— me pide.

—Ándale, se me olvidaba que eras parte mexicana— destaco.

¿Se te olvidaba?, claro que no David, si lo tienes más presente que nada en este mundo, me traiciona la mente.

—Y yo que eras tan insistente, salte… adiós— me dice.

—¡Pero Lucito!— expreso, cuando ya estoy afuera. La puerta de la habitación de Luz se cierra de un portazo dejándome solo en el pasillo.

Espero un momento con la esperanza de que ella vuelva a abrir, cambiando de opinión. Sin embargo, no lo hace, por lo que creo que el reencuentro que tanto deseaba ha terminado aquí.

—No cambias nada, Luz, no cambias nada— murmuro. Antes de bajar las escaleras, volteo a ver la puerta y en un murmullo digo— quiero volver a verte, Luz… una vez más quiero volver a verte— manifiesto, esperando que eso se vuelva a conceder.

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