Quiero suponer que, a partir de este momento, puedo considerarme una persona divorciada. Adela no llegó, y por más que la esperé, nunca salió por la puerta de nuestra casa. Aún no sé qué pensar. ¿Cómo le diré a mi familia que llego a Málaga sin ella? ¿Tendré el valor de mentirles? Las veces que he venido en verano, el pretexto era una película. ¿Pero ahora? ¿Qué excusa podré darles?
En la van, camino a la estación del tren, tengo el móvil en mis manos con el número de Adela listo para ser marcado. No tengo valor. Hace meses que no la llamo, así que sería la llamada más incómoda entre nosotros. Finalmente, dos días atrás, se resolvieron las incógnitas. Ni ella dijo lo que yo escuché ni yo hice lo que ella vio. La única diferencia es que yo no le he dicho lo segundo, y Adela sigue pensando que soy el peor hombre del mundo.
¿Por qué no se lo dije? Porque no creo que ella me crea. Convencerla de que no lo hice tardaría más que pedirle otra oportunidad.
Pero eso ya no importa. Adela ha dado el portazo y me ha dejado fuera de su vida. Ese bonito matrimonio que tanto planeábamos se ha quedado solo en sueños. Perdí a una esposa que ni siquiera conocí ni pude amar, y eso duele más.
Bajo en la estación, tomo mi maleta y juego con los dos boletos del tren mientras camino hacia la puerta. Podría ser reconocido, y posiblemente me pregunten por ella. Pero es más fácil sonreír y hacer fotos que enfrentar la mirada de mis padres preguntándome: “¿Dónde está tu mujer?”
— ¿Tú eres Gael Salvatierra, cierto? — Una voz femenina me interrumpe.
— Sí — respondo sonriente.
— Soy muy fan tuya, ¿me permites una foto? — Me acerco, sonrío y nos tomamos una selfie. Pacientemente, me tomo fotos con todos hasta que llega la pregunta que me desconcierta.
— ¿Y Adela? ¿No vino contigo? Quería que me autografiara la revista.
No sé qué responder. Ni yo sé por qué Adela no vino conmigo. Yo también la esperaba, y ahora, el pretexto que pensé que tenía algunas horas para crearlo debe ser dado en este instante.
— Lo siento, cariño. —Escucho una voz detrás mío—. Pero no encontraba el regaliz que me pediste. —Adela aparece, y la situación se resuelve, al menos momentáneamente.
—Ah, me preguntaba dónde estabas. —Le sonrío, y ella hace lo mismo—. Lo siento si me tardé —responde.
Tomamos el tren juntos, pero la actuación se desvanece al salir de la estación. Adela se aleja, y la realidad regresa.
[Adela]
Pretendo leer durante el viaje, pero mis pensamientos están lejos de la última frase que estaba leyendo. Gael y yo debemos hablar, pero no estoy lista para dar el primer paso. Una mirada de Gael coincide con la mía, y la esquivo hacia el libro.
— ¿Entonces así será? — Escucho su voz.
— ¿Será qué? — Pregunto mientras finjo leer.
— Me ignorarás todo el viaje, y no hablaremos al respecto.
— Dijiste que querías que fuera a Málaga contigo. Nunca dijiste que tendríamos que hablar cuando estuviéramos solos. —Paso la hoja.
— Vale, ahora necesitas instrucciones más precisas. Fue una muy buena actuación la que hiciste en la estación.
— Soy buena actriz. Hay dos Globos de Oro que lo confirman.
— Sí, pero los besos que me das no son actuados. Los sientes al igual que yo.
— Eso no lo sabes. Tenías meses sin besarme. Tal vez soy tan buena actriz que te hice creer que los sentía. —Bajo el libro y lo guardo en mi bolsa.
— Entonces así será, sin hablar de lo que pasa entre nosotros.
— ¿De lo que salió en la terapia? ¿Qué pensaste? Que con el hecho de habernos enterado de la verdad caería a tus brazos y olvidaría todo… pues no, te equivocas. No será así.
— Pero al final de cuentas, estás aquí, ¿no? Eso quiere decir que nos estás dando una oportunidad.
—Tal vez solo quiero despedirme de tu familia. Ellos no tienen la culpa de todo el caos que hemos vivido.
— ¿Por qué no llegaste a tiempo? —pregunta tratando de mantener mi atención.
— Me quedé dormida. Afortunadamente, el metro es más rápido que la van, y llegué justo para el cierre con broche de oro, tal como debería de ser.
— No te creo —me dice en seguida.
— No me creas. Durante casi un año no lo has hecho. No me afecta en nada que lo hagas o no.
— Tú sabes cuál es mi intención en este viaje, Adela, pero no sé cuál es la tuya. Así que te pido que mientras estemos en Málaga con mi familia saquemos una bandera blanca y por estas semanas nos tratemos como gente educada y normal.
— Educada y normal. —Saco una leve risa.
— ¿O prefieres como si estuviéramos felizmente casados… ¿Qué prefieres?
— Preferiría no tener que fingir, Gael. Eso me hubiera gustado más, pero supongo que ya no hay marcha atrás y ahora fingir es lo nuestro. Soy buena en eso.
Gael se para de inmediato, y se pasa a mi lado. El sentir su cuerpo al lado mío me pone nerviosa. Me toma entre sus brazos y sin que yo pueda evitarlo, me besa. Sus fabulosos labios se funden con los míos. Es el cuarto beso que nos damos en estos días, y cada uno más fabuloso que el anterior. Me besa con pasión pero a la vez un cariño que no puedo describir.
Sus fabulosos y carnosos labios se funden con los míos. Es el cuarto beso que nos damos en estos días, y cada uno más fabuloso que el anterior. Me besa con hambre pero a la vez con un cariño que no puedo describir. Me molesta que lo haga tan maravillosamente y que yo no pueda resistirme, pero a la vez me encanta sentirme de nuevo cerca mío; me hace sentir viva.
Él se aleja agitado y me mira a los ojos. Sus hermosos ojos cafés me hacen el amor sin desvestirme, y me he quedado sin palabras, sin ganas de pelear, sin poder decirle que siga. — Me moría por besarte de nuevo, — me susurra mientras con una de sus manos acaricia mi cabello. — Tú dices que los besos los finges, pero todo eso es mentira. La conexión, las miradas, la forma en que te sincronizas conmigo, todo eso es deseo puro y yo lo sé.
Gael regresa sus labios a los míos y me besa levemente de nuevo. Esta vez es corto y me deja con ganas de más. — Yo ya no quiero pelear contigo, Adela. Quiero ser nuevamente la persona que despertaba la ilusión en ti, el que te despertaba las ganas, el hombre que te hizo el amor esa noche en Los Ángeles cuando llegaste a mi cuarto de hotel. Quiero revivir el fuego que se apagó hace tiempo. Te quiero a ti. Quiero dejar de fingir y que esto que sentimos sea completamente real.
Puedo ver su mirada mientras esas palabras salen de su hermosa boca y no puedo dejar de temblar. Ya no es de miedo; ahora es del nerviosismo puro de tenerle a mi lado, de sentir sus brazos rodeando mi cuerpo, de sentir su respiración tan cerca que provoca cosquillas en mi cuello. — Gael, estamos en el tren, — se escapa esa frase vana de defensa, pero él sigue pegado a mí, arrinconándome contra su cuerpo y viéndome como nadie más me ha visto.
—No tiene nada de malo. Somos marido y mujer, ¿qué no? Solo soy yo, besando a mi esposa, demostrándole lo mucho que la deseo. Porque eso pasa, te deseo más que nunca, Adela Carasusan, y en este viaje estoy decidido a dejar de pelear y recuperarte. Poco a poco, a fuego lento si quieres, pero regresar a ser quienes éramos.”
— Gael, — le susurro mientras no puedo dejar de verle. — No puedo. Yo… 2 semanas no van a arreglar meses de humillaciones y…
—Lo sé, y por eso te pediré perdón lo que me queda de vida, pero solo déjate llevar, Adela. Te pido la oportunidad de que, como regalo de bodas, me des la oportunidad de demostrarte que lo nuestro no está muerto. Solo se encuentra enterrado y que caricia a caricia, beso a beso, lo rescataremos. ¿Qué dices?
Estoy a punto de decir algo cuando el tren anuncia su llegada. Como adolescente a punto de que sus papás la descubran, empujo a Gael para que se mueva y él se ríe. — Tranquila, Adela. No tienes que hacer eso. Ya me muevo a mi lugar.
La última frase me hace sentir fatal y sobre todo mi actitud inmadura. Pero en este momento, tengo tanto orgullo en mí que lo justifico, aunque por dentro su beso me ha alterado los sentidos, como lo han hecho los otros. Sé a qué vine a este viaje y también sé a lo que me enfrento, pero para ser honesta, no estoy preparada. Muero de nervios.
El tren se para y las personas comienzan a bajar. Veo algunos policías en la estación y sé que nuestra llegada no ha pasado desapercibida. — Una vez más, — me dice él, serio, mientras recoge las cosas.
— A veces no todo es fingido, Gael, —Le regalo esa frase como un premio de consolación, como si quisiera remunerarlo de alguna manera por mi actitud inmadura.
— Lo sé. No tienes que mencionarlo. Solo basta con verte a los ojos para darse cuenta de que no te soy indiferente.
Gael baja del tren y yo, después de ponerme las gafas de sol, bajo para enfrentarnos al mar de gente que nos espera afuera. De nuevo, por un lapso de tiempo, somos la pareja número uno de España, la que derrocha amor en cada alfombra roja, los más felices del mundo. Ambos aprovechamos la oportunidad. Gael me toma de la cintura pegándome hacia él para las fotos, y yo acomodo su cabello al coro de un “awwwwwww” de las fans que lo ven tierno. Solo en ese lapso de tiempo él y yo podemos brindarnos las caricias que tenemos guardadas y que no saldrán cuando estemos solos.
Por fin, salimos de la estación y subimos a otra van que nos está esperando. Volvemos al silencio, a la frialdad, pero esta vez el ambiente es diferente. De pronto, comenzó a respirarse una armonía que no había antes entre nosotros y que nos quita un peso de encima.
—No iremos a casa de mis padres hasta mañana — dice él tranquilo.
—¿A dónde iremos?
—A nuestra casa, aquí. ¿Recuerdas? La compramos hace tiempo y bueno, el verano pasado nos la dieron. Solo yo la recibí porque tú estabas en Estados Unidos.
—Cierto —digo como si no me importara, pero en realidad, eso complica las cosas en este viaje. Pensé que estaríamos en casa de su familia y sería diferente, pero no. Pasamos de una casa a otra, solo que en esta no hay nada que nos separe.
—Te gustará. Le pedí a mi hermano que prendiera un poco la calefacción para que esté cálida cuando lleguemos.
—Vale —contesto sin más.
Después de unos momentos en la van y de ignorarnos completamente, llegamos a una hermosa casa, completamente pintada de blanco, como le gusta a él, que será nuestro campo de batalla por las próximas semanas. Entramos ambos separados, él atrás de mí, y no puedo evitar sonreír al ver lo bonita que ha quedado decorada, justo como le había pedido yo el día que la compramos antes de la boda. Comienzo a recorrerla, los libreros con mis libros, los sofás que ambos escogimos, la amplia cocina y el jardín con piscina que en los veranos nos iba a refrescar.
—Al otro lado del jardín se encuentra el gimnasio —me indica.
Abro una de las puertas y puedo ver la recámara principal, lista para usar esa noche. Él no me dice nada y simplemente mete ambas maletas ahí. —No, este puede ser tu cuarto si gustas. —Y camino hacia el otro cuarto que hay en la casa, lo abro y lo encuentro vacío. —¿Qué significa esto? —comento un poco molesta.
—Nada, es un cuarto vacío —dice él sin poder evitar su cara de triunfo.
—¡Ah! — expreso sin poder encontrar las palabras, y todo lo que yo temía se ha hecho realidad. Aquí no hay dos cuartos, ni dos estudios, ni nada para dos personas separadas. Esta casa fue pensada para una pareja de enamorados y, por lo tanto, solo hay una recámara para pasar la noche.
Inmediatamente, volteo a ver los sofás de la sala, y a plena vista se ven muy incómodos, por lo que esa opción queda descartada para cualquiera de los dos — ¿Este cuarto por qué no está amueblado? —le pregunto a él mientras trato de disimular lo que siento por dentro.
—Es el cuarto de los niños, ¿recuerdas? Dijimos que lo dejaríamos vacío hasta que llegara el primero.
Fuck. No hay nada que pueda decir al respecto, ni refutar, así que simplemente regresaré a la habitación que por unas semanas competiré con él—. Pues la casa está muy linda, solo que no sé cómo le haremos en la recámara principal.
—¿Qué sugieres? ¿Almohadas entre los dos? ¿Qué me tape los ojos cada vez que salgas del baño? —Y Gael después de decir eso sonríe. Sé que lo está disfrutando y que siente que por un momento él lleva la ventaja en esto.
—No seas ridículo, Gael —digo tratando de rescatar un poco del resentimiento que aún me queda y que poco a poco va desapareciendo—. Solo te advierto que compartir cuarto contigo no me hace tu esposa, ¿entendido?
—Entendido — me dice sonriente— ¿Qué es lo que te hace mi esposa entonces? —me pregunta, y sin poderle contestar nada, solo me meto al baño y cierro la puerta.
[Gael]
Me encuentro en el jardín de nuestra casa, tratando de que todos mis sentidos y pensamientos se calmen un poco. Después de meses separados, de días completos sin vernos ni hablarnos, ahora Adela y yo tenemos que compartir no solo todas las áreas comunes de la casa, sino también la habitación.
La última vez que ella y yo dormimos juntos fue cuando nos vimos antes de la boda en Madrid e hicimos el amor como una despedida de solteros. Debo reconocer que pensar en eso de nuevo me trae una increíble sonrisa que se dibuja instantáneamente en mis labios.
Meses de no tenerla tan cerca, de no mirarla a los ojos, de no tocarla, y ahora debo entrar a la misma habitación que ella. Ni siquiera tengo idea de qué usa para dormir, de qué lado de la cama duerme o, en pocas palabras, los nervios me consumen con el simple hecho de saber que ella se irá a la cama conmigo y despertará a mi lado todos los días.
Tomo un último respiro y vuelvo a entrar a la casa. Puedo ver la silueta de Adela alejándose de la cocina con un vaso en las manos, y al ver que entra a la habitación, sonrío. No hay marcha atrás; así lo planee, y no puedo ahora decir que no, sobre todo cuando obligué a mi hermana a amueblar la casa en tiempo récord para que estuviera lista hoy.
Entro, y ella se encuentra en el baño. El vaso con agua se encuentra sobre la mesita de noche, y también el libro que estaba leyendo. Un pastillero lleno de pastillas se encuentra al lado y llama completamente mi atención. ¿Adela está enferma? Me quito los pantalones de mezclilla y también la playera. La habitación está lo suficientemente cálida para que pueda dormir así en invierno.
Me dirijo al baño a cepillarme los dientes cuando me la encuentro de frente. Trae un camisón de seda color rosa dorado que se ciñe perfectamente a su cuerpo. Sus pechos perfectos se transparentan un poco sobre la tela, y su cabello cae sobre uno de sus hombros en una trenza. No puedo evitarlo; mi mirada se clava en ella, y ella desvía la suya al ver mi torso desnudo. Después de verme en bóxer, prefiere volver a mis ojos. —¿No te dará frío en la noche? — Es lo primero que le sale, y yo sonrío— Lo mismo te digo a ti. —Ycon mi mirada insinúo la ligera bata.
Ella no responde y simplemente se va a la habitación, dejándome el camino libre al baño. La sonrisa que traigo entre los labios es irremediable—. Este plan tiene que ser un éxito, Gael —me susurro mientras me veo en el espejo— Solo dale tiempo.
Me cepillo los dientes y después salgo del baño, apagando la luz. Observo que Adela se toma una pastilla, y al verme, se levanta rápidamente de la orilla de la cama y levanta las cobijas de su lado.
Yo camino hacia el otro lado de la cama y hago lo mismo. Casi al mismo tiempo, nos metemos a la cama, y después de cubrirnos, automáticamente ambos volteamos hacia el mismo lado, quedando nuestros rostros frente a frente. ¿Cómico no? Adela y yo dormimos volteados hacia el mismo lado. Por unos momentos, nos vemos a los ojos, y yo le sonrío— Buenas noches, Adela —le susurro. Ella se voltea de inmediato dándome la espalda y apaga la luz de su lado, dejando la habitación en oscuridad.
—Buenas noches —me dice tajante, y después todo es oscuridad y silencio.
Adela, sé que te hizo sufrir y estás sufriendo por este viaje, pero no sé la hagas fácil no fue justo todo lo que te hizo!!
😱😱😱😱😱 tiene q hacer miles miles miles de cosas para recuperarte. Espero lo pongas a parir para recuperarte. Que dijo a la primera vas a caer. No no no. Que sienta lo q te hizo sentir.