*Gael*

(Sesión)

— ¿Algo ha cambiado desde la última vez que nos vimos? — pregunta la psicóloga mientras nos observa sentados en su sofá. Esta vez la terapia se ha pasado a su consultorio, supongo que lo vio más viable porque así Adela ni yo podemos acabar la terapia antes de tiempo e ir a escondernos a nuestras habitaciones.

Esta vez ambos nos quedamos callados, sabemos que sí, sí ha cambiado algo y que a los dos nos pegó de diferente forma, pero somos demasiado orgullosos para admitirlo o en pocas palabras para decirlo en voz alta y que el otro se entere. Sin embargo, sé que a la psicóloga eso no le importa y que tarde o temprano saldrá a la luz lo que pasó hace un día.

— ¿Saben por qué están aquí hoy? — pregunta.

— Por lo que sucedió la sesión pasada — contesta Adela.

— No, ese fue un enojo muy justificado y expresó una frustración que sentías, están aquí porque es hora de que se vean a los ojos y se digan la verdad, se aman o no y si en serio quieren seguir destrozando la vida hasta el último día de su “matrimonio”. —

Puedo sentir la tensión de Adela en mí. Este sofá es más chico así que podemos casi tocarnos las manos si las recargamos sobre él, por eso ambos mantenemos los brazos cruzados.

— Su casa es tanto su infierno como su paraíso, ustedes no soportan vivir ahí pero aman estar ahí, porque cada quien tiene sus guaridas que los ayudan a esconderse para evitar verse o hablarse, pero aquí no, tomen este espacio como un lugar donde nadie los va a juzgar, ni siquiera ustedes. Así que Adela, Gael, lo que hoy se diga aquí se tendrá que escuchar con atención sin juzgar al otro, ¿entendido? —

Ambos asentimos con la cabeza y escucho cómo Adela toma un respiro y yo hago lo mismo. Sin darme cuenta la observo atentamente, después de el último encuentro que tuvimos no he podido estar en paz, tengo una ferviente necesidad de estar con ella y volver a besarla.

— ¡Gael! — me dice la psicóloga y yo volteo de inmediato — ¿Escuchaste? —

— No, disculpe — le digo apenado.

— Adela va a contar su parte del drama que se ha formado entre los dos, y tú la escucharás sin juzgarla así como ella hará lo mismo. Si podemos, trataremos de llegar a un acuerdo, o se lucha o se abandona. —

— Sí, claro — digo preparándome para escuchar la versión de Adela, la que me he negado a escuchar por meses.

— Adela ¿por qué empezó a fallar tu relación con Gael? Tengo entendido que antes ustedes se amaban — dice la psicóloga segura.

Ella suspira — Nuestra relación empezó a fallar desde el día que nos casamos. 

— ¿Qué fue lo que pasó aquel día? — pregunta la psicóloga.

*Adela*

(Recuerdo)

Ese día, Gael y yo estábamos perfectamente bien por la mañana. Yo me arreglaba en mi habitación y él en la suya. A la hora de nuestra boda, él ya me esperaba afuera de mi habitación, vestido con ese frac que se le quedaba impecable. Recuerdo muy bien la galanura con que lo portaba y la sensualidad que desprendía combinado con esa loción que siempre usaba. Debo admitir que su actitud había cambiado un poco, y pensé que era por los nervios. Le pregunté si pasaba algo.

— No, no pasa nada — contestó — ¿Estás lista para que nos casemos, Adela Carasusan? — Y me tomó de la mano para caminar juntos hacia las puertas que nos llevarían a la ceremonia.

Antes de que Gael entrara, le di un ligero beso en los labios y él sonrió. — Te amo, Gael. Gracias por amarme tanto — le dije, y él tomó mi rostro y me susurró — Si esto te hace feliz.

Debo admitir que su respuesta me pareció un poco extraña, pero aún así, volví a insistir que eran los característicos nervios del novio que caminaba ahora hacia el altar para esperarme. Mi hermano llegó a mi lado — ¿Lista? — me preguntó con una sonrisa, y yo le dije que sí, estaba más que lista para casarme con Gael, con la única persona que debí siempre haber estado.

El canon de Pachelbel sonaba a lo lejos, tocado hermosamente por un violín y un cello, y las puertas se abrieron para dar paso a la novia, a esa novia que en ese momento caminaba hacia su felicidad. Volteé a mis lados para saludar a los invitados, y pude ver a nuestros amigos felices porque, por fin, después de un tiempo de estar juntos, estábamos a punto de unir nuestras vidas.

Llegué donde estaba Gael, y él me miró y me sonrió, me tomó de la mano y me ayudó a subir las escaleras para iniciar la ceremonia.

***

— ¿Viste algo inusual en la ceremonia, Adela? — interrumpe la psicóloga.

— Solo que Gael estaba raro, me veía menos de lo normal y a la hora de decir los votos que se supone teníamos preparados, dijo que los había olvidado y pronunció unos improvisados, pero a mí no me importó, él estaba ahí y me amaba, ¿qué podía pasar?

***

Cuando terminó la ceremonia, fuimos a tomar fotos con los invitados y familiares. Pasamos un tiempo solos antes de entrar a la fiesta y celebrar nuestra unión. Tomé a Gael de la mano y lo llevé por un momento a nuestra habitación nupcial.

— Adela, creo que este no es el momento — me dijo un poco esquivo.

— Venga, solo sería algo rápido. Mi vestido es muy sencillo de quitar — le dije coqueta, acercándome a él para besarle el cuello. Sin embargo, Gael se apartó.

— Adela, en serio, no es el momento.

— Venga, solo sería algo rápido, mi vestido es muy sencillo y me puedes ayudar a ponérmelo, como la vez que lo hicimos en la limosina que nos llevaba a los Globos de Oro ¿Recuerdas? Comencé a recorrer mis manos sobre su pecho, y después abrí un poco para quitar así el saco y comenzar a desnudarlo; él simplemente se quedó inmóvil mientras yo hacía la mayoría de las cosas. — ¿Pasa algo, mi amor? — le pregunté un poco extrañada.

— Nada, cariño, solo que quiero esperar para la noche; ahora en cualquier momento pueden llamarnos, y quiero que estemos perfectos para la celebración, ¿te parece? Cuando regresemos a este mismo cuarto, te prometo que te llevarás la sorpresa de tu vida.

Le sonreí, acaricié su cabello y luego su barba.

— Te ves guapísimo, esposo mío — le dije, y él me devolvió la sonrisa.

— Tú te ves hermosa, Adela. Siempre has sido muy hermosa — respondió, sellando sus palabras con un beso, esta vez sin nervios y con más amor.

[Gael]

**Sesión**

De pronto, Adela se detiene, y cuando menos me doy cuenta, me encuentro nuevamente observándola atentamente, sin importar quién está a mi alrededor. Respira hondo y toma uno de los pañuelos desechables que se encuentran frente a ella. Se seca las lágrimas que comienzan a caer sin que pueda evitarlo.

— No sé si sepas — dice con la voz entrecortada —, pero antes de casarme con Gael, uno de mis exnovios me dejó plantada en el altar. Ya tenía todo arreglado: vestido listo, invitados esperando, y él se acercó a mí para decirme que no podía casarse conmigo porque estaba enamorado de otra, una chica que había conocido meses atrás en su viaje a Corea del Sur.

En ese momento, ella voltea y con toda la frialdad del mundo me dice — Hubiera preferido mil veces que Gael me hubiera dejado plantada por segunda vez a vivir lo que pasó después de la fiesta.

[Adela]  

*(Recuerdo)*

Hubo un momento en la fiesta donde Gael y yo nos separamos. Lo perdí de vista y no lo encontré por ningún lado, así que me acerqué a su hermana y pregunté por él.

— Creo, cuñada, que se sentía un poco cansado y subió a la habitación. Supongo que deberías subir a verle — me dijo feliz, para después regresar a platicar con una chica que tenía al lado.

Gael me había dicho por la mañana que mi noche de bodas sería una sorpresa. Así que no perdía nada con subir y ver qué estaba haciendo. Moría por acariciar su piel y escuchar su voz en mi oído mientras pronunciaba mi nombre. Sonriendo, fui al lobby para tomar el elevador y llegar a nuestra recámara. Tenía planeado mostrarle ese conjunto de encaje que traía debajo del vestido, y que sabía le fascinaría.

Salí al pasillo de la habitación y todo estaba en silencio. El ruido de la fiesta había quedado atrás, y era hora de que él y yo estuviéramos solos. Finalmente, todo lo que habíamos planeado se concretaba en esta noche. Me acerqué a la habitación y me di cuenta de que estaba medio abierta. Tal vez él quería que llegara de sorpresa y me sorprendiera al ver todo lo que tenía preparado para mí.

Entré sin avisar, y de pronto empecé a escuchar unos ruidos que provenían de la habitación. Mientras más caminaba, más sabía que no era broma lo que estaba escuchando. Solo quería negarlo hasta el punto de no comprobar que era verdad. De pronto, sentí que mi corazón se congelaba y un frío recorría toda mi piel. El tiempo se detuvo frente a mí, y no podía dejar de mirar esa imagen que sabía no saldría nunca de mi mente.

Gael, desnudo frente a mí, haciéndole el amor a su exnovia en nuestra cama, robando para siempre mi noche, mi momento y todo lo que pudo pasar ahí. Me quedé observando sin hacer ningún gesto ni decir nada que los interrumpiera. Realmente no sabía qué hacer, no sabía cómo decirle que parara. Quería gritar, llorar, reclamarle, pedirle que me diera una explicación ante esto que veía, pero mi cuerpo no reaccionaba.

De pronto, la chica se percató de mi presencia, y ella fue la que se asustó y alejó a Gael, que estaba a punto de terminar.

— Lo siento — me dijo acongojada — yo…

— Terminen, yo los espero. Nunca debes dejar a un hombre frustrado, porque te reclamará el resto de tu vida — comenté.

Gael me vio, pero no dijo nada, ni una palabra de excusa ni de arrepentimiento. Simplemente se quedó acostado. 

— Ten — le dije, arrojándole la llave del cuarto — para que puedas terminar a gusto y sin interrupciones. Tú y yo somos los únicos que tenemos la llave.

— Por si te interesa, estaré en la habitación donde me cambié. Buenas noches y feliz noche de bodas. — Y salí de la habitación sin esperar ni escuchar una palabra.

**Capítulo 3: Revelaciones Dolorosas**

[Gael]

**Sesión**

— ¿Ahora te preguntas por qué reaccioné así, no? — me dice Adela entre lágrimas — Porque me rompiste el corazón, Gael. Porque me prometiste el mundo y, en el momento menos esperado, me dejaste sin nada. Tú eras todo para mí, todo, y tomaste mi corazón, lo rompiste en pedazos y luego lo tiraste al suelo, obligándome a recogerlo, pieza por pieza.

Las palabras de Adela me golpean en el alma. Había borrado esa escena por completo de mi mente, y ahora que ella la recuerda, quiero salir huyendo de ahí — Y lo peor es que me restriegas en la cara la misma escena una y otra vez cuando te acuestas con tus amantes en el sofá, como si no fuera suficiente lo que ya pasé — sentencia.

El silencio se instala en el cuarto. Puedo ver que la psicóloga sigue escribiendo y luego voltea a verme — Quiero suponer que tenías una razón para hacer eso, ¿cierto? — y de nuevo el coraje y la rabia se apoderan de mí.

— Claro que sí — contesto frío —. Lo hice porque ella se lo merecía. Nadie juega conmigo y piensa que se saldrá con la suya.

— ¿De qué demonios estás hablando? — me responde Adela mientras trata de secarse las lágrimas.

— De tu trato, de tu juego, de todo lo que actuaste para llegar hasta acá, de cómo lograste que el estúpido de Gael Salvatierra se enamorara de ti para aprovecharte de todo lo que él te podía dar. ¿Estás lista para escucharlo, cariño? — le digo, y ella se voltea.

— Por fin vas a tener el valor de decírmelo. ¡Vale, hazlo! Que muero por ver qué fue eso, qué hice con lo que me torturas todos los días de mi vida.

[Gael]

*(Recuerdo)*

Me encontraba en mi habitación arreglándome para nuestra boda. Me veo al espejo y no dejo de sonreír como un idiota. El simple hecho de saber que me voy a casar con Adela Carasusan me hace sentir increíblemente afortunado. Ella es la mujer con la que muchos hombres sueñan, y yo, Gael Salvatierra, la haré mi esposa para siempre. Después de pasar millones de aventuras con ella, citas y encuentros fortuitos, finalmente logré conquistarla y pedirle matrimonio en esa joyería del centro de Madrid.

Al terminar de acomodarme el pequeño moño de enfrente, me pongo mi colonia favorita, la que sé que le gusta, y suspiro. Hoy es el día en el cual daré el primer paso que marcará el resto de mi vida. Mi móvil suena, y puedo ver un mensaje de mi ex novia, quien se ha enterado de que estoy a punto de casarme y quiere venir a verme para disuadirme de todo. Pero estoy decidido, me casaré con Adela, la mujer que pensé nunca en la vida podría conquistar.

Me pregunto si estará nerviosa, si dudará de que yo la deje plantada en el altar. Recuerdo que esa experiencia la marcó mucho y era lo que la empujaba a no casarse conmigo. Ella está a tres habitaciones, y puedo imaginarla con su hermoso vestido de novia, viendo los últimos detalles y lista para unirse en matrimonio conmigo. Tal vez podría romper hoy un poco la tradición e ir a verla, decirle que todo estará bien, que la esperaré afuera para caminar juntos hacia el lugar y que esté segura de que nada pasará. Después de dar vueltas al asunto, decido hacerlo.

Salgo de mi habitación sintiéndome extremadamente guapo y seguro para poder impresionarla. Me imagino la cara de sorpresa que pondrá cuando abra la puerta y vea que soy yo quien viene a buscarla. ¿Será muy supersticiosa? No lo sé, pero solo queda averiguarlo.

Me acerco, y de pronto hay una voz que llama mi atención, la voz de su exnovio Ben, que supongo regresó de Corea del Sur.

— No puedo creer lo lejos que esto llegó, Adela. Se suponía que no sería de esta manera — escucho que él le dice.

— Ben, tenía que ser así, y así seguirá. No hay nada que se pueda hacer ya — contesta ella.

— Pero, ¿y mi carrera? ¿Qué pasará con ella? ¿Crees que todo este timo no me afectará en nada?

— Pues a mí no. Al contrario, será lo mejor que me haya pasado, y lo siento por ti — contesta Adela en un tono de felicidad absoluta.

Abro un poco la puerta y puedo verlos reflejados en el espejo del cuarto. Ella está parada en medio de la habitación, y Ben se mueve un poco nervioso. — Nunca pensé que solo se haría para obtener más público y fama. Pero hay mujeres que llegan a todo con tal de crecer en esto. ¿Ya firmaste el acuerdo? — le pregunta él desesperado.

— No, lo haré después de la boda, Ben. Ahora no tengo tiempo para eso. Debo casarme, que es lo más importante para mí, y después firmo el contrato.

— Adela — escucho que dice su nombre, y después la besa en esos hermosos labios rojos que debieron ser besados solo por mí.

Salgo de ahí furioso y con una rabia que no puedo controlar. ¿Un contrato? ¿Solo fui eso? ¿Un contrato para tener éxito? Ella no está conmigo porque me ama, sino porque le soy importante para hacer crecer su carrera. Mi móvil vibra de nuevo, y veo otra llamada de mi ex, y como si fuera una señal del cielo, sé lo que debo hacer.

[Gael]

*(Sesión)*

— Acostarte con ella el día de su boda — dice la psicóloga, y yo asiento.

— ¡Qué pensaste, Adela! ¿Cuánto tiempo estabas dispuesta a fingir que me amabas? ¿Hasta que tu bendita serie se terminara? ¿Hasta haber obtenido lo que más deseabas? ¡Dímelo! — le grito.

— Y si sabes que lo hice por eso, ¿por qué te casaste conmigo? — me dice en el mismo tono.

— Porque quería vengarme de ti, quería hacerte sufrir. Si tú fingías amarme, te iba a atar a mí para que no pudieras huir y sintieras el infierno que te hago pasar.

— Entonces, fingiste toda una ceremonia, con votos, en frente de nuestras familias para simplemente probarme algo — me dice con ese semblante duro.

— Hice justo lo mismo que tú, ¿no merezco mi Oscar? — Adela se pone las manos sobre la cara, y de pronto inesperadamente escucho cómo comienza a reír. Empieza con risas leves para después desembocar en carcajadas que me dan más rabia. No puede aguantar la risa e incluso empieza a llorar.

— ¡Vaya! Me descubriste — dice mientras trata de aguantar la risa — y te vengaste, me humillaste ¡Por meses! Y yo nunca te pregunté por qué. Pues te tengo una noticia, Gael, no estábamos hablando de ti.

Mi cara y la de la psicóloga lo dicen todo, y ella continúa tratando de calmarse — Arruinaste mi vida, nuestro matrimonio, el amor que nos teníamos solo por una plática sin contexto. ¿Qué tan idiota debes ser para hacer eso? Si antes de casarnos me preguntabas de todo, ¿por qué no lo hiciste en ese momento? Porque seguro pensaste, bueno, si ella me usa, yo también lo haré, porque debes reconocer que desde que empezaste tu relación conmigo, tu carrera solo ha ido para arriba. Así que te aferraste a la idea de que yo te había usado y decidiste atarme a ti no solo en matrimonio, sino en contratos que “solo hiciste por mí”.

— ¿De quién demonios hablabas entonces? — le pregunto molesto.

— De él y de Lu, su exnovia. Sí, lo admito, Ben regresó ese día para tratar de recuperarme, me bajó el cielo, la luna y las estrellas, y cuando dije que no, me confesó que Lu simplemente lo había utilizado para entrar al ambiente del cine, además de que empezaba a afectar su carrera con los videos que ella subía a sus redes sociales.

— ¿Y el acuerdo? ¿No después de que te casaste conmigo, tu serie tuvo más éxito aquí de lo esperado porque todos querían ver a Adela Carasusan, la esposa de Gael Salvatierra? —

— Mi serie tuvo éxito porque soy buena actriz y punto, no tengo más que discutir. El acuerdo que me hizo firmar fue para retirar la demanda que le puse por difamación, porque no sé si recuerdas que dijo unas cosas horribles de mí en televisión. Lo firmé después de que nos casamos, pero te hubieras enterado si hubieras estado ahí, en lugar de con tus amantes.

— No los hace sentir esto como los idiotas más grandes del mundo —interrumpe la psicóloga —y ambos por romper el voto más sagrado de una pareja. La confianza.

El silencio gobierna la habitación y aunque sé que no es el momento, hay un peso que se me quita de los hombros. Adela nunca me engañó, yo sí le hice eso a ella, y aunque parece que todo fue mi culpa, ella también tuvo parte por no hablar, o tal vez me lo dijo y yo decidí no escuchar.

— Pues ahí está — escucho su voz entrecortada — ahora podría darnos el maldito papel que diga que me puedo divorciar y continuar con mi vida — dice Adela angustiada y furiosa.

— No — sentencia la psicóloga — No lo voy a hacer.

— ¡Qué! — decimos los dos al mismo tiempo.

— No lo haré porque ustedes se aman de verdad y si se divorcian, se arrepentirán el resto de sus vidas ahora que saben por qué llegaron a este tipo de agresión entre los dos. Es evid

ente que ambos se casaron enamorados; tal vez sus razones para hacerlo cambiaron, pero la atracción, el amor y la historia siguen entre ustedes. Ningún matrimonio aguanta esto si no es porque en el fondo hay algo más. Así que no, no firmaré nada y les diré a sus abogados que deben tomar más sesiones hasta que esto termine.

Adela se para del sofá de inmediato y toma sus cosas — No voy a perder más mi tiempo en esto. ¡Haz lo que quieras, Gael! Demándame, arruina mi carrera, habla pestes de mí, pero los papeles de divorcio te llegarán a principios del próximo año. Gracias por su tiempo — le dice a la psicóloga y sale del consultorio.

Ambos nos quedamos callados, y ella me observa pero no me juzga — nunca me acosté con ella — le digo de inmediato.

— ¿Con Adela? — pregunta.

— Con mi ex. Lo intenté, pero no pude hacerlo, así que simplemente le pagué para que fingiéramos tener sexo justo en el momento en que ella entrara. En verdad, ella sí me buscó, pero recordé que el dinero le pesa más y logré llegar a un trato.

— ¿Y las demás aventuras que has tenido? ¿Son pagadas? — infiere la psicóloga.

— Todas y cada una de ellas. Solo es cuestión de coordinación y dinero para hacerle creer que me la paso genial, cuando en verdad, ella se va y yo vago como idiota por toda la casa.

— ¿Y por qué no le dijiste ahora? Ella se fue con la idea de que la engañaste, y que básicamente fue tu culpa.

— Porque ya es muy tarde, y el coraje me ha ganado más que la razón. Tal vez nunca me haya acostado con nadie más, pero lo que escuché nunca se me olvidó.

Me pongo de pie del sofá, y ella conmigo. Las palabras se han quedado cortas, y en realidad no tengo ganas de hablar más. Camino hacia la puerta y antes de irme, volteo a verla — La besé, ¿sabe? — y ella sonríe — y tiene razón, los besos nunca mienten — y salgo de ahí.

2 Responses

  1. Gael te mataría!!!! Con mis propias manos por servicio tan imbécil!!! Lo siento te lo digo que estoy sintiendo ahora

  2. Ay Gael que imbecil has sido. Si me imaginaba q era malentendido pero por no preguntar. Se armo una pelicula solo. Que triste. Esperemos que la terapia les sirva para perdonarse. 🙏

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